A LOS NAVARROS
Ante
las presiones y coacciones de todo tipo —incluso con ataques terroristas— a que
se está sometiendo a Navarra para su inclusión en el Estatuto Pre-autonómico
que por Decreto-Ley otorga el Gobierno a las provincias vascongadas, me veo en
la imperiosa necesidad de pronunciarme como Abanderado de la Comunión
Tradicionalista Carlista, ante un hecho que va contra la historia, contra el
Reino de Navarra y contra la esencia misma de España.
La
Comunión Tradicionalista Carlista fue siempre defensora de los Fueros y así lo
proclamaron sus Reyes, jurándolos, cuando ello fue posible, siguiendo la
tradición española. Cada Región debe tener sus Fueros porque los Fueros son la
consecuencia hecha Ley de sus costumbres y usos, a través de un largo proceso
histórico; es una herencia de siglos recibida que hay que transmitir,
enriqueciéndola en su perfectibilidad, a las futuras generaciones, sin
romperla.
Ningún
Gobierno ni organización política de partido tiene autoridad para alterar el
ser de Navarra con presiones —incluyendo un referéndum impuesto— que atentan
contra las libertades concretas de los navarros.
Si
retrotraemos el origen de la Corona española al nacimiento del reino de
Castilla en 1032, Navarra llevaba casi dos siglos de existencia, y fue un rey
navarro —Sancho el Mayor— quien instituyó en su hijo el primer rey de Castilla.
Si
nos preguntamos por lo que hoy llaman Euzkadi —que nada tiene que ver con la
noble Euskalherría, pueblo vasco—, Navarra le precede en 1.127 años, puesto que
ese hipotético Estado o entidad política no ha existido históricamente jamás ni
existe todavía, si no es como un ente abstracto.
Y
la lengua en que pensamos, hablamos y escribimos, más debería llamarse romance
navarro o español que «castellano», puesto que fue antes lengua oficial en
Navarra que en Castilla. Y el más viejo ejemplar de sus Fueros se escribió en
esta lengua y se inicia con las palabras: «Aquí comienza el primer libro de los
Fueros que fueron fayllados en Espayna…»
Navarra
tiene su Derecho Privado y administración propios, tributación autónoma y
funciones administrativas que abarcan cuanto antes fue competencia del
Ministerio de Fomento: agricultura, caminos, montes, enseñanza… Esto es un
hecho que todo Gobierno tiene el gravísimo deber de respetar porque expresa las
libertades vividas por un pueblo a lo largo de su historia.
Navarra
se integró con los restantes reinos que forman la unidad superior que es
España, no tan sólo por vía de una confluencia de titularidades dinásticas o
unión personal, sino que su integración vino señalada por un proceso
característico que sólo en el caso de Navarra se da y no en el de los restantes
reinos peninsulares: el conflicto armado de 1492 y las Cortes Castellanas de
Burgos en 1515 entrañan, en definitiva, un pacto histórico que no es tanto de
pueblo a pueblo como de la Corona con el pueblo navarro orgánicamente
constituido al modo tradicional. Navarra ha hecho siempre honor a este pacto y
el viejo Reino «noble y guerrero», como reza el romance popular, ha vertido
siempre su sangre generosa a lo largo de cinco centurias, para defender algo
que, además de ser genuinamente navarro, es también la quintaesencia de la
Constitución natural de España: a Dios, la Patria, los Fueros y al Rey. Ahora
Navarra tiene derecho a esperar que la otra parte cumpla también lo que le
incumbe en el pacto. Solamente con un absoluto desprecio por la historia de
Navarra y de España se puede haber llegado a los planteamientos suicidas con
que pretenden, hoy, centrar la cuestión quienes deliberadamente ignoran el ser
de Navarra y hacen público alarde de desamor a España.
En
modo alguno van mis palabras dirigidas contra la noble y leal Euskalherría,
cuyos sentimientos religiosos y patrióticos, así como su apego a los Fueros,
conocemos y proclamamos.
Solamente
declaro, consciente de mis responsabilidades y deberes en momentos de
claudicación y abandonismo, que Navarra no puede doblegarse ante bastardos
intereses partidistas que han elegido un sentimiento natural de fraternidad
para elevarlo, desfigurándolo, a la categoría de mito nacionalista, separatismo
racista, que intenta romper la sagrada unidad de España.
Yo
pido a todos los navarros que por encima de actitudes partidistas y bajo la Bandera
de España, que como soldados todos hemos jurado, en esta hora triste y de
prueba en que parece que se quiere castigar a Navarra su glorioso sacrificio en
la Cruzada del 36 y su valor —con los que logró para su Escudo, que con los de
Castilla, León y Aragón forman el real y nacional de España, la Gran Cruz
Laureada de San Fernando—, formen en derredor de sus Instituciones naturales
para defender las legítimas libertades que constituyen sus Fueros.
Fecho
esta declaración en la octava del día de San Ildefonso, como fervoroso homenaje
a la memoria de mi Augusto tío Don Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este,
cuyo último servicio a la Patria fue dar la orden de incorporación de nuestros
Requetés a la gloriosa Cruzada frente al marxismo.
Sixto Enrique de Borbón