LA FE DEL PREFECTO DE LA FE,
CARDENAL JOSEPH RATZINGER*

(o, "Si un ciego guía a otro ciego" — Mt. 15, 14).

   1) Un error básico: Una falsa noción de la Verdad.

   Si alguien creyera que el Cielo no existe y que nuestra vida acaba totalmente con la muerte, por cierto buscaría su felicidad total aquí abajo sin ocuparse en pensar en premios o castigos futuros. Si alguien creyera que todos los hombres mienten necesariamente, no podría creer en nadie, ni siquiera en si mismo ya que el también es hombre.

   Así pues, si la noción que se tiene de la verdad fuera falsa o ambigua, todo lo afirmado, todo lo creído como verdadero, todo lo definido como tal, y la misma realidad de las cosas sería falsaria o incierta puesto que la verdad dice necesariamente relación a las cosas de las cuales se afirma o se niega algo. La verdad está en el juicio, es decir, en la atribución o no de algo o alguna cosa. En palabras sencillas: si llamo a un cierto animal perro es porque tiene ciertas características que lo hacen tal, pero no soy yo quien doy al perro ser lo que es, sino que simplemente mis palabras corresponden a lo que la cosa es en sí misma. Las afirmaciones son verdaderas cuando expresan realmente lo que la cosa es, cuando enuncian una realidad. La verdad no es, entonces, más que la adecuación de la inteligencia (intelecto) y de la cosa (la realidad) que suele expresarse en conceptos y palabras. Así, la verdad es algo tan inmutable como la esencia de las cosas. Si las cosas no cambian, las verdades que las expresan y significan tampoco.

   Al contrario, afirmar que las verdades cambian de alguna manera o totalmente es el equivalente a decir que las cosas ya no son lo que eran, ni serán lo que son ahora, lo cual es totalmente absurdo. Si no, no podríamos caminar sobre el piso, creyendo que ya no es duro y resistente como era ayer.

   Trasladando este error al plano teológico y disciplinario de la Iglesia las consecuencias son espantosas porque la Fe ya no podría ser siempre la misma, ni los dogmas serian siempre ciertos y por lo mismo no podrían ser obligatorios para todos y para siempre.

   Este error es probablemente, el más profundo en el pensamiento del Cardenal Ratzinger:

   "En este sentido, no puede rechazarse la fluidez de la existencia: es necesario asumirla. Esto significa, al mismo tiempo, que la verdad es siempre una dirección, una meta, nunca una posesión definitiva. Cristo es la verdad, es en este mundo camino porque es la verdad." (op. citada, pág. 72). Lo cual le hace afirmar con una increíble superficialidad: "Es claro que la frase ‘ creo en Dios Padre todopoderoso' está muy lejos de ser una fórmula teórica sin consecuencias. Sea válida o no." (op. cit. pág. 80). Dice más adelante, en el mismo sentido:

   "La Fe encuentra hoy dificultades para expresarse. Sus fórmulas tradicionales son, para los contemporáneos, palabras en una lengua extraña, cuyo sentido es obscuro." (op. cit. pap. 143).

   La verdad no es algo que va haciéndose, sino algo tan estático como la esencia de los Mismos seres que ella expresa. Afirmar el "hacerse" de la verdad, su posesión nunca definitiva, es lo mismo que afirmar que el ser es un continuo hacerse, una continua evolución. Mientras las cosas sean tales la verdad será tal. Por eso las fórmulas dogmáticas de ayer serán siempre valederas, al seguir siendo verdad todo lo enunciado. Dice el Papa Gregorio XVI: "Pues bien, haréis esto de un modo excelente si, según lo pide la razón de vuestro oficio, cuidáis de vosotros y de la doctrina, considerando asiduamente aquello que la Iglesia rechaza toda novedad, y el consejo del Papa San Agatón: en nada disminuir ni cambiar nada, nada añadir a aquellas cosas que han sido debidamente definidas sino custodiarlas incólumes en las palabras y en su significación." (Enc. MIRARI VOS Collec. de Enc. Pont. ed. Guadalupe. T. 1. pág. 39).

   La última frase que citáramos del Cardenal Ratzinger (en su obra pág. 143) bien pareciera oponerse de modo flagrante a dos textos de los Sumos Pontífices:

   Dice S.S. Pío IX: "En efecto, la doctrina de la Fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada e infaliblemente declarada. De ahí que también hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la Santa Madre Iglesia y jamás hay que apartarse de este sentido so pretexto de una más alta inteligencia (canon 3°) . . . Pero solamente en su propio género, es decir, el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia." (Concilio Vat. I de la Fe y de la razón, Dz. 1800).

    Y la proposición condenada No 58 del Decreto LAMENTABILI SANE EXITU de S.S. San Pío X del 3 de julio de 1907, Dz. 2058: "La verdad no es más inmutable que el hombre mismo, pues se desenvuelve con él, en él y por él".

   Esa falsa noción de la verdad sostenida por el Cardenal Ratzinger se ve fortalecida por otros errores emparentados necesariamente, a saber:

  • a) una falsa y nueva noción de sacramento

  • b) una falsa noción del Santo Sacrificio de la Misa

  • c) una falsa noción de la Tradición.

   a) Una falsa y nueva noción de Sacramento:

   La Iglesia siempre definió los Sacramentos como signos sensibles y eficaces de la Gracia, instituidos por Jesucristo para santificar nuestras almas. Es decir que se trata de signos que realizan aquello que significan. Ej.: el humo es signo del fuego pero no su causa, en cambio, los Sacramentos son signo y causa instrumental de la gracia que sig-nifican, es decir, son productores de la Gracia. (Catecismo Mayor de San Pío X, n° 518 en adelante). O, como dice el Catecismo del Concilio de Trento: "Sacramento es un signo visible de la Gracia invisible, instituido para nuestra justificación" (Catec. Rom. Parte 11. cap.1°, n° 4).

   Ahora bien, ¿qué es, en cambio, un sacramento para el Cardenal Ratzinger? Hablando del Bautismo dice así, introduciendo una noción novedosa y confusa a la vez:

   "El sacramento como forma básica de la liturgia cristiana, abarca palabra y materia, es decir, da a la religión una dimensión cósmica y una dimensión histórica, nos asigna el cosmos y la historia como lugar de nuestro encuentro con Dios. " (op. cit. pág. 33).

   Peor aún, siguiendo la doctrina del actual Cardenal Henri de Lubac, a quien cita expresamente, y de quien dice "la posición de Lubac aceptada y profundizada por el Concilio Vat. II" (op. cit. pág. 57-58), el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se atreve a afirmar sin ningún rubor la siguiente frase que, a nuestro juicio, merece, cuanto menos, el calificativo de herética:

   "Esta concepción de un cristianismo en el que lo único que hay en juego es mi alma, en el que lo único que existe es mi justificación ante Dios, mi gracia santificadora, mi entrada al Cielo, es para Lubac la caricatura del cristianismo que ha hecho posible la ascensión del ateísmo de los siglos XIX y XX. La concepción de los sacramentos como medios de la gracia que recibo a modo de medicina sobrenatural, para asegurar, por así decirlo, mi salud eterna personal, es la concepción errónea por antonomasia del sacramento . . . Si no se pierde esto de vista, puede captarse en sus justos términos la intención del Vaticano II que en todas sus afirmaciones sobre la Iglesia se mueve exactamente en la dirección marcada por el pensamiento de Lubac. " (op. cit. págs. 55 y 56).

   En cambio S.S. León XIII no tiene ningún inconveniente en afirmar exactamente lo contrario.  Dice ese gran Pontífice hablando de las ordenaciones anglicanas:

   "... Y todos saben que los Sacramentos de la Nueva Ley, como signos que son sensibles y que producen la Gracia invisible, deben lo mismo significar la Gracia que producen, que producir la que significan." (Carta APOSTOLICAE CURAE, 1806, Dz. 1963).

   Completan estas ideas dos cánones del Concilio de Trento referidos al Sacramento de la Penitencia:

   Canon 1°: "Si alguno dijere que la Penitencia en la Iglesia no es verdadera y propiamente Sacramento, instituido por Cristo Señor Nuestro para reconciliar con Dios mismo a los fieles, cuantas veces caen en pecado después del Bautismo, sea anatema." (Dz. 911).

   Canon 6°: "Si alguno dijere que la confesión sacramental o no fue instituida o no es necesaria para la salvación por derecho divino, o dijere que el modo de confesarse secretamente con sólo el sacerdote, que la Iglesia Católica observó siempre desde el principio y sigue observando, es ajeno a la institución y mandato de Cristo, y una invención humana, sea anatema." (Dz. 916).

   Dice el Cardenal Ratzinger oponiendo el valor simbólico del Sacramento al valor del mismo en cuanto rito sagrado, y de una manera despectiva:

   "La fosilización del Sacramento en rito, de la teología en simple doctrina, y la consiguiente desvalorización del símbolo o, lo que es lo mismo, la transformación de la idea del símbolo en la formulación del posterior concepto de dogma." (op. cit. pág. 129).

   En cambio S. Pío X en la PASCENDI DOMINICI GREGIS (de 1907) condenando los errores modernistas dice:

   "Aquí ya, Venerados Hermanos, se nos abre la puerta para examinar a los modernistas en la arena teológica... Pues comenzando desde luego por el simbolismo, como los símbolos son tales respecto del objeto, a la vez que instrumento respecto al creyente, ha de precaverse éste ante todo, dicen, de adherirse más de lo conveniente a la fórmula en cuanto fórmula, usando de ella únicamente para unirse a la verdad absoluta que la fórmula descubre al mismo tiempo que encubre y se empeña en manifestarla sin jamás lograrlo. A esto añaden además que semejantes fórmulas debe emplearlas el creyente en cuanto le ayuden, pues se le han dado para su comodidad y no como impedimento." (PASCENDI DOMINICI GREGIS, Coll. Enc. Pont., Guadalupe, t. I, pág. 790. cols. 1 y 2).

   b) Una falsa noción del Santo Sacrificio de la Misa:

   Nuevamente el Cardenal se aleja de una manera asombrosa de la Doctrina de la Fe negando verdades fundamentales de la Fe de la Iglesia o poniéndolas atrevidamente en tela de juicio. Los errores respecto al Sacramento del Bautismo palidecen de vergüenza ante las aberraciones que afirma acerca del Santo Sacrificio y del Sacerdocio.

   Afirma el Cardenal:

   "En respuesta a la pregunta sobre la evolución de las relaciones entre sacrificio, sacramento y sacerdocio, existe hoy un esquema tan simple como luminoso, que se ha impuesto en la consciencia pública casi sin oposición. Según este esquema, el Nuevo Testamento significó el fin de los tabúes sacros y, con ello, el fin también del sacerdo-cio sacrificante y del sacrificio mismo." (op. cit. pág. 301). "El concepto se difundió con gran rapidez, hasta que, en el Concilio de Trento, fue elevado a la categoría de dogma. De todo esto se deduce una clara tarea: es preciso superar decididamente la dogmatización del error, llevar a su plenitud el proceso de desacralización, eliminar el resto mágico que pugna por rebrotar por doquier -el sacrificio- y construir, en el espíritu de Cristo, un ministerio racional, libre de aspectos mágicos, "eficiente", que ayude al triunfo definitivo de la causa de Jesús." (ídem).

   Por más que quisiéramos disculpar al Cardenal Prefecto, las páginas siguientes, para quien pudiese y quisiere hacer el esfuerzo de leerlas en su libro, no hacen más que confirmar lo dicho. Para él, historicista y arqueologista en su visión de la Iglesia, en la Iglesia primitiva lo esencial de la Misa era "la aceptación de la palabra de Jesús" (pág. 303 de la op. cit.) que culmina en el ágape o comunión fraterna (ídem, pág. 305). Este concepto, desde su óptica se torna sacrificial, se va centrando más en la noción de sacrificio por una evolución histórica de los conceptos y de la Fe misma (pág. 306. op. cit.) que acaba en una afirmación marxistoide de los estipendios de la Misa casi como fundamento de la noción de sacrificio:

   "Ahora la Iglesia es, por un lado, aparato jurídico, conjunto de derecho, órdenes y pretensiones que son las características básicas de cualquier sociedad. Tenia además la peculiaridad de que en ella se daban acciones rituales: los sacramentos... La doctrina de los frutos del sacrificio de la misa da su sentido a los estipendios y acentúa al máximo el valor peculiar de cada misa concreta, de la que surgen frutos especiales que no se darían sin ella. El conjunto aparece más como superestructura ideológica montada sobre una concreta situación económica que como verdadera reflexión teológica, que corrige y modifica las situaciones humanas." (Ratzinger. op. cit. pág. 307).

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