Nació en Barranquilla. Adelantó estudios en Filología y Linguística en la Universidad Popular de Bucarest y posteriormente se licenció en Educación en la Universidad Javeriana.
Es profesora de Literatura y Taller Literario en el Colegio Británico Americano de Barranquilla.
Tiene tres libros publicados: "Cinematográfica", "Poesía para armar" y "Voces del tiempo".
PRESENTACION DEL LIBRO
"POESIA PARA ARMAR"
Yo me atrevo a decir, también en mi escondite, que Tallulah Flores es una especie de síntesis -composición de un todo por la reunión de las partes, al decir de la Academia- emanada de la dinámica creativa de sus padres. Y no por cuestiones genéticas, sino por el ejemplo vivo que define inclinaciones y predispone el ánimo.
Durante muchos años he mirado de cerca y desde lejos los afanes literarios de Carlos y Miriam Flores. Nunca pueden estar quietos, y parece que ellos mismos se propiciaran dificultades para animarse en la lucha y el empuje. Escriben novelas y cuentos, dirigen revistas, divulgan la cultura en la televisión, en fin, siempre empeñados en darle apropiado surco al tiempo para sacarle el mejor provecho.
Pero algo interesante se muestra en el producto: la hija, como para prodigar el equilibrio que involucra la armonía, se detiene un tanto en el ensueño, para hablar en el silencio, y dejar en el enigma de la insinuación la excitante búsqueda de la intimidad indescifrable. Ella escribe versos, y a veces sus reclamos y anhelos los dice con voz tan quedada que más bien semejan tímidas palabras que apenas se insinúan como en un propósito recóndito de jugar al suspenso.
Y, de pronto, vestigios de un silencio suspendido -declara por su cuenta-, como queriendo informar, desde el comienzo, la razón de sus cantos. De manera leve se sugiere, y juega con el numen: niña indecisa que no quiere decir las cosas claras, como si buscara el intérprete de sus vivencias.
Apenas si se asoma en su refugio tratando de valerse del rasgo filosófico para disimular la timidez de un sentimiento pleno.
En cada una de sus frases está presente la dulce sugerencia y el recato en el decir. A veces se confunde y se detiene a pensar por qué escribe. Su voz, entonces se entreteje en la pausa, y la palabra adquiere condición de silencio, para hablarle a Pamela, su hermana, con temor de mencionar detalles acerca de un secreto impreciso y a la vez cierto.
En otros poemas el razonar de la poetisa emerge de la luz para tomar de la mano los caprichos en un intento de precisar la tarde. Entonces descubre que el secreto no avanza -¡Siempre el secreto!-, porque la tierra habla sola y la palabra se esconde en los colores del pueblo. Y la nostalgia, compañera invisible, camina de un otoño lejano en un "lugar establecido desde siempre".
Avanzo en la lectura y me siento obligado, también, a cambiar de sitio: recuesto el taburete enfrente del crepúsculo, para gozar del sosiego que obliga el suceso imaginario. Pienso, en ese instante, en la nostalgia ennoblecida de quien descubre en el rumor de las hojas el sonido de sus propias huellas.
En las descripciones, el canto toma forma real y objetiva, pero no por mucho tiempo. Cuenta la historia del niño que contaba cuentos y hasta intenta obtener, en tiempos de la siesta, otros resultados. Elabora un retrato muy suyo del paisaje. Una manera distinta de mirar lo repetido y de sacarle ventaja a la confusión en el aire, sin llegar saber lo que, para la melancolía, dibujan y ocultan los troncos de los árboles.
Además, ofrece pinceladas con ciertos parecidos a intentos por aproximarse a la ciudad, que obligan a la búsqueda, en la memoria nubilosa, del canto de Hugo, traducido por Bello: "ve a rezar, hijo mío, llegó la hora del pensar profundo...". O más sencillo aún, al decir del trovador: "el músculo duerme, la ambici/ón descansa...". Ahora es de noche y la ciudad, nos dice, se distrae de sus trampas, "y ni siquiera el centinela percibe los rumores de algún hombre que con miedo indaga cada calle".
Y, para terminar, me arriesgo a la opinión y al consejo. En Tallulah la poesía encontró ranura apropiada para brotar embellecida. En este, su primer libro, "Poesía para armar" le canta a la estación del norte y se aviene al pasado de otros cielos. Vive en plenitud su estadía en remotas tierras y valora el sueño de los dioses en sus ruinas vetustas. Ya, tal vez, y pronto lo sabremos, está por obsequiarnos su compenetración en lo nuestro. Vale decir, con la riqueza del encanto, el dolor de la miseria ajena, la esperanza de un amanecer distinto, en fin, con las tunas y las cayenas florecidas. Porque nadie como ella, que lo aprendió de sus padres, sabe, al decir de Lao-Tse, que el viaje hacia lo eterno comienza ante sus pies.
JOSE CONSUEGRA HIGGINS
PROLOGO
"CINEMATOGRAFICA"
Una inquietante lucidez recorre los textos que constituyen este tercer libro de poemas de Tallulah Flores. Lucidez no exenta de pasión, los casi cuatrocientos versos que conforman el poema que da título al libro, Cinematográfica, nos obligan a recorrer en vertiginosa simultaneidad una genealogía personal, la historia cotidiana y por ello más verdadera de nuestro siglo, una realidad virtual que revela o desdice a las otras y ese ámbito en donde las coordenadas del tiempo se desdoblan que va desde los abismos de nuestra conciencia hasta la insondable divinidad. De ahí que el poema sea tan histórico como metafísico, tan intimista como público, tan nostálgico como profético. De ahí también, que el único centro posible, el único espacio en donde la fragmentación del hombre, del mundo y de la conciencia se conjuren sea el texto poético.
Espacio de redención, el poema es el sitio privilegiado en donde la eternidad se instala, en donde el sin sentido de la finitud cobra sentido y en donde la palabra poética, al nombrar el universo, al recuperar la Historia y las historias e ingresar, con igual desenfado, al templo de los dioses y al artificio de una pantalla de televisión, se revela no ya como signo del mundo sino como el mundo mismo. Ni diálogo ni monólogo, no oración ni canto, ni coro de voces ni murmullo solitario, el poema no comunica: es.
Relato de un recorrido tanto personal como colectivo, Cinematográfica es un poema épico urbano que nos enrostra la tragedia de nuestro fracaso como habitantes del mundo, nuestra ineficacia para la sabiduría, nuestra ineptitud para la felicidad. Es también, un texto lírico, una elegía a nuestra incapacidad de ser, una nostalgia no de un pasado sino de un presente que, por errático, es inasible y de un futuro literalmente sin sol.
Recorro este camino
en el que un silencio injusto
nace de un puñado de piedras sin futuro
y siento miedo,
porque la vida aquí no está poblando el tiempo,
porque no se donde mirar,
dónde no sé mirar,
dónde mirarme hoy si los signos no interceden
y el silencio es todo vacuidad y hastío
Poema épico, Cinematografía narra la derrota de los dioses, el fracaso de los héroes; pero aquí, los dioses y los héroes somos todos y cada uno de nosotros, cada hombre que ha pisado la tierra, que ha construido-destruido la historia.
Qué ha hecho del mundo su verguenza,
el no poder alcanzar el último escalón
al creer la pir´mide finita,
el no saber caer en el abismo
Poema urbano, la ciudad -fragmentada, soberbia, ilegible- atraviesa el texto, lo circunda, lo invade, lo interroga. Elegía, el poema es un réquiem a la "ciudad que se derrumba", al "sol que ya no existe", a "la inmensa pesadumbre de los tiempos".
Pero si bien, los cien años que recorre el poema son el relato de una equivocación o de una torpeza, hay una historia personal que reconstruye la trama de los días. El narrador-poeta transita por el siglo a través de una memoria que es suya, pero también de quienes le antecedieron y que el relato recupera creando un espacio poético que, finalmente, es el único espacio invulnerable.
Formalmente el poema se divide en once secciones. Ya en la primera, están presentes los elementos y temas que transitan por todo el texto: la naturaleza que ya es historia, la memoria, lo implacable del tiempo, la inconcebible finitud, las palabras. Hacia el final de la segunda parte y a lo largo de la tercera, el narrador se instala, sólo por un momento, en la real irrealidad de una película cuyas imágenes, de alguna manera, se contraponen a la vez que confirman, la otra realidad mirada. Entonces, el relato se interrumpe. La conciencia poética asume la carga de los siglos, interroga al universo.
Salto al vacío. Ausencia de centro. El poeta no tiene respuestas, sólo la conciencia de su enorme pregunta, la certeza de su incertidumbre, su historia recuperada en el texto. Y la mirada poética transformada en voz corriendo por el siglo, la culpable inocencia de haber sido tambié parte del engaño, de estar también un poco vivo y un poco muerto.
Poeta.
Fuiste sólo un conjuro para jugar respuesta
Un desconcierto en la lección tardía
una mentira
una verdad la fiesta que fue devolver el instrumento,
lo voz que no era nuestra.
Recorrido, la línea que describe el poema no es recta sino circular. Y sin embargo, no hay vuelta, el retorno es un juego, una representación. El título del poema es un informante inequívoco de que lo que allí se relata, se describe y se piensa es una ficción, de que el signo de la Historia y de todas nuestras cotidianas historias personales es la irrealidad. La palabra cinta, al final de la última sección del poema, tiene que entenderse en el doble sentido de película (nuestra vida como habitantes de este siglo es una representación en celuloide) y de objeto que forma un inestable círculo por donde el regreso es ilusorio. En este sentido, la estructura del poema es una metáfora no sólo de nuestra vida sino del sentido del poema mismo.
Mis hijos, que prefirieron jugar al Terminator
con sus héroes torbellinos de mundos a la mano,
ignoraron felices que mi cinta les sería devuelta
sana y sin esfuerzo
hacia el final,
con el desierto de mis días.
Tanto Cinematográfica como los cuatro poemas que conforman el libro, Inventario de lo Nuestro, Tríptico, Conversiones y Si es Muda la Muerte se inscriben con desafiante eficacia en la tradición de la poesía moderna, el espacio de la página como ámbito autónomo, la conciencia del poder y de la indefensión de la palabra, la historia como sitio de encuentro y desencuentro, la memoria como posibilidad de ficción, pero, fundamentalmente, la poesía como lugar de redención, como canto a sí misma, como sitio sagrado en el cual se dan cita los dioses y los hombres despojados ya, para siempre, de sus vestiduras mortales e inmortales, solos con su propia voz que recorre los siglos sabiendo que el tiempo, ilusorio como es, se encuentra fijado en el poema.
No miraste la espada, poeta.
Fue tan claro el discurso, la gloria, tu rezo.
Repetiste la escena comprendiendo la trama
sin pensar en finales proseguiste la marcha,
desertaste acostado intrincado en las curvas
viste el último sol y aquel valle inmortal
derribando la puerta lo imposible fue tuyo
habituado a vivir de palabras
entre libros, papeles fortuitos y viajes disueltos
compuestos de gritos ahogados el río y el sueño
(En Si es Muda la Muerte)
Desde hace más de veinte años, los poemas de Tallulah Flores tienen un lugar privilegiado en la no muy extensa lista de mis felicidades. Desde aquellos primeros poemas de Poesía para Armar que nos daba a leer a unos pocos amigos y a mí en cualquier esquina y a cualquier hora mientras recorríamos Bogotá buscando el asombro y la sabiduría con la inocencia que sólo se tiene cuando se es joven, hasta estos últimos textos que nos presenta en este tercer libro, su escritura siempre me ha ofrecido la misteriosa alegría que nos brinda el arte. A ella le consta que he sido por años su más duro e intransigente lector. Aquí, por primera vez, le doy gracias por sus textos. Algunos no perdonarán esta declaración en un prólogo. No importa. Estoy segura de que Charlotte y Anne disfrutaron más que nadie, Cumbres Borrascosas.
PAMELA FLORES
última actualización, octubre 9/2000