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LA CERROPRENDIO.
TATIANA SE ENCUENTRA SENTADA EN UNA SILLA DE UN CAFÉ. UNA MESITA PEQUEÑA, MUY
AFRANCESADA. TOMA UNA COPA DE VINO.
TATIANA.-
Dicen que yo me parezco a mi mamá.
A ella
la llamaban la atajaperro porque le paraba el llantén, el verano o lo que fuera
a todo el que estuviera ladrando. Con ganas. Le ponía el alma. Pero es mentira
eso de que somos igualitas porque yo no soy así.
A mi me
llaman la Cerroprendio porque tengo en el monte de Venus un incendio forestal
permanente. Si, chica, yo vivo prendida, encendida, ardiendo!... (AL PÚBLICO)
No me mires así, porque con eso no te estoy diciendo que soy una balurda.
Ese
arrebato está “localizado” en “ese” sitio...(SEÑALA CON UN DEDO DESDE LEJOS) Ya tú sabes. Pero eso no tiene nada
que ver con mi manera de ser. El que yo viva con ese candelero, con esa
parrillada criolla entre las piernas, no quiere decir que yo me ande regalando
o que soy de esas que tiene que buscarse “el pene nuestro de cada día” como una
arrastrada cualquiera. Tampoco estoy aquí por lo que ustedes creen: una mujer
sola, sentada en un bar, tomando una copa de vino... es algo así como un
levante seguro. Pues no. Después les explico qué hago yo aquí sentada. No, a pesar de la turbulencia vaginal, yo
tengo distinción, compostura, categoría, elegancia, clase, glamour.
Cada
naturaleza humana tiene su aquel y su distingo.
Yo no tengo orgasmos de ayayay!... (GIME)
o de ay! Aaay! Aaaay!. Mis orgasmos son operáticos, Wagnerianos. Ningún
terremoto resquebraja la tierra como se resquebrajan mis entrañas cuando yo
culmino. Yo diría mas bien que estallo. En lo más profundo de mi vagina,
experimento contracciones pavorosas, como la forja del Nibelungo allá al fondo
de las siniestras simas. Son orgasmos que trepidan y repercuten por todo mi cuerpo
como las cortantes pezuñas de los caballos de las walkirias... Ojo: cuando
encuentro un “acompañante adecuado”, que no ha sido siempre. Ya te lo dije:
Wagneriana sexual. (TRANSICIÓN. VUELVE A
LA NORMALIDAD)
Lo que
quiero hacerte entender es que no soy ninfómana. Aparte de que no me agrada la
palabrita porque no me agrada lo que siento en el fondo. Ninfómana.. (LA PALADEA A DISGUSTO) Sabe como a
putona. Relinchona. Y eso no. Yo no.
Yo
diría más bien que soy como una lava encendida y mi monte de Venus como un
fuego que atraviesan los hombres para penetrarme. Pero no me soportan.
Ay con
mi goce! El goce!. (INTIMA A ALGUIEN DEL
PUBLICO).
Los
hombres creen que me disfrutan o que me hacen gozar. Pero no, soy yo quien se
los goza, o quien me gozo, solita.
Ellos
siempre creyéndose. Se te montan allí como un fardo y uno tiene que imaginarse
lo que no nos pueden dar... especialmente a mi, que tengo que desbordar mi
plenitud, mi goce supremo y mi deleite, imaginándome lo que ellos creen que me
están haciendo, y es que mis espasmos vaginales son más exigentes que sus
hazañas viriles y etílicas. Un orgasmo mío los precipita a las profundidades
del Rhin, mientras ellos nadan en Macuto!.
Cómo
hacerles entender este disfrute operático a unos machos vernáculos que juegan
dominó, comen mondongo y tienen aliento de caballito frenao?. Aquí hay un
subdesarrollo sexual que tiene que ver con la caña. Y ese subdesarrollo te
rebaja y extermina cualquier sutileza. ¿Qué macharrango te va a entender cuando
tú sueñas con Wagner y sus trompetas mientras él te está jadeando al oído,
envuelto en un manto de sudor y de grasa: “Eso, mamacita, mi mamachonga, mi
piernona, Rico, mamita! Así, maraquiao! Maraquiao!.
(OFENDIDA. MUY DIGNA BEBE DE SU COPA).
¿me
imaginan ustedes a mi, a esta suprema y etérea distinción... maraqueando un
pene?. Y mucho menos el pene de un borracho. Y pensar que ellos creen que nos
doblegan y nos complacen con su filosofía de
"“meter-sacar-sacudir-guardar”... Já!.
Eso no
es entender la plenitud del goce. Eso es un equívoco.
Y yo me
salvo de este equívoco de la naturaleza que son los hombres criollos, porque
tengo “charm”... encanto. Porque mi fiebre sexual la recubro de fascinación. Es
la única manera de defenderse de semejante despropósito, de esos calvarios de
ser penetrada con aroma de sancocho. Los penes vernáculos son la cruz de
nuestras carnes vaginales.
Y con
todo, ellos tienen la osadía de colocarse en el lugar que nos corresponde en la
cama y después de haber engullido una botella de aguardiente empiezan a
jactarse con sus compinches de cosas como esta: “Si yo fuera mujer, estaría
todo el día “dale que dale”, sin parar un momento. Dándole al asunto todo el
día, con las piernas abiertas, pasándome a cuanto hombre se me pare por
delante. Menos mal que Dios me hizo hombre porque si yo fuera mujer estaría
tirando día y noche” (SE DETIENE.
REFINADA. ASQUEADA) (IRÓNICA)
¿Y por
qué no o hacen?... ¿Acaso hace falta ser mujer para estar todo el día “dale que
dale”?. Ah, muy simple, no lo hacen por una palabrita: “erección”... No pueden.
No aguantan!. Se les viene abajo!. (A UN ESPECTADOR) No me vas a decir que
no es verdad!.
¿Por
qué no aclaran que no se trata de “si yo fuera mujer” sino de incapacidad
erectiva?.
No
aguantan un round dignamente. Los vence el agotamiento!. Y ¿qué tal cuando
después de esa frustrada batalla, para colme te preguntan: “¿te gustó?... ¿Te
desahogaste?... ¿ya te tranquilicé por una semana?...Rico, ¿verdad?... ¿cómo te
dejé?”... Já!...
(BURLONA) Ay, que si yo fuera mujer si
aguantaría!. Bueno, mejor no me hagan entrar en detalles escatológicos ni
sicalípticos.
Y con
todo el mundo es del machismo. Qué sería del mundo si ellos pudieran mantener
el miembro erguido por lo menos un par de horas al día. Si con tres minutos de
erección se creen superdotados y hasta nos pegan, qué serían con dos horas!...
Ese es
el verdadero dilema de los sexos. El “To be or not to be”.
A ese
asunto es a lo que yo llamo “resignación vagina”.
Si,
nuestras vaginas son unos órganos resignados al maltrato, al desprecio y a la
insatisfacción. Por eso, a cambio de su dominio, tenemos que ofrecer nuestra
estrategia o nuestra venganza... (SONRÍE
CÍNICAMENTE).
Fingimiento
de orgasmos!. PHD en fingimiento o orgasmos.
Maestría
en fingimiento de orgasmos!.
Yo soy
graduada en eso. Cómo me he vengado yo y cómo disfruto fingiendo orgasmos,
inventando goces.
Y
ellos, crecidos, encima de mi, inflados como un globo!: “Eso mamacita, dime
quién te ha hecho sentir esto, ah”... (RÍE)
La
mentira sexual ha sido mi terapia protectora para poder soportar estas
“ausencias”, esta “falta de presencia” en mi vagina aullante.
En eso
soy igual que mi mamá. Ella me lo enseñó y yo aprendí bien la lección, porque
de lo contrario no estaría viva.
(TÍMIDA)
Mi desgracia es tener una vagina Selectiva,
exigente.
Y ese
tipo de males no se puede poner en evidencia; ¿se imaginan la fama que
terminaría adquiriendo?. Y con todo me llaman la Cerroprendío.
Por eso
me recubro de glamour, de encanto, de evanescente elegancia. Eso también me lo
enseñó mi mamá. Era putona mi mamá. O mas que putona, sabrosona, o más que
sabrosona, gozona. Lo disfrutaba y se quedaba callada por horas, paladeando el
asunto. Calladita. “Es que no es fácil conseguirse a uno que te resuelva – me
decía - así que cuando lo consigas,
paladéalo... paladéalo y no lo sueltes”... Yo, como era ingenua, pensé que la
erección era una cosa común en cualquier hombre!... como yo escuchaba a mis
compañeros de liceo con ese tejemaneje de que querían porque andaban todo el
día prendidos!... Ja!... prendida yo! Mamá sí que sabía el asunto. Pero su
desgracia es que era maternal y cualquier hombre la aflojaba. Y para que no
repitiera la historia, se esmeró en enseñarme que frente a las fallas del
macho, lo mejor era enfrentarlas con elegancia.
Y aquí
me tienen.
(SE
PASEA GLAMOROSA)
Pobre
mamá. Debe estar en el infierno.
(AL PUBLICO)
Ay, no,
no la compadezcan. Ella quería irse para allá. Al fin y al cabo s preferible
estar en aquel infierno y no en este, porque allá no hay que disimular, allá
está toda la gente perversa, “malita”... y aquí hay que seguir guardando las
apariencias aunque tu esposo sea impotente.
Seguramente
que mamá se ha encontrado con Madame Bovari y con Anna Karenina.
Pero yo
prefiero pesar en el infierno que tengo ahora y no en el que me espera cuando
me muera. Porque este asunto lo tengo que resolver aquí y ahora!. Todo por esta
maldita herencia. (REFLEXIVA)
Yo creí
que el furor uterino no se heredaba. Ni los vaporones, ni la hambruna vaginal
ni la ansiedad clitórica, ni los espasmos térmicos del útero. Y no. Resulta que
yo soy una rica y poderosa heredera de
todas esas perversiones, como en las telenovelas... Me ha tocado una herencia
fabulosa! Y pensar que no hay hombre que me la viva, que la aproveche!. (CONFIDENCIAL) desde mi primera
menstruación me convertí en una olla de presión ambulante. Y pasé cuatro años
resistiendo calorones y retorcijones en la vagina, en el clítoris y en el
útero. Cambios climáticos vaginales, sudores, humedades. Menos mal que tuve la
suerte de encontrar un “pincho” prodigioso que ensartó y puso en cocción mis
carnes en el justo término medio para clavar el diente sin ofensas ni
lesiones...
(LAS LUCES BAJAN INTENSIDAD DANDO UN AMBIENTE
INTIMO. ELLA EVOCA EL PASADO)
Durante
cuatro años estuve sostenida por manoseos, agarraditas de mano, besos de
adolescentes con sabor a conserva de leche y a chupeta de fresa. Tímidos
aleteos de lenguas de los muchachos de mi edad que sabían menos que yo, a pesar
de que yo seguía siendo virgen.... (SE
YERGUE ERÓTICA. SUS CARNES SE ESTREMECEN CON LIGERAS CONTORSIONES) Hasta
que una noche, el monaguillo de la Iglesia, me mostró el esplendor de una
musculatura que mezquina y castamente había ocultado debajo de las sotanas y
que yo nunca sospeché que existieran... Claro, yo solo estaba pendiente de las
misas... y no de las carnes!.
Y de
repente, al fondo de la sacristía, soy desnudada. Y un par de muslos
musculosos, tensos, duros, enfurecidos, me doblaron sobre las sábanas apiladas
y comienzan a apretar mi cuello. Empieza una lucha entre el deseo y el miedo.
Me asfixio y siento el olor de sus genitales, ambos estamos sudando y siento
con mayor angustia los muslos que oprimen mi garganta como una tenaza de
carne... y de repente, la presión cede un poco para dar paso a la palmera
rojiza que clama por entrar en mi boca... hasta que se desliza frenética por
mis labios... y yo comienzo a entender para qué otras cosas puedo utilizar mi
lengua... Cierro los ojos y me entre... sin miedo. Lo dejo hacer. Se adueña de
mis carnes... y experimento un lúgubre y lujurioso frenesí. Orgasmos múltiples,
seguido, fuertes, interminables, eléctricos. El quiere explorar con su miembro
todas las partes posibles de mi cuerpo. Y mi virginidad estalla como en una
suite barroca y yo cabalgo, me acoplo, me contorsiono con varias partes de su
cuerpo dentro del mío!.
Soy
penetrada de nuevo. Gozo, desfallezco. El brinca y vibra dentro de mi,
metiéndose por todos mis orificios, hasta su sudor penetro por mis poros, y en
cada espasmo de su orgasmo, veo como contrae su rostro tumultuoso y sus pupilas
se ocultan dejando sus ojos en blanco... Comprendo qué es la muerte también. Me
oprime los pezones y yo me desparramo fanatizada por la liturgia, porque a mi
lado están los encajes de su ropa, la sotana y los carbones quemados
empatucados de incienso. Un último orgasmo casi ya sin fuerzas... y me doblo
lentamente sobre sus camisas de encajes, contemplando sus muslos de mármol, sin
un solo vello que los macule... Aleluya!...
(ENTRA UN EFECTO CORAL DE MÚSICA SACRA. ELLA ESTA
TENDIDA EN EL PISO. EXHAUSTA)
Luego
descanso sobre sus muslos tersos y lampiños. Los lamo lentamente y siento que
no han perdido su tensión ni su elasticidad de mármol. Los voy sorbiendo como
un vino, compactos, ácidos, dulzones.
Y al rato
quiero otra vez el Kirie Eleison!. Porque he descubierto que mis carnes han
nacido para recibir el semen y vuelvo a acoger en mi interior el pene enhiesto,
juguetón, amo y rey que calma mis ardores. Los dos queremos seguir hasta el
agotamiento o hasta la muerte!. Pene penetrante que hace que mis carnes sean
espasmos. Pene de Gloria. Pene de incienso y mirra. Pene de Reyes Magos.
LAS LUCES VAN VOLVIENDO A SU INTENSIDAD NORMAL. LA
MÚSICA VA DESAPARECIENDO LENTAMENTE. ELLA SE REINCORPORA. VUELVE A LA REALIDAD
PRESENTE).
Mi
primer hombre. El monaguillo. Y la locura para el corazón que palpita cuando
volvemos a encontrarnos clandestinamente. Amores litúrgicos a escondidas de
Dios y de los hombres... tras la Iglesia, en los rincones de la Sacristía.
Hasta
que un día no volvimos a vernos. No supe más de él. Ni siquiera llegué a saber
su nombre. Y yo me quedé sola con el “mal” por dentro. Los desbordes litúrgicos
no encontraban un sustituto adecuado y eso acrecentó mis dolencias.
Volvía
a la Iglesia esperando encontrarlo, verlo ayudando en alguna misa... Y no, no
estaba él. Había otro. Yo seguía yendo a la misa pero cada vez menos para
buscar a Dios porque a quien realmente buscaba era a él... al monaguillo. Hasta
que perdí la fe.
Después
vino la búsqueda incesante entre los muchachos del liceo sin que hubiese más
que turgencias, orgasmos sin caricias resueltos en un par de minutos, como un
espasmo sordo, sin gracia, sin placer... (INCISIVA) Allí comienza el asunto: el
único placer era para ellos, para desahogar su necesidad biológica en 120
segundos!... penetrada, pero no tocada ni acariciada, a veces ni besada. Eso es
el sexo para ellos!. Así es su marcha triunfal.
Después,
las caminatas por las calles, por las esquinas oscuras, en el rincón de una
fiesta o de una discoteca. Mi vida sexual adquirió el olor a lavadero público
en busca de una erección prolongada o de un juego erótico impensable...
simplemente imaginación sexual para satisfacerme!. Pero nada como aquellos
encuentros con el monaguillo. Sólo una oferta de palabrotas, de machismo
insolente, jactancias que se desploman sin terminar aún en la penetración,
ausencia de fantasías, o simplemente colgajos blandos que a veces ni logran su
cometido vertiginoso en la vagina... Flacidez, eyaculaciones precoces y demás
deudos y amigos!
(CONTUNDENTE, VIOLENTA) (PUEDE SER CON LOS
ESPECTADORES)
Que me
vengan a hablar a mí de disfunción eréctil... de toda la gama de
imposibilidades sexuales, de los que “yo no se que me pasó, que no pude”... de
enterrarte sin ser tocada, de ver colgajos inanimados a pesar de las faenas
manuales o lingüísticas que he tenido que hacer para resucitar ciertos
muertos... Y después, la jactancia, tremendos machos de un metro noventa y
bíceps de gimnasio!... peeeero!... Nada!.
Si,
amiga mía, me tuve que tragar mis delirios y mis ansias así como me tragaba mis
recuerdos del monaguillo. Tenía razón mi mamá!. Cuántos hombres hay que
recorrer para tener un orgasmo pletórico!. La insatisfacción y la frustración
es lo que abunda. Solamente gruñidos, lengua, piropos, amenazas demenciales que
se vuelven humo en la cama, bla-bla-bla, eructos etílicos, impotencia,
disfunción eréctil... una tripa blanda que no penetra ni satisface... Y yo,
intocada, como cierta tumbas, esclava de mis necesidades, regada pero nunca
apagada... abierta como una marrana en celo pero nunca satisfecha... Y todo por
una flacidez sexual de quienes proclaman banderas de estremecimientos y
orgasmos tumultuosos!... Orgasmos tumultuosos... Ja!... Si me sabré yo el
cuento!. Y pensar que muchas de ustedes se conforman con eso porque no se han
tropezado con un monaguillo!.
TRANSICIÓN. HABLA EN TONO CONFIDENCIAL, INTIMISTA A
LOS ESPECTADORES.
¿Tú has
escuchado la canción aquella del Chamito Candela? (LA TARAREA) Esa que dice... “Chamito Candela, si es caliente de
verdad”. ¿tú te imaginas? Un chamito caliente de verdad y tanto hombre por allí
desperdiciado!. Un chamito que está todo el tiempo prendido, como mi cerro. Ese
era el retrato vivo y operático... o salsoso de mi monaguillo!. Cuando esa canción se puso de moda, yo vivía
mal. Pero mal de verdad. Porque es que por donde quiera que pasara la tenían
puesta. En la radio, en los bares, en los ambientes musicales de las tiendas. Y
yo, todo el tiempo con el recuerdo de los muslos y del pene del monaguillo, del
jadeo del monaguillo, de la erección
inacabable del monaguillo, del revolcón nunca repetido por otro hombre
de mi chamito candela particular. Porque yo sí sabía lo que era un chamito
candela, caliente de verdad.
(TRANSICIÓN)
Fueron
muchos. Y larga la búsqueda. Hasta que un día, cuando yo creía que todo estaba
perdido, que el mundo estaba compuesto por hombres de penes colgantes y fofos,
penes que miraba siempre hacia abajo, olvidándose de que su función es mirar la
constelación que escondemos detrás de nuestro pubis... y esas estrellas las
encuentran mirando hacia arriba... Cuando creí que mis genitales se iban a
quedar hambrientos o a media ración... en uno de esos callejones encontré a
alguien . Me llamó la atención su olor a incienso y a ramas secas de capilla.
Yo me quedé paralizada mirándolo. Era un ser extraño, embozado... vacilante,
oscuro. Nada dijo. Sintió la manera como yo lo miraba y me arrinconó. Tomó mi
mano y la llevó hasta un obelisco duro como una roca viva. Yo casi no lo podía
creer!. Inmediatamente el cerro revivió en llamas. (AVIVADA) El incendio
forestal!. Sentí la urgencia entre mis nalgas, en la entrepierna, galopando por
mi espalda, por todas partes!. Me encendí mientras él encendía un pito de
marihuana y la exhalaba en mi pubis.
(COMIENZA A HABLAR JALADA, COMO CONTENIENDO
EL HUMO)
“Y ven
acá, pero, ¿qué te pasa?... Me estabas esperando, ¿no?. Aquí me tienes...
tómalo. ¿lo sientes?. Fuma. Jala. Acapulco Gold, la más pura. (ELLA
RECUERDA, EN TRANCE)
Y yo,
carne tumefacta, sabrosa para que me quiebre, para que cortes en dos mis
carnes, soy puta suculenta lubricada... judía errante que ha pasado la vida
buscando un pene en erección, que no se distienda y quede como una tripa
desinflada entre mis piernas sin haberme hecho estallar... y mírame que estoy
abierta, dispuesta, gelatinosa hasta el alma. Y voy a gritar en el momento
exacto en que los dos vamos a descargar y tus uñas se me claven en la
espalda!... Y jamás hubo una lengua que se metiese con movimientos tan rápidos
en mi boca y en mi sexo ahumado por la marihuana. Y está la música de una bar
cercano que se distorsiona por la marihuana. Y estoy yo, que huelo toda a
marihuana. Maloliente pero triunfal porque he encontrado nuevamente una carne
erecta que entra en las mías y no se encoge en cinco segundos!. Una carne que
busca permanecer, acoplándose, acompasándose. Y la nota es una nota que
engendra otra y empiezan a parir melodías infinitas hasta que sentimos que se
nos va la vida.
(RESUELLO. ORGASMO. JADEO. SE RECOMPONE)
Como la
vez aquella con el monaguillo.
No dijo
una sola palabra.
Allí
estaba, macho e intacto, a pesar de que la batalla había sido descomunal. Yo
temblaba todavía embotada por la marihuana y cuando veo que piensa alejarse lo
detengo: “Yo quiero más... Otra vez. Otro día... Aquí mismo o donde quieras.
Ahora, ya, mañana. Aunque se la última vez que lo haga en mi vida. Mi juicio
final. Dime al menos tu nombre”. (DETENIÉNDOSE. RÍE INCRÉDULA) Todo lo que me
dijo fue que era el Sacristán!. (EVIDENTE PAUSA).
(SE SIENTA EN LA SILLA. BEBE LENTAMENTE UN SORBO DE
VINO. SONRÍE Y SE OPERA EN ELLA UNA TRANSFORMACIÓN MALÉFICA).
Por eso
estoy aquí... No, no lo estoy esperando. Tampoco estoy “haciendo un levante”...
Simplemente aguardo con calma porque hoy habrá aquí cerca un acontecimiento muy
importante... Un asunto clerical... importante para la iglesia y para mi...
(PAUSA SIGNIFICATIVA) Y es que yo he quedado más que convencida de que mi sexo
ha quedado irremediablemente ligado a la liturgia. Sólo yo como mujer puedo
decir que la actividad sexual es un rito porque soy de las pocas que se ha
encontrado con... Dos! (SEÑALA CON DOS
DEDOS). Dos hombres sin problemas de erección y que coincidencialmente
habitan por los góticos rincones de alguna iglesia. Mis grandes orgasmos son
consecuencia del ritual que me han brindado...
COMIENZA A ESCUCHARSE MÚSICA DE CORO MEDIEVAL
El
monaguillo y el Sacristán!... con esta atmósfera.
Los
otros ha sido “verbo”, pero no carne.
Esta
tarde, en la esquina...(LA SEÑALA) se
celebra un Concilio... un Sínodo... 85 sacerdotes se reúnen en Asamblea... (SUBE LA MÚSICA REMARCANDO EL AMBIENTE
MORBOSO QUE ELLA CREA EN SU MENTE.) También vendrán seminaristas... y por
supuesto, sacristanes... monaguillos... (SE
CREA UN CLIMA ERÓTICO ESPECIAL) Todos ellos aquí... juntos... y yo, espero
en esta mesa... pido una copa de vino de consagrar y aguardo... No dejaré de
mirar hacia allá... igual que los sádicos cuando rondan las puertas de los liceos... con mi hambre...
lentamente, pero segura... Aguardo. Espero. Hasta que alguien se me acerque
bajo cualquier pretexto... y yo siempre al acecho le diga que me acompañe a una
copa de vino... (SUBE LA MÚSICA. ELLA
PARECE AHOGARSE DENTRO DE SI MISMA CON SUS DESEOS)
Allí
están... han comenzado a llegar. El Concilio está por empezar... Durará dos
días... Sacerdotes... seminaristas... Sacristanes... monaguillos... Y yo. Mi
deseo y mis dientes afilados. Presiento un gran incendio. Un inmenso ritual. Mi
lujuriosa Ultima Cena... Vino de consagrar y la carne tumultuosamente erguida
de uno de ellos. Bocatto di Cardinale!.
SONRÍE DE UNA MANERA DIABÓLICA MIENTRAS LA MÚSICA DE
UN CORO MEDIEVAL ESTALLA AL MÁXIMO Y LAS LUCES VAN DECRECIENDO HASTA DEJARLA
SUMERGIDA EN LA OSCURIDAD.
F
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