Cartas a un novelista
Ensayo

"El escritor siente íntimamente que escribir es lo mejor que le ha pasado y puede pasarle, pues escribir significa para él la mejor manera posible de vivir"

CARTAS A UN NOVELISTA (1997)

¿Cómo se llega ser un escritor? ¿De dónde salen las historias que cuentan las novelas? ¿Cómo usar el material autobiográfico? ¿Es posible hablar de la libertad y la responsabilidad del escritor? En este valioso libro Mario Vargas Llosa le escribe a un aspirante a novelista y contesta todas sus dudas. Haciendo uso de su brillante inteligencia y acudiendo a su experiencia de escritor profundamente comprometido con su profesión, toca todos los temas que interesan a aquellos dispuestos a responder el llamado de una vocación que, además de talento natural, exige esfuerzo y constancia.

Así, no soslaya ninguna inquietud de su interlocutor epistolar: el significado de los premios, del reconocimiento público, de la venta de libros y del prestigio social del escritor; el éxito como estímulo esencial contrapuesto al ejercicio de esa vocación como la mejor recompensa; el valor de la disciplina y la perseverancia en lo que él llama "la construcción de un talento"; la predisposición a fantasear nada más que como umbral del verdadero ejercicio de la literatura; la indisoluble relación fondo-forma, el estilo, la técnica narrativa, la voz propia, l ajuste perfecto entre palabra e idea; el punto de vista, el espacio y el tiempo, el poder persuasivo de una historia, la organización del relato, la ambigüedad, los datos escondidos, las "mudas" de una historia. Vargas Llosa cita a su admirado Flaubert: "Escribir es una manera de vivir", y este libro apasionado es una afirmación de esa mística. (Ariel)

EDICIONES:

Editorial Ariel 1997
Editorial Planeta,1998 (con el título "Cartas a un joven novelista")

INDICE:

I Parábola de la solitaria.
II El catoblepas.
III El poder de persuasión.
IV El estilo.
V El narrador (El espacio).
VI El tiempo.
VII El nivel de realidad.
VIII Las mudas y el salto cualitativo.
IX La caja china.
X El dato escondido.
XI Los vasos comunicantes.
XII A manera de posdata.

SOBRE EL LIBRO:

EL COMERCIO (Perú) Suplemento SOMOS Nº 572,
Sábado 22 de noviembre de 1997
La fe, la verdad, las mentiras

por Gustavo Faverón Patriau

La orgía perpetua (1975) y García Márquez: historia de un deicidio (1971) son sin duda los ensayos críticos más penetrantes que un autor peruano ha escrito sobre la novela moderna. Su autor, Mario Vargas Llosa, vuelve a publicar un libro con el mismo tema, y con la intención manifiesta de aproximar a muchos al arte literario: Cartas a un novelista.
Llamado más de una vez el último de los grandes novelistas del siglo diecinueve, Vargas Llosa no sólo es un fiel decimonónico en el ansia abarcadora de su ficción -afán voluntariamente menguado en la última década y media-, sino también en su forma de tomar el oficio de escritor como una profesión de fe: dedicación exclusiva, asunción radical, entrega sin reticencias. Aprendió de Flaubert (o se explicó gracias a él) ese mecanismo espiritual que permite a un hombre o a una mujer aceptar su propia vida como instancia literaria, como una parte del proceso por el cual -frustrado, pequeño y soñador- el fabulador convierte el fallido mundo que habita en otro hecho a la medida de sus deseos, sus carencias y sus fantasmas.
Sobre ello escribe mucho -las inolvidables páginas del hombre-pluma, en La orgía perpetua, deben contener lo más valioso que ha dicho sobre el tema-, y no pretende añadir nada nuevo con Cartas a un novelista, libro que, bajo el formato antiguo del falso epistolario y con la intención del arte poética, resulta más bien un intento de divulgar sus convicciones sobre las tareas del escritor ante un público de jóvenes, novicios o incluso potenciales narradores.
El libro tiene cuatro ejes temáticos cruciales: la vocación del escritor, los temas del novelista, las armas persuasivas de la obra de ficción y, por último, las técnicas narrativas clásicas. Los lectores habituales de Vargas Llosa reconocerán en ésos sus tópicos más queridos y recurrentes: la dislocación del artista frente a la realidad real y su recomposición mediante el elemento añadido, con el caso ejemplar del fetichista Restif de la Bretonne; las frustraciones de la literatura didáctica, mostradas circunstancialmente en la obra de Bertolt Brecht; las diferencias entre corrección estilística, experimentalismo y originalidad formal; los abismos que median entre las teorías de la novela y su ejercicio real, con Robbe-Grillet como previsible referente.

Cartas a un novelista alcanza su mayor atractivo cuando Vargas Llosa decide mostrar la utilidad de ciertas técnicas novelísticas -que menciona como las básicas, de las cuales se desprendería cualquier otro procedimiento estructural en la narrativa-. Revisa someramente el artilugio de las cajas chinas (relatos que encierran otros relatos), a través de los modelos inobjetables de Don Quijote, Las mil y una noches y Otra vuelta de tuerca; explica también el dispositivo de los vasos comunicantes (una realidad ficticia que contagia a otra por yuxtaposición), y el del dato escondido, dedicando algunos párrafos a enseñarnos el virtuosismo con que Hemingway y Faulkner se apropiaron de él.

Dos errores se podrían cometer en la valoración de Cartas a un novelista: uno, oponer a esta breve introducción al arte de la novela una crítica contra la indulgencia del autor, contra la aparente superficialidad del texto, perdiendo de vista el hecho de que se trata de una puerta de entrada ofrecida a un lector primerizo; el otro, condenar la forma en que Vargas Llosa sesga la elección de sus temas para conformar un conjunto de demostraciones que son, sobre todo, informativas acerca de su propia obra. Hacer eso sería extraviar la importancia del testimonio personal que el novelista entrega en estas páginas.

Mario Vargas Llosa. Cartas a un novelista. Ariel. Buenos Aires, 1997. 191 pp.

 
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