LA CARA OCULTA DEL PLAN
BUSH: LA AUTODESTRUCCIÓN DE LA REVOLUCIÓN CUBANA
Pedro Campos Santos*
Mucho se ha mencionado el
capítulo secreto del Plan Bush y su posible contenido terrorista. Sin embargo
todos sabemos que las acciones encubiertas del gobierno norteamericano no se
plasman en ningún plan oficial y mucho menos para discutirse en el pleno
del Congreso, o darlo a conocer públicamente en algún momento. Se llega a
saber de ellos porque se escapan, se filtran sólo partes a la prensa, al
Congreso, o en documentos desclasificados décadas después.
Las acciones terroristas son bien guardadas y realizadas por los aparatos
operativos de los servicios especiales de la ahora Mancomunidad de Inteligencia,
que dirige el tristemente célebre terrorista y narcotraficante, John Dimitri
Negroponte, ex embajador norteamericano en Honduras, cargo con el cual encubría
su verdadera misión de dirección y suministro a la “contra” nicaragüense,
que algunos en el Capitolio “olvidaron”.
Que Estados Unidos tiene eventuales
planes de agresión Militar contra
Cuba, para cuando lo estimen conveniente, no es nada nuevo. Documentos
desclasificados del propio gobierno norteamericano indican que se han
considerado provocaciones y “juegos militares” cerca de Cuba y en torno a la
Base Naval de Guantánamo para tales fines. Otra cosa es que se decida a
llevarlos a cabo. De manera que la parte secreta no debe ser precisamente
militar. Los “planes de contingencia”, son manejados por el Pentágono y son
conocidos o fácilmente imaginables.
Agredir militarmente a Cuba, en distintas formas, a solo unas millas de Estados
Unidos no sería tarea imposible para el sofisticado armamento moderno robótico
del imperio. Podrían invadir la isla, intentar destruir la Revolución,
asesinar a sus dirigentes, tomar pero no pacificar la capital, nunca conquistarían
el país, sería la guerra eterna y el costo humano, militar y político sería
impagable, mucho peor que el de Viet Nam o Irak. Hay muchos cubanos allá con
familiares aquí y además, estamos tan cerca…Los militares saben todo eso.
Podrían, sin invadirnos, realizar acciones de guerra limitadas o prolongadas y
masivas para destruir nuestras fábricas e industrias, reducir a escombros
nuestras ciudades, puertos y aeropuertos, pero no sería la destrucción de la
Revolución, todo lo contrario: sería su consagración eterna. Algunos tozudos
en el patio parecieran, a veces, apostar a ese fin que no desea el pueblo cubano
mayoritariamente decidido a construir la nueva sociedad en paz, sin anexión,
ni destrucción.
Es evidente que la militar no es una buena, ni viable opción, para que Estados
Unidos logre sus fines en Cuba, pero sí un arma de presión sistemática para
mantener el país en tensión, presionar a favor de estructuras verticales de
tipo militar en la sociedad cubana, obligarla a enormes gastos improductivos, y
de paso tener la maquinaria aceitada, para una eventual intervención que
consideren justificada y cuente con respaldo en EUA.
El Plan Bush muestra sí, descaradamente, sus propósitos de destruir la
Revolución, afectar sus relaciones económicas internacionales, y sus vínculos
políticos y diplomáticos y enseña algunos de sus medios: crear una
situación insostenible para el pueblo cubano con vistas a que éste se lance
contra el gobierno, recortar aún más las remesas, perseguir las finanzas
cubanas, promover la subversión y brindar ayuda descarnada a la contrarrevolución
interna, en violación flagrante de todas las normas del derecho internacional.
Hay aspectos ultrajantes, no solo para Cuba, como ajustar las medidas del
bloqueo a través de un más efectivo seguimiento las compañías que, en
terceros países, comercian petróleo, níquel, tabaco y ron, a fin de una mejor
aplicación de las sanciones existentes. Un objetivo especialmente particular es
afectar el conjunto de las relaciones multilaterales entre Cuba y Venezuela.
No ocultan sus intenciones de “favorecer y ayudar” a un gobierno que
garantice una transición hacia el capitalismo y traicione la Revolución
y sus postulados de construir el Socialismo en este continente. Esperan,
abiertamente, que la desaparición del líder abra un espacio que les
permita influir en el futuro de la sociedad cubana.
Lo verdaderamente secreto, lo que no se ve, lo que está escondido no son estos
propósitos destructivos públicos, ni tampoco los medios que se proponen usar.
Las acciones terroristas, enunciadas o no, siempre estarán en su menú, y
nosotros estaremos preparados para enfrentarlas.
El Comandante en Jefe nos ha alertado sobre el peligro de que los propios
revolucionarios destruyan la Revolución, y mas recientemente, el V Pleno del
Comité Central ha hecho una llamado a pensar todos, en cómo resolver nuestros
problemas actuales y darle una mejor utilización a la crítica y a la prensa en
función de esta sagrada tarea.
Lo que procura, pero no dice el Plan Bush, es distraer la atención de la
Revolución sobre este llamado impostergable de Fidel y del Partido. El anuncio
de que dispondrá 80 millones de dólares para sus distintas acciones
subversivas, cuando el Comandante en Jefe cumple 80 años, además de una burla,
trata igualmente de desviar recursos financieros, técnicos y
humanos hacia la tarea de contrarrestar la agresión en este campo.
Sabe Washington que ni 80, ni 80 mil millones de dólares, ni todo el oro
guardado en Fort Knox derribarán a esta Revolución que, como dijo su líder, sólo
podría ser autodestruida por la acción o más bien omisión de los propios
revolucionarios, si no somos capaces de resolver nuestros problemas. Si ese es
el verdadero peligro, es a él al que apuesta el Plan de la Comisión de
Asistencia a una “Cuba Libre”.
El enemigo histórico de la nación cubana ha llegado al oprobio de mancillar a
sus propios aliados en el patio, que piden a gritos a Estados Unidos abandonar
estos planes injerencistas y dejar al pueblo cubano autodeterminar su destino,
al tiempo que reconocen que esos proyectos en nada benefician “la oposición
interna”. Siendo así, ¿qué otro sentido, que no sea el diversionista puede
tener entonces el destino de más fondos para la subversión, el entrenamiento
de “periodistas” y otras acciones intervencionistas?
¿Qué buscan? Está claro que quieren seguir viendo al gobierno cubano
encarcelando disidentes fabricados y dando pie a nuevas campañas sobre
violaciones de derechos humanos; pero sobre todo procuran desviarlo de las
necesarias discusiones democráticas internas destinadas a encontrar nuevos
caminos para perfeccionar el socialismo. Quieren mantener y acrecentar el
excesivo y asfixiante centralismo económico y político, agudizar la difícil
situación del cubano de a pie, polarizar aún más el ambiente interno,
acentuar el burocratismo y la corrupción, y continuar separando cada vez
más los intereses del Estado y los de los trabajadores. En fin, propiciar en
Cuba, el mismo estado de cosas que condujo al desastre soviético.
Eso no lo expresa abiertamente el Plan Bush, y puede estar o no en su
parte secreta; pero a Washington le cuesta mucho trabajo disimular que hace años
viene apostando a la autodestrucción de la Revolución, y repetir aquí esa
probada tesis aplicada en la URSS y en la Europa ex socialista según la cual,
sucumbieron por sus propios defectos y ante la acción o indiferencia de sus
propios pueblos, sin tener el imperialismo y sus agentes que hacer ni un solo
disparo.
Fueron la guerra psicológica y su arsenal diversionista, las principales
armas que usaron contra los países ex socialistas; la guerra fría; la
polarización política; la incitación a la represión interna contra la
disidencia y los propios revolucionarios; la subversión del ideario marxista
sobre las formas de cooperación que deben primar en las relaciones de
producción, distribución y consumo en el Socialismo; la desatención a
las tareas de la construcción económica y a los problemas que afectaban a las
masas; y el desvío enorme de recursos de todo tipo hacia sistemas de armas y
gastos en pertrechos militares nunca utilizables, entre las más
importantes.
Se trata del enemigo más poderoso, de fuerzas descomunalmente superiores y
sobre todo de gran experiencia subversiva. Seguir su juego es caer en la trampa.
Pero aquí estamos curados de espanto. Llevamos muchos años conociéndolos y
estudiándolos. Hacer realidad el peligro de la autodestrucción de la Revolución
para que nadie, nunca más, en Cuba ni en América Latina, vuelva a levantar las
banderas del Socialismo: esa es la verdadera cara oculta de la luna.
Pedro Campos Santos, Lic. en Historia. Ex
funcionario del Servicio Exterior de Cuba.