DOS HISTORIAS:
LOS ESPIRITUALES FRANCISCANOS Y EL
PAPA CELESTINO V (SAN PEDRO CELESTINO),
Y EL QUIETISMO Y EL BEATO INOCENCIO
XI, PAPA
Orlando Fedeli
La reciente aprobación de los
Estatutos del Neo Catecumenado ha sido interpretada por muchos como siendo
una aprobación de las doctrinas heterodoxas enseñadas por
Kiko y Carmem a los catequistas de ese movimiento, en sus Apostillas excesivamente
"discretas".
Ahora bien, la simple aprobación
de esos Estatutos del Neo Catecumenado no es, de modo alguno, un atestado
de ortodoxia de sus líderes y de sus doctrinas. No es porque el
neo Catecumenado tuvo sus estatutos aprobados por la Santa Sede que queda
aprobada la doctrina de Kiko sobre las "migajas" de la Sagrada Hostia,
y ni que desde ahora quede permitida la práctica, confesada por
miembros de ese movimiento, de danzar sobre las partículas que sobran
o caen de las Hostias consagradas. Ni que la confesión comunitaria
deba ser elogiada en detrimento de la confesión auricular.
La pretensión de que
la mera aprobación de los estatutos del neo Catecumenado sea una
aprobación doctrinaria carece de cualquier base jurídica
y revela una enorme ignorancia de la doctrina de la Infalibilidad papal
y de la Historia de la Iglesia.
Para esclarecer esa cuestión,
contaremos, hoy, dos episodios importantísimos de la Historia de
la Iglesia envolviendo a dos Papas santos -- San Pedro Celestino, el Papa
Celestino V, y el Beato Inocencio XI.
San Pedro Celestino (siglo
XIII) protegió a los herejes Espirituales Franciscanos, cuyos errores
ya habían sido condenados por Papas anteriores, llegando a fundar
para ellos una orden religiosa. Esa protección de un Papa santo
a un grupo herético no significó -- es obvio -- la aprobación
de los errores milenaristas y joaquinitas de ese grupo herético.
El Beato Inocencio (siglo
XVII) durante cierto tiempo, engañado por la fama de piedad de algunas
personas, protegió a los quietistas seguidores de Miguel de Molinos,
viniendo, gracias a Dios, a condenarlos más tarde.
Estos dos casos históricos,
acontecidos con dos Papas santos, demuestran que mismo Papas santos, pueden
cometer errores de apreciación sobre personas y movimientos, sin
que eso afecte el dogma de la Infalibilidad o la santidad personal de esos
Papas.
Primera Historia:
Los
Movimientos Heréticos Franciscanos
San Francisco fue un de los
mayores santos jamás surgidos en la Historia de la Santa Iglesia.
Tan grande ele fue que su ejemplo convirtió multitudes. Pocos santos
tuvieron gracias tan excelsas como el "poverello de Asís". Su vida
santísima es bien conocida, y será siempre un sol iluminando
el cielo de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.
Entretanto, si San Francisco
es sin igual, y si la orden que fundó fue semillero abundantísimo
de Santos para Iglesia de Dios, no deja de ser verdad histórica
que la Orden Franciscana, tal vez más que cualquier otra, sufrió,
desde el principio, y aún en vida de San Francisco, crisis doctrinarias
gravísimas, naciendo de ella movimientos heréticos extremamente
malignos, como la herejía de los Espirituales, la de los Dolcinianos
o Pseudo-apóstoles, seguidores de Segarelli y de Fray Dolcino, y
aún la de los Begardos que tenían como líder doctrinario
al hereje Fray Pedro Juan Olivi.
Siendo San Francisco santo
tan grande, y siendo la Orden de los Frailes Menores, que fundó,
seguidora de su ejemplo sublime, era natural y lógico que el demonio
procurase
destruirla más que a cualquier otra, suscitando dentro de ella movimientos
divisionistas y heréticos. El demonio, como gran falsificador, sólo
busca falsificar moneda de gran valor. Sólo un loco falsificaría
pesos bolivianos. Falsificador experto falsifica dólares.
La herejía de los
Espirituales, que contaminó a los mejores elementos de la Orden
franciscana desde en su inicio, fue causada por los abusos del Superior
General que el propio San Francisco, en la hora de su muerte, el 3 de octubre
de 1226, indicó como Vicario al Ministro General, para sucederlo
en el gobierno de la Orden de los Frailes Menores: Fray Elías de
Cortona.
Este Fray Elías tomó
la dirección de la Orden, desviándose pronto de la Regla,
que establecía una pobreza rigurosa para los frailes del Santo de
Asís. Fray Elías admitió andar en carruaje tirado
por caballos bien aderezados, cuando San Francisco estipulara que los frailes
deberían andar siempre a pié. Elías aceptó
grandes donativos e hizo que la Orden perdiese la pobreza inicial que la
caracterizaba. Además, hizo política agradando a los grandes
de su tiempo, y persiguió a los frailes que querían mantenerse
fieles al ideal de la pobreza dado y predicado por San Francisco. Los frailes
más virtuosos, los que mejor imitaban al fundador, eran los más
perseguidos.
Los abusos de Fray Elías
fueron tales que el acabó por ser depuesto del cargo de general
de la Orden, después de un año de gobierno.
San Antonio de Pádua
participó de esa lucha, combatiendo a Fray Elías de Cortona.
En 1227, el Capítulo General de la Orden reunido en Asís,
en la presencia del Papa Gregorio IX, eligió como Ministro General
a Fray Juan Parenti, O.F.M., en lugar de Fray Elías.
Este no se dio por vencido,
e intrigó, procurando recuperar la dirección de la Orden.
Consiguió su intento en el capítulo General de 1232, cuando
fue elegido Ministro General. Durante siete años, contra lo que
determinaba la Regla, Fray Elías no convocó nuevo Capítulo
General, manteniéndose como ministro general de modo ilícito
y dictatorial. En ese tiempo, dispersó a los que se le oponían,
y que lo acusaban de violar la pobreza por la aceptación de donativos,
y por permitir construcciones de Iglesias y conventos caros.
Dice la Crónica Franciscana
: "En el año del Señor de 1237, Fray Elías destinó
a cada una de las provincias, visitadores convenientes a su propósito,
y por la irregularidad de tales visitas los frailes quedaron aún
más exasperados contra él" (Chronica Frater Jordanis a Jano,
p. 18, apud Nachman Falbel, A Luta dos Espirituais Franciscanos e sua Contribuición
para a Reformulación da Teoria Tradicional acerca do Poder Papal,
Tesena Faculdade de Filosofia, Ciências e Letras da USP, Boletim
no 3,São paulo, 1978, p.82).
En el Capítulo General
de 1239, Fray Elías perdió de nuevo el cargo de Ministro
General. En ese capítulo, de nuevo presidido por el Papa Gregorio
IX, fueron tomadas medidas que preservasen a la Orden contra nuevos abusos:
quedó determinado que habría un Capítulo General a
cada tres años, y que los Provinciales serían elegidos por
los frailes, y no nombrados por el Ministro general.
Fray Elías adhirió
al Emperador Federico II, conocido enemigo de la Iglesia. Sus adversarios
en la Orden lo acusaron hasta de practicar la Alquimia. Murió en
1253, fuera de la Orden, pero reconciliado con la Iglesia que lo excomulgara.
La lucha entre los partidarios
de Fray Elías y sus enemigos va a ser la fuente de una división,
que terminará con la formación de la secta de los Espirituales,
que por reacción contra el laxismo de los partidarios de Fray Elías,
acabó por caer en herejía, con el grupo de los Espirituales
que deseaban llevar el franciscanismo a un rigor excesivo.
Los principales jefes de
los Espirituales fueron: Fray Conrrado de Offida, Fray Juan de Parma, Hugo
de Digne, Fray Gerardo di Borgo San Donino, Michele di Cesena, Ubertino
di Casale, Salimbene, Tomas di Celano.
Los principales errores defendidos
por los Espirituales fueron:
1. Siendo San Francisco el
mayor santo de la Historia, habiendo sido marcado con los estigmas de Cristo,
la regla que dejó no podría ser cambiada ni por el Papa,
pues la regla de San Francisco era la ley del Evangelio, y el Papa no tiene
poder para cambiar el Evangelio.
2. La regla de la pobreza
debía ser absoluta y radicalmente obedecida, y en el mismo grado
en que San Francisco la practicara. Por eso, la Orden franciscana no podría
tener Iglesias de piedra, ni conventos. Los frailes no podrían tener
libros de misa, de oración o de estudio. Sólo podrían
tener un hábito de saco. Este hábito debería ser usado
hasta caer de podrido. El hábito no podría llegar hasta los
pies, pues que eso sería superfluo y un lujo innecesario.
3. Con Fray Hugo de Digne,
Fray Juan de Parma y Fray Gerardo di Borgo San Donino, los errores
de Joaquín de Fiore (1155-1202)-- que ya habían sido condenados
en el IV Concilio de Letrán -- entraron en la orden franciscana.
4. San Francisco y Santo
Domingo eran los dos testigos de que habla el Apocalipsis.
5. El Anticristo vendría
en 1248, -- se marcaron, después, otras fechas para la Bagarre franciscana
-- y sería el Emperador Federico II., o un Papa antifranciscano
(Por ejemplo, Juan XXII).
6. Habría un grande
castigo - la TFP dirá la "Bagarre"—en el cual la mayor parte de
los hombres sería eliminada. Inclusive buena parte de los frailes
franciscanos sería eliminada, sobreviviendo solo un pequeño
resto, que formaría el reino del Espíritu Santo.
7. Este reino espiritual
sería el de los monjes, que substituiría el orden de los
sacerdotes. Vendría un gran Papa -- el "Pastor angélicus",
que varios Papas pretendieron ser -- y un gran Emperador que instaurarían
el reino del Espíritu Santo.
8. Así como la Iglesia
substituyó a la Sinagoga, habría una Nueva Iglesia espiritual,
igualitaria (sin jerarquía) y pobre, sin ninguna propiedad, parecida
con la que es preconizada por el ex-fray Boff y Fray Betto, que substituiría
a la Iglesia rica, fundada por Cristo.
9. La ley de Dios sería
abolida, siendo instaurada la ley del Amor.
10. El Evangelio Eterno,
de que hablaba el Abad Gioachino di Fiore, sería el conjunto de
las obras del abad que se afirmará profeta.
Esas ideas fueron expuestas
en la obra de Fray Gerardo di Borgo, Introductorius ad Evangelium Aeternum,
publicada en París, en 1251, y que fue condenada por el Papa Alejandro
IV, en 1255.
La condena de Gerardo di
Borgo acarreó el desprestigio del Ministro General franciscano Fray
Juan de Parma.
Lo que hacía más
peligrosos los errores de los Espirituales era el hecho de que los frailes
más famosos por la virtud, pertenecían a esa facción,
en cuanto sus opositores, generalmente eran más relajados. Excepción
de valor único fue San Buenaventura, que fue elegido Ministro General
de la Orden, en 1257, y que tomó posición clara contra los
errores de los Espirituales, sin ceder en nada a los relajados. El determinó
hasta la prisión de Juan de Parma, lo que le valió la ira
de los Espirituales, como Angelo Clareno, que acusó a San Buenaventura
de organizar la cuarta persecución general contra los "verdaderos
seguidores de San Francisco".
La situación de los
Espirituales tuvo gran ventaja política con la elección al
Papado de San Pedro Celestino -- el Papa Celestino V.
Su nombre era Pedro de Morrone,
El había fundado una orden de eremitas -- los Celestinos -- y llevaba,
el mismo, una vida de anacoreta en una montaña, teniendo fama de
santidad.
Cuando en Roma, los Cardenales
no se ponían de acuerdo para la elección de un Papa, debido
a las luchas entre Guelfos y Gibelinos, en Italia, se propuso elegir a
ese santo eremita como Papa. El fue elegido, pero resistió mucho
antes de aceptar. Entró en Roma montado en un burro, y tomó
el nombre de Celestino V. Era un hombre de vida muy santa, pero que no
sabía gobernar, ni entendía de política. Los Gibelinos
lo dominaron, y lo llevaron a tomar medidas que perjudicaban a la Iglesia.
El, al percibir los errores, se arrepentía. Al final, constatando
que no sabia gobernar, amenazó con renunciar al trono pontificio,
cosa que los gibelinos no querían de modo alguno, pues explotaban
la falta de capacidad de gobierno de ese santo Pontífice.
Fue ahí que los Espirituales
Angelo Clereno y Pedro de Macerata se aproximaron al Papa San Celestino
V.
San Pedro Celestino conocía,
hacia tiempo, a los Espirituales franciscanos, y los recibió con
benevolencia. Oyó sus quejas y los atendió más allá
de toda medida: los desligó de toda obediencia con relación
a la Orden Franciscana, y los autorizó a vivir en los eremitorios
que un Abad de la Orden de los Celestinos debía colocar a la disposición
de ellos, para allí observar la Regla y el Testamento de San Francisco.
Para no disgustar los franciscanos con esas concesiones, San Pedro Celestino
no permitió que se denominasen Minoritas o franciscanos, sino que
dio, a esos nuevos Eremitas que recibiera, el nombre de Pobres Eremitas,
y los colocó bajo la protección del Cardenal Napoleón
Orsini. (Cfr. Gratien, Historia de la Fundación y evolución
de la orden de frailes menores en el siglo XIII, Buenos Aires:
Desclée, 1947. pág 378).
Era un Papa santo -- San
Pedro Celestino-- que apoyaba a los discípulos (desviados) de otro
gran santo -- San Francisco de Asís-- discípulos que eran
acusados de herejía.
Se puede imaginar lo que
fue el triunfo, para los Espirituales, esa aprobación del papa santo.
Entretanto, esa aprobación
"estatutária" de los Espirituales no era la aprobación de
sus errores y de sus herejías.
El triunfo de los herejes
Espirituales fue corto: San Pedro Celestino, verificando que era incapaz
de gobernar, renunció al papado.
El 24 de diciembre de 1284,
fue elegido Papa, en lugar de San Pedro Celestino, el Cardenal Benedito
Gaetani, que tomó el nombre de Bonifacio VIII, que era extremamente
antigibelino, y contrario a los Espirituales franciscanos.
"Bonifacio VIII apenas ciñó
la tiara, anuló todas las concesiones de su predecesor". (Llorca,
García Villoslada, Montalban, Historia de la Iglesia Católica,
Madrid: Bac, 1963, vol II, p.562) y los Espirituales cayeron de nuevo en
desgracia.
El 8 de abril de 1295, colocó
a los Espirituales que se habían refugiado entre los Celestinos,
de nuevo bajo la jurisdicción del Ministro General Franciscano.
Después, por la Bula Ad Augmentum (Nov. 1295), dio poder
al Ministro General de tratar de la cuestión, llegando a prohibir
a los Espirituales la apelación a Roma porque la cuestión
de ellos ya fuera juzgada (Cfr. Graciano, Historia de la Fundación
y evolución de la orden de frailes menores en el siglo XIII,
Buenos Aires: Desclée, 1947. pp. 378-379.).
La lucha contra los herejes
Espirituales franciscanos no iba a terminar ahí. Se extendería
por mucho tiempo aún. La gran condena contra ellos vendría
a ser pronunciada por el Papa Juan XXII, que condenó los errores
y herejías de los Espirituales en 1318. (Cfr. los principales errores
de los Espirituales franciscanos condenados por Juan XXII in Denzinger
484-490).
Se ve por esa Historia que
la aprobación de la práctica de una regla de un santo por
un Papa santo, no significa la aprobación de las herejías
de aquellos que se encubren en una regla o en un santo.
¡Cuánto más
débil es la aprobación de los Estatutos del neo Catecumenado!
Esa aprobación, aunque
hecha por Roma --Y QUE POR ESO DEBE SER RESPETADA -- NO ES, DE MODO
ALGUNO, UN TESTIFICADO DE ORTODOXIA PARA EL NEO CATECUMENADO.
LO QUE KIKO Y CARMEM ENSEÑARON
DE HEREJÍA Y DE ERROR CONTINUA SIENDO HEREJÍA Y ERROR.
Segunda Historia:
El
Quietismo y el Beato Inocencio XI, Papa.
Una segunda Historia nos
hará comprender, una vez más, que inclusive un Papa santo
puede equivocarse en sus decisiones políticas y administrativas,
aunque ellas tengan repercusiones en el campo doctrinario. Para esto, tomaremos
el caso del Quietismo, en el siglo XVII.
El Quietismo es la doctrina
que afirma que la más alta perfección del hombre consiste
en aniquilar su propio yo para que el yo de cada uno sea absorbido en la
Divinidad, inclusive durante esta vida.
Como ven nuestros lectores,
ni el Padre Zundel, ni el hinduismo, ni Mestre Eckhart, ni los gnósticos
de todos los matices dicen cosa diferente. La Gnosis es repetitiva.
Los grandes líderes
de esa herejía fueron el padre Miguel de Molinos, el oratoriano
Pier Matteo Petrucci, el Padre La Combe, y Madame Guyon. Fénelon
tuvo parte en ese movimiento herético, pero su quietismo no llegó
al radicalismo de Molinos. Pero inclusive ese Quietismo más moderado
fue condenado por el Papa Inocencio XII, en el Breve Cum alias, en 1699.
(Cfr Denzinger, 1327-1349).
Las raíces místicas
de esa herejía provienen de la difusión subterránea
de los errores de la mística reformista, más allá,
es claro de la propaganda oculta de la Gnosis. Muchos de los errores quietistas
tienen clara relación con las herejías de Mestre Eckhart
y los Hermanos del libre Espíritu, así como con la mística
protestante.
En España, donde el
protestantismo tuvo mayor dificultad de penetración por la resistencia
católica movida por los grandes santos de la Contra Reforma, como
San Ignacio y Santa Teresa de Ávila, el espíritu protestante
se disfrazó con ropas de piedad y el manto del misticismo. En efecto,
el Quietismo fue una herejía relacionada con la vida de oración,
habiendo propagado ideas igualitarias, naturalistas y antinomistas, que
lo ligan directamente a la Gnosis.
Las primeras señales
de esa herejía aparecieron entre los Iluminados españoles,
ya en el siglo XVI.
"Los Iluminados o Alumbrados
aparecen desde el siglo XVI en puntos diversos de la Península [ibérica];
eran generalmente maestros obscuros que daban clases. A través de
las distancias de los tiempos y de los lugares, algunas ideas comunes se
encuentran, como si, por vías subterráneas, se comunicase
una tradición de error. Ninguno, o muy pocos escritos conservados"
(A.D'Alès, Dictionnaire Apologétique de la Foi Catholique,
Beauchesne, Paris, 1928, vol. IV, verbete Quiétisme).
Aún en el siglo XVI
se esparcían por España doctrinas místicas que afirmaban
orgullosamente una superioridad de los que practicaban la oración
mental, que los dispensaba de las obligaciones comunes de los fieles:
"Espíritus abusados
y perversos consideraban que la oración mental era de precepto;
que los elegidos de Dios no deberían trabajar corporalmente, ni
venerar las imágenes, ni hacer los ayunos prescritos, ni asistir
a misa, ni honrar a los santos; ellos tenían incesantemente la visión
de Dios, y, para ellos no habría más pecados de lujuria".
(A. D'Alès, Dictionnaire Apologétique de la Foi Catholique).
El antinomismo, la soberbia
y el espíritu de independencia revelados en esas ideas apuntan claramente
para la existencia de una secta gnóstica, actuando ocultamente en
la España, de ese tiempo. Los que defendían esas ideas se
juzgaban superiores a las personas comunes, dispensándose de las
obligaciones morales y de las prácticas de devoción exteriores
y comunes. Con esto, se separaban del pueblo común, de la vida católica
en las parroquias, formando núcleos separados y sectarios.
Los primeros autores importantes
responsables por la difusión de ideas típicas del Quietismo,
en España, fueron los Padres Juan Falconi y Miguel de Molinos. Este
último fue el gran propagador del Quietismo, en Europa.
El Padre Juan Falconi, de
la Orden de los Mercedários, tuvo vida piadosa y ejemplar, habiendo
escrito obras importantes sobre devoción y vida mística.
Falleció en 1638, dejando fama de vida espiritual superior.
En sus obras ascéticas
y piadosas, Falconi insiste en la necesidad y en la facilidad de la oración
mental para todos, indistintamente. Falconi considera que lo importante
no es reflexionar, sino simplemente amar. Para él, si la persona
se entrega a la voluntad de Dios, alcanza las mayores virtudes y ora continuamente.
El error, ahí, consistía
en juzgar que es posible amar sin reflexionar, como si el amor fuese separado
e independiente de la comprensión, cuando sólo es posible
amar lo que conocemos. Esa insistencia en el amor, sin la reflexión,
-- tan común hoy, -- tiende a llevar a un amor puramente sensible,
cuando no sensual, exponiendo el alma a los mayores peligros.
Además de eso, la
negación del valor de la inteligencia está contra lo que
enseña la Iglesia, y es posición típicamente gnosticizante.
Por lo que se dice, Falconi
no parece haber estado comprometido con ningún grupo sectario.
Sin embargo, las fórmulas que empleaba, y la imprecisión
de sua doctrina abrirían las puertas a errores muy graves. Hubo
otros que usaron sus obras, dándoles un sentido claramente herético.
Fue especialmente abusada la "Carta a una Religiosa" escrita por Falconi
en 1629, que fue muy explorada por el Padre Miguel de Molinos.
Fue sólo después
de la condenación de Molinos, que las obras de Falconi fueron colocadas
no Index de los libros prohibidos, en 1688
Como ya dijimos, el gran
divulgador del Quietismo fue el Padre Miguel de Molinos, que nació
en 1628, cerca de Zaragoza. Estudió con los Jesuitas y se ordenó
sacerdote. Vivió en España hasta 1664, cuando partió
para Roma, donde fue a defender una causa de canonización hasta
1684. Molinos se quedará en Roma, lugar donde que granjeará
su fama de maestro de espiritualidad al publicar su obra "Dux Spiritualis"
(Guía Espiritual) (1675).
En ese libro Molinos destaca,
desde el inicio, algunas ideas:
Hay dos caminos para ir hasta
Dios: el de la meditación y el de la contemplación. La meditación
debe conducir a la contemplación, caso contrario, habrá fallado.
La meditación siembra
y busca. La contemplación cosecha y encuentra.
Hay dos especies de contemplación
la infusa y la adquirida. La infusa es dada por Dios y no puede ser enseñada.
El fin del "Guía
Espiritual" es o de doblegar las almas a no resistir a la gracia de
Dios.
Esta presentación
de las ideas de Molinos, con base en el Dictionnaire que citamos,
nos parece insuficiente. Un cuadro mejor se tendría, si se resumiesen
los errores de Molinos tal cual fueron condenados por Inocencio XI, y que
aparecen en Denzinger 1321- 1388,
De las sesenta y siete proposiciones
condenadas por el Papa Inocencio XI, destacaremos apenas algunas , para
que se tenga una idea más coherente de las herejías de Molinos
y del Quietismo (En el futuro, pretendemos hacer un relato más circunstanciado
de la herejía Quietista, por causa de sus repercusiones actuales,
entre los católicos).
He aquí algunos de
los principales errores de Molinos, condenados por Inocencio XI:
"Es menester que el hombre
aniquile sus potencias y este es el camino interior" (Denzinger, 1221)
(...) "en el camino interior, toda reflexión é nociva"
( Denz. 1229).
[Curiosa formulación
que recuerda lo que el pietista Novalis predicó, al fundar el Romanticismo:
el camino verdadero es el camino interior; Así como el Romanticismo
también colocaba el sentimiento sobre la reflexión. Pues
el Romanticismo odiaba la razón].
Molinos insistirá
en su condenación da razón, da conceptuación, do discurso,
o que el levará a despreciar a Filosofía e mismo a Teología:
"El que, en la oración,
usa de imágenes, figuras, especies y de conceptos propios, no adora
a Dios en espíritu e verdad" (Denz. 1238).
"El que ama a Dios del
modo como a razón argumenta y el entendimiento comprende, no ama
al verdadero Dios" (Denz. 1239).
"Afirmar que debe uno
ayudarse a sí mismo, en la oración, por medio de discurso
y pensamientos, cuando Dios no habla al alma, es ignorancia. Dios no
habla nunca; su locución es operación, y siempre obra en
el alma, cuando ésta no se lo impide con sus discursos, pensamientos
y operaciones" (Denz. 1240).
En otro pasaje, Molinos afirma
que "Los defectos nacen de la reflexión" (Denz. 1278).
Como se ve, el Quietismo,
como la Gnosis, condenaba la inteligencia.
Consecuentemente, después
de la condena de la Razón, -- que Lutero llamara la prostituta loca
-- venía la condena de las obras, exactamente como Lutero.
"Querer actuar activamente
es ofender a Dios (...)" (Denz. 1222) [Lo que recuerda, repetimos,
la condenación de las buenas obras por parte de Lutero].
"No obrando nada, el alma
se aniquila y retorna a su principio y a su origen, que es la esencia de
Dios, en la que permanece transformada y divinizada, y Dios permanece entonces
en sí mismo, porque entonces no son ya dos cosas unidas, sino
una sola, y de este modo vive y reina Dios en nosotros, y el alma se aniquila
a sí misma en el ser operativo"
(Denzinger, 1225). [Esta doctrina recuerda el pensamiento de Mestre Ecckhart,
y las doctrinas de Zundel de la transubstanciación del yo en Dios,
de la unificación del sujeto con el objeto, pues para Zundel "Yo
es el otro"].
Molinos condenaba los votos
religiosos (Denz. 1223); afirmaba que "la naturaleza es enemiga de la gracia"
( Denz. 1224).
El antinomismo de Molinos
era claro. Afirmaba que no se deberían temer las tentaciones, "ni
ponerles otra resistencia que la negativa" (...) "y si la naturaleza
se conmueve, hay que dejarla conmoverse, porque es naturaleza" (Denz.
1237).[Lo que insinúa que la naturaleza es mala y de suyo sólo
puede pecar].
El antinomismo de Molinos
era claro: "Dios permite y quiere que (...) en algunas almas
perfectas, (...) haga el demonio violencia a sus cuerpos y las obligue
a cometer actos carnales, aún durante la vigilia y sin ofuscación
de su mente, moviendo físicamente sus manos y otros miembros, contra
su voluntad. Y lo mismo se dice de otros actos, de suyo pecaminosos, en
cuyo caso no son pecados, porque no hay consentimiento en ellos". (Denz.
1261). [Y en Denz. 1267, se lee otra cosa hasta más escandalosa].
Además de esos absurdos
morales, Molinos defendía a tesis de que, ciertas almas que alcanzarán
la perfección, se tornarían impecables: "Por la contemplación
adquirida, se llega al estado de no cometer más pecados, ni mortales
ni veniales" (Denz. 1277) [Yo mismo conocí un pseudo profeta que
decía haber alcanzado el estado de inocencia primera, y haberse
tornado impecable, inerrante, inmortal... Para verse que esos errores se
perpetuam a través de la Historia...].
Molinos condenaba la acsesis
y la preocupación de crecer en virtud, atacando la devoción
a los santos e inclusive hasta -- como no podía dejar de ser
en la doctrina de un hereje, -- la devoción a Nuestra Señora:
"No
conviene a las almas de este camino interior que hagan operaciones, aún
virtuosas, por propia elección y actividad; pues en otro caso, no
estarían muertas. Ni deben tampoco hacer actos de amor a la bienaventurada
Virgen, a los santos, a la humanidad de Cristo; pues como estos objetos
son sensibles, lal es también el amor hacia ellos" (Denz. 1255).
"Ninguna criatura, ni
la bienaventurada Virgen, ni los santos, han de tener asiento en nuestro
corazón, porque Dios quiere ocuparlo y poseerlo solo" (Denz.
1256).
A pesar de esos absurdos
doctrinarios, la obra de Molinos fue recibida con benevolencia, porque
el autor gozaba de excelente reputación de pureza y de alta espiritualidad.
Esta obra de Molinos contó con el Imprimatur del proprio Maestro
del Palacio Apostólico, esto es, del teólogo oficial del
Papa Clemente X (1675). Tuvo aún el juicio favorable de seis teólogos.
Con tales apoyos, la obra de Molinos se difundió por toda Europa,
teniendo muchas ediciones, en varias lenguas y países distintos.
En 1676, un año después
de la publicación del Dux Spiritualis de Molinos, el Cardenal
Odescalchi fue elegido Papa, con el nombre de Inocencio XI.
A obra de Molinos luego sofrió
críticas dos jesuitas, especialmente do Padre Segneri e do Padre
Bell'uomo, Reggio, que relacionó os errores de Molinos a los dos
Begardos.
Por otro lado, Molinos fue
apoyado por el oratoriano Padre Pier Matteo Petrucci, hombre de gran fama,
futuro Obispo (1681) y Cardenal (1686), por nominación del Beato
Inocencio XI. Petrucci escribió un tratado sobre la "Contemplación
Adquirida", obra en que defiende explícitamente el Guía
Espiritual de Molinos.
En Francia, Molinos marcó
fuertemente las obras místicas do Padre La Combe, que, a su vez
influenció el pensamiento y la mística heterodoxa de Madame
Guyon.
La Combe aceptó la
doctrina antinomista de Molinos a respecto de las violencias diabólicas
sobre las almas elegidas por Dios, y que inclusive llevaban a esas almas
elegidas hasta a violar la ley de Dios, pero sin tener culpa.
En el proceso de La Combe
quedó comprobado que él cometió pecados de lujuria
con personas que dirigía inclusive con Madame Guyon.
"Y no faltan textos de Madame
Guyon para establecer que ella también profesaba el dogma de la
pasividad moral y de la virtud purificante del pecado cometido por un consentimiento
a la irresistible voluntad de Dios" (A.D'Alès, Dictionnaire Apologétique
de la Foi Catholique).
No es difícil percibir
la relación de esa doctrina antinomista del Quietismo con la doctrina
gnóstico-cabalista de la santidad del pecado, y con el principio
moral luterano: "Cree firmemente, y peca muchas veces", lo de la justificación
por la fe a través del pecado.
Esta famosa y esotérica
mística, Madame Guyon, fue prácticamente la orientadora del
famoso Obispo de Cambrai, Fenélon, tutor del Príncipe heredero
de la Corona de Francia.
Todo eso demuestra la enorme
influencia y expansión que las doctrinas inmorales y heréticas
del Quietismo tuvieron en Europa, y qué prestigio alcanzarán.
En la polémica surgida
entre los teólogos, en Italia, después de la publicación
del libro de Molinos, Petrucci acabó venciendo, pues los tres adversarios
de Molinos, que citamos más arriba, tuvieron sus obras postas en
el Index.
Molinos triunfó.
Temporalmente.
A pesar de esa colocación
de sus obras el Index, los adversarios de Molinos, continuaron a oponerse
a la "nueva doctrina de la contemplación", contando con el apoyo
de varios otros jesuitas, y de teólogos de varias ordenes religiosas.
Los vicarios de Roma también se manifestaron contra la doctrina
de Molinos. El proprio confesor del Papa, Padre Maracci denunció,
por escrito, los errores de la nueva contemplación.
La protección del
Papa, el Beato Inocencio XI, que dudaba en condenar a un hombre tenido
como excelente por el Cardenal Petrucci, fue el factor que más hizo
postergar la condenación de Molinos.
Cuando varios Cardenales
se manifestaron contra Molinos, y, en seguida, fueron apoyados por muchos
Obispos de Italia, el Beato Inocencio XI decidió actuar: Molinos
acabó por ser condenado a prisión en el Santo Oficio en 1685.
El proceso contra Molinos
duró aún dos años más. Al final, las evidencias
de sus doctrinas antinomistas y los escándalos denunciados, hicieron
con que las doctrinas de Molinos fuesen condenadas por el mismo Papa que,
por equívoco, lo protegiera. Con la Bula "Caelestis Pastor",
el Bienaventurado Inocencio XI condenó solemnemente las doctrinas
del hombre que, durante largo tiempo, había abusado de su confianza
y había engañado a un Papa santo. La Bula condenaba 63 proposiciones
retiradas de las obras y de las cartas de Molinos, y que reconoció
como proposiciones suyas y que confesó ser la expresión exacta
de su pensamiento. Según Molinos la perfección de la vida
interior consistiría en la perfecta pasividad. Esta produciría
la verdadera paz interior, la unión con Dios y la divinización.
"La actividad propia, los
deseos propios, los pensamientos propios serían los grandes enemigos
del alma.(...) Resistir a las tentaciones, ganar indulgencias, practicar
penitencias, repetir oraciones bocales sería cosa inútil,
en esa práctica. Un alma muerta [a sí misma] no piensa en
sí, está fijada en Dios. El sueño no interrumpe su
contemplación, Así como los propios actos en la apariencia
pecaminosos no quiebran su fidelidad al amor [de Dios]. Esa alma elegida
no conoce más dos leyes contrarias. Ella conoce una sola ley: la
de Dios, que es su centro, su luz y su paz. Capaz de conocer el pecado,
de hecho no peca, aún que al modo de ver terreno y grosero
de los hombres, pueda parecer que viola los preceptos del decálogo
y de la Iglesia. Por un designio insondable, Dios, para desapegar de sí
misma un alma elegida, la induce, por violencia diabólica, a caer
en los pecados que le causan más horror" (A.D'Alès, Dictionnaire
Apologétique de la Foi Catholique).
Molinos no solo enseñaba
eso a sus discípulos y dirigidos: practicaba tales actos y hacía
que sus dirigidos los practicasen.
"Durante más de veinte
años, vivió en la lujuria, sin confesarse; cuando escribió
su Guía Espiritual, él ya vivía en esa ignominia,
así como lo admitió, en su proceso" ( A.D'Alès, Dictionnaire
Apologétique de la Foi Catholique).
El proceso de Molinos y la
condenación del Guía Espiritual acarrearon otro proceso;
el del Cardenal Petrucci.
El Diccionario, cuyo vebete
Quietismo
estamos resumiendo, dice, sobre esto:
"Finalmente, y a pesar de
las grandes dudas de Inocencio XI --¡ un Papa santo, pero que se
engañó en la cuestión del Quietismo! -- el proceso
de Molinos acarreó el de Petrucci (1687-1688)".
"La Comisión Cardenalicia
encargada de la causa, obtuvo que Inocencio XI impusiese a Petrucci la
retractación secreta de 54 proposiciones extraídas de sus
libros y que todas las obras del Prelado fuesen puestas en el Index (1688).
Vemos también en este
segundo episodio histórico, como la aprobación particular
de un Papa -- e inclusive de un Papa santo -- a un movimiento, no significa,
de sí, que ese movimiento tenga doctrina correcta.
Un Papa, aún que sea
personalmente santo, pode engañarse, en su juicio personal, particular
y concreto, a respecto de un movimiento, o de una persona. La Infalibilidad
pontificia en nada queda afectada en esos casos, pues el Papa es infalible
cuando se pronuncia ex cathedra, esto es, cuando trata de fe o de moral,
con la autoridad de Vicario de Cristo, enseñando a toda la Iglesia,
con voluntad de definir una cuestión, aprobando una tesis como cierta
y condenando la opuesta como errada. En un posicionamento estrictamente
personal, el Papa actúa como persona particular, y, aunque su opinión
merezca todo el respeto, entonces, en esos casos, no es infalible.
La aprobación de los
estatutos del neo Catecumenado, por un período experimental de
cinco años, aunque se deba respetar la decisión de la
autoridad papal, no es una definición ex cathedra, que apruebe como
ortodoxas y ciertas las ideas de Kiko y de Carmem. Tales ideas y tesis,
siendo violadoras de la doctrina católica, más temprano o
más tarde, infaliblemente, serán condenadas un día.
Como fueron condenadas las ideas de los Espirituales Franciscanos y de
los Quietistas.
Hasta allá, de las ideas de Kiko y Carmem, "libera nos Domine!".
S. Paulo, 2 de Julio
de 2.002.
Orlando Fedeli
|