VENEZUELA NO ES HAITI

 

    La analogía como método es tan inútil en la ciencia como en la política. Por eso demuestran cortedad de pensamiento  –a derecha e izquierda–  quienes pretenden hacer un símil entre la convulsión en el pequeño país caribeño ahora invadido, y el agudo conflicto de clases que vive nuestro país. 

    La comparación en general no es desinteresada, sino parte de un plan que sin disimulo el diario de la derecha francesa Le Monde desnuda. En una reciente edición titula con  dramatismo forzado: “Después de Haití, el Presidente de Venezuela está apresado en la tormenta”

    Es la imagen que difunden las fuerzas reaccionarias locales. Si existen puntos de contactos entre ambas realidades hay que buscarlos en la conducta de las fuerzas opositoras: como en Haití, aquí se proponen acabar con el gobierno, e igual que los adversarios de Aristide tienen nexos íntimos con el Departamento de Estado.

    La periodista francesa descubre la intención golpista sin rodeos: “Estimulada por la crisis haitiana, la oposición quiere obtener la salida de Hugo Chávez y cita como ejemplo la dimisión de Jean-Bertrand Aristide”. Con o sin referendo, las fuerzas reaccionarias saben perfectamente que el camino de las urnas no les sirve para ese fin  y por eso buscan la intervención extranjera tras la máscara de la OEA y la excusa de los derechos humanos violentados.

    Preparando esa vía intervencionista, The Washington Post directamente la propone en un artículo del día 5 de marzo titulado “Golpe por tecnicismo”, en alusión al más que justificado rechazo del CNE a las falsificaciones. En esa misma línea de desacreditar internacionalmente al gobierno venezolano, con la misma fecha un supuesto analista del citado diario francés, habla de “dictadura electa”.  

    Para mentir al mundo las fuerzas reaccionarias callan lo fundamental: Aristide se distanció de quienes esperanzados lo votaron porque aceptó ser un prisionero político de los intereses yanquis cuando el ex presidente Clinton lo reintrodujo en el gobierno. El ex sacerdote, como gran parte de la izquierda en el último cuarto de siglo, quedó entrampado en la visión reaccionaria de la política que pregona que “hay que hacer lo posible”. Cuando quiso maniobrar ya no tenía posibilidad.

    Por ese tobogán ideológico se deslizan gran parte de las fuerzas que llegan al gobierno en nombre del cambio. Ocurrió con el progresismo argentino aliándose con el conservador De la Rua para terminar huyendo y dejando al pueblo inerme frente a la larga crisis; es el camino sin salida al cual conducen al presidente Lula su equipo de asesores de la socialdemocracia, y es el rumbo previsible del futuro gobierno del Frente Amplio uruguayo que día a día se aleja del programa original con el cual conquistó  el apoyo de las masas.

    El camino opuesto sigue el presidente Chávez. Sin el lenguaje altisonante de los jóvenes del mayo francés, Chávez demuestra que lo que algunos piensan imposible puede ser realidad: enfrentar a la política imperialista de saqueo a nuestros países apoyándose en una fuerza  de masas.

    Inversamente a lo que hizo el ex dirigente haitiano, Chávez cumplió cada uno de los compromisos asumidos con el pueblo. Juró por la moribunda Constitución en el 99 y demolió las bases legales del viejo Estado de la oligarquía; cumple el mandato constitucional de realizar una distribución más justa de la riqueza para lo cual sancionó leyes fundamentales que amenazan a los monopolios locales y extranjeros; prometió tierra y – aún con deficiencias – avanza una nueva forma de tenencia de las mismas; se comprometió a rescatar a la industria petrolera, y hoy el producto de la misma sirve de sustento a planes de alfabetización, instrucción media y superior y salud que involucran a cientos de miles de personas.

    Su arma ni es secreta ni se limita a sus innegables cualidades: es constructor y líder por derecho propio de un formidable movimiento al cual puso en marcha. Unificó en la tarea política cotidiana y en las movilizaciones multitudinarias al buhonero con el oficial de estado mayor, al trabajador bien pago de la industria petrolera con el campesino empobrecido, al ímpetu juvenil con la reflexión de la militancia, al intelectual de la universidad con las combativas mujeres de los barrios. Así logró revertir el interminable y largo proceso de división de las fuerzas del pueblo, donde cada cual recelaba del otro.

    Fuerzas sociales tan heterogéneas se unieron atrás de una demanda común de democratizar el poder secuestrado por años por la oligarquía y las elites, como primer paso para encontrar un camino para el desarrollo nacional. Sin ese cambio lo último es imposible. Dar poder al pobre para acabar con la pobreza, repite incansablemente el Presidente.

    Exactamente ese es el programa que está ejecutando el proceso bolivariano y el que no realizó el haitiano, atrapado entre las exigencias del imperialismo, las luchas intestinas de camarillas nativas y la corrupción.

  

DEMOCRACIA E IMPERIALISMO

    En la nueva escalada golpista que se observa desde el 27 de febrero se asocian la impotencia de la derecha necesitada de realizar un fraude a gran escala con las firmas, y las propias necesidades del gobierno yanqui que, en medio de una crisis económica, no puede tolerar ningún intento de formación de una bloque comercial alternativo, como el que promueve el Presidente Chávez con la reactivación del G 15.  

    La corresponsal de Le Monde, aunque mira con los ojos de la Coordinadora golpista, muestra la arquitectura de la provocación. Dice  Pequeños grupos de activistas enfrentan a la gendarmería (Guardia Nacional) a piedrazos y a veces a tiros”. Y con más precisión sigue unos renglones más adelante “Según sus instigadores, la orden de “tomar tu calle” se inscribe en una verdadera estrategia de resistencia civil. Los más extremistas creen que ella permitirá al final desbloquear las fuerzas armadas para acabar con el presidente Chávez. Por el momento, estas barricadas de calles afectan esencialmente a los propios habitantes de los barrios antichavistas, víctimas de interminables embotellamientos”.  

    Luego de provocar muertes y promover la represión para culpar al gobierno como trasgresor de los derechos humanos, las escuadras fascistas cedieron el centro de la escena a la cara “pacifista” de la oposición y a un lenguaje progresista. Está en marcha la segunda fase del operativo: recomponer su capacidad de movilización y demostrar a la opinión internacional –en particular la izquierda europea– que también hay fuerzas de cambio social en el bando antichavista.  Los estrategas de Washington deben conocer lo que refleja la periodista francesa  Chávez evitó la trampa de un despiste anticonstitucional o de la represión de Estado, nota un defensor de derechos humanos, que subraya la libertad de expresión que reina en Venezuela. Los otros atributos del presidente son un sólido apoyo popular, reforzado por la ejecución de ambiciosos planes sociales en materia de sanidad y de educación, y una oposición que multiplica los errores. Esta es al menos la visión del director de Datanálisis, Gil Yepes, que no oculta sin embargo su aversión por el jefe de Estado: “ La oposición no tiene liderazgo coherente ni proyecto de sociedad clara para oponer a Chávez”. La última encuesta muestra una ligera alza de la popularidad del presidente, acreditada en 40 % de opiniones favorables

    Pese a todo la larga mano del imperialismo yanqui necesita actuar en Venezuela como sucedió tantas veces cuando gobiernos democráticos no cedieron a sus intereses. 

    Bueno es recordar que Chávez ya demostró que no está dispuesto a renunciar, ni nuestro pueblo, incluyendo los militares, a retroceder en el camino del poder para reiniciar el interrumpido curso histórico entre ese pasado de lucha por la independencia nacional  y este presente, de confrontación con las políticas del capital financiero y las provocaciones del gobierno del Sr. Bush.