Todos los atributos tenía Luis «Pirata» Fuente como futbolista, pero fuera de las canchas se dice que era un bebedor empedernido. Y que en ocasiones sus entrenadores y compañeros tenían que ir a buscarlo a cantinas y cabarets del Puerto para que fuera a jugar.

Pero su magia y su calidad no disminuían. Se desintoxicaba en la cancha y con unas cuantas pinceladas resolvía los partidos y anotaba espectaculares goles.

"Cuando se iba a tomar y se perdía, al día siguiente jugaba como si no hubiera bebido", dice su biógrafo, José Pérez de León. "Era un hombre insospechadamente fuerte. Tenía para eso y para más en cuanto a condición física. Y mandaba a la chin... a cualquier director técnico sin estar borracho".

El cronista veracruzano relata que pese a su gusto por la bohemia "era el primero en llegar a los entrenamientos".

"Yo mismo lo vi: llegaba a las seis de la mañana a inflar los balones y a coserlos para que quedaran al punto que él quería, para luego ensebarlos y ponerlos a rodar con el rocío matinal. Eran de cuero. Hoy una pelota de esas de vinil la haría añicos". Añade que una vez, con Manuel Moreno, "el mejor jugador argentino antes que Maradona, llegaron de esmoquin y zapatos de charol en un convertible con dos damas. Moreno se cambió en el vestidor, le dio dos vueltas al campo y se puso a entrenar con medio estoque adentro. Y era un superjugador, del mismo calibre que el «Pirata» ". Luis de la Fuente "era un hombre carismático e imponente, media más o menos 1.80 de estatura y como ser humano era fuerte de entereza y de mucho corazón. Nunca fue un jugador de mala fe ni ventajoso. Sabía todos los secretos del futbol. Nunca jugó con espinilleras".

Su muerte, dice, no se debió al alcoholismo sino a la circulación. "Le dieron cinco infartos seguidos y falleció en 1972 a los 58 años. Le iban a cortar una pierna. Además, fumaba mucho...".