DEFINICIONES DE LA HORA
Chávez explicó las causas de la agresión imperialista a la
Revolución Bolivariana. Una de ellas es la formación de un bloque suramericano
opuesto a los planes yanquis e impulsado desde Caracas. La Revolución vive un
período de Transición en el cual se irán definiendo las formas políticas y el
contenido social del proceso.
En el segundo aniversario de la histórica respuesta del pueblo al golpe imperialista, el Presidente Chávez explicó de forma sencilla y muy clara las razones por las cuales la coalición de fuerzas reaccionarias internas e internacionales decidieron acabar con la Revolución Bolivariana aquél 11 de abril.
En ese momento las primeras medidas de transformación de las estructuras económicas y sociales heredadas del pasado se abrían camino, apoyadas en una amplia mayoría del pueblo movilizado y unido alrededor de una dirección estratégica.
El proyecto social diseñado en la nueva Constitución se había transformado en voluntad popular, y constituía una amenaza cierta para el moribundo Estado del puntofijismo, la superestructura política que garantizó la dependencia neocolonial del país alrededor del negocio petrolero.
Era más que lo que el imperialismo yanqui toleró en cualquier circunstancia en lo que considera su patio trasero: Latinoamérica. La política del gobierno bolivariano orientada a romper esa intrincada red de intereses entre la oligarquía local y las multinacionales, le resultaba tanto más insoportable cuanto más notoria era la crisis en la que habían entrado los países de la región que habían subordinado su autonomía a los planes impulsados desde Washington y ejecutados de la mano del FMI.
La antigua y permanente intromisión en las decisiones nacionales realizada por sucesivos gobiernos estadounidenses con la complicidad de los partidos gobernantes, se transformó bajo el gobierno del Sr Bush en abierta complicidad en la preparación del golpe de Estado para aniquilar una voluntad colectiva realmente soberana.
La derrota por dos veces sucesivas en el 2002 de intentos golpistas no ha hecho más que fortalecer a la Revolución. Pero a la vez no ha hecho más que afirmar al imperialismo en una línea de aniquilamiento al proceso bolivariano, que ha devenido en el obstáculo más serio a su estrategia de imposición continental del ALCA y extensión del Plan Colombia.
Dos amenazas latentes para los gobiernos regionales que – aún con las notorias debilidades y ambigüedades que muestran – ya no pueden amoldarse a las exigencias y necesidades del coloso, porque están acosados entre el agravamiento de la crisis en sus economías y la creciente irrupción de movilizaciones de masas, que buscan un camino distinto al que el capital financiero internacional impuso desde los años ochenta.
Lo nuevo en la política continental es que por primera vez en más de veinticinco años, los planes yanquis para la región enfrentan la posibilidad de resistencia de un bloque suramericano, con soportes en Brasilia y Buenos Aires pero cuyo corazón late en Caracas, a lo cual hay que sumar la histórica lucha antiimperialista de Cuba.
A pesar del doble discurso de dirigentes brasileños y argentinos, el imperialismo necesita abortar este bloque en gestación apuntando contra su cabeza promotora. Debe evitar que proyectos tales como el ALBA y PETROAMÉRICA avancen y conquisten las simpatías y adhesión de las masas a un proceso de real integración latinoamericana, que excede la limitada búsqueda de ampliar los mercados zonales que hoy moviliza a gran parte de esas dirigencias de la región.
Para nuestra Revolución la consolidación de este bloque es vital para enfrentar al imperialismo en las circunstancias actuales, pero también es el inicio de un largo camino hacia una estrategia bolivariana de unidad, que podrá realizarse sólo por fuera de las leyes del mercado y por acción consciente de los pueblos organizados en fuerzas políticas antiimperialistas orientadas por una perspectiva no capitalista y con los trabajadores de cada país en condiciones políticas de asumir la dirección de esas fuerzas.
LA TRANSICION
Denunciando, sin concesiones, ante el pueblo las causas reales que han llevado al Departamento de Estado a encabezar la conspiración el Presidente Chávez ha tomado la única actitud revolucionaria: preparar en forma consciente la respuesta colectiva a la agresión, eludiendo las provocaciones, y definir al combate como antiimperialista para que nadie confunda el sentido del mismo.
Las fuerzas internas de la contrarrevolución se han demostrado insuficientes para torcer el rumbo revolucionario y están en camino de sufrir una nueva derrota también en el terreno electoral. La próxima lucha electoral es sólo una batalla del enfrentamiento estratégico. No significa que carezca de importancia. Significa que la Revolución quedaría desprotegida si en esa batalla se insumen todas nuestras energías, si la unidad del bloque revolucionario no se consolida en una forma orgánica (ver Basirruque N° 15), y si no se prepara con máxima energía a las fuerzas del pueblo para enfrentar la agresión que ya está en curso desde la frontera colombiana, como lo evidencia la reciente detención de paramilitares en Baruta.
Definido el enemigo y aclarado el sentido de la confrontación sólo cabe preparar las fuerzas de la revolución, acrecentando sus virtudes y luchando contra sus debilidades.
Entre las primeras debe contabilizarse la capacidad de movilización popular en defensa del gobierno y del proceso revolucionario, que contrasta fuertemente con la carencia de organizaciones de masas fuertes y centralizadas, capaces de recoger y expresar las demandas y expectativas de las distintas fuerzas sociales que apoyan y protagonizan el proceso de cambio que vive nuestro país.
Esta es una de las mayores falencias que retrasa el proceso de democratización efectiva de las estructuras del Estado, donde lo viejo sobrevive en sus prácticas y sus reglamentos, trabando, desalentando y conspirando contra la satisfacción de demandas justas del pueblo.
El desarrollo de las distintas Misiones cuyo objetivo es suplir en áreas críticas (educación, salud) esa ineptitud de los organismos del Estado, no puede limitarse al aspecto de asistencia social. Debe ser a la vez un centro para impulsar la necesidad de la organización del pueblo para el combate antiimperialista, para la defensa nacional y para el ejercicio de la democracia desde la base del Estado, organizando el Municipio con la participación popular prevista en la Constitución. Este debiera ser un compromiso electoral de los candidatos bolivarianos.
Señaló el Presidente Chávez en el acto de la UNT que transitamos un período de transición entre esos dos Estados: el que no termina de desaparecer y el del proyecto revolucionario, aún sin concretarse.
Organizaciones de masa que concentren la voluntad revolucionaria de cada uno de los sectores del pueblo deben ser la fuerza capaz de impulsar esa transición desde la república de la oligarquía hacia una democracia del pueblo, cuyo contenido de clase también deberá definirse en esa transición.
No es un hecho menor que sean los trabajadores quienes estén dando pasos importantes en este terreno (pag 4). Quienes dicen que ubicar a los trabajadores como “sujeto de la transformación” es volver al error de un lenguaje excluyente, no hacen más que crear confusión, en el mismo momento que comienza ese proceso de organización de la clase obrera, y cuando la necesidad de asegurar la capacidad productiva frente a una agresión imperialista recae principalmente en sus espaldas.
Por el contrario, los socialistas estamos firmemente convencidos que es la clase trabajadora quien tiene mayor capacidad potencial para actuar como un factor de unidad nacional, porque no está atada estructuralmente a ningún otros interés que no sea el de generar pleno empleo con trabajo productivo. Los trabajadores petroleros ya dieron ejemplo de esfuerzo patriótico en defensa del interés general.
Por esa simple razón, y no por dogma, desde la Liga Socialista propugnamos un Gobierno de los Trabajadores y el Pueblo para articular a los diversos sectores sociales interesados en el triunfo del proceso bolivariano.