DERROTAR
LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA
CON LA UNIDAD BOLIVARIANA
No puede haber confusión: es tiempo de ofensiva
revolucionaria. El discurso del Presidente Chávez en el impresionante acto del
pasado 29 de febrero señaló la dirección del combate sin ninguna ambigüedad.
Defender la revolución es prepararse para rechazar la agresión
externa bajo cualquier forma que pudiera
producirse: económica, diplomática e incluso militar. Pero también es
profundizar los logros de estos cinco años y avanzar en los espacios que el
pueblo le arrancó a las fuerzas del pasado. Es lo que justifica el esfuerzo de
la lucha actual y forja el espíritu para los enfrentamientos futuros.
Las fuerzas reaccionarias internas no pudieron hacernos retroceder
ni por presión ni por confrontación abierta. Aunque cuentan con el apoyo de
algunos sectores medios saben perfectamente que la Revolución está fortalecida
y que no podrán volver al gobierno ni por el voto democrático ni por el golpe
artero.
Por eso pretenden abrir el
camino hacia una intervención extranjera a través de la OEA. Ahora el flanco de
ataque del comando opositor es fraguar una presunta violación del gobierno a
los derechos humanos y presentarse como víctimas lanzadas a las calles porque
se les niega el ejercicio del voto.
Para eso recurren al accionar provocativo de bandas fascistas y a
la complicidad de algunos jueces del TSJ, una estrategia accionada por la
inocultable mano de Washington.
La complicidad de gran parte del aparato judicial con el viejo
régimen no es nueva y es un peligro que acecha al proceso revolucionario.
Tampoco es nuevo el uso de la violencia por la derecha para confundir,
fracturar y atemorizar al pueblo.
En abril del 2002 vimos la utilización del asesinato masivo para
la preparación del golpe. Con menor resultado e idéntico propósito volvieron a
usar la muerte a sangre fría en la plaza de Altamira en diciembre del mismo
año, estimulando la mano de un mercenario. En forma más asidua y silenciosa
practican el sicariato de dirigentes y militantes
campesinos que sólo reclaman la tierra.
El terror como método no conduce en dirección a una idílica
república democrática que la reacción agita como bandera. Quienes comandan a
esta oposición usaron la represión desde el Estado cuando tuvieron que diezmar
a las vanguardias ideológicas y acallar al pueblo en el Caracazo.
Ahora vuelven a recurrir a la violencia de pequeñas grupos porque necesitan
crear las condiciones de guerra civil que permita masacrar al pueblo explotado
que hizo suyo el proyecto bolivariano. Sería imposible imponer la política
neoliberal que les exigen los monopolios que los dirigen y financian sin ese
paso sangriento. Ese es su proyecto político real, y paradójicamente su éxito
significaría una derrota para los sectores medios que siguen a la oposición,
ignorando que contribuyen a la política del gran capital, que terminaría por
arruinarlos también a ellos.
LA LUCHA
FORTALECE AL PUEBLO
Con el primer intento golpista la Revolución se afianzó, en tanto las fuerzas reaccionarias perdían posiciones claves en la Fuerza Armada. Sin buscarlo, los golpistas ayudaron a templar la alianza política del pueblo bolivariano, a solidificar la unidad de civiles y militares y hacer avanzar la conciencia democrática de la mayoría del pueblo.
Desde ese momento pudimos comprobar que el proyecto constitucional de estructurar una democracia real –es decir darle poder al pueblo– confrontaba con los intereses del imperialismo yanqui, y por eso el gobierno de aquél país se comprometió en la conspiración, repitiendo la antigua política intervencionista de ese país en América Latina. Ahora, ante una nueva agresión que se está gestando, el gobierno puso las pruebas de aquella intromisión extranjera a disposición de la opinión mundial.
Con una nueva provocación perdieron la industria petrolera, un bastión que controlaban. Fue una oportunidad histórica para que los trabajadores petroleros tomaran conciencia de su protagonismo en el proceso productivo, sin necesidad de servilismo a gerentes golpistas. Ahora crece su organización unitaria y se afirma su decisión de ponerse en la primera fila del combate al cual nos empuja el imperialismo (pag.3)
Nuestro pueblo se está fortaleciendo con cada agresión golpista. Comprendimos en la lucha que los dos elementos fundamentales de nuestro programa, democracia del pueblo y soberanía nacional, son inseparables, y que sin enfrentar al imperialismo no habrá posibilidad de realizar la democracia que todos votamos.
La lucha por poner en pie el proyecto de la República Bolivariana, construyéndola desde el municipio, choca con los intereses de las multinacionales y de las viejas elites que controlaron el país.
El
pretexto para la nueva agresión en marcha pasa por crear una crisis
institucional alrededor de la firmas falsificadas.
Nuestro pueblo ya se está preparando para infligirles otra derrota, pero
debemos superar debilidades. La principal de ellas es que aún no consolidamos
en organización unitaria la unidad que tenemos en las calles y en la lucha.
Los
desafíos próximos nos exigen dar una respuesta concreta a la unidad orgánica
contra el imperialismo de todas las fuerzas bolivarianas. No alcanza con la
unidad electoral que se está afirmando alrededor del Comando Ayacucho.
Las
fuerzas de la Revolución tenemos programa y tenemos una dirección máxima
reconocida y legítima en el comandante Chávez. Pero no alcanza para las nuevas
circunstancias. Se debe encontrar a breve plazo el camino hacia la organización
única. Cualquiera sea la forma que las circunstancias históricas permitan que
esa unidad se concrete, debe surgir una organización que concentre los
esfuerzos cotidianos de miles de hombres y mujeres bolivarianos en forma
operativa, eficiente y confluyente en una única línea
estratégica.