Un aspecto fundamental de la Revelación:

NSJC el Verbo de Dios "es la luz verdadera que ilumina a cada persona que viene a este mundo" (Sn. Jn. 1, 9).
"El Espíritu sopla donde quiere" (Sn. Jn. 3, 8).


Con relación a la Fe católica reafirmada en la reciente Declaración doctrinaria de DOMINUS IESUS, estos dos textos de la escritura nos permiten comprender la identidad del Verbo Encarnado con su Unica Iglesia que es Cristo continuado en la historia; Ella, en cuanto tal, es asistida ininterrumpidamente por el Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu de Cristo, en la proclamación de la Verdad íntegra y preservándola del error. No obstante la presencia de la flaqueza humana, constatable en la actuación de sus miembros, aún de los más eminentes.
La reafirmación de la única e inmutable doctrina Revelada, en Dominus Iesus, ha levantado una avalancha de protestas, no sólo fuera de la Iglesia sino lamentablemente también al interior de la misma, que van de la resistencia pasiva, de quienes desde sus altos cargos se esfuerzan por bajarle el perfil a la declaración, hasta los que con particulares muestras de insolencia, han manifestado su rebelión y hostilidad contra la autoridad de Roma, lo que, de por sí, muestra la necesidad y oportunidad de recordar la doctrina contenida en el documento.


Uno de éstos últimos es el ex-frayle Leonrdo Boff que escribió una violenta contestación contra DOMINUS IESUS titulada "Josef Card. Ratzinger: ¿exterminador del futuro?"; atacando lo que, en su ruptura, el autor modernista tacha de:

"insuficiencias graves de teología que importa denunciar: El documento (dice Boff) ofende al Verbo que 'ilumina a cada persona que viene a este mundo' (Juan 1,9) y no solo a los bautizados y a los que son romano-católicos. El documento blasfema al Espíritu que 'sopla donde quiere' (Juan 3,8) y no apenas a los esquemas del Cardenal."

Aclaremos: El Verbo es Cristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo eterno de Dios, engendrado no creado, el hijo de María en su naturaleza humana; Dios que se hizo hombre sin dejar de ser Dios, una sola Persona -divina- con dos naturalezas. Al iluminar a todo hombre lo hace en cuanto Verbo que se encarnó e hizo visible en Jesús de Nazaret, no hay otro y como iluminación (lumen gentium) es para atraer hacia EL (que es uno sólo con Su Unica Esposa: Su Iglesia que es Cristo continuado en la historia) a aquellos que por el pecado están en tinieblas, pero en cuanto más se acerquen a El más serán iluminados; y si perseveran y acogen la luz del Verbo lo poseerán plenamente; por ahora en la Fe de Su Iglesia llegando a ser hijos de Dios: "Pero a todos los que le recibieron, que son los que creen en su nombre, dióles potestad de llegar a ser hijos de Dios." Sn. Juan I, 12 y perseverando en este estado, en la visión de la eternidad: "quienes perseveren hasta el final serán salvos".
Sí; El es la Luz que ilumina a todo hombre, luz que "brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han recibido." "... Pero a todos los que le recibieron, que son los que creen en su nombre, dióles potestad de llegar a ser hijos de Dios". El Bautismo es el que nos hace hijos de Dios (Sn Pablo). La aceptación de la luz del Verbo, lleva al Bautismo (ya sea bautismo de agua, de Sangre, de fuego o de deseo: explícito o implícito) requisito indispensable para salvarse: "... el que creyere y fuere bautizado se salvará; el que no se condenará".
Podemos entender mejor esta doctrina si aclaramos en qué consiste la segunda cita que el "teólogo" modernista (sociólogo marxista?) pretende deformar: "El Espíritu sopla donde quiere" (Sn Juan 3,8):
Sí, es palabra de Dios que, el Espíritu sopla donde quiere; pero sería blasfemo pretender que soplara en dirección contraria a la Verdad Revelada por El mismo; el Verbo, la Palabra que comunica, es el soplo de la Verdad. Este Espíritu no es un espíritu de contradicción que, en ocasiones, soplaría hacia el error; es decir para alejar de la Verdad por El mismo Revelada, cuya plenitud es Cristo quien se identifica con Su Iglesia que nos enseña por su Magisterio asistido, en su ejercicio, por el Espíritu Santo.
Sí, sopla siempre en la misma dirección, para conducir al la Verdad, para hacerla conocer y amar tal cual ella se manifestó en NSJC, Verdad encarnada: "Yo soy la Verdad" y "todo aquel que es de la verdad escucha mi voz" es decir recibe el Soplo del Espíritu Santo: "el Espíritu es el que testifica que Cristo es la misma Verdad" (I Sn. Juan, V, 6); y Cristo identificado con la Iglesia, el Espíritu sopla donde quiere para llevar a los hombres a Ella, para que crean, se conviertan y se salven: "El cual quiere que todos los hombres se salven y vengan en conocimiento de la verdad" (Tim., 2, 4); el Espíritu sopla donde quiere para que los hombres se libren de las cadenas del error y de los vicios: "Y conoceréis la Verdad, y la verdad os hará libres"; Sí, "El Espíritu sopla donde quiere", pero siempre en el sentido de la Verdad; es Espíritu de Verdad y no espíritu de contradicción que hoy y aquí podría enseñar algo contrario a lo que enseñó ayer y allá, sin continuidad dentro del tiempo.

El Cardenal Ratzinger en una parte de su presentación de la declaración DOMINUS IESUS refiriéndose al tema dice:

"Esta falsa idea de tolerancia está unida con la pérdida y la renuncia a la cuestión de la verdad, que de hecho hoy es considerada por muchos como una cuestión irrelevante o de segundo orden. Salta así a la vista la debilidad intelectual de la cultura actual: llegando a faltar la pregunta por la verdad, la esencia de la religión ya no se distingue de su "no esencia", la fe no se distingue de la superstición, la experiencia de la ilusión. En fin, sin una seria pretensión de verdad, también la valoración de las otras religiones se convierte en un absurdo y una contradicción, dado que no se posee el criterio para constatar aquello que es positivo en una religión, distinguiéndolo de aquello que es negativo o fruto de la superstición y el engaño.

2. Con este propósito, la Declaración retoma la enseñanza de Juan Pablo II en la Encíclica Redemptoris missio: «Cuando el Espíritu obra en el corazón de los hombres y en la historia de los pueblos, en las culturas y las religiones, asume un rol de preparación evangélica» (RM 29).

Este texto se refiere explícitamente a la acción del Espíritu no sólo «en el corazón de los hombres», sino también «en las religiones». Sin embargo, el contexto pone esta acción del Espíritu al interior del misterio de Cristo, del cual nunca puede ser separada; de otra forma las religiones son incorporadas a la historia y a las culturas de los pueblos, donde la mezcla entre bien y mal no puede nunca ser puesta en duda. Por lo tanto, no debe considerarse como praeparatio evangelica todo aquello que se encuentra en las religiones, sino sólo «cuanto el Espíritu obra» en ellas. De esto se sigue una consecuencia importantísima: el bien presente en las religiones es camino a la salvación, como obra del Espíritu de Cristo, pero no las religiones en cuanto tales."
Hasta aquí el Card. Ratzinger.

Espíritu Santo- Verdad - Salvación


Todos los que por ignorancia invencible (no culpable) no conocen la verdadera Religión, si cumplen la ley Natural (escrita en sus corazones) y tienen buena voluntad al punto de que si conocieran la necesidad de hacerse católicos lo harían, tienen el Bautismo de deseo implícito (deseo que no es consciente y explícito como el de los catecúmenos) y en consecuencia pertenecen al alma de la Iglesia, no al cuerpo visible y por lo tanto si perseveran en el bien son llevados, de alguna manera, que sólo Dios sabe, al conocimiento explícito de la Verdad para salvarse (Verdades fundamentales: Dios Uno y Trino, la Encarnación Redentora y Dios Remunerador -premia el bien y castiga el mal-) por eso se salvan y no por su pertenencia a otra "religión" sino a pesar de ella. En esa situación Dios oye sus oraciones y los atrae a la conversión. Estando en Cielo, conocen la plenitud de la Verdad sin obstáculo de alguna clase, no son más lo que eran: serán católicos verdaderos. En ese sentido se puede afirmar que en el Cielo no hay sino católicos.

Todo ser dotado de inteligencia, llegado al uso de razón, está impelido a buscar la verdad, pues ésta es el objeto propio de aquella, y así, en el primer acto al llegar al uso de razón, comprende el orden del universo, con Dios presente, explicitando la ley inscrita en su corazón, (en ese sentido "el alma es naturalmente cristiana" como decía San Agustín) y hace un acto de amor a Dios, recibiendo la gracia, o lo rechaza, cometiendo un pecado mortal.
Por eso el limbo es sólo para los no bautizados que no han llegado al uso de razón y no han podido amar o rechazar a Dios. Después del uso de razón se va al cielo o al infierno (ya que el purgatorio es pasajero). Es Santo Tomás que explica esto concluyendo que el primer acto de una persona cuando llega al uso de la razón o es un acto de amor a Dios o un pecado mortal. No puede ser un pecado venial.
Así, como enseña San Pablo, todo aquel que busca la verdad, con el deseo de entregarse a ella, Dios se la manifiesta. El cómo lo hace es el misterio de la acción del Espíritu Santo en la vida de cada alma; y siempre será para llevarlo a la profesión de la Verdad integra (fe teologal) que Reveló y continúa manifestando en Su única Iglesia, guardiana del depósito de la Revelación, que alcanzó su plenitud en Cristo, dado al mundo por medio de sus Apóstoles, (por lo que la Revelación se cerró con la muerte del último de ellos) a la que le prometió estar con Ella todos los días y asistirla en su misión, hasta la consumación de los siglos.
Ignorancia invencible es muy rara en un protestante adulto, la fe que dice tener nunca será verdadera Fe teologal, (lo que tiene será una fe fiduciaria) y si se da, este estado de ignorancia no culpable, no dura mucho sin que se de cuenta cual es la verdadera Religión; (puede profesar, muy honestamente aspectos de la fe, pero el motivo de su credibilidad no será la sumisión de su inteligencia en homenaje a la autoridad de Dios que revela y nos lo presenta como tal por medio de su Iglesia). Fuera de la Iglesia no hay fe integra, por lo tanto no verdadera Fe teologal.

Pero oigamos, de nuevo, algo de lo que expone la Iglesia al respecto en DOMINUS IESUS:

"...Por lo tanto, las palabras, las obras y la totalidad del evento histórico de Jesús, aun siendo limitados en cuanto realidades humanas, sin embargo, tienen como fuente la Persona divina del Verbo encarnado,
«verdadero Dios y verdadero hombre »13 y por eso llevan en sí la definitividad y la plenitud de la revelación de las vías salvíficas de Dios, aunque la profundidad del misterio divino en sí mismo siga siendo trascendente e inagotable. La verdad sobre Dios no es abolida o reducida porque sea dicha en lenguaje humano. Ella, en cambio, sigue siendo única, plena y completa porque quien habla y actúa es el Hijo de Dios encarnado. Por esto la fe exige que se profese que el Verbo hecho carne, en todo su misterio, que va desde la encarnación a la glorificación, es la fuente, participada mas real, y el cumplimiento de toda la revelación salvífica de Dios a la humanidad, 14 y que el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo, enseña a los Apóstoles, y por medio de ellos a toda la Iglesia de todos los tiempos, « la verdad completa » (Jn 16,13).

"7. La respuesta adecuada a la revelación de Dios es « la obediencia de la fe (Rm 1,5: Cf. Rm 16,26; 2 Co 10,5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando "a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por Él ».15 La fe es un don de la gracia: « Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad" ».16 "La obediencia de la fe conduce a la acogida de la verdad de la revelación de Cristo, garantizada por Dios, quien es la Verdad misma; 17

«La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado ».18 La fe, por lo tanto, « don de Dios » y « virtud sobrenatural infundida por Él »,19 implica una doble adhesión: a Dios que revela y a la verdad revelada por él, en virtud de la confianza que se le concede a la persona que la afirma. Por esto « no debemos creer en ningún otro que no sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo ».20

"Debe ser, por lo tanto, firmemente retenida la distinción entre la fe teologal y la creencia en las otras religiones. Si la fe es la acogida en la gracia de la verdad revelada, que «permite penetrar en el misterio, favoreciendo su comprensión coherente »,21 la creencia en las otras religiones es esa totalidad de experiencia y pensamiento que constituyen los tesoros humanos de sabiduría y religiosidad, que el hombre, en su búsqueda de la verdad, ha ideado y creado en su referencia a lo Divino y al Absoluto. 22

"No siempre tal distinción es tenida en consideración en la reflexión actual, por lo cual a menudo se identifica la fe teologal, que es la acogida de la verdad revelada por Dios Uno y Trino, y la creencia en las otras religiones, que es una experiencia religiosa todavía en búsqueda de la verdad absoluta y carente todavía del asentimiento a Dios que se revela. Este es uno de los motivos por los cuales se tiende a reducir, y a veces incluso a anular, las diferencias entre el cristianismo y las otras religiones."

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