"En la
instrucción del Santo Oficio De arte Sacra, del 30 de junio de 1952, la Santa
Sede insiste entre otras cosas en este punto: 'Esta Suprema Sagrada
Congregación manda estrictamente que las prescripciones de los Cánones 1268 (2)
y 1269 (1) sean observadas con la máxima fidelidad: La Santísima Eucaristía
debe ser mantenida en el más distinguido y honorable lugar en el templo y, en
consecuencia, como regla, en el altar mayor, a menos que otro sea considerado
más conveniente y apropiado para la veneración y adoración debidas a tan gran
Sacramento ... El Santísimo Sacramento
debe ser mantenido en un tabernáculo inamovible colocado en el medio del altar'.
"Hay un
punto, no tanto acerca de la presencia material del tabernáculo sobre el altar,
sino referido a una tendencia respecto de la cual queremos llamar vuestra
atención, que es una disminución de la estima hacia la presencia y acción
de Cristo en el tabernáculo. Se considera que el sacrificio del altar es
suficiente y en consecuencia se reduce la importancia de Aquel que lo cumple.
Sin embargo, la persona de Nuestro Señor debe tener el lugar central en el
culto, porque es Su persona la que unifica la relación del altar con el
tabernáculo y les da su significado.
"Es a
través del sacrificio del altar, ante todo, que el Señor se torna presente en
la Eucaristía, y Él está en el tabernáculo sólo como una 'memoria sacrificii
et passionis suae'. Separar el tabernáculo del altar es separar dos cosas
que por su origen y naturaleza deben permanecer unidas".