Una inesperada defensa de la Tradición 

Por Michael Davies

 

En su libro "La Reforma de la Liturgia Romana" Mons. Klaus Gamber insiste en que el cambio de la Misa cara al pueblo fue un error. Y afirma, además, que la vuelta a la fe tradicional en la Eucaristía sólo se recuperará con una vuelta al altar tradicional.

Un verdadero cambio en la percepción contemporánea del propósito de la Misa y la Eucaristía solamente ocurrirán cuando se remuevan los altares-mesa y cuando la Misa se celebre nuevamente en el altar mayor; cuando el propósito de la Misa sea otra vez visto como un acto de adoración y glorificación de Dios y de acción de gracias por sus bendiciones, por nuestra salvación y por la promesa de la futura vida celestial y como la renovación mística del sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz" (p. 175).

 

La opinión de Mons. Gamber recibió una adhesión en julio de 1996 por parte de un teólogo que cualquier católico tradicional hubiera imaginado como el último hombre en formular semejante opinión: Max Thurian, hermano de la comunidad francesa protestante de Taizé, quien fue uno de los observadores [1] protestantes que asistieron al Consilium que fabricó la Nueva Misa. En 1969 él había expresado su satisfacción con el Novus Ordo Missae al afirmar que desde ese momento los protestantes podrían celebrar la Cena del Señor con las mismas oraciones que los católicos. El diario francés "Le Monde" anunció el 12 de mayo de 1988 que Max Thurian no solamente se había convertido al catolicismo sino que había sido ordenado sacerdote católico por el Cardenal Ursi, ex arzobispo de Nápoles.  

 

El Padre Thurian fue invitado a incorporarse a la Comisión Teológica Internacional y, como miembro de esta Comisión y célebre converso, causó una considerable conmoción con un artículo, "Liturgia y Contemplación", que escribió para el L'Osservatore Romano del 24 de julio de 1996 (edición en inglés). Las opiniones que el Padre Thurian expresó allí alcanzaron una trascendencia mucho mayor aún pues murió tres semanas después, el 15 de agosto, un día antes de cumplir 75 años.

 

El artículo representa, así, su último pensamiento sobre la liturgia católica. He aquí algunos de sus comentarios:

 

"El gran problema de la vida litúrgica contemporánea (apatía en el culto, tedio, falta de vitalidad y participación) surge del hecho de que la celebración ha perdido a veces su carácter como misterio, que es lo que alimenta el espíritu de adoración. 

"A menudo nos encontramos con una inflación de palabras, explicaciones y comentarios, homilías muy largas y pobremente preparadas, lo que deja poco lugar para el misterio que se está celebrando ...

 

"Serios errores se cometen a veces en ciertos lugares: la ubicación del altar, del tabernáculo, sillas de los celebrantes, iluminación superpoderosa, excesiva remoción de ornamentos, etc. ... El hecho de que los celebrantes y los fieles se estén mirando constantemente encierra a la liturgia en sí misma. Por el contrario, una sólida celebración que toma en cuenta la preeminencia del altar, la discreción del ministerio del celebrante, la orientación de todos hacia el Señor y la adoración de Su presencia expresada en los símbolos y realizada por el sacramento, confiere a la liturgia aquella atmósfera contemplativa sin la cual corre el riesgo de convertirse en una tediosa disquisición religiosa, una distracción común inútil, una especie de galimatías ...

 

"Dondequiera que la tradición ha dejado estupendos altares colocados contra el ábside, esa disposición puede respetarse dividiendo la celebración en un cara a cara entre el celebrante y la comunidad para la liturgia de la palabra y una orientación común hacia el altar desde el ofertorio hasta el 'amen' de la oración eucarística. Esta solución es preferible a colocar un segundo altar, portátil, en forma de mueble o pequeña tabla ... La urgente necesidad de la liturgia de la Iglesia hoy día es ordenar todo para estimular en la mayor manera posible la adoración contemplativa de Dios, que se revela a Sí mismo a Su pueblo en la palabra y el sacramento, y cuyos humildes y eficaces servidores son los celebrantes".
 

 

Teniendo en cuenta la consideración que, bien o mal, gozaba el P. Thurian en medios vaticanos, sus afirmaciones sobre una típica celebración parroquial de nuestros días difícilmente podrían ser más elocuentes. Si un católico tradicional hubiera hecho las mismas afirmaciones éstas hubieran sido rechazadas como exageraciones ultrajantes, pero el establishment liturgista no puede rechazar al P. Thurian de la misma manera. 

 

En consecuencia, ellos utilizaron su habitual y, debemos admitirlo, muy efectiva técnica, de ignorarlo. El lector puede pasar este mensaje a ciertos sacerdotes y obispos:

"El gran problema de la vida litúrgica contemporánea (apatía en el culto, tedio, falta de vitalidad y participación) surge del hecho de que la celebración ha perdido a veces su carácter como misterio, que es lo que alimenta el espíritu de adoración". Si le preguntan quién dice eso, pueden contestarle que el difunto P. Max Thurian, y sonreír ante su total confusión.

 

 

La "renovación" en Inglaterra y Gales

 

Las afirmaciones del P. Thurian sobre la reforma litúrgica se ven ciertamente confirmadas por recientes cifras sobre asistencia a misa en Inglaterra y Gales. Aun cuando los católicos sólo forman una pequeña minoría de la población en esos países, alrededor del 9 %, es en alguna medida satisfactorio saber que hay más asistentes a las iglesias católicas los domingos que a las iglesias anglicanas.

 

Pero el "Times" del 9 de diciembre de 1996 reveló que para el fin de milenio la asistencia anglicana de los domingos va a superar la de los católicos; mas no porque la asistencia anglicana esté incrementándose sino porque está declinando a tasa menor que la católica.

 

La declinación de la asistencia de los católicos es actualmente de unos 55.000 por año, más que la población católica total de Gales.

 

En 1954 la asistencia a misa en Inglaterra y Gales era de 1.886.600, en 1964 2.114.219, en 1994 1.190.307 y en 1995 1.135.047. El "Times" cita un informe católico oficial que estima la asistencia a misa de sólo 600.000 fieles en los próximos diez años. Puede agregarse que en Brasil, el país con mayor población católica del mundo, hay actualmente más protestantes que asisten a los domingos a sus servicios que los católicos a misa. 

 

A pesar de la incontrovertible evidencia de que la Iglesia Católica está declinando hacia el olvido en todo el mundo occidental, la posición oficial de algunos funcionarios del Vaticano y de los episcopados de varios países es que la Iglesia nunca gozó de más salud, mientras los preparativos masivos del milenio se aprontan para celebrar una renovación más mítica que real.

 

Cada año que pasa, el "1984" de Orwell aparece como no más que una alegoría de la Iglesia Católica luego del Concilio Vaticano II.

 

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  [1] Según afirma Michael Davies en su libro "Pope Paul's new Mass", The Angelus Press, 1980, USA, los observadores protestantes no se limitaron a ese papel sino que intervinieron activamente en el Conciliumcf. "Apendix III, The participation of the Protestant observers in the compilation of the new Catholic liturgical texts", pp. 585-588, donde cita: "Mons. W. W. Baum (director ejecutivo de la 'American Catholic Bishop's Comisión on Ecumenical Affairs', ahora Cardenal), un ardiente ecumenista, hizo la siguiente afirmación en un interview al Detroit News, del 27 de junio de 1967: 'Ellos no están ahí simplemente como observadores, sino también como consultores, y participan plenamente en las discusiones sobre la renovación de la liturgia católica. No significaría mucho que sólo oyeran, ellos han contribuido".