Alfredo Barnechea
Fotos Víctor Manrique, Caretas. (Archivo Max Silva Tuesta)
Mario Vargas Llosa viajó esta semana a Europa, para presidir el congreso del Pen Club Internacional en Hamburgo. Después visitará nada menos que Moscú, para negociar con autoridades soviéticas el establecimiento independiente del Pen Club en Rusia. Dos semanas antes de viajar terminó su nueva novela, que aparecerá en España este setiembre y cuyo título provisional es Vida y milagros de Pedro Camacho [terminó titulándose La tía Julia y el escribidor]. En el mirador-estudio de su casa en Barranco, Vargas Llosa habla por primera vez de ella, y de lo que siente un escritor cuando termina de escribir, en esta entrevista exclusiva de Alfredo Barnechea.
Acabas de terminar Vida y milagros de
Pedro Camacho , tu nueva novela. Creo que ésta
será la primera entrevista estrictamente
literaria que concedes en buen tiempo. ¿Por
qué has hablado tanto de política últimamente? Yo lo lamento mucho, realmente, porque puede dar una imagen falsa de mí. Yo soy un escritor, no un político. Lo que pasa es que la mayoría de entrevistas creo que me las hacen por razones políticas. De otra parte, es verdad que ha habido una iniciativa mía. Y es que en una situación tan desastrosa, como la del Perú ahora, el escritor no sólo no está exonerado sino que está obligado a pronunciarse sobre asuntos públicos. Y a hacerlo con toda claridad. Aunque sin olvidar que escribir novelas no confiere derecho a la infalibilidad. ¿Qué
se siente al terminar una novela? |
La novela iba a ser la historia de un
autor de radioteatro y, a través de ella, el retrato de
la huachafería limeña. ¿Qué ha resultado? Inicialmente era efectivamente la historia de un autor de radioteatro. Quería crear dos planos. Uno que era la vida diaria, real del protagonista y otro que era el mundo imaginario que iba creando. Quería mostrar cómo este segundo plano deformaba, magnificaba, distorsionaba el primero. Quería introducir esa sensiblería, esa truculencia en hechos, virtudes y decorados que es tan típica de los radioteatros y de toda la literatura de consumo. Así, la novela estaría enraizada en la huachafería. Pero no en su sentido criollista sino en la huachafería pura, sin más, que es siempre una cierta distorsión de la indumentaria, del lenguaje o la sensibilidad. Luego, como escribía de mis propios recuerdos, y como la historia transcurría en un año que fue muy importante para mí el año en que me casé por primera vez y en el que se decidió mi vocación de escritor, decidí que incluiría capítulos estrictamente autobiográficos, que contaría de la manera más fiel que había, realmente, pasado. Tú
eras un defensor y un practicante de la teoría del
demiurgo, de que el autor no se inmiscuyera
nunca en su historia. Ahora has vio lado esa autonomía
de la historia. Esos capítulos autobiográficos, ¿iban
a ser memorias estrictas? Es una derrota para un escritor que
aspiraba como dijiste desde tus primeras
declaraciones a ser fundamentalmente
realista. Mientras escribías, ¿pensabas en
algún lector? No te creo que no te haya preocupado
cómo reaccionarían los personajes de tu novela. Me has dicho que la novela que
comenzaras a escribir será sobre la rebelión de los
canudos en Brasil. Veo que en tus cuadernos
tienes ya muchos apuntes. Que es una veta permanente de tus
libros. En el arte de la poesía, Pound
escribió que muchos poetas escribirían menos
estupideces si leyeran seis o siete cosas fundamentales
que comenzaban con Homero. Según tu experiencia, ¿qué
recomendarías leer a un novelista? Borges está seguro de lo contrario: de
que el próximo siglo nadie se acordará de él, mediocre
copista. En la película, Pantaleón
perdió una parte de la locura que tenía en la novela. A
muchos cineastas que comienzan les pasa que
achatan sus historias por miedo a que se les
escapen de las manos. ¿ Te pasó algo así? Bueno, Mario, no perdamos la costumbre:
terminemos con una pregunta política. En una revista
española, Bedoya dijo que tú eras un probable candidato
a la Presidencia. ¿ Qué opinas? |