- Protector mío, San
Cristóbal,
os suplico me infundáis una fe ardiente en los santos misterios, y en la gracia de no
quebrantar jamás las promesas dadas en el bautismo.
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¡ Oh mártir invicto ¡ protégeme de las epidemias y demás castigos de la providencia
que el pecado nos acarrea; sed mi guía y mi guardián en los caminos de la vida;
preservadme de la muerte súbita y de la impenitencia final; y haced que yo viva siempre
como siervo fiel de Jesucristo, para poder después gozarle eternamente en el cielo.