EL PLAN COLOMBIA EN ACCIÓN

 

La declaración del Senado colombiano fue el paso inicial hacia la intervención extranjera. La presencia de paramilitares en Caracas confirma la línea intervencionista. El gobierno de Uribe es pieza clave en la estrategia yanqui. El interés común del pueblo colombiano y de la Revolución Bolivariana es enfrentarlo y derrotarlo

 

Era una certeza: el imperialismo utilizaría a la oligarquía colombiana para atacar a la Revolución Bolivariana. Dos hechos confirman que lo previsible ocurrió. Primero fue la declaración del senado de ese país pidiendo a la OEA la aplicación de la Carta Democrática contra el gobierno bolivariano. A menos de un mes de ese hecho por si grave, se suma el reciente desmantelamiento de una banda de paramilitares colombianos en Baruta.

La primera es una maniobra que, tanto el gobierno estadounidense como el colombiano, saben perfectamente que no tendría ningún efecto práctico, y en rigor eso les interesa nada.

Lo que buscan lo lograron: crear un clima de denuncias del lado colombiano como paso inicial de una escalada diplomática que tense la situación entre ambos gobiernos a un extremo que, entonces si,  otros gobiernos lacayunos del continente sumarían sus votos a un pedido de intervención externa en el organismo regional o avalarían directamente la acción armada unilateral del tamden Colombia-USA.

Por cierto que la declaración de la oligarquía colombiana no es más que un eco de las que cada semana realizan funcionarios del gobierno yanqui, desde oscuros voceros, pasando por un senador demócrata – asesor del candidato Kerry – que “recomendó”  la inclusión del gobierno del Presidente Chávez en la lista negra que maneja Washington, el general cuya tarea es vigilar América Latina desde el Comando Sur que como novedad introdujo la categoría de “populismo radical ” para calificar a los gobiernos independientes de la superpotencia, hasta el llamado del Bush mayamero a aislar diplomáticamente a Venezuela. 

Para decirlo en forma sencilla y gráfica: desde Washington le ordenaron a Bogotá que pongan el dedo en el gatillo apuntando hacia Caracas.

Pretextos no les van a faltar. Día tras día afloran en la frontera los graves problema que corroen la vida del hermano país desde hace más de cuarenta años y que no se agravaron por omisiones del gobierno bolivariano: guerrilla, narcotráfico, migraciones poblacionales.

         Con los paramilitares colombianos en nuestro territorio se da un paso más grave aún: utilizarlos para simular un levantamiento interno creando un hecho sangriento, y con el pretexto de la represión y violación a derechos humanos forzar el apoyo internacional a una fuerza extranjera de intervención que “pacifique” el país

 

ESCALADA REACCIONARIA

            Esa línea del gobierno de Uribe como agente bélico del imperialismo está en pleno desarrollo, no sólo en la región fronteriza con nuestro país – donde aumentaron las tropas en el Arauca – , sino principalmente contra su pueblo.

            La lógica de subordinación que en forma creciente domina la vida del país implica un proceso de entrega de las principales riquezas a las multinacionales, una agravamiento de la ya grave situación de los derechos humanos, un empobrecimiento general para sostener el costo del enorme aparato represivo y el aumento de la militarización.

           El año pasado el gobierno enfrentó fuertes protestas de trabajadores del sector estatal contra las políticas de ajustes y recortes de beneficios sociales exigidas por la orientación neoliberal de la política económica.

Ahora enfrenta una huelga general de los trabajadores petroleros agrupados en la USO, que denuncian los intentos de imponer condiciones de mayor explotación en el contrato colectivo relacionados en forma directa a una política privatizadora de la empresa estatal ECOPETROL, en beneficio de multinacionales petroleras como TEXACO, OXY, BP y SCHULEMBERGER, por demás conocidas por nuestro pueblo. En reciente comunicado denuncian la USO:  La política entreguista del gobierno de Álvaro Uribe, su arrogancia hacia los trabajadores y el país y su postración a los mandatos del F.M.I. y del gobierno de los Estados Unidos hacen que esta empresa patrimonio de los Colombianos/as esté en peligro”.

          Pero la fase económica del plan reaccionario está íntimamente asociada al aspecto represivo, que no se limita  al combate contra la guerrilla. En reciente informe de Amnesty Internacional (AI) el investigador de esa organización mundial para Colombia, Marcelo Pollack, denunció la financiación de dos multinacionales petroleras – la estadounidense Occidental Petroleum y la española Repsol-YPF – a unidades militares del Ejército colombiano «con vínculos probados» con grupos paramilitares. Según AI «países y petroleras como la de Estados Unidos y la de España financian y entrenan a unidades militares de las Fuerzas Armadas colombianas que ignoran las torturas y violaciones de los derechos humanos»

La denuncia en forma muy específica señala el financiamiento  de la Brigada XVIII, que opera en Arauca, con claras conexiones con los grupos paramilitares. No por casualidad son esas empresas las que operan en la región citada: Repsol-YPF es socio menor de Occidental Petroleum en la Asociación Cravo Norte, encargada de explotar el oleoducto de Caño Limón, que transporta el crudo hacia el Caribe. Es a través de Cravo Norte desde donde se financia a la Brigada XVIII mediante la entrega de «helicópteros y de dinero para las tropas que protegen Caño Limón» de los ataques de la guerrilla. Tampoco es casual que el gobierno esté impulsando en estos momentos la extensión de esos contratos por varios años más.

        En el ámbito de los derechos humanos no solamente no se ha detenido la persecución y asesinato de dirigentes sociales y sindicales sino que se ha agravado, retornando a las peores épocas de la década del 80.

        Sin embargo pareciera que toda esta escalada de sumisión al imperialismo y represión de poco sirve para el combate militar contra una guerrilla histórica, de cuyas raíces sociales no puede dudarse.

En un reciente y detallado comunicado de las FARC, la principal fuerza revolucionaria, el balance del último año de enfrentamiento es el siguiente: “En el año 2003, por ejemplo, las FARC combatieron en 4.447 oportunidades contra la fuerza pública y los paramilitares (promedio de 12.18 diarias), en donde hubo 5.291 muertos entre militares, policías y paramilitares y 4.701 heridos. Sin contabilizar en estos totales, las bajas no confirmadas en más de 919 situaciones (algunos combates, emboscadas y minados donde es físicamente imposible hacerlo). En todas estas acciones recuperamos 356 fusiles, 7 morteros, 6 ametralladoras y 12 lanzagranadas, averiamos helicópteros en 99 ocasiones y destruimos 12, derribamos 5 aviones y averiamos 41, destruimos 1 piraña y averiamos 4, también destruimos 1 tanqueta y averiamos 6.

En el año 2003 murieron en combate 542 guerrilleros y 77 milicianos, y fueron heridos 321 lo mismo que 13 milicianos, cifras que evidencian la dureza de la confrontación.

En los tres primeros meses del año 2004 los choques se han presentado de la siguiente manera:

Acciones militares 1.152 (12.8 diarias) que arrojan 1.373 muertos entre militares, policías y paramilitares y 818 heridos. De parte de las FARC hemos tenido 43 muertos y 29 heridos.

Gran parte del pueblo colombiano viene demostrando repudio a un gobierno de un sector de la oligarquía – con vínculos probados con el narcotráfico – que está completando el ciclo de dependencia neocolonial del país, y actúa es el principal brazo de Washington en Suramérica.

          No por casualidad la ayuda externa militar de USA a Colombia es ya la tercera en magnitud, sólo por detrás de la que brinda a sus dos principales socios en el Medio Oriente, Israel y Egipto.

          El interés más genuino del pueblo colombiano y el de la Revolución Bolivariana tienen un punto de contacto: oponerse a la política de la oligarquía colombiana representada hoy por el gobierno de Uribe.