LA CALLE
En mis años de adolescencia, pensé que me hubiera gustado vivir en un pueblo de judíos, moros y cristianos. Incluso llegué a imaginarme los callejones umbrosos de aquellas ciudades, con el suelo húmedo y oloroso a agua jabonosa, donde vivirían los judíos. Una vez imaginé que de aquellos lugares íntimos y grisáceos salían blancas palomas que volaban por los cielos. Pero aquellos moros y judíos se fueron, y sólo quedamos los cristianos.
Nuestro país está hecho de Norte a Sur. Los manantiales de nuestros apellidos están en los montes del Cantábrico y los Pirineos: Galicia, Asturias, la Montaña, Vasconia, Navarra, Aragón, Cataluña. Conforme los repobladores castellanos y aragoneses adelantaban hacia el Sur, gran parte de la población se refugiaba en otras tierras. Sevilla se quedó tres días totalmente vacía. Hombres del Norte fueron llegando a ocupar las casas vacías. Pero otros pobladores del Sur se habían refugiado también en el Norte o permanecieron más o menos donde estaban. Los cristianos, los mozárabes de Córdoba, o Sevilla, o Granada, huyeron hacia el Norte en el siglo X, y luego en el XII; los de Toledo se quedaron en sus casas, liberados por los norteños; los hebreos también se fueron al Norte, echados por los almohades; cuando, a su vez, los cristianos les expulsaron, muchos, quizás uno de cada cuatro, se quedaron, en calidad de conversos; en el siglo XVII, un número indeterminado de moriscos consiguió ciertamente eludir los decretos de expulsión. Esta población oriunda de Al Andalus es la descendiente de las antiguas culturas tartésica e ibérica, romana bética y cartaginense, andalusí. Sus nombres son pocos entre el gran mar de los apellidos norteños, pero existen, y sus descendencias, aunque anónimas casi siempre, son muy numerosas.
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Página modificada el 08/04/99
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