Juan Diego fué beatificado por Juan Pablo II, en
abril de 1990. Durante su segunda
visita a Guadalupe, en Mayo de 1990, Su Santidad presidió la solemne
ceremonia de beatificación.
En Julio 2002 fue canonizado en una ceremonia
presidida por Juan Pablo II, realizada también en
la Basilica de Guadalupe.
Juan Diego nació en 1474 en el
calpulli de Tlayacac en Cuauhtitlán, 20 kilómetros al norte de Tenochnitlán
(ciudad de México). Su nombre de nacimiento fue Cuauhtlatoatzin, que podría
ser traducido como "el que habla como águila" o "águila que habla".
El Nican
Mopohua
(escrito de la época, donde se
relatan las apariciones de la Santísima Virgen en Guadalupe),
lo describe como un "macehualli", o "pobre indio", es
decir uno que no pertenecía a ninguna de las categorías sociales del
Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros, mercaderes, etc.
Pertenecía a la clase baja del Imperio Azteca, pero no
a la clase de los esclavos. Hablándole a Nuestra Señora él se describe como
un "hombrecillo" o
un "don nadie", y atribuye a esto su falta de credibilidad ante el Obispo.
El trabajaba duramente la tierra y fabricaba matas las que luego vendía. Era
dueño de su pedazo de tierra y tenía una pequeña vivienda en ella.
Estaba
casado pero no tenía hijos. En 1525 se produce su conversión al
cristianismo y fue bautizado, así como su esposa, recibiendo el nombre
cristiano de Juan Diego y su esposa el nombre de María Lucía.
De acuerdo a la primera investigación formal realizada
por la Iglesia sobre los sucesos, las Informaciones Guadalupanas de 1666,
Juan Diego parece haber sido un hombre muy devoto y religioso, aún antes de
su conversión.
Era muy reservado y de un místico carácter, afecto a largos silencios y
frecuentes penitencias, y que solía caminar desde su poblado hasta
Tenochtitlán, a 20 kilómetros de distancia, para recibir instrucción
religiosa.
Su esposa María Lucía enferma y luego fallece en 1529. Juan Diego entonces
se translada a vivir con su tío Juan Bernardino en Tolpetlac, que le quedaba
mas cerca de la iglesia en Tlatilolco - Tenochtitlán, solo 14 kilómetros.
Juan Diego caminaba cada sábado y domingo a la iglesia, partiendo a la
mañana muy temprano, antes que amaneciera, para llegar a tiempo a la Santa
Misa y a las clases de instrucción religiosa. Caminaba descalzo, como la
gente de su clase.
Solo los miembros de las clases superiores de los
aztecas usaban sandalias confeccionadas con fibras vegetales o de pieles.
En esas frías madrugadas para protegerse del frío usaba
una manta,
tilma, tejida con fibras del maguey, el cactus típico
de la región. El algodón era solo usado por los aztecas más privilegiados.
Durante una de sus caminatas camino a Tenochtitlán, caminatas que solían
tomar unas tres horas y medias a través de montañas y poblados, ocurre la
primera aparición de Nuestra Señora, en el lugar ahora conocido como
"Capilla del Cerrito", donde la Santísima Virgen le habló en su idioma, el
náhuatl.
La Señora se refirió a él con grandísimo
cariño, le llama "Juanito,
Juan Dieguito", "el mas pequeño de mis hijos", "hijito mío".
(Nican
Mopohua).
Juan Diego tenía 57 años en el momento de las apariciones, ciertamente una
edad avanzada en un lugar y época donde la expectativa de vida masculina
apenas sobrepasaba los 40 años. Después del milagro de Guadalupe Juan Diego fué
a vivir a un pequeño cuarto pegado a la capilla que alojaba la santa imagen.
Habiendo dejado todas sus pertenencias a su tío Juan Bernardino, pasó el resto de su vida
completamente dedicado a la difusión del relato de las apariciones entre la
gente de su pueblo.
Juan Diego murió el 30 de mayo de 1548, a la edad de 74 años. Amaba sobremanera la Sagrada Eucaristía, y por permiso especial del Obispo recibía
la Comunión tres veces por semana, algo completamente inusual en aquellos
tiempos.
Su Santidad Juan Pablo II alabó en Juan Diego su simple fé enriquecida por
la catequesis y lo definió (a aquél que le dijo a la Santísima Virgen:
"Soy solo un
hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy
hoja, soy gente menuda.."), como un modelo de humildad para
todos nosotros.
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