Científicos sociales de las grandes
universidades de los EEUU están dedicando una
atención especial al estudio de aquello que en
los medios académicos es llamado “el fenómeno
Chávez”.
El
fulgurante ascenso del líder caribeño como
personalidad mundial perturba sobretodo a
intelectuales del establishment. No encuentran
para ello la explicación satisfactoria.
En los
últimos meses, Hugo Chávez adquirió una
proyección que trasciende ampliamente el cuadro
de la revolución bolivariana. Sus
posicionamientos lo proyectaron como un líder
aclamado por las grandes mayorías de América
Latina y respetado y admirado en todo el Tercer
Mundo y por las fuerzas progresistas de los
países desarrollados. El escritor australiano
John Pielger, en lucido artículo divulgado por
www.resistir.info, atribuye la influencia y la
fascinación ejercida por Chávez al coraje y la
imaginación con que ha asumido la defensa de
grandes causas humanistas. Enuncio una evidencia.
En un mundo
caótico sometido a un sistema de poder imperial
que promueve la violencia y el terrorismo de
Estado en la tentativa desesperada de encontrar
solución para la crisis estructural del
capitalismo, Hugo Chávez, como presidente de un
país rico en petróleo, pero cuyo pueblo vive
sumergido en la pobreza, emerge como un
revolucionario puro, desafiador, de una
autenticidad que conmueve y sorprende.
Su carisma
desconcierta a los enemigos. No consiguen incluir
aquel ex-oficial paracaidista en cualquier modelo
tradicional. Por la personalidad, formación,
estilo de actuar e ideario, Chávez es un líder
atípico. De origen social modesto, muy religioso,
preconiza la transformación de la sociedad en el
ámbito del funcionamiento y riguroso respeto de
las instituciones existentes. Como arma, exhibe en
sus reuniones la Constitución bolivariana. Al
asumir la Presidencia citaba sobretodo a Cristo y
Bolívar, su héroe tutelar.
Para
frustración del imperio y de la oligarquía
criolla, las maniobras e intentonas
contrarrevolucionarias, en vez de llevarlo a
concesiones, contribuyeron para hacerlo avanzar.
De el se puede decir que camino con la historia.
Gran tribuno –desde el joven Fidel Castro que la
América Latina no producía orador comparable-
Chávez radicalizo el programa y el discurso
después de cada derrota infligida a las fuerzas
de las derecha que a todo recurrieron –desde el
golpe militar al lock out petrolífero- en la
tentativa de derrumbarlo, incluyendo el referendo
revocatorio cuyo resultado confirmo un apoyo
popular sin precedentes. Como Bolívar, Chávez
proclama que el Ejército debe ser el pueblo en
armas y que estas jamás deben ser usadas contra
el pueblo más si en defensa de sus derechos.
Fue sin
sorpresa que en el final del ultimo año,
cristiano y bolivariano, siempre muy cauteloso
cuando esbozaba los objetivos de la revolución,
imprimió una dimensión continental a su
discurso. De repente, lanzo un puente entre las
banderas de la unidad latinoamericana y objetivos
concretos que la pudiesen concretizar. Fue así
que surgieron Petrocaribe y Telesur y adquirió
forma y resonancia el proyecto del ALBA como
alternativa al ALCA, anexionista e imperial.
Como era
inevitable, la campaña anti-Chávez adquirió
mayor agresividad y amplitud. El dirigente
venezolano, satanizado, recibe de Washington el
tratamiento de enemigo número 1 en América
Latina y sobre el llueven calumnias y amenazas.
No funciona
esa artillería intimidatoria. Mar del Plata
configuro una humillante derrota imperial. Bush
llego con modos de cónsul romano preparando el
triunfo. Contaba con imponer allí el ALCA. El
desenlace fue para el una decepción. Regreso de
manos vacías. No consiguió siquiera que el tema
fuese incluido en la Agenda.
En la cumbre
de los pueblos latinoamericano, paralela a la
dicha de las Américas, Chávez, con su entusiasta
y desafiante intervención destruyo el sueño
imperial. Los gobiernos del MERCOSUR, sintiendo la
presión de los pueblos, dijeron No a Bush. El
argentino Kirchner, consiguió que un Lula,
siempre ceniciento y contradictorio, el uruguayo
Tabaré y el paraguayo Duarte se alineasen con la
posición de Chávez. En Washington la inquietud
aumenta.
La
hipótesis de una intervención militar parece
remota, no obstante el Pentágono ha elaborado
planes ya denunciados por Chávez en su programa
semanal “Alo Presidente”. Los EEUU están
demasiado atascados en guerras perdidas en Irak y
en Afganistán para lanzarse en una agresión a
Venezuela que levantaría contra ellos a los
pueblos de América Latina.
El hecho de
que Chávez haya comenzado a levantar la bandera
del socialismo como alternativa a la
globalización capitalista refuerza los temores de
Washington. En la Casa Blanca y en el Departamento
de Estado llegaron a la conclusión de que el
venezolano es imprevisible. Chávez no es
marxista. En el son movedizos los puentes entre el
discurso, la ideología y la praxis. Mistura
concepciones idealistas con citas de Marx, Lenin,
Mao y Trotsky. Admira a Fidel Castro a quien liga
una sólida amistad. Más es transparente que su
proyecto de transformación de sociedad no se
inspira en el cubano. Lo que define bien la
excepcionalidad de la revolución bolivariana es
precisamente su originalidad.
No hay
precedente para un proceso de mudanza social como
el venezolano que desafía la lógica de la
historia. Lenin afirmaba que no hay revolución
victoriosa sin partido revolucionario preparado
para llevarla adelante. Ahora, en Venezuela, se
desarrola hace media docena de años un proceso
que, habiendo principiado con la elección para la
Presidencia de un militar cristiano y el
aplastamiento de los partidos de la burguesía, se
encamino para una confrontación explosiva con el
imperialismo. Con la peculiaridad de que no
existía partido de masas revolucionario ni fue
hasta hoy posible estructurarlo a pesar de los
esfuerzos emprendidos en ese sentido. La persona
del líder viene funcionando como factor decisivo
para la concretización de las medidas
revolucionarias y su defensa.
Esa es la
fragilidad mayor de la revolución bolivariana: la
dependencia de un dirigente carismático. Como
movilizador de las masas oprimidas por el sistema
capitalista, el cumple la función del partido
revolucionario inexistente. Ni el Movimiento V
República, tampoco los Círculos Bolivarianos,
tampoco las misiones podrán en la sociedad
venezolana asumir armoniosamente las tareas de la
organización revolucionaria. El movilizador
colectivo es Hugo Chávez.
Las
condiciones subjetivas para una ruptura con el
sistema existían hace mucho. El Presidente todo
hace para crear las subjetivas, substituyendo la
inexistente organización revolucionaria.
Chávez no
emerge como los tradicionales líderes
mesiánicos. Es su desambición la que contribuyo
para la proyección continental alcanzada. En una
América Latina efervescente, en la cual los
pueblos rechazan al neoliberalismo, el discípulo
de Bolívar, empuñando el estandarte de la unidad
de las naciones conquista la confianza de las
masas, se identifica con sus aspiraciones y
angustias, y consigue lo más difícil. Al
enfrentar al imperialismo como solamente –en
otro contexto- Fidel lo hizo, demuestra, por la
palabra y por la acción que se puede seguir, con
dignidad, un camino propio, resistiendo las
amenazas y conspiraciones del gigante
norteamericano. Hugo Chávez tiene conciencia de
que camino mucho desde que entro en el Palacio
Miraflores. Asume los errores y sabe que incidirá
en otros.
Ya lo oí
criticar entre compañeros por haber declarado ser
amigo del emir de Qatar y afirmado que Gorvachov
fue sincero al decir que pretendía con la
perestroika hacer regresar a la URSS a los
orígenes del leninismo. Esos desahogos insólitos
son inseparables de su personalidad fascinante
más contradictoria y de lagunas evidentes en su
formación ideológica. Ha ido, por ejemplo,
demasiado lejos al calificar al presidente Fox (ex
presidente de la Coca Cola) como “cachorro del
imperialismo” al presentarse en Mar del Plata
como defensor y portavoz del ALCA.
Más los
errores de Chávez no pueden tapar la realidad:
este soldado venezolano, desconocido antes del
primer clamor de rebeldía que lo llevo a las
prisiones de Carlos Andrés Pérez, aparece hoy en
el gran escenario de la historia como el
revolucionario que entusiasma y moviliza a
millones de latinoamericanos contra el
imperialismo. Por la palabra y por la acción el
apunta el camino de la lucha y de la resistencia.
Traducción:
Pável Blanco Cabrera
Serpa
Miguel
Urbano Rodrigues
Periodista
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