DOMINUS IESUS III: ANALISIS DE LA DECLARACION

Orlando Fedeli

La Declaración Dominus Iesus es un documento complejo. Por un lado afirma, de modo infalible, diez verdades de Fe en las que todos los católicos - clérigos y simples fieles- deben creer. Por otro, se extiende en explicaciones en las que se procura demostrar que las verdades de Fe definidas están de acuerdo con lo que fue enseñado por el Concilio Vaticano II. Lo que no es nada fácil.

En general, el documento condena las interpretaciones modernistas de los textos conciliares, procurando interpretarlos en armonía con las verdades de Fe definidas por la Dominus Iesus.

De ese esfuerzo hermenéutico resultan, a veces, nuevas ambigüedades y hasta contradicciones.

Es lo que procuraremos demostrar.

Evidentemente, los modernistas y los ecuménicos ciertamente procurarán aprovecharse de éstas ambigüedades y contradicciones, provocadas por un "tour de force" interpretativo, - para mantener todo como estaba -, en la política eclesiástica.

Entretanto, las verdades de Fe fueron definidas, y esto tendrá consecuencias, quiéranlo o no ellos.

Y en eso consiste el retroceso.

La Declaración Dominus Iesus comienza recordando el mandato de Cristo a su Iglesia de evangelizar a todos los pueblos, y cita a San Pablo - "¡Hay de mi si no evangelizara!" para demostrar la gravedad que tiene el mandato de Nuestro Señor.

Como hubo quien dijese, después del Vaticano II, que la misión - como fuera entendida siempre - era proselitismo, y que debía ser sustituida por el diálogo ecuménico, la Declaración Dominus Iesus recuerda que "... el diálogo inter-religioso (...) ciertamente no sustituye, sino que acompaña la missio ad gentes...".

En otras palabras, el famoso diálogo no puede anular la misión de hacer apostolado y de convertir al prójimo a la verdadera Iglesia de Cristo, que es la Iglesia Católica Apostólica Romana, fuera de la cual no hay salvación.

Ahora bien, durante los últimos treinta años se condenó hacer "proselitismo".

El propio Cardenal Ratzinger defendió la tesis de que la unidad en diversidad impedía querer imponer a los protestantes la aceptación del Papado:

"Pertenece a esta "unidad a través de la diversidad" también la voluntad de no querer imponer al otro aquello que (aún) lo amenaza en el centro de su identidad cristiana. Los católicos no deberían procurar impeler a los protestantes al reconocimiento del Papa y de su comprensión de la sucesión apostólica" (Cardenal Ratzinger, Chiesa, Ecumenismo e Política, Edizioni Paoline, 1987, p. 136).

Ahora, en contradicción completa con lo que escribió Ratzinger en ese trecho citado, él firma la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica, en la que se lee:

"En este empeño ecuménico, asumen prioritaria importancia la oración, la penitencia, el estudio, el diálogo y la colaboración para que en una renovada conversión al Señor se haga posible a todos reconocer la perennidad del Primado de Pedro en sus sucesores, los Obispos de Roma" - ¡Bendita mudanza! Pero que es seguida de palabras atenuantes - "y ver realizado el ministerio petrino, tal como es entendido por el Señor, como universal servicio apostólico, que está presente en el interior de todas las iglesias y que, salvaguardada su substancia de institución divina, puede expresarse de diversos modos, de acuerdo con los lugares y los tiempos, como atestigua la historia" (Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe a los Obispos de la Iglesia Católica, n. 18).

¿Por qué Ratzinger no se sancionó por haber escrito lo opuesto de lo que ahora enseñó?

¿O es que la afirmación de que "el ministerio petrino (...) puede expresarse de diversos modos, de cuerdo con los lugares y los tiempos, como lo atestigua la historia", admite que el Papado puede dejar de ser lo que fue siempre?

Ambigüedad de nuevo. ¿Vacilación para admitir francamente que se erró en los últimos treinta años, y tentativa de salvar la fórmula ambigua?

El documento firmado por el Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y su Secretario Mons. Tarcício Bertone, recuerda que la finalidad de la Declaración "no es la de tratar en modo orgánico la problemática relativa a la unicidad y universalidad salvífica del misterio de Jesucristo y de la Iglesia, ni el proponer soluciones a las cuestiones teológicas libremente disputadas, sino la de exponer nuevamente la doctrina de la fe católica al respecto. Al mismo tiempo la Declaración quiere indicar algunos problemas fundamentales que quedan abiertos para ulteriores profundizaciones, y confutar (refutar) determinadas posiciones erróneas o ambiguas. Por eso el texto retoma la doctrina enseñada en documentos precedentes del Magisterio, con la intención de corroborar las verdades que forman parte del patrimonio de la fe de la Iglesia." (Dominus Iesus, n.3. la negrita es nuestra)

Curioso el uso de los verbos exponer nuevamente, retomar y corroborar...

¿Por qué exponer nuevamente? ¿Por qué retomar? ¿Por qué corroborar?

¿Acaso se había abandonado "la doctrina enseñada en documentos precedentes del Magisterio"?

Muy curiosa la formulación...

En el número 4 de la Dominus Iesus se presenta la lista de los errores actuales que el nuevo documento del Vaticano pretende confutar:

1. "Teorías de tipo relativistas, que tratan de justificar el pluralismo religioso, no sólo de facto sino también de iure (o de principio). Como si "el perenne anuncio misionero de la Iglesia" estuviese superado.

En otras palabras, la Dominus Iesus condena el relativismo y el principio de que la pluralidad de religiones debe ser aceptada como algo legítimo, y no sólo como un hecho concreto.

2. La tesis que niega "el carácter definitivo y completo de la revelación de Jesucristo".

Esto es, que la revelación de Cristo debe ser completada aún en la Historia por nuevas revelaciones, hechas por quién sabe qué pseudo profeta.

3. "La naturaleza de la fe cristiana con respecto a la creencia en las otra religiones"

Esto es, la equiparación de la Fe católica con las creencias existentes en las otras religiones.

4. La negación del "carácter inspirado de los libros de la Sagrada Escritura"

5. "La unidad personal entre el Verbo eterno y Jesús de Nazaret"

6. "La unidad entre la economía del Verbo encarnado y del Espíritu Santo"

Esto es, la teoría falsa de que una fue la economía de la salvación usada por Cristo en la Iglesia, y otra la que es usada por el Espíritu Santo en otras religiones.

7. La negación de la " unicidad y la universalidad salvífica del misterio de Jesucristo"

Esto es, el error de los que afirman que la salvación no viene únicamente por medio de Cristo, o que la salvación de Cristo no es universal, extendiéndose objetivamente a todos los hombres.

8. La negación de la "mediación salvífica universal de la Iglesia".

9. "La inseparabilidad - aun en la distinción - entre el Reino de Dios, el Reino de Cristo y la Iglesia".

10. "La subsistencia en la Iglesia Católica de la única Iglesia de Cristo".

(Dominus Iesus, n. 4). (La negrita es nuestra).

Esa lista de los errores será el objeto de los análisis del documento Dominus Iesus.

La declaración señala como causa de esos errores - y con mucha razón - la "teorías de índole relativista", tan en boga hoy.

Como otras causas de tales errores son señaladas:

a. " la convicción de la inaferrablilidad y la inefabilidad de la verdad divina, ni siquiera por parte de la

revelación cristiana";

b. "la actitud relativista con relación a la verdad, en virtud de lo cual aquello que es verdad para algunos no lo es para otros"

No podemos dejar de señalar la verdad de esa acusación: hoy, el mayor obstáculo a la aceptación de Fe Católica es la creencia absurda de que cada hombre posee su verdad particular, y que, por eso, se debe respetar y aceptar cualquier opinión. La única posición que no se acepta ni se tolera es la de que existe la verdad objetiva, que no depende de nuestra opinión personal.

c. "la contraposición radical entre la mentalidad lógica atribuida a Occidente y la mentalidad simbólica

atribuida a Oriente". Tontería muy difundida para justificar las elucubraciones de los falsos misticismos orientales de moda, hoy, entre pseudo intelectuales, madames que no tienen que hacer o ciertos monjes benedictinos que creen más en los métodos orientales de meditación que en lo que siempre enseñó y practicó la Iglesia Católica.

d. "el subjetivismo de quien, considerando la razón como única fuente de conocimiento, se hace « incapaz de levantar la mirada hacia lo alto para atreverse a alcanzar la verdad del ser".

e. "la dificultad de comprender y acoger en la historia la presencia de eventos definitivos y escatológicos".

f. "El vaciamiento metafísico del evento de la encarnación histórica del Logos eterno, reducido a un mero aparecer de Dios en la historia".

g. "El eclecticismo de quien, en la búsqueda teológica, asume ideas derivadas de diferentes contextos filosóficos y religiosos, sin preocuparse de su coherencia y conexión sistemática, ni de su compatibilidad con la verdad cristiana".

h. "la tendencia, en fin, a leer e interpretar la Sagrada Escritura fuera de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia".

El documento muestra que por atrás de esa gravísima serie de errores - que es fácil de encontrar hoy, en casi todos los autores más cotizados por la media - está la idea de que la Iglesia Católica no posee la verdad absoluta, ni tiene poder de salvación universal.

La Declaración Dominus Iesus va a raciocinar diciendo que, siendo Jesucristo el único salvador y la Encarnación del Verbo de Dios, y siendo la Iglesia su único Cuerpo Místico, así como no hay salvación que no sea por medio de Jesucristo, tampoco hay salvación fuera de la Iglesia.

Cristo es el único y universal salvador. La Iglesia Católica Apostólica Romana, Cuerpo Místico de Cristo, es también el único y universal medio de salvación.

De ahí una verdad de Fe es definida, con obligación de ser aceptada por todos los miembros de la Iglesia, clero y fieles:

"Ante todo, debe ser firmemente creído que la « Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y Él, inculcando con palabras concretas la necesidad del bautismo (cf. Mt 16,16; Jn 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta »." (Dominus Iesus, n. 20).

Para combatir el relativismo, que desgraciadamente se difundió en los últimos treinta años inclusive hasta en los medios católicos, la Declaración Dominus Iesus afirma:

"Es necesario reiterar, ante todo, el carácter definitivo y completo de la revelación de Jesucristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirmación de que en el misterio de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, el cual es « el camino, la verdad y la vida » (cf. Jn 14,6), se da la revelación de la plenitud de la verdad divina" (Dominus Iesus, n. 5).

Esta es la primera verdad de Fe definida en el documento en relación.

De ahí la condenación de los errores opuestos a esta última verdad de Fe citada:

"Es, por lo tanto, contraria a la fe de la Iglesia la tesis del carácter limitado, incompleto e imperfecto de la revelación de Jesucristo, que sería complementaria a la presente en las otras religiones. La razón que está a la base de esta aserción pretendería fundarse sobre el hecho de que la verdad acerca de Dios no podría ser acogida y manifestada en su globalidad y plenitud por ninguna religión histórica, por lo tanto, tampoco por el cristianismo ni por Jesucristo. Esta posición contradice radicalmente las precedentes afirmaciones de fe" (Dominus Iesus, n. 6).

Después de proclamar que la revelación de Jesucristo es única, plena y completa, la Declaración Dominus Iesus enseña que la fe exige la adhesión a Dios revelador y adhesión al contenida de la revelación.

Se afirma como verdad de Fe definida que tal Fe sólo existe en la Iglesia Católica Apostólica Romana y no existe de modo alguno en otras religiones:

"Debe ser, por lo tanto, firmemente retenida la distinción entre la fe teologal y la creencia en las otras religiones. (...) "Ni siempre tal distinción es tenida en consideración en la reflexión actual, por lo cual a menudo se identifica la fe teologal, que es la acogida de la verdad revelada por Dios Uno y Trino, y la creencia en las otras religiones, que es una experiencia religiosa todavía en búsqueda de la verdad absoluta y carente todavía del asentimiento a Dios que se revela. Este es uno de los motivos por los cuales se tiende a reducir, y a veces incluso a anular, las diferencias entre el cristianismo y las otras religiones." (Dominus Iesus, n. 7).

Cabría preguntarle al Cardenal Ratzinger si no fue exactamente eso lo que se hizo durante treinta años en nombre de los textos del Vaticano II, que él ahora cita en una interpretación positiva, condenando la negativa.

También fue muy difundida, en los últimos treinta años, la tesis modernista de que Dios Se revela en el interior de cada hombre, y que, por lo tanto, Jesús habría sido apenas un hombre que tomó conciencia de Dios revelándose en su interior. El mismo fenómeno habría ocurrido con otras figuras históricas como Buda y Mahoma, por ejemplo. De ese modo, la revelación de Dios en Cristo debería ser equiparada con la revelación de Dios en Mahoma, Buda y otros fundadores de religiones.

Esa herejía es recordada y condenada ahora, una vez más, por Dominus Iesus:

"En la reflexión teológica contemporánea a menudo emerge un acercamiento a Jesús de Nazaret como si fuese una figura histórica particular y finita, que revela lo divino de manera no exclusiva sino complementaria a otras presencias reveladoras y salvíficas. El Infinito, el Absoluto, el Misterio último de Dios se manifestaría así a la humanidad en modos diversos y en diversas figuras históricas: Jesús de Nazaret sería una de esas. Más concretamente, para algunos él sería uno de los tantos rostros que el Logos habría asumido en el curso del tiempo para comunicarse salvíficamente con la humanidad." (...) "Estas tesis contrastan profundamente con la fe cristiana. Debe ser, en efecto, firmemente creída la doctrina de fe que proclama que Jesús de Nazaret, hijo de María, y solamente él, es el Hijo y Verbo del Padre." (Dominus Iesus, n. 9y10).

Es una verdad más de Fe definida, que se hace obligatorio aceptar para todos los católicos, inclusive para los miembros de la CNBB, como Mons. Ivo Lorscheider, por ejemplo.

Realmente, parece ser una canción ya hace mucho olvidada que ahora vuelve, gracias a Dios, a ser escuchada!

De nuevo: ¿eso fue un avance en el camino del ecumenismo? ¿Se quedó en la misma posición? (al Cardenal Martini le parece que sí; que todo quedó en lo mismo) ¿O fue dado un paso atrás?

Entonces hubo retroceso.

Retroceso vacilante y sin entusiasmo, lleno de restricciones y tentativas de armonización con lo que ha sido dicho y hecho en los últimos treinta años, sin duda. Pero retroceso.

La Declaración Dominus Iesus hace referencia - y condena - a otras dos tesis ecumenistas: la primera sería la de que se debe distinguir una acción del Verbo de Dios encarnado en Cristo en el cristianismo, y una actuación del Logos divino en las religiones no cristianas; la segunda sería la de que se debe distinguir una economía de salvación propia del Verbo en la Iglesia Católica, y una economía de salvación del Espíritu Santo en las otras religiones.

Contra esas tesis heréticas, Dominus Iesus dice:

"Por lo tanto no es compatible con la doctrina de la Iglesia la teoría que atribuye una actividad salvífica al Logos como tal en su divinidad, que se ejercitaría «más allá » de la humanidad de Cristo, también después de la encarnación." (Dominus Iesus, n. 10).

"Hay también quien propone la hipótesis de una economía del Espíritu Santo con un carácter más universal que la del Verbo encarnado, crucificado y resucitado. También esta afirmación es contraria a la fe católica, que, en cambio, considera la encarnación salvífica del Verbo como un evento trinitario." (Dominus Iesus, n. 12).

Contra esos errores, es definida, como verdad de Fe, la siguiente tesis:

"Igualmente, debe ser firmemente creída la doctrina de fe sobre la unicidad de la economía salvífica querida por Dios Uno y Trino, cuya fuente y centro es el misterio de la encarnación del Verbo, mediador de la gracia divina en el plan

de la creación y de la redención (cf. Col 1,15-20), recapitulador de todas las cosas (cf. Ef 1,10)" (Dominus Iesus, n. 11).

El punto crucial del ecumenismo es el de la unidad y de la unicidad de la Iglesia. Es con relación a ese punto que se ha errado tanto en los últimos treinta años, exactamente por causa del ecumenismo nacido del Vaticano II. Se ha repetido, por todos los modos, que la Iglesia de Cristo es una especie de federación de todas las religiones, y que la fe católica debería ser complementada por las verdades existentes en otras creencias.

Al respecto de ese problema eclesiológico la Dominus Iesus dice:

"Es también frecuente la tesis que niega la unicidad y la universalidad salvífica del misterio de Jesucristo. Esta posición no tiene ningún fundamento bíblico. En efecto, debe ser firmemente creída, como dato perenne de la fe de la

Iglesia, la proclamación de Jesucristo, Hijo de Dios, Señor y único salvador, que en su evento de encarnación, muerte y resurrección ha llevado a cumplimiento la historia de la salvación, que tiene en él su plenitud y su centro." (Dominus Iesus, n. 13).

He ahí la proclamación y definición de una verdad de Fe bien necesaria en nuestros ecuménicos tiempos. Y cuántos la niegan hoy, especialmente en el clero!

He aquí esta otra verdad de Fe, ahora más obligatoria:

"Debe ser, por lo tanto, firmemente creída como verdad de fe católica que la voluntad salvífica universal de Dios Uno y Trino es ofrecida y cumplida una vez para siempre en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios." (Dominus Iesus n. 14).

La Declaración Dominus Iesus recuerda, con propiedad, que "No pocas veces algunos proponen que en teología se eviten términos como « unicidad », « universalidad », « absolutez », cuyo uso daría la impresión de un énfasis excesivo acerca del valor del evento salvífico de Jesucristo con relación a las otras religiones. En realidad, con este lenguaje se expresa simplemente la fidelidad al dato revelado, pues constituye un desarrollo de las fuentes mismas de la fe. Desde el inicio, en efecto, la comunidad de los creyentes ha reconocido que Jesucristo posee una tal valencia salvífica, que Él sólo, como Hijo de Dios hecho hombre, crucificado y resucitado, en virtud de la misión recibida del Padre y en la potencia del Espíritu Santo, tiene el objetivo de donar la revelación (cf. Mt 11,27) y la vida divina (cf. Jn 1,12; 5,25-26; 17,2) a toda la humanidad y a cada hombre." (Dominus Iesus, n. 15).

La tesis de la unicidad y universalidad de la redención de Cristo es defendida por el documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Que se use el término "desarrollo" para algo relativo al contenido de la Fe exige aclarar: Esta no se desarrolla en términos de evolución (desarrollo heterogéneo, por contradicción). Desde el principio ella fue admitida entera, tal cual fue revelada entera por Cristo. La verdad revelada fue explicitada, profundizada, pero no evolucionó.

(...)

Por fin, es imprecisa la expresión de que Cristo vino a dar "la vida divina a toda la humanidad y a cada hombre", porque no hace la distinción necesaria entre redención universal objetiva y redención subjetiva. Cristo, por sus méritos infinitos, redimió a todos los hombres. Sin embargo no a todo hombre aprovecha el beneficio de la redención.

(N.d.tr.: Es como si alguien descubriera el remedio - la redención - para el SIDA - el pecado - capaz, en sí mismo, de salvar a todos; pero, es evidente que, solo se salvarían los que se lo aplicaran - pertenecieran de algún modo a la Iglesia-)

Unicidad y unidad de la Iglesia.

En la Enciclopedia Católica, publicada en 1949 en el Vaticano, en la nota Ecumenismo - escrito por el Padre Gordillo S. J., afirma lo siguiente:

"Ecumenismo: En su sentido propio (...) Ecumenismo es la teoría más recientemente inventada por los movimientos interconfesionales, más particularmente protestantes, para producir la unión de las iglesias cristianas

"El Ecumenismo presupone, como base propia, la igualdad de todas las iglesias colocadas frente a la cuestión de la unión, y esto bajo un triple aspecto: psicológico, histórico y escatológico.

"A. Psicológicamente, todas las Iglesias deben reconocerse a sí mismas como igualmente culpables por la separación, y en lugar de echarse la culpa unas con otras deben pedir recíprocamente perdón;

"B. Históricamente, desde la separación ninguna iglesia puede considerarse a sí misma como la única y total Iglesia de Cristo, sino siendo solamente como una parte de esta única Iglesia. Consecuentemente ninguna de entre ellas puede arrogarse el derecho de obligar a las demás a retornar a ella, sino que todas necesitan sentir la obligación de reunirse a fin de reconstituir la Unica Santa Iglesia fundada por el Salvador;

"C. Escatológicamente, la Santa Iglesia Ecuménica que debe surgir de este nuevo Pentecostés debe ultrapasar del mismo modo, cada una de las confesiones cristianas.

"Se puede percibir desde el comienzo que tales teorías son contrarias a la Fe Católica."

Ahora bien, estos tres principios ecuménicos, condenados en 1949, pasaron a ser profesados por los ecumenistas después del Vaticano II, con base en los textos de ese Concilio Pastoral.

El texto de la Dominus Iesus condena de nuevo esos tres principios. De ahí la furia de los progresistas contra la nueva declaración de Roma.

En los últimos treinta años se dejó bien a la sombra el dogma que afirma que "fuera de la Iglesia no hay salvación". Por el contrario, se procuró enseñar persistentemente que la Iglesia Católica no es la única Iglesia verdadera, que Ella no tiene el monopolio de la verdad, ni el monopolio de la revelación divina. Ella no sería la Unica Esposa de Cristo, y que los hombres pueden salvarse en la práctica de cualquier religión, aunque conozcan la Religión Católica. Exactamente en el tono y en el estilo empleado por el Cardenal Martini en su última entrevista. De ese modo, se niega la unicidad de la Iglesia y su misión salvífica universal.

La Declaración Dominus Iesus muestra que, habiendo un único mediador entre Dios y los hombres por el cual ellos puedan ser salvados, y que siendo la Iglesia el Cuerpo Místico de Cristo, entonces, la Iglesia tiene que ser, también Ella, única. No hay salvación fuera de la Iglesia, como proclamó dogmáticamente el IV Concilio de Letran, el cual es tímidamente citado por la Dominus Iesus tan sólo en una nota (la número 82).

leamos lo que dice la Declaración citada:

"Por eso, en conexión con la unicidad y la universalidad de la mediación salvífica de Jesucristo, debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia por él fundada. Así como hay un solo Cristo, uno solo es su cuerpo, una sola es su Esposa: « una sola Iglesia Católica y apostólica »." (Dominus Iesus, n. 16. La negrita y el subrayado son nuestros. ¡Y entusiasmados!)

Y en la nota 51, que es puesta al final de esa citación se lee: "Símbolo de la fe: DS 48. Cf. Bonifacio VIII, Bula Unam Sanctam: DS 870-872; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8."

Qué extraordinaria novedad, que hace treinta años yacía olvidada: citar la Bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII. ¡Y qué contraste citarla junto a Lumen Gentium!

Teniendo en vista lo que fue expuesto, la Dominus Iesus concluye con la definición de la verdad de Fe que más atormentó y dolió a los ecumenistas y modernistas de todos los colores y sectas:

"Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica - radicada en la sucesión apostólica - entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia Católica: « Esta es la única Iglesia de Cristo [...] que nuestro Salvador confió después de su resurrección a Pedro para que la apacentara»" (Dominus Iesus, n.16).

Aquí está el gran retroceso: "la Iglesia Católica es la única Iglesia de Cristo"

Desde el Vaticano II se substituirá el verbo ser, en esa afirmación, por el verbo subsistir.

¿Y por qué se hizo esa substitución?

El propio Cardenal Ratzinger explicó el porqué de ese cambio de verbos en su libro Teoría de los Principios Teológicos:

"Esta Iglesia... permanece [subsiste] en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él". El texto latino - explica Ratzinger - contiene muchos matices finos, gracias a los cuales se consiguieron marcar las diferencias frente a la ecuación absoluta de los primeros esquemas conciliares, que ponían una señal de igualdad total entre la Iglesia de Jesucristo y la Iglesia Católica Romana. Aquí no se saca ni una tilde de la concreción del concepto de Iglesia; la Iglesia permanece allí donde están los sucesores de Pedro y de los restantes apóstoles, que encarnan visiblemente la línea de continuidad con el origen. Por lo demás esta concreción plena no dice que todo lo demás deba considerarse como Iglesia. La señal de igualdad no es una magnitud matemática, porque al Espíritu Santo no se Le puede encerrar en un símbolo matemático, ni siquiera allí donde se vincula y se acredita de forma concreta" (Cardenal Joseph Ratzinger, Teoría de los Principios Teológicos, Herder, Barcelona, 1985, p. 287).

El cambio, en la frase citada, del verbo ser por el verbo subsistir fue hecho, entonces, en el Vaticano II, para permitir que la Iglesia Católica dejase de ser identificada con la Iglesia de Cristo. El verbo subsistir permitía pensar que además de la Iglesia Católica, otras religiones podían pertenecer también a la Iglesia de Cristo.

Así como ningún hombre puede decir que es la humanidad, sino que la humanidad subsiste el él, así también la Iglesia de Cristo subsistiría en la Iglesia Católica, pero no solo en ella.

Ahora el Cardenal Ratzinger firma la Declaración Dominus Iesus que, de hecho, va contra lo que él mismo escribió en el libro arriba citado, como va también contra el texto del Vaticano II que dice: "la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica".

Para salvarse, y principalmente para salvar el texto del Concilio, Ratzinger recuerda que el verbo subsistir puede tener también el sentido de "continuar existiendo". Por ejemplo, cuando se dice: "José subsiste sólo con el salario mínimo". O,: "los náufragos subsistieron comiendo raíces".

"Con la expresión « subsistit in », el Concilio Vaticano II quiere armonizar dos afirmaciones doctrinales: por un lado que la Iglesia de Cristo, no obstante las divisiones entre los cristianos, sigue existiendo plenamente sólo en la Iglesia Católica, - [cosa que, más que hacer olvidar, se procuró combatir en los últimos treinta años] - "y por otro lado que « fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad », ya sea en las Iglesias que en las Comunidades eclesiales separadas de la Iglesia Católica." (Dominus Iesus, n. 16)

Esta última frase remite a la nota 56 de la Declaración, que dice lo siguiente:

"Es, por lo tanto, contraria al significado auténtico del texto conciliar la interpretación de quienes deducen de la fórmula subsistit in la tesis según la cual la única Iglesia de Cristo podría también subsistir en otras iglesias cristianas. « El Concilio había escogido la palabra "subsistit" precisamente para aclarar que existe una sola "subsistencia" de la verdadera Iglesia, mientras que fuera de su estructura visible existen sólo "elementa Ecclesiae", los cuales - siendo elementos de la misma Iglesia- tienden y conducen a la Iglesia católica » (Congr. para la Doctrina de la Fe, Notificación sobre el volumen « Iglesia: carisma y poder » del P. Leonardo Boff, 11-III-1985: AAS 77 (1985) 756-762). (el subrayado es nuestro).

El texto de la nota arriba citada es una condenación de la interpretación del propio Cardenal Ratzinger, en su libro Teoría de los Principios Teológicos, con respecto a la expresión subsistit in.

Está ahí la confesión de la duplicidad de sentidos que fue buscada a propósito en los textos del Vaticano II, duplicidad de sentidos que dio lugar al desarrollo de los errores que ahora Dominus Iesus condena.

Lo que espanta es cómo se tiene el coraje de decir y de desdecir, sin pedir disculpas, con la mayor... frialdad. Y eso es hecho exactamente por los mismos que piden tan fácilmente disculpas por los pecados de los otros.

Lo que nos deja perplejos es la publicación de esta Declaración ahora. ¿Por qué ahora? ¿Qué fue lo que sucedió para que se volviese a publicar una cita de Unam Sanctam? ¿Por qué publicar ahora esa revelación de la duplicidad de sentido del texto conciliar?

¿Y por qué no pedir perdón por lo que fue hecho y que causó tanta confusión?

Lo que espanta es que inclusive entre esa nota y el texto que ella pretende aclarar haya una cierta contradicción, pues en el texto se dice que "la Iglesia de Cristo subsiste plenamente sólo en la Iglesia Católica...", en tanto que en la nota se dice que "existe una sola "subsistencia" de la verdadera Iglesia", sin usar el adverbio plenamente. La utilización del adverbio plenamente, en el documento tratado, mantiene la ambigüedad, lo que es una lástima.

Muy probablemente, gracias a esta y a otras contradicciones producidas, por la citas, se persistirá en decir y hacer lo opuesto de lo que es definido en las verdades de Fe proclamadas por la Dominus Iesus. Desgraciadamente.

El texto de la Declaración condena la afirmación de que la Iglesia de Cristo es la suma de las iglesias, o la de que la Iglesia de Cristo no existe hoy. Y cita el Vaticano II:

"En efecto, « los elementos de esta Iglesia ya dada existen juntos y en plenitud en la Iglesia católica, y sin

esta plenitud en las otras Comunidades ».

"Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y Comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia ."

Por lo tanto, la Iglesia de Cristo se encontraría, aunque no en su plenitud en las 'demás comunidades'. Lo que está contra lo que fue definido antes en la propia Dominus Iesus como verdad de Fe:

"Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica - radicada en la sucesión apostólica - entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia católica: « Esta es la única Iglesia de Cristo" (la negrilla, con alegría, ¡es nuestra!)

Firmado: Cardenal Ratzinger. Con la aprobación del Papa Juan Pablo II. En la fiesta de la Transfiguración del Señor.

Está escrito. Murió el famoso 'subsistit'. El certificado de defunción fue dado por la significación encontrada por Ratzinger: continúa existiendo.

Y eso es, de hecho, un verdadero retroceso. Quieran o no los Obispos de Suiza, por ejemplo, o los de la CNBB, eso es un verdadero retroceso. A pesar del Cardenal Martini.

Poco importa que el texto de Ratzinger prosiga diciendo cosas diversas. El afirma que: "Existe, por lo tanto, una única Iglesia de Cristo, que subsiste [continúa existiendo] en la Iglesia Católica, gobernada por el Sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él." (Dominus Iesus, n. 17).

La formulación así expresada - y en el contexto de Dominus Iesus - pierde su veneno ecuménico. Ya no es permitido afirmar que en la Iglesia de Cristo subsisten también las demás "comunidades" cristianas. Las sectas derivadas de la Reforma no forman parte de la Iglesia de Cristo.

Y eso está confirmado por otro texto de Dominus Iesus:

"Las Iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia Católica pero se mantienen unidas a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada, [las iglesias orientales cismáticas] son verdaderas iglesias particulares. Por eso, también en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo, si bien falte la plena comunión con la Iglesia Católica al rehusar la doctrina católica del Primado, que por voluntad de Dios posee y ejercita objetivamente sobre toda la Iglesia el Obispo de Roma." (Dominus Iesus n. 17)

Este texto excluye claramente de la Iglesia a todas las "comunidades" nacidas de la Reforma, inclusive a los Anglicanos que no tienen sucesión apostólica, como fue decretado por el Papa León XIII en el siglo pasado.

Es lo que confirma el siguiente texto de la Declaración que estamos analizando:

"Las Comunidades eclesiales que no han conservado el Episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico, no son Iglesia en sentido propio". (Dominus Iesus, n. 17. Las negritas son nuestras).

La declaración prosigue tratando de otra tesis modernista: la de que la Iglesia sería una suma, o una síntesis federativa de todas las iglesias o religiones:

« Por lo tanto, los fieles no pueden imaginarse la Iglesia de Cristo como la suma - diferenciada y de alguna manera unitaria al mismo tiempo - de las Iglesias y Comunidades eclesiales; ni tienen la facultad de pensar que la Iglesia de Cristo hoy no existe en ningún lugar y que, por lo tanto, deba ser objeto de búsqueda por parte de todas las Iglesias y Comunidades » (Dominus Iesus, n. 17).

Pues esta prohibición alcanza hasta al mismo cardenal Ratzinger. Oscar Cullmann, un famoso teólogo protestante con el que Ratzinger tuvo un largo carteo, y de quien era amigo personal, en una entrevista publicada en "30 Giorni" (30 Días) declaró:

"En mi libro "La unidad a través de la diversidad" propuse un nuevo modelo de ecumenismo, una "comunidad de las Iglesias" que crean una estructura de comunión con respecto a las diversidades recíprocas. Ratzinger me escribió, y lo repitió públicamente el día 29 de enero, que ese modelo es la única posibilidad de realizar el ecumenismo hoy" (Oscar Cullmann, en "30 Giorni", n. 3 , Marzo de 1993, página 12, 1ª. columna).

Ratzinger nunca desmintió esta declaración. Ahora, la tesis de Cullmann, que Ratzinger apoyó, es condenada en la Dominus Iesus firmada por el mismo Ratzinger.

¿Será que el Cardenal Ratzinger olvidó lo que siempre defendió?

Sobre el problema de la salvación, la Dominus Iesus define como verdad de Fe:

"Ante todo, debe ser firmemente creído que la « Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y Él, inculcando con palabras concretas la necesidad del bautismo (cf. Mt 16,16; Jn 3,5), confirmó a un tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta »." (Dominus Iesus, n. 20)

Después de eso infelizmente, la Declaración zigzaguea de nuevo, citando textos del Vaticano II y posteriores, procurando decir que la salvación puede ser obtenida, inclusive , fuera de los límites visibles de la Iglesia, o que es posible excepcionalmente, a pesar de la religión falsa.

Y, por eso se cita el documento Nostra Aetatae, del Vaticano II:

"La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones (no católicas) hay de santo y verdadero." (Dominus Iesus, n.2);

"Dicho diálogo, (interreligioso) que forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia, comporta una actitud de comprensión y una relación de conocimiento recíproco y de mutuo enriquecimiento, en la obediencia a la verdad y en el respeto de la libertad." (Dominus Iesus, n.2)

"(...) la creencia en las otras religiones es esa totalidad de experiencia y pensamiento que constituyen los tesoros humanos de sabiduría y religiosidad, que el hombre, en su búsqueda de la verdad, ha ideado y creado en su referencia a lo Divino y al Absoluto."

"Acerca del valor inspirado de los textos sagrados de otras religiones. Ciertamente es necesario reconocer que tales textos contienen elementos gracias a los cuales multitud de personas a través de los siglos han podido y todavía hoy pueden alimentar y conservar su relación religiosa con Dios. Por esto, considerando tanto los modos de actuar como los preceptos y las doctrinas de las otras religiones, el Concilio Vaticano II - como se ha recordado antes- afirma que « por más que discrepen en mucho de lo que ella [la Iglesia] profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres »." (Dominus Iesus, n. 8).

"Además, la acción salvífica de Jesucristo, con y por medio de su Espíritu, se extiende más allá de los confines visibles de la Iglesia y alcanza a toda la humanidad. Hablando del misterio pascual, en el cual Cristo asocia vitalmente al creyente a sí mismo en el Espíritu Santo, y le da la esperanza de la resurrección, el Concilio afirma: « Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual »." (Dominus Iesus, n. 12)

Citando a Redemptoris Missio, de Juan Pablo II: « La presencia y la actividad del Espíritu no afectan únicamente a los individuos, sino también a la sociedad, a la historia, a los pueblos, a las culturas y a las religiones [...]. Cristo resucitado obra ya por la virtud de su Espíritu [...]. Es también el Espíritu quien esparce "las semillas de la Palabra" presentes en los ritos y culturas, y los prepara para su madurez en Cristo ». (Dominus Iesus, n. 12)

"Teniendo en cuenta este dato de fe, [la voluntad salvífica universal de Dios] y meditando sobre la presencia de otras experiencias religiosas no cristianas y sobre su significado en el plan salvífico de Dios, la teología está hoy invitada a explorar si es posible, y en qué medida, que también figuras y elementos positivos de otras religiones puedan entrar en el plan divino de la salvación." (Dominus Iesus, n. 14).

Lo que hubiera sido necesario recordar, antes que nada, es lo que enseña la doctrina tradicional católica sobre las posibilidades de salvación de los que están fuera de la Iglesia.

Si alguien, perteneciendo de buena fe a una religión falsa, cumple entre tanto la ley natural y se encuentra en situación de ignorancia invencible en relación a la doctrina católica, se podrá salvar porque, sin saber, pertenece a el alma de la Iglesia (el Espíritu Santo que concede la gracia santificante), sin embargo no pertenece al cuerpo de la Iglesia. Se mantiene íntegra la norma extra Ecclesiam nulla salus: para salvarse, es necesario pertenecer al cuerpo de la Iglesia, o al menos a su alma. Dios no condena a nadie sin culpa.

Entretanto, es necesario resaltar siempre dos cosas:

1. La salvación de los que no pertenecen al cuerpo de la Iglesia es excepcional, por cuanto, como dice el Syllabus, es un error afirmar que se pueda esperar bien de la salvación de ellos;

2. Los que se salvan estando en otra religión no se salvan por obra de ella, sino a pesar de ella. Así, por ejemplo, un protestante jamás se podrá salvar por causa del protestantismo, sino a pesar del protestantismo.

El zigzagueo es nítido también en esta afirmación de loa Declaración en vista:

"Con la venida de Jesucristo Salvador, Dios ha establecido la Iglesia para la salvación de todos los hombres (cf. Hch 17,30-31).90 Esta verdad de fe no quita nada al hecho de que la Iglesia considera las religiones del mundo con sincero respeto, pero al mismo tiempo excluye esa mentalidad indiferentista « marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que "una religión es tan buena como otra.".(Dominus Iesus, n. 22. La cursiva y la negrita son de nosotros).

He aquí una verdad de Fe más. Y una condenación más de un error contrario a ella: de que da lo mismo escoger una religión que otra; todas equivaldrían.

Pero, evidentemente, hay zigzagueo - por no decir incoherencia y hasta contradicción - entre la parte citada en cursiva y la parte citada en negrita.

¿Cómo se puede decir que la Iglesia tiene "sincero respeto" por las religiones del mundo, si "excluye de forma radical la mentalidad indiferentista" ... etc.?

El respeto puede ser por las personas que se desea convertir a la verdadera y única Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana, pero nunca para las falsas religiones que, no pudiendo salvar, pierden a las almas. El médico respeta al enfermo, pero nunca puede afirmar que tiene "un sincero respeto" por el cáncer que lo afecta. Y es, por lo demás, lo que la propia Declaración afirma, gracias a Dios, con las siguientes palabras:

"La paridad, que es presupuesto del diálogo, se refiere a la igualdad de la dignidad personal de las partes, no a los contenidos doctrinales, ni mucho menos a Jesucristo - que es el mismo Dios hecho hombre- comparado con los fundadores de las otras religiones." (Dominus Iesus, n.22).

En todo caso, lo que está afirmado es que no se puede sustentar "que vale lo mismo una religión como la otra" y que no se puede colocar en el mismo nivel a Jesucristo con los fundadores de religiones falsas.

Vemos por esas condenaciones de los errores que crecen entre los católicos desde el Vaticano II - causados por la ambigüedad de sus textos - que, como bien recuerda la Declaración Dominus Iesus, la causa fundamental de tanta confusión doctrinaria es el relativismo y el subjetivismo frente a la verdad (cfr. Dominus Iesus, n. 4).

Ahora bien, la condenación del indiferentismo y del relativismo - es por lo tanto la afirmación de que la verdad es una sola y conocible por el hombre - Está contra muchas cosas que el propio Cardenal Ratzinger defendió en los años postconciliares.

Así, en su libro ya citado, Teoría de los Principios Teológicos, él escribe:

"Esto significa, al mismo tiempo, que la verdad es siempre una dirección, una meta, nunca una posesión definitiva. Cristo que es la verdad, es, en este mundo, camino: porque es la verdad" (Cardenal Joseph Ratzinger, opa. cit., p. 72).

Y aún esta defensa del relativismo ecuménico - ahora condenado - hecha por el Cardenal Ratzinger:

"En esta perspectiva, tanto la interpretación católica como la protestante del cristianismo - cada una en su posición y con su importancia - son verdaderas en su hora histórica, por lo que sólo permanecen siendo tales cuando, llegando al punto final de su hora, se las abandona y se las inserta en el todo, que está en proceso de nueva formación. La verdad está en función del tiempo" (Cardenal J. Ratzinger, op. cit. pp. 16-17. La negrita es nuestra)

Líneas después, en este mismo libro, el Cardenal Ratzinger dice:

"Sobre este punto de vista, la fidelidad a la verdad de ayer consiste en abandonarla, en "superarla", elevándola a la verdad de hoy" (Cardenal J. Ratzinger, op. cit. p. 17).

Se ve ahí, por estas citas, como Ratzinger defendía el relativismo de la verdad en función del tiempo - lo que hoy es verdad, mañana no lo será más - y la paridad de la interpretación católica y protestante de lo que significa lo que es cristiano.

Gracias a Dios, el texto de la Dominus Iesus, firmada por el Cardenal Ratzinger con la aprobación del Sumo Pontífice Juan Pablo II, dice lo opuesto de lo que escribió el cardenal Ratzinger, en 1982.

Concluyendo:

En la Dominus Iesus, en necesario distinguir, muy claramente, las verdades de Fe definidas de las exposiciones doctrinarias y citas que las fundamentan.

Las definiciones de las diez verdades de Fe publicadas son excelentes. Las citas con las que se procura fundamentarlas fallan por su ambigüedad.

De esa contradicción, entre las verdades de Fe definidas y proclamadas con las citas por las cuales se intenta explicarlas, es que nacen las controversias actuales en torno a la nueva declaración vaticana: los progresistas y modernistas se apoyan en las citas del Vaticano II para afirmar que nada cambió y que el ecumenismo debe proseguir como antes, sin considerar las diez verdades de Fe que contrarían el núcleo del movimiento ecuménico.

Otros, progresistas y modernistas más radicales y líderes de religiones falsas, señalan esas diez verdades como siendo un golpe al movimiento ecuménico.

Algunos derechistas y tradicionalistas anti-ecuménicos, a pesar de apoyar las diez verdades de Fe definidas y proclamadas - gracias a Dios - por la Dominus Iesus, se impresionan por las citas ambiguas del Vaticano II que las contrarían, y tienen dificultades para dar una adhesión plena al nuevo documento.

La ambigüedad de las citas es real y su contradicción con las verdades de Fe definidas a veces, es bien flagrante.

Se queda uno con la nítida impresión de que se buscó salvar las frases equívocas del Vaticano II - causantes de los errores que ahora se condenan - al mismo tiempo que se condenaba la interpretación modernista que ellas propiciaban.

Juzgamos que, a pesar de las citas ambiguas del Vaticano II, hubo, de hecho, un retroceso en la política seguida desde el Vaticano II.

Las diez verdades de Fe definidas deben ser aceptadas de todo corazón y con toda el alma por todos los católicos, y a ellas damos nuestra adhesión filial e íntegra.

Proclamando esas verdades de Fe, la Dominus Iesus, en concreto, fue un retroceso. Y un retroceso que tendrá consecuencias serias en futuro próximo. Pueda este retroceso llevar aún a otros que hagan que la nave de la Iglesia vuelva a su puerto de partida. Tal como lo profetizó Dom Bosco.