Pedro Campos |
El socialismo de Estado, como lo vislumbró nuestro José Martí
“De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser
siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora,
irá ser esclavo de los funcionarios.”
José Martí.
José
Julián Martí y Pérez, el apóstol de la independencia de Cuba,
escribió en abril de 1884 su inmortal articulo “La futura
esclavitud”, un análisis de un escrito homónimo de Herbert
Spencer, en el cual nuestro héroe nacional hacía una crítica
del socialismo de Estado que se defendía en la Inglaterra de esa
época, pero muchas de cuyas manifestaciones hoy -123 años después-
continúan observándose en nuestro país, a pesar de los
fracasos de sus distintas variantes aplicadas en Europa en
el Siglo XX.Esta
reproducción de aquel escrito martiano, poco divulgado,
puede servir para que trabajadores, ciudadanos de a pié,
Doctores, Filósofos y científicos sociales y funcionarios
que no lo hayan visto, aprecien como ya los problemas que
afloraron en el Socialismo de Estado del Siglo XX, eran
proyectados por el más universal de todos los cubanos, nada más
y nada menos que desde fines del siglo XIX, un año después
de la muerte del propio Carlos Marx, fundador del socialismo científico.
En
estos momentos en que la sociedad cubana se ha planteado con toda
claridad, en la voz del compañero Raúl Castro, la necesidad de
hacer cambios estructurales, nada mejor que repasar la
exposición martiana sobre el socialismo que se pretendiera hacer
desde el Estado. Este artículo, juzgado en otros momentos como
una critica martiana al socialismo, puede ser hoy mejor
comprendido en toda la genialidad del Maestro, a la luz de
los resultados del socialismo “real”. Martí no
criticaba allí el socialismo, sino que lo defendía de sus
desviaciones estatales y su utilización “por los buscadores de
popularidad”.
Algunos de sus pasajes parecieran haber sido recogidos, por
mente experta y sabia, ayer mismo en la Plaza de Cuatro Caminos en
La Habana o en el popular barrio de San Pedrito en Santiago de
Cuba.
Es
posible que algunos de los lectores no entiendan lo que entonces
escribiera Martí en el lenguaje de aquélla época y en su
peculiar estilo agudo, crítico, sagaz y futurista, pero les sería
de muy fácil comprensión si se llegaran a cualquier
barrio, pueblo o campo de nuestra patria, convivieran con nuestros
trabajadores manuales e intelectuales y conversaran con
ellos. De seguro, en el lenguaje popular cubano de hoy, encontrarían
muchas de las mismas reflexiones martianas.
“
La Futura Esclavitud ”
Por
José Martí. Abril de 1884
Tendencia
al socialismo de los gobiernos actuales. -La acción excesiva del
Estado. -Habitaciones para los pobres. -La nacionalización de la tierra.
-El funcionarismo
La
Futura Esclavitud se llama este tratado de Herbert Spencer. Esa
futura esclavitud, que a manera de ciudadano griego que contaba
para poco con la gente baja, estudia Spencer, es el socialismo.
Todavía se conserva empinada y como en ropas de lord la
literatura inglesa; y este desdén y señorío, que le dan
originalidad y carácter, la privan, en cambio, de aquella más
deseable influencia universal a que por la profundidad de su
pensamiento y melodiosa forma tuviera derecho. Quien no comulga en
el altar de los hombres, es justamente desconocido por ellos.
¿Cómo vendrá a ser el socialismo, ni cómo éste ha de ser una
nueva esclavitud? Juzga Spencer como victorias crecientes de la
idea socialista, y concesiones débiles de los buscadores de
popularidad, esa nobilísima tendencia, precisamente para hacer
innecesario el socialismo, nacida de todos los pensadores
generosos que ven como el justo descontento de las clases llanas
les lleva a desear mejoras radicales y violentas, y no hallan más
modo natural de curar el daño de raíz que quitar motivo al
descontento. Pero esto ha de hacerse de manera que no se trueque
el alivio de los pobres en fomento de los holgazanes; y a esto sí
hay que encaminar las leyes que tratan del alivio, y no a dejar a
la gente humilde con todas sus razones de revuelta.
So pretexto de socorrer a los pobres -dice Spencer,-
sácanse tantos tributos, que se convierte en pobres a los que no
lo son. La ley que estableció el socorro de los pobres por
parroquias hizo mayor el número de pobres. La ley que creó
cierta prima a las madres de hijos ilegítimos, fue causa de que
los hombres prefiriesen para esposas estas mujeres no las jóvenes
honestas, porque aquéllas les traían la prima en dote.
Si
los pobres se habitúan a pedirlo todo al Estado, cesaran a poco
de hacer esfuerzo alguno por su subsistencia, a menos que no se
los allane proporcionándoles labores el Estado. Ya se auxilia a
los pobres en mil formas. Ahora se quiere que el gobierno les
construya edificios. Se pide que así como el gobierno posee el
telégrafo y el correo, posea los ferrocarriles. El día que el
Estado se haga constructor, cree Spencer que, como que los
edificadores sacarán menos provecho de las casas, no fabricarán,
y vendrá a ser el fabricante único el Estado; el cual argumento,
aunque viene de arguyente formidable, no se tiene bien sobre sus
pies. Y el día en que se convierta el Estado en dueño de los
ferrocarriles, usurpará todas las industrias relacionadas con éstos,
y se entrará a rivalizar con toda la muchedumbre diversa de
industriales; el cual raciocinio, no menos que el otro, tambalea,
porque las empresas de ferrocarriles son pocas y muy contadas, que
por sí mismas elaboran todos materiales que usan. Y todas esas
intervenciones del Estado las juzga Herbert Spencer como causadas
por la marea que sube, e impuestas por la gentualla que las pide,
como si el Ioabilísimo y sensato deseo de dar a los pobres casa
limpia, que sanea a la par el cuerpo y la mente, no hubiera nacido
en los rangos mismos de la gente culta, sin la idea indigna de
cortejar voluntades populares; y como si esa otra tentativa de dar
los ferrocarriles al Estado no tuviera, con varios inconvenientes,
altos fines moralizadores; tales como el de ir dando de baja los
juegos corruptores de la bolsa, y no fuese alimentada en diversos
países, a un mismo tiempo, entre gentes que no andan por cierto
en tabernas ni tugurios.
Teme
Spencer, no sin fundamento, que al Ilegar a ser tan varia, activa
y dominante la acción del Estado, habría este de imponer
considerables cargas a la parte de la nación
trabajadora en provecho de la parte páupera. Y es verdad que si
llegare la benevolencia a tal punto que los páuperos no
necesitasen trabajar para vivir -a lo cual jamás podrán Ilegar,-
se iría debilitando la acción individual, y gravando la condición
de los tenedores de alguna riqueza, sin bastar por eso a acallar
las necesidades y apetitos de los que no la tienen.
Teme
además el cúmulo de leyes adicionales, y cada vez más extensas,
que la regulación de las leyes anteriores de páuperos causa;
pero esto viene de que se quieren legislar las formas del mal, y
curarlo en sus manifestaciones; cuando en lo que hay que curarlo
es en su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y
podredumbre en que viven las gentes bajas de las grandes
poblaciones, y de cuya miseria -con costo que no alejaría por
cierto del mercado a constructores de casas de más rico estilo, y
sin los riesgos que Spencer exagera- pueden sin duda ayudar mucho a
sacarles las casas limpias, artísticas, luminosas y aireadas que
con razón se trata de dar a los trabajadores, por cuanto el espíritu
humano tiene tendencia natural a Ia bondad y a la cultura, y en
presencia de lo alto, se alza, y en la de lo limpio, se limpia. A
más que, con dar casas baratas a los pobres, trátase sólo de
darles habitaciones buenas por el mismo precio que hoy pagan por
infectas casucas.
Puesto
sobre estas bases fijas, a que dan en la política inglesa cierta
mayor solidez las demandas exageradas de los radicales y de la
Federación Democrática, construye Spencer el edificio venidero,
de veras tenebroso, y semejante al de los peruanos antes de la
conquista y al de la Galia cuando la
decadencia de Roma, en cuyas épocas todo lo recibía el ciudadano
del Estado, en compensación del trabajo que para el Estado hacía
el ciudadano.
Henry
George anda predicando la justicia de que la tierra pase a ser
propiedad de la nación ; y la Federación Democrática anhela la
formación de “ejércitos industriales y agrícolas conducidos
por el Estado”. Gravando con más cargas, para atender a las
nuevas demandas, las tierras de poco rendimiento, vendrá a ser
nulo el de éstas, y a tener menos frutos la nación, a quien en
definitiva todo viene de la tierra, y a necesitarse que el Estado
organice el cultivo forzoso.
Semejantes empresas aumentarían de terrible
manera la cantidad de empleados públicos, ya excesiva. Con cada
nueva función, vendría una casta nueva de funcionarios .Ya en
Inglaterra, como en casi todas partes, se gusta demasiado de
ocupar puestos públicos, tenidos como más distinguidos que
cualesquiera otros, y en los cuales se logra remuneración amplia
y cierta por un trabajo relativamente escaso: con lo cual claro
está que el nervio nacional se pierde.
¡Mal
va un pueblo de gente oficinista!
Todo
el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados
por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y
pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas
razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer
frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como
todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el
Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia
enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho
o beneficio.
El
hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener
que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la
rnedida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado
asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los
deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias
para recabar los medios de cumplir aquellos.
De
ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del
Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora,
ira ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que
trabaja para otro que tiene dominio sobre el; y en ese sistema
socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad
entregaría todo su trabajo.
Y
como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores,
soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran
poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen
aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre
compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los
que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común
llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias,
hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la
autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan
pronta y fatalmente en toda organización humana.
“De mala humanidad-dice Spencer--no pueden hacerse buenas
instituciones.” La miseria pública será, pues, con semejante
socialismo, a que todo parece tender en Inglaterra, palpable y
grande. El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada
y trabajadora. Lamentable será, y general, la servidumbre.
Y
en todo este estudio apunta Herbert Spencer las consecuencias
posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían
a dar en esa dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con
igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e
ignominia, los modos naturales de equilibrar la riqueza pública
dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener
naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos
que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde
pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de
un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de
guineas.
Nosotros diríamos a la política: ¡yerra, pero consuela! Que el que
consuela, nunca yerra.
José
Martí. La América, Nueva York, abril de 1884
Agosto
de 2007
perucho1949@yahoo.es
Nota.
Se mantiene la forma original en que escribía Martí, con las
características del Idioma Español de entonces. Tomado de la
edición digital de Obras Completas de José Martí. Centro de
Estudios Martianos, La Habana , Cuba.
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