EL ÁNGEL
de Blanca Strepponi
Email: blancastrepponi@pequenhavenecia.com
Personajes
Adelina Escritora, sensible.
Amir Ex-esposo de Adelina. Artesano.
Asia Hija de Adelina y Amir, estudiante.
Bambi (Enrique José) Novio de Asia. Deportista.
Arnaldo Psicoanalista.
Ninoska Banquera divorciada.
Grecia Empleada doméstica.
Yema Yuri Astronauta.
El Ángel
Escenografía
La amplia sala-comedor de un apartamento de clase media ilustrada: muebles viejos pero bien conservados, cuadros, libros. Es un ambiente acogedor y de buen gusto, apenas iluminado por las luces intermitentes dispuestas en forma de estrella en el amplio balcón. Una puerta comunica con la cocina, otra con las habitaciones interiores y otra con el exterior.
Un antiguo reloj de péndulo marca la hora.
Entra Adelina y enciende las velas de un candelabro. Se ilumina completamente la escena. Adelina mira alrededor, está tensa. Se escuchan unos gemidos y un sonido rítmico creciente que delata a una pareja haciendo el amor. Muy turbada, mira nuevamente alrededor suyo y conecta el equipo de sonido. Se escucha música clásica. De un mueble toma un mantel, lo abre, lo sacude en el aire, lo coloca sobre la mesa, lo examina, encuentra una mancha, busca otro mantel y repite el proceso.
Entra riendo la hija de Adelina, Asia, seguida de su novio, Bambi. Asia está algo despeinada.
Asia: Hola mami.
Adelina: ¿Qué hacían?
Asia: Nada, ¿por qué?
Adelina: Mm... Necesito que me ayudes.
Asia: Claro, para eso vinimos.
Bambi: Sí doñita, mande usted.(Asia le da un codazo)
Adelina: No me digas doñita, te lo suplico. Si hay algo que me deprime es que me digan doñita.
Bambi: Pero doñita, si es cariñoso.
Asia: Cállate.
Adelina: ¿A ti te gusta que te digan Bambi?
Asia: ¡Mamá!
Bambi: No, no me gusta. Me llamo Enrique José.
Adelina: Y yo Adelina, así que no te olvides de lo tuyo que yo no me olvidaré de lo mío. Vayan sacando los platos y los repasan con el paño.
Asia: ¿La vajilla china?
Adelina: Sí, con cuidado porque era del abuelo Rao y si sobrevivió al viaje desde Shanghai...
Asia: Sí sí, ya sé.
Adelina: Y pon los palillos también.
Asia: ¿De nuevo Chop-Suey?
Adelina: Deja de protestar, te van a salir arrugas precoces.
Los jóvenes comienzan a sacar la vajilla. Adelina les da un paño a cada uno.
Asia: ¿Cuántos somos?
Adelina: (Contando con los dedos) Ustedes dos, tu padre, yo, Arnaldo,...
Asia: ¿Invitaste a Arnaldo!
Adelina: Sí, ¿por qué?
Asia: Cómo por qué mamá, después de lo que te hizo..
Bambi: ¿Qué le hizo?
Asia: Era su psicoanalista y...
Adelina: ¡Asia! ¿Le vas a contar todo?
Asia: Es mi novio, y además, no sé qué te importa si ya Arnaldo contó todos tus rollos en su libro.
Bambi: ¿En serio?
Asia: El libro se llama «Neurosis Complejísimas. Un caso inusual»
Adelina: Pero no decía mi nombre...
Asia: En vez de Adelina puso Adelaida.
Adelina: (Restándole importancia) Bueno, bueno, eso ya pasó.
Asia: ¿Con quién viene?
Adelina: Solo.
Asia: Me imaginaba, quién lo aguanta.
Adelina: ¡Asia!
Asia: No me dijiste, ¿cuántos somos?
Adelina: Tú, Bambi,...
Bambi: Si me llama Bambi yo le digo doñita delante de todo el mundo.
Adelina: Disculpa.(Retoma el hilo) Tu padre, yo, Arnaldo, Ninoska,...
Asia: ¡¡Ninoska!!
Adelina: Nadie te gusta.
Asia: (Resignada) Entonces somos seis.
Adelina: Y el ángel.
Asia: Los ángeles no comen.
Adelina: Deja las antipatías, éste sí come.
Bambi: ¿Quién es el ángel?
Adelina: No te importa.
Asia: ¡Mamá! (A Bambi) Después te digo.
Entra Grecia, muy acalorada.
Grecia: No puedo con ese señor.
Adelina: ¿Qué pasa ahora?
Grecia: Que si corte en cuadritos, que si en círculos de dos centímetros de (duda) dimetro...
Bambi: ¿De qué?
Adelina: Diámetro, Grecia, se dice diámetro.
Grecia: Es lo mismo. Yo fui a la escuela hace 40 años, no soy elefante para acordarme de esas boberías. Ni tampoco soy ingeniero; soy cocinera, co-ci-ne-ra. Y ese señor es un necio.
Asia: ¿De qué habla?
Adelina: Del libro de recetas de Scannone.
Grecia: (A Adelina) Usted se pone con unas cosas, señora Adelina, me disculpa, pero lo que a la gente más le va a gustar, además del Chop-Suey, es mi pollo negro.
Bambi: Yo paso.
Grecia: Usted no pasa nada, ya lo voy a ver con esa bocota llena de mi pollo negro...
Bambi: ¡Puaj!
Asia: Es sabrosísimo...
Bambi: ¿Pero por qué se llama pollo negro?
Asia: Porque es negro, es una cosa que comen en Trinidad.
Bambi: Con razón.
Grecia: Oiga jovencito, más respeto.
Adelina: Basta, basta, hoy no es día para pelear. (Mira el reloj de péndulo) Dios mío, ¡¡qué tarde!!!
Grecia: Pues tendrán que esperar, no soy máquina...
Bambi: ¿Qué hay de postre?
Grecia: Islas flotantes.
El reloj de péndulo da la hora. Grecia sale parsimoniosamente.
Adelina: Me voy a cambiar rapidito.
Asia: Ve tranquila mami, ponte bien bonita.
Adelina: (Mirando a su hija con cierta suspicacia) Ya vengo. Asia...
Asia: ¿Qué, mamá?
Adelina: Ustedes dos terminan, ¿no?
Asia: (Impaciente) Sí, sí.
Adelina: No se distraigan.
En cuanto Adelina se vuelve, los jóvenes comienzan a besarse furiosamente.
Brevísimo oscuro.
Luego luz tenue. Asia y Bambi tratan de recuperar el tiempo perdido poniendo a prisa la mesa. Entra Adelina. Luce muy elegante con un vestido de noche.
Adelina: ¿Todavía?
Bambi: (Genuinamente sorprendido por el aspecto de su suegra) ¡¡Doñita!!!
Adelina: (Fría) Qué pasa, Bambi.
Bambi: Se me escapó, disculpe doñita, de ahora en adelante le juro que le digo Adelina, señora Adelina... está tan bonita, qué cambio, yo...
Asia: (Furiosa pero controlada) Todavía faltan las copas.
Adelina: ¡Se me olvidaba algo importantísimo!
Adelina sale y regresa de inmediato con un gran florero lleno de flores silvestres. Adelina mira las flores embelesada. Coloca el florero en una mesa auxiliar.
Adelina: Si me muriera en este momento podrían decir: he aquí una persona que supo vivir rodeada de belleza.
Bambi: (A Asia, extrañado) ¿Qué le pasa?
Asia: Qué sé yo, ella es así.
Suena el timbre. Adelina se alisa el vestido y abre la puerta. Es Amir. Su aparición es acompañada por el sonido de una fanfarria. Luce radiante, lleva el pelo largo y canoso recogido en una coleta.
Amir: Hola.
Amir mira a Adelina con gesto de aprobación. Se acerca para besarla en la boca. Ella, indiferente, lo deja hacer. Amir le entrega un sobre cerrado con un gran lazo.
Amir: Es para ti.
Adelina: (Sorprendida) Gracias.
Amir: (Observando el arreglo de la casa) Menos mal que pedí una corbata prestada (Saca una corbata arrugada de su bolsillo, la alisa con la mano. Se la muestra a Adelina) ¿Te gusta?
Sobre el fondo negro de la corbata retoza un gran cochino plateado. Adelina hace un gesto de disgusto. Asia, seguida de Bambi, se acerca. Amir le da un beso.
Asia: Papá, él es Enrique José.
Amir: Epa.
Bambi y Amir intercambian un apretón de manos a la manera de los jóvenes, con una complicada secuencia de movimientos.
Amir: (Mostrándole la corbata a Bambi) ¿Qué te parece?
Bambi: (Con admiración) ¡Guau!
Amir: (A Adelina)¿Ves?, hay que estar actualizado.
Adelina: ¿Qué te sirvo?
Amir: Lo de siempre.
Amir se acerca a Asia y le entrega un sobre envuelto para regalo.
Amir: Le traje uno igual a tu madre.
Asia: ¿Qué es?
Amir: Un calendario lunar.
Asia: ¿Para qué sirve?
Amir: Uf, para muchas cosas, para saber cuándo sembrar, cuando convertirte en lobo, cuándo cortarte el pelo...
Adelina: (Interrumpe) No parece que lo usaras mucho.
Amir: (Aclara) para que crezca más... ¿los estudios?
Asia: Bien, como siempre.
Amir: (Muy satisfecho y casi sin ironía) Bien bueno que no sigas el ejemplo de tu padre.(A Bambi) ¿Tú también estás en la universidad?
Bambi: No, bueno, no por ahora.
Amir y Adelina intercambian una rápida mirada. Asia se aparta molesta.
Bambi: El entrenamiento no me deja mucho tiempo...
Amir: ¿Qué haces?
Bambi: Levanto pesas.
Amir: Mmm.
Bambi: ¿Y usted?
Amir: ¿Yo?
Bambi: ¿Qué hace?
Amir: Soy artesano..
Bambi: ¿Y eso da?
Amir: Voy a saludar a Grecia.
Amir sale. Suena el timbre. Adelina abre la puerta. Es Ninoska. Su aparición es acompañada por el sonido de un saxofón tocando un blues. Ninoska es el tipo de mujer que usa ropa de buena calidad sin lograr ser elegante pues suele estar «sobrevestida», como en esta ocasión. Es bella, de expresión dura. Trae una botella de champagne.
Ninoska: Caramba, Ninoska, ¡qué bonita!
Ambas mujeres se besan con sincero cariño.
Adelina: Tú también.
Ninoska: ¿Quién llegó?
Adelina: Amir.
Ninoska: (En voz baja) ¿Y Arnaldo?
Adelina: No todavía.
Ninoska: Pero, ¿seguro viene?
Adelina: Claro.
Ninoska abraza efusivamente a Asia quien recibe el abrazo con pasividad. Cuando Ninoska advierte la presencia de Bambi, suelta a Asia y lo observa con descaro.
Ninoska: ¡Ya sé! ¡Eres Bambi!
Asia: (Cortante) Se llama Enrique José.
Bambi, intimidado, saluda con un gesto.
Adelina: (Con la botella en la mano) Grecia, venga por favor.
Mientras Bambi y Asia se refugian en el balcón, entra Grecia seguida de Amir quien lanza una rápida y profesional mirada a Ninoska, saca la corbata del bolsillo, la alisa con la mano, se la anuda y finalmente chequea su aspecto en el espejo. Grecia toma la botella que le da Adelina.
Grecia: Señora Ninoska, bien buena la crema que me mandó.
Ninoska: Todas las noches, no se le olvide. ¿Trabajando mucho?
Grecia: Pues sí, llevando mucho calor y fastidio también, porque ahora y que hay que leer libros para cocinar...
Adelina: Vaya, Grecia, guarde la botella en la nevera.
Grecia se aleja refunfuñando. Amir se acerca.
Amir: Hola. Soy Amir, el papá de Asia.
Ninoska: Ninoska, la mejor amiga de Adelina.
Amir: Las amigas de Adelina son mis amigas...
Adelina: Me consta.
Amir: ¿Eres escritora también?
Ninoska: No.
Amir: ¿Ceramista?
Ninoska: Detesto las manualidades.
Amir: Esa es mi especialidad.
Ninoska: La mía es el dinero.
Amir: ¡El yin y el yan! Nacidos para complementarnos.
Ninoska: Lo dudo.
Adelina: Yo también.
Amir: La cocina huele divino, ¿a quién más esperamos?
Adelina: Un par de amigos...
Amir: ¡Cuánto misterio!
Adelinaa: La vida es misterio.
Suena el timbre. Ninoska y Adelina intercambian una mirada significativa. Adelina acude a abrir la puerta. Suenan los violines del Adagio de Albinoni. Es Arnaldo.
Arnaldo es un hombre apuesto y un poco solemne, habituado por su profesión a guardar distancias. Trae una caja muy grande envuelta con papel de regalo. Adelina y él se saludan con formalidad.
Adelina: No se hubiera molestado, doctor.
Arnaldo: En absoluto.
Adelina hace las presentaciones de rigor. Asia, que al oír el timbre se ha sentido obligada a regresar a la habitación con Bambi, se muestra hosca; Ninoska, concentrada en su presa. Asia toma la caja que ha traído Arnaldo y la agita.
Asia: ¿Qué hay aquí?
Amir: (Por lo bajo) Sesos a la vinagreta.
Bambi festeja con entusiasmo el comentario de Amir.
Arnaldo: Es un objeto con propiedades metafóricas.
Ninoska: ¿En serio? Nunca vi algo así.
Asia: Ni yo.
Adelina lanza una mirada fulminante a Asia, toma la caja y con una sonrisa forzada se dispone a abrirla, pero no encuentra la manera.
Bambi: Deje, doñi..., señora Adelina, yo la abro.
Bambi abre la caja y despliega algo inidentificable. Todos miran a Arnaldo.
Arnaldo: Hay que inflarlo.
Asia: ¡Qué práctico!
Ninoska: ¡Qué original!
Amir: A mí no me miren, yo estoy viejo para eso.
Bambi: Es fácil.
Bambi comienza a soplar y soplar hasta que se forma un gran globo terráqueo de donde surgen multicolores haces de luces. Todos murmuran asombrados. Grecia entra con una bandeja de pasapalos y se queda por un momento observando admirada el globo terráqueo.
Grecia: Lo bueno de esta casa es que una nunca se aburre...
Amir y Bambi asaltan con apetito la bandeja, toman varios pasapalos de una vez. Asia, acodada en el balcón, mira hacia la noche. Ninoska habla en susurros a Arnaldo. Adelina marca nerviosamente un número telefónico.
Ninoska: Doctor, ¿me permite que lo llame Arnaldo?
Arnaldo: Por supuesto.
Ninoska: Arnaldo, qué idea tan tierna, qué delicadeza traer un objeto con virtudes...(vacila) metafóricas.
Arnaldo: Me pareció apropiado para la ocasión.
Ninoska: Usted debe tener un corazón muy grande...
Arnaldo: ¿Por qué lo dice?
Ninoska: Todo el día escuchando los problemas de los demás...
Arnaldo: Lo que hay que tener muy grande es la cabeza...
Ninoska: ...dar buenos consejos
Arnaldo: El psicoanalista no aconseja.
Ninoska: (Sorprendida) ¿No? ¿Y qué hace?
Arnaldo: Cuando hay suerte, cura.
Ninoska: Ah. Curar las heridas. (Pausa) Uno a veces se siente tan solo...
Arnaldo: Ni me lo diga.
Ninoska: ¿Usted también?
Grecia se acerca a Adelina que acaba de colgar el teléfono y le habla discretamente.
Grecia: ¿A qué hora sirvo?
Adelina: Me acaban de decir que ya salió. No me presione, por favor.
Grecia: (Ofendida) Yo no presiono a nadie.
Grecia se acoda en el balcón junto a Asia. Adelina marca nuevamente el teléfono.
Ninoska: Yo sí tengo un corazón muy grande, y me es muy útil.
Arnaldo: ¿Útil?
Ninoska: Umjú. (En secreto) Soy una banquera intuitiva. Cuando una acción va a subir, siento un temblor que me sube desde aquí (se señala el ombligo y tamborilea los dedos sobre su pecho hasta llegar al corazón) y me llega hasta aquí.
Asia toma de la mano a Grecia y la lleva junto al globo terráqueo, donde traza una línea imaginaria con el dedo.
Asia: De Shanghai a Caracas...
Grecia: De verdad que es lejos.
Asia: ¿Tú te acuerdas del abuelo Rao?
Grecia: Cómo no. Me enseñó a hacer Chop-Suey.
Asia: A veces me pregunto qué hubiera pasado si él se quedaba en Shanghai.
Grecia: Tú no hubieras nacido.
Asia: ¿Por qué alguien llega a un lugar y no a cualquier otro?
Amir: (Tragando un último bocado) Es por el destino.
Asia: Tiene que haber algo más.
Grecia: Pues claro que hay, hay un único algo más y ese algo no se puede explicar. Lo entiendes o no lo entiendes.
Repentinamente, Ninoska se desmaya en brazos de Arnaldo.
Arnaldo: (Alarmado) ¡Adelina!
Todos rodean a Arnaldo quien sostiene a Ninoska con mucho esfuerzo e incomodidad.
Adelina: ¿Qué pasó?
Arnaldo: No sé, me estaba explicando cómo funcionan los fondos mutuales...
Amir y Bambi: ¡Mjm!
Arnaldo acomoda torpemente a Ninoska en el piso.
Arnaldo: Habrá que llamar a una ambulancia.
Grecia: ¿Y él no es doctor?
Arnaldo: No soy doctor.
Adelina: ¿Cómo?
Arnaldo: (Lamentable) Soy psicólogo.
Amir y Bambi: ¡Mjm!
Ninoska gime.
Asia: (Seria) Grecia, trae agua bien fría.
Grecia: (Siguiendo el juego) Sí, ya sé. En mi pueblo, cuando hay luna llena, algunas mujeres se convierten en lobizonas y si uno no las enfría rápido, empiezan a echar fuego por el ombligo y sale un olor a azufre...
Adelina: (Interrumpe furiosa) ¡Grecia!
Amir: Tranquilas chicas, hoy hay cuarto creciente.
Un viento ululante de misteriosa procedencia agita el globo terráqueo.
Ninoska: (Reaccionando) ¿Dónde estoy?
Asia: En el siglo XXI.
Adelina: Ay, Ninoska querida, qué susto nos diste...
Bambi: ¡Casi llamamos a la ambulancia!
Arnaldo y Amir ayudan a Ninoska a levantarse.
Ninoska: De repente sentí un tilín... y una voz susurró: «estoy en camino...»
Amir: Es el alma del abuelo Rao...
Grecia se persigna.
Arnaldo: Encuentros del sujeto con lo imposible de decir...
Bambi: ¿Y?
Ninoska: Fue como bucear en el océano...
Arnaldo: Una Durcharbeitung simbólica...
Adelina: ¿Te preparo un tecito?
Amir: Un whisky seco.
Ninoska: (Más animada) Sí, un whiskicito.
Amir le lleva el vaso y la toma por el hombro.
Amir: Necesitas aire fresco.
Amir, poco a poco, lleva a Ninoska en dirección al balcón.
Amir: ¿Mejor?
Ninoska: Sí, algo.
Amir: ¿Te gustan los conciertos de rock?
Ninoska: ¡Qué horror!
Amir: ¿Salsa?
Ninoska: ¡Por favor!
Amir: Tienes que estar más dispuesta a la aventura, Ninoska, no todo en la vida es dinero, hay otras cosas...
Ninoska: ¿Qué otras cosas?
Amir: Te invito a un concierto de jazz. ¿Te gusta el jazz?
Ninoska: Más o menos.
Amir: Pero tenemos que llegar por lo menos dos horas antes.
Ninoska: ¿Por qué?
Amir: Porque soy amigo del encargado de sala y me deja entrar coleado.
Ninoska, muda de perplejidad, se deja conducir por Amir hacia el balcón donde prosigue su cuchicheo desfachatado.
Grecia: (Malhumorada) Con permiso...
Asia: Voy a ayudar a Grecia.
Bambi: Yo también.
Los jóvenes salen. Adelina y Arnaldo quedan a solas.
Adelina: (Algo incómoda) Es muy bonito el globo terráqueo.
Arnaldo: Pensé que le gustaría. (Pausa) Adelina, ¿cómo se ha sentido?
Adelina: Ya no lloro a cada rato. Gracias a usted.
Arnaldo: En absoluto, el mérito es suyo.
Adelina: Sí, supongo.
Arnaldo: ¿La escritura?
Adelina: ¿Qué escritura?
Arnaldo: (Paciente) La suya.
Adelina: Sentimental y patética. Y mis tendencias melancólicas marchan viento en popa, así que hago telenovelas como churros. Y gano dinero.
Arnaldo: ¡Magnífico!
Adelina: Sí, estupendo.
Arnaldo: ¿Qué escribe ahora?
Adelina: La historia de un príncipe extraterrestre exiliado que simula ser un empresario de la cibernáutica.
Arnaldo: ¿Y?
Adelina: ¿Le parece poco?
Arnaldo: No, no, sólo quiero saber cómo sigue.
Adelina: El príncipe se enamora de su bella y bondadosa secretaria. Naturalmente es correspondido; pero pronto comprende que es un amor no sólo sin futuro sino casi sin presente, pues está impedido nada menos que por la biología.
Arnaldo: ... ¿Y?
Adelina: Transfigurado definitivamente por el dolor, abandona la tierra comprendiendo al fin a estos pequeños y arbitrarios humanos que somos. (Pausa) Nada original.
Arnaldo: La originalidad es un concepto romántico.
Adelina: Eso no me consuela.(Pausa)¿Sabe doctor?, cada día que pasa estoy más convencida de lo absurdo de la existencia.
Arnaldo: Yo también. (Se acerca unos pasos a Adelina) Por eso mismo he sentido como nunca antes la urgencia de actuar.
Adelina retrocede. Arnaldo, más cerca, la mira a los ojos.
Arnaldo: (Transformado) Ahora que no soy tu terapeuta te lo puedo decir.
Adelina: (Nerviosa) Bueno, la verdad es que yo nunca pensé que usted fuera un optimista.
Arnaldo: Sólo a veces. Hoy, por ejemplo.
Adelina: Voy a buscar más pasapalos.
Arnaldo: (La detiene por el brazo) Adelina, no puedo más, tengo que hablar. ¿Te molesta que te tutee?
Adelina, anonadada, niega con la cabeza. Logra zafarse de Arnaldo y retrocede hacia el globo terráqueo. Arnaldo la sigue.
Arnaldo: Adelina, no sabes cuánto añoro nuestras sesiones, escuchar la voz de
tus secretos, navegar por los mares recónditos de tu mente prodigiosa, viajar por el laberinto de tu alma, oler tus fantasías, atisbar los vericuetos de tu laborioso erotismo
Adelina: ¡Doctor!
Arnaldo: ¡No soy doctor! Qué más da. Y en este momento ni siquiera soy psicólogo, soy un hombre, simplemente un hombre... Adelina, llámame Arnaldo, te lo suplico.
Adelina: (Protegiéndose tras el globo terráqueo) Pero Arnaldo, yo no estaba preparada para esto...
Arnaldo: (Logra tomar a Adelina por los hombros.) ¿Cómo estar preparado para la vorágine de la vida? (Ella vuelve a zafarse) Haz de cuenta que soy ese príncipe extraterrestre de tu imaginación, un exiliado perdido en un planeta anónimo, un desamparado sediento de amor...
Adelina: (Debilitada) Sí, bueno, voy a buscar los pasapalos...
Arnaldo: Mi hambre es de otra naturaleza.
Adelina: (Algo recuperada) Arnaldo, usted sabe mejor que nadie que yo tengo muchos problemas...
Arnaldo: ¿Y?
Adelina: ¡Soy una mujer llena de angustias!
Arnaldo: Nada de lo humano me es ajeno.
Adelina: (Desesperada) Pero, Arnaldo, el sexo...
Arnaldo: Uf, San Freud, apiádate de mí... ¿qué pasa con el sexo?
Adelina: El sexo me problematiza...
Arnaldo: ¿A quién no?
Adelina: (Cediendo) Yo estoy en desventaja, casi no te conozco.
Arnaldo: (Tomándola con firmeza viril) Conocerme es fácil: disfruto de los placeres sencillos, soy franco, inteligente, sensible, generoso y... apasionado.
Suenan los violines del Adagio de Albinoni, Arnaldo besa a Adelina. La escena se oscurece, relámpagos y rayos iluminan el beso de la pareja. En el balcón, también Ninoska y Amir se besan.
****
Todavía en la semioscuridad. El Adagio de Albinoni se funde con el sonido del reloj de péndulo. Mientras vuelven las luces a la normalidad, entra Grecia portando una bandeja espectacular. La siguen Asia y Bambi también con bandejas. El grupo asiste sorprendido al fin del largo beso de ambas parejas.
Asia: ¡Mamá!, ¡papá!
Grecia: No digo yo que en esta casa una nunca se aburre.
Bambi: ¡Guau!
A pesar de la incomodidad general, Adelina trata de recuperar el dominio de la situación.
Adelina: (Mira el reloj de péndulo) ¿No vamos a esperar?
Asia: (Cortante) Tenemos hambre.
Grecia: Ese ángel suyo como que perdió la dirección.
Amir: ¿Qué ángel?
Arnaldo: ¿Un ángel?
Ninoska: ¿Cómo?
Bambi: A mí no quisieron decirme nada.
Adelina: Bueno, bueno, vayan sentándose. Ya vengo.
Ninoska: ¿A dónde va?
Amir: Quién sabe...
Las parejas se sientan una junta a otra, quedando dos espacios vacíos. Desciende un gran cartel electrónico, luminoso y muy colorido, de los que se usan para comunicar mensajes en los espacios públicos. Este mensaje dice alternativamente:
Año 2000. Siglo XXI
Bienvenido a Caracas,
Bienvenue, Welcome, Willkommen
Adelina regresa y señala el cartel.
Adelina: ¿Qué les parece?
Arnaldo: ¡Muy creativo!
Bambi rompe el silencio con un enérgico aplauso que es seguido por los demás.
Adelina: Me voy a permitir unas palabras antes de cenar.(Pausa) Podría decirse que todos ustedes me conocen bien. Les agradezco la paciencia.
Todos se miran entre sí. Grecia suspira. Las reacciones son casi simultáneas:
Asia: ¿Qué ridiculez es ésta?
Ninoska: Por favor, no tiene importancia.
Arnaldo: El agradecido soy yo.
Amir: Me gané el cielo.
Bambi: No entiendo nada.
Adelina hace un gesto con la mano pidiendo silencio.
Adelina: La llegada del año 2000 es inminente... (Nuevos murmullos que se aplacan a un gesto de Adelina). Sabemos que en ese nefasto clima milenarista se abonarán los peores augurios; pensamientos apocalípticos fecundarán en la idea del vacío original.
Bambi: (Alarmado, a Amir) ¿Todo eso va a pasar?
Amir asiente y le palmea la espalda para tranquilizarlo, Asia le toma la mano. Arnaldo indica con un gesto que hagan silencio.
Adelina: Pero lo que consideramos como vacío no es tal, porque de acuerdo con la mecánica cuántica y el principio de incertidumbre, partículas subatómicas pueden aparecer y desaparecer antes de poder detectarse en un infinito mar de nada.
Ninoska: ¡Adelina si sabe!
Arnaldo: (Arrobado)¡Es una mente admirable!
Adelina: De vez en cuando, puede surgir una partícula y desarrollar la masa del universo, para empezar luego a expandirse... (Adelina, dramática, señala con el brazo al globo terráqueo que, a su gesto, se desinfla con un silbido) ...antes de desaparecer. (Pausa) El universo sería entonces una irregular fluctuación cuántica en el vacío.
Ante la inquietud de los invitados, Adelina queda por un momento con una expresión ausente. Pero reacciona:
Adelina: La belleza de los pequeños momentos, de las cosas menudas, son las que expresan la delicadeza de alma:
nuestras limitaciones pero también nuestra grandeza. Por eso pensé tanto en cada uno de los detalles de esta cena, pues deseo que compartamos un tiempo de serenidad y gratitud para con nuestro paso transitorio por el mundo; de gratitud ante lo que la vida nos ofrece, sea poco o sea mucho... Mi deseo es que este ensayo, éste estar hoy aquí reunidos alrededor de esta mesa, nos prepare para el verdadero 31 de diciembre de 1999. (Con creciente apasionamiento) Cuando la oscuridad de esa noche descienda sobre nuestras cabezas, cuando el temor y la angustia emane de cada uno de los seis billones de humanos que habitan en la tierra y envenene el aire, cuando esa nube de energía negativa pretenda intoxicarnos, recordaremos esta noche. Esta noche simbólica y metafórica, en la que dimos la bienvenida al siglo XXI, protegidos por el amor y la solidaridad que hoy nos une. (Pausa) Y ese recuerdo, y el recuerdo de quienes más amamos y que ya no están aquí pero que guardamos en lo más profundo del corazón, será nuestro escudo.
Adelina cierra los ojos y baja la cabeza. Los demás no saben muy bien qué hacer. Bambi aplaude, Amir lo sigue. Arnaldo lanza un tímido «¡Bravo!».
Asia: ¿Comemos o no comemos?
Grecia: Me duelen los pies.
Amir: Estoy muerto de hambre.
Adelina hace un gesto a Grecia para que comience a servir.
Grecia: Chop-Suey, la especialidad del abuelo Rao y Pollo Negro, la especialidad de Grecia.
Amir: Grecia, eres un ángel.
Grecia: Ya sé.
Bambi: Mm, ¡qué rico el pollo negro!
Grecia: Yo le dije a usted que le iba a gustar. (A todos) De ahora en adelante, self-service.
Adelina: ¡Grecia!
Grecia se encoge de hombros y se retira. Amir y Arnaldo se aproximan a la mesa auxiliar y estudian la oferta.
Ninoska: (A Adelina) Adelina, no sé qué decirte, qué pena, fue algo tan inesperado, la verdad es que Amir, no sé, tiene cierto encanto...
Adelina: (La interrumpe) Shh, no te preocupes, después hablamos de eso, ahora no puedo, me hierve la cabeza.
Ninoska: Nunca me dijiste por qué te divorciaste de Amir...
Adelina: Si sigues así, lo averiguarás tú misma.
Bambi: (Inocente) El señor Amir me explicó que un hombre debe conocer bien los influjos de la luna, porque a veces las mujeres se ponen como locas y uno no sabe de qué va y entonces...
Amir: (Interrumpe tratando de enmendar el asunto) Lo que dije es que las chicas deben evitar los baños de luna llena, porque si hay un estímulo indebido del cuerpo emocional... ay ay ay.
Arnaldo: (Interesado) ¿A qué se refiere?
Amir: (En voz baja) Pueden manifestarse problemas ocultos incontrolables...
Arnaldo: Entiendo.
Amir: ...sobre todo si la luna llena irradia sobre los chakras coronarios.
Arnaldo: ¿Ubicados dónde?
Amir se señala el tope de la cabeza.
Arnaldo: Ah.
Ambos regresan a la mesa y por un momento todos parecen entregados al placer de la cena.
Ninoska: Adelina, ¿qué es eso del ángel?
Bambi: A mí no quisieron decirme nada.
Adelina: No tiene importancia.
Arnaldo: ¿Un ángel, sin importancia?
Amir: Vamos, Adelina, no nos dejes así...
Adelina: Está bien, está bien. Se me ocurrió que podía ser algo bonito cenar con un ángel, imaginar que era posible ingresar al nuevo milenio resguardados por una figura benéfica tradicional, un protector... pero no vino, no sé qué pasó.
Ninoska: ¿Y de dónde ibas a sacar un ángel?
Adelina: Contraté a un muchacho que trabaja como extra en la telenovela.
Asia: Hoy en día la gente anda muy necesitada.
Adelina: (A la defensiva) Estaba encantado, le pareció una idea bella.
Asia: Claro, qué va a decir...
Ninoska: (Incrédula) ¿Venía vestido de blanco, con aureola y alas y todo eso?
Adelina: (Asiente y suspira dolida) Yo quería que todo fuera como un sueño...
Asia: Por favor, mamá, un tipo disfrazado de ángel tocando el timbre de una casa ajena, ¿eso es un sueño?
Amir: Si andaba así por la calle, debe estar preso.
Bambi: (Solidario) Mire doñi..., señora Adelina, yo no tengo problema, si usted quiere me envuelvo en una sábana....
El sonido del viento batiendo contra la puerta del balcón interrumpe la propuesta de Bambi. De inmediato se desata una violenta tormenta eléctrica, retumban los truenos y la luz zigzagueante de los relámpagos entra a través del balcón abierto. Ráfagas de aire despeinan a las damas, las cortinas se agitan, tiemblan copas y lámparas. Las luces se prenden y se apagan. Se escuchan nerviosas exclamaciones, en especial de Grecia quien ha regresado de la cocina. Alguien grita: «¡Es el Big Bang!» En el cartel electrónico aparecen parpadeos luminosos y signos incomprensibles; el globo terráqueo, que yacía desinflado en el piso, ahora titila y se expande y se contrae como si estuviera respirando. Las agujas del reloj de péndulo giran veloces en un sentido y en otro.
Luego, un estruendo descomunal: una nave espacial ha aterrizado en el balcón. Cesa la tormenta eléctrica.
En medio del aterrorizado silencio, se escucha un chisporroteo y el sonido de unos goznes oxidados, como si un antiguo portón se estuviese abriendo por primera vez después de cientos de años. Los comensales, formando un único y tembloroso cuerpo, retroceden. Vahos de humo se desprenden de la desvencijada nave de la que caen algunos tornillos. La puerta se entreabre, sale más humo y se escucha una tos ahogada. El grupo gime y da otro paso atrás. Por la puerta de la nave asoma la cabeza de un astronauta cubierta con una escafandra; más toses. Luego, trata de sacar una pierna, pero le queda trabada en la puerta por lo que debe forcejear para zafarse. Finalmente el astronauta logra salir. Se apoya contra la nave, da unos pasos vacilantes, se detiene, tose, camina un poco más. Se quita la escafandra. Es muy joven y pelirrojo.
Como todos los astronautas, usa el pelo corto y erizado. Mira alrededor con los ojos desorbitados. Da unos pasos hacia la mesa detrás de la cual se han amontonado los convidados. Olisquea el aire con avidez.
Astronauta: Mm... ¡Ejvart-piskina!
En el cartel electrónico se lee:
«Mm... ¡Pollito negro!»
Astronauta: ¡Rinkofelt, rinkofelt!
Cartel electrónico: «¡Delicioso, delicioso!»
Ante el asombro del atemorizado grupo, el astronauta se acerca a la mesa, toma un muslo de pollo y comienza a comer vorazmente.
Astronauta: (Con la boca llena) Piskina rinkofelt... sine ankara salte.
Cartel electrónico: «Pollito delicioso... falta un poco de sal»
Grecia: (Ofendida) No le falta nada.
Astronauta: Mmm, ¡undakam Suye-Kopen!
Cartel electrónico: «Mmm, ¡y además Chop-Suey!»
Mientras el astronauta se atiborra de comida, el grupo se distiende paulatinamente. Algunos se le acercan y otros examinan la nave con mucha cautela.
Astronauta: ¡Onperof, onperof! ...an regesio.
Cartel electrónico: «¡Adelante, adelante! ...no hay peligro»
Asia toma con cuidado la escafandra que el astronauta ha dejado en el piso, la examina y la coloca donde estaba.
Asia: Pshh, señor Astronauta, Do you speak English?
Astronauta: ¿Mm?
Cartel electrónico: «¿Mm?»
Asia: English.
El astronauta niega con la cabeza y ataca otra pieza de pollo.
Grecia: Y eso que le falta sal.
Astronauta: (Asiente) Mj, ankara salte.
Cartel electrónico: «Mj, falta sal.»
Adelina: Monsieur, est-ce que vous parlez français?
El astronauta niega con la cabeza.
Arnaldo: Sprechen-Sie Deutsch?
El astronauta vuelve a negar con la cabeza. De pronto, algo sobre la mesa lo hace reaccionar con renovado entusiasmo.
Astronauta: ¡¡¡Pepsi-Cola!!!
Cartel electrónico: «¡¡¡Pepsi-Cola!!!»
Toma la botella de Pepsi-Cola y la empina, bebiendo ruidosamente hasta terminarla.
Astronauta: (Eructa) Rinkofelt.
Cartel electrónico: «Delicioso.»
El astronauta, evidentemente satisfecho, se echa hacia atrás en su silla, extiende las piernas, cierra los ojos y duerme. Se escuchan unos ronquidos. El grupo lo rodea procurando no despertarlo.
Grecia: Fuchi, ¡este marciano si huele!
Adelina: Pobre, quién sabe cuánto hace que no se baña.
Bambi: En el espacio el agua es un tesoro.
Todos a un tiempo debaten en susurros la asombrosa circunstancia con comentarios como:
- ¿De dónde salió?
- ¡Es extraterrestre!
- ¡Qué va! Es checheno.
- Llamemos a la policía...
- ¡Qué flaco!
- Podría traer una peste galáctica...
- Debería estar en cuarentena...
- ¿Qué idioma habla?
- Se hace el que no entiende...
- Tiene la mirada triste...
- Es capaz de comerse una vaca...
- Para mí, es un espía soviético...
- Llamemos a la Interpol...
- La Unión Soviética ya no existe...
- Aquí no hay nada qué espiar...
- Tú que sabes...
- Los marcianos buscan petróleo...
- ¿Tú crees que son unos imbéciles como nosotros, que a ellos no les importa el ambiente?
Como la discusión se hace más vívida, las voces suben de tono involuntariamente y despiertan al astronauta quien se pone de pie. El grupo retrocede. El astronauta sonríe e inclina la cabeza.
Bambi se separa del grupo y se le acerca. Bambi habla en voz alta y muy lentamente, separando las sílabas. El astronauta escucha con gran atención.
Bambi: (Se palmea el pecho) Yo, Enrique José. (Palmeando el pecho del astronauta) Tú, ¿có-mo lla-mar-te?
Ninoska: ¡No lo toques!, parece enfermo...
Astronauta: Yo, tú.
Bambi: Tú.
Astronauta: Tú. Yema Yuri.
Bambi: ¿Yema Yuri?
Astronauta: Yema Yuri.
Cartel electrónico: «Yema Yuri.»
Todos: ¡Yema Yuri!
El astronauta sonríe y saluda con elegante gesto.
Bambi: ¿De dón-de vie-nes?
El astronauta señala el globo terráqueo en el piso, luego simula con las manos una punta de cohete, extiende los brazos, hace un ruido como de avión y corre velozmente por el escenario. Se detiene frente al balcón abierto y señala un punto en el cielo.
Yema Yuri: Brahmaloka.
Cuando el nombre de «Brahmaloka» comienza a leerse en el cartel electrónico, éste echa chispas y se apaga.
Amir: ¿Entonces, Brahmaloka existe?
Adelina: ¿Qué es eso?
Amir: Es el planeta de Brahma, donde la vida es larguísima.
Asia: ¿Cómo sabes?
Amir: Pasé una temporada con los Hare Krishna.
Yema Yuri, tarareando la canción «Hare Krishna» de George Harrison, se monta en una silla y pronuncia el siguiente emocionado discurso:
sahasra-yuga-paryantam
ahar yad brahmanpo viduh
ratrim yuga-sahasrantam
Todos: ¿Qué?
Amir: Es sánscrito. Dice que un día en Brahmaloka dura 24 yugas, y cada yuga dura 4.300.000 años.
Bambi: ¡Guau!
Yema Yuri: ratry-agame praliyante
Amir: Sin embargo, después de vivir billones de años, los habitantes de Brahmaloka tienen que enfrentarse a la muerte.
Yema Yuri: (Más enfático) ¡praliyante!
Amir: ¡Nadie escapa de la muerte!
Yema Yuri: na tad bhasayate suryo na sasanko na pavakah
Amir: ...a menos que vayamos a los planetas espirituales. El que allí llega nunca regresa al mundo material.
Ninoska: Yo me quedo.
Grecia: Y yo.
Yema Yuri, todavía en la silla, respira profunda y ruidosamente y, muy erguido, levanta los brazos por encima de su cabeza, junta las palmas de las manos, dobla la pierna izquierda sobre la rodilla derecha y se queda inmóvil, a la manera de una garza, haciendo perfecto equilibro sobre una pierna.
Arnaldo: ¿Y ahora qué pasa?
Amir: Es una postura yoga. Está cargando energía.
Pasado un momento, Yema Yuri, resplandeciente, desciende de la silla, va hacia el equipo de música y lo conecta. Suena a todo volumen un hermoso vals vienés. Yema Yuri se acerca a Grecia y la invita a bailar, Grecia se niega; él insiste y al fin ella acepta. A pesar de ser una pareja tan irregular, se desplazan con distinción. Poco a poco los demás los imitan: Amir baila con su hija, Bambi con Adelina y Arnaldo con Ninoska. Pronto las parejas se intercambian alegremente sin distingos de sexo. Disfrutan del baile con una inocencia propia de niños.
Mientras se escuchan sus risas, sus alegres voces y los pasos todavía bailando, las luces disminuyen hasta alcanzar una completa y breve oscuridad.
****
El escenario vuelve a iluminarse. El grupo está algo disperso, cada quien ha encontrado un lugar apropiado donde reposar cómoda y relajadamente; algunos, sentados a la mesa principal, mordisquean manjares. Asia, Arnaldo y Yema Yuri ocupan sillones próximos. A partir de este momento, Yema Yuri hablará en español con un marcado acento extranjero de procedencia indefinida.
Asia: (A Yema Yuri) ¿Cómo?
Yema Yuri: Koppernigk, Nikolas Koppernigk. Muy inteligente, siempre corrigiendo el libro...
Arnaldo: ¿Qué libro?
Yema Yuri: De revolutionibus orbium coelestium.
Arnaldo: Me suena.
Asia: ¿Y es amigo tuyo?
Yema Yuri: Sí, mucho.
Arnaldo: (Gritando) ¡Koppernigk! ¡Ya sé! ¡Copérnico, Nicolás Copérnico!
Yema Yuri: (Asiente) Muy inteligente.
Asia: Pero Yema Yuri, Copérnico está muerto...
Yema Yuri se encoge de hombros.
Asia: ¡Murió en el siglo XVI!
Yema Yuri se encoge de hombros.
Arnaldo: ¡Hace cuatrocientos años!
Yema Yuri: Bah. El tiempo no importa...
Adelina: (Que escuchaba atentamente) ¡Qué va a importar si él estuvo en Brahmaloka y allí una hora dura 4.300.000 años! Con un week-end que te pases allí...
Asia: (A Yema Yuri) Entonces, ¡¡eres viejísimo!!!
Yema Yuri: ¿Yo? No sé. Me parece que ahora soy más joven que antes.
Asia: ¿Por qué?
Yema Yuri: Por lo del cuerpo astral.
Arnaldo: Pero, ¿cómo llegó Copérnico a Brahmaloka?
Yema Yuri: Dice que tropezó con un agujero negro.
Adelina: Y tú, ¿cómo llegaste?
Yema Yuri: ¿Yo? No sé... será por un agujero negro también, hay tantos...
Arnaldo: Yema Yuri, dime algo, ¿en Brahmaloka hay más gente?
Yema Yuri: (Con expresión radiante) Sí, y en la Supernova de Magallanes también... Muchas, muchas auras. Muy bonitas, luminosas como pléyades.
Adelina: ¿Tienes otros amigos?
Yema Yuri: Sí, muchos. La señora María,(soñador) ah,....
Arnaldo: ¿Quién?
Comienza a oírse a María Callas cantando el aria «Casta Diva».
Arnaldo y Adelina: (Perplejos) ¡¡¿María Callas?!!
Yema Yuri asiente y suspira.
Asia: ¿Qué otros amigos tienes?
Yema Yuri: Mmm, el señor Rao...
Asia: (Conmocionada)¿Rao?
Yema Yuri: El señor Rao de Shanghai.
Adelina: (Se acerca, también perturbada) ¿Quién es el señor Rao?
Yema Yuri: El señor Rao es un maestro.
Asia: ¿Qué enseña?
Yema Yuri: ¿Enseñar? No entiendo. Es poeta.
Adelina: ¿Recuerdas algún poema?
Yema Yuri: (Orgulloso) Todos.
Yema Yuri se pone de pie y recita:
«eran cielos oscuros
nubes trepidantes
la gran pregunta
acechaba a toda hora»
Adelina, profundamente conmovida, toma a Yema Yuri por el brazo y continúa recitando el poema:
«ah, el viejo dolor
impiadoso, irresistible
se agita en el pasado
y me hace sucumbir»
Adelina se abraza a Yema Yuri y llora. El le acaricia la cabeza con ternura.
Asia: Pero el abuelo Roa murió.
Yema Yuri: ¡Praliyante!
Arnaldo: (En voz baja) Nadie escapa de la muerte...
(Pausa)
Adelina: ¿Quién eres?
Yema Yuri: ¿Yo? (Pausa) Soy Yema Yuri.
Adelina: ¿Eres un ángel?
Yema Yuri: ¿Un ángel? ¿Qué es un ángel?
Adelina: Un mensajero de Dios.
Yema Yuri se queda en silencio, pensativo.
Adelina: Dime, ¿quién eres?
Yema Yuri: ¿Yo? Soy Yema Yuri, un náufrago.
El reloj de péndulo marca las doce de la noche. Se desata una tormenta eléctrica, similar a la que precedió la llegada de Yema Yuri. La nave se desarma con estrépito, saltan tornillos, ruedan sus piezas. Salvo Yema Yuri, todos van hacia el balcón.
Yema Yuri toma su escafandra, mira a su alrededor, se asoma a la puerta de la cocina y luego a la puerta de calle. Desorientado, regresa a la sala. Alza la cabeza: desde arriba descienden un par de cuerdas sujetando una tabla, como un columpio casero. Yema Yuri se coloca la escafandra, sujeta sus manos a las cuerdas, se monta en el columpio y, de pie, es elevado lentamente.
El lento movimiento ascendente del astronauta se corresponde con el descenso, en el fondo del escenario, de un gran telón que reproduce una fotografía de la Tierra vista desde el espacio exterior.
Bambi: (Alarmado) Epa, Yema Yuri, ¿a dónde vas?
Adelina: ¿Qué pasa?
Asia: ¡Se va, mamá, se va!
Todos se precipitan hacia la sala pero ya es tarde: Yema Yuri hace adiós con la mano a sus anfitriones y al público. Grecia llora, Ninoska le toma la mano. Amir abraza a su hija. Fernando a Adelina. Todos quedan mirando hacia arriba y agitan sus manos -algunos con pañuelos blancos- hasta que Yema Yuri desaparece.
Tristes y desconcertados, los amigos se miran unos a otros.
Grecia: Se me había olvidado lo bonito que es bailar.
Amir recoge del piso algunos tornillos y pequeños restos de la nave.
Amir: Voy a hacer unos engarces bien bellos para que siempre llevemos un recuerdo de Yema Yuri con nosotros.
Suena el timbre. Nadie hace ademán de atender, ni siquiera parecen haber oído. Vuelve a sonar el timbre, esta vez con más insistencia, hasta que por fin Asia abre la puerta.
Iluminado por una luz celestial, un imponente y hermoso ángel fuma un cigarrillo recostado de la pared. Desde su espalda se despliegan unas enormes y delicadas alas; un
aura dorada ilumina la regia cabeza. Al ver a Asia, de inmediato apaga el cigarrillo y se endereza.
Es el mismo actor que interpretara a Yema Yuri, sólo que ahora luce saludable, las mejillas sonrosadas, la mirada afable y una expresión serena y amistosa. Su voz, cálida y jovial, es característica de un joven despreocupado.
El Ángel: ¿Está la señora Adelina?
Asia, sin atinar a responder, asiente y se aparta para que el Ángel entre.
El Ángel: Buenas noches.
Bambi: ¡Guau!
Adelina: (Con un hilo de voz) Hola.
El Ángel: Qué pena con usted señora Adelina, yo salí temprano, pero no sé qué pasó hoy en Caracas, hubo unas tormentas locas y el tráfico estaba imposible.
El Ángel avanza sobre el escenario. Como su vestido es muy amplio y las alas vibran y son tan grandes, ocupa mucho espacio a su alrededor, de manera que dará la curiosa sensación de estar solo, casi flotando su figura sobre el fondo del paisaje estelar de la Tierra.
El Ángel: Mientras estaba esperando en la puerta se me acercó un viejito y me pidió que le entregara este libro a la señorita Asia. (Lee la portada del libro) «El Destino y el Tiempo. Poemas de misterio escritos para Asia por su abuelo Rao de Shanghai.»
Asia se acerca y toma el libro.
El Ángel: Ajá, misterios, interesante... ¿después me lo prestas?
Asia asiente con un gesto. El Ángel observa los restos de la nave esparcidos por el piso.
El Ángel: ¡Qué tormenta, eh?
El Ángel observa la mesa.
El Ángel: Ya comieron, qué lástima, me hubiera gustado acompañarlos. Estaba tan contento que anoche casi no pude dormir... Yo siempre quise ser ángel...
Adelina: ¿Tú cenaste?
El Ángel: Por eso no se preocupe, cuando llegue a mi casa me hago un sandwich.
Grecia: Pollo negro hay bastante.
Amir: Y está muy sabroso.
Adelina: Siéntate, por favor.
Fernando: Nosotros te acompañamos.
Asia: Claro.
Ninoska: No hay cosa más triste que comer solo.
Bambi: ¿Qué, empezamos todo de nuevo?
Se sientan a la mesa con el Ángel a la cabecera. Adelina le sirve un plato.
El Ángel: ¡Mmm, Ejvart-piskina!
De súbito, las luces se apagan por completo. Se escucha la voz entusiasta del Ángel diciendo:
¡Rinkofelt, rinkofelt!
F I N