Mensaje de Su Alteza Real Don Sixto Enrique de Borbón
a la Universidad Autónoma de Guadalajara
La Universidad Autónoma de Guadalajara cumple setenta años. Sus primeros setenta años. Y es una satisfacción poder decirlo de una institución que trabaja en el mundo de la cultura con espíritu evangélico e hispánico. Y que nació tras la guerra cristera, con intención de cruzada, precisamente para preservarlo. Y no son mis palabras fruto del convencionalismo, sino de una profunda convicción, Abanderado como soy del tradicionalismo legitimista español.
Hace muchos años tuve ocasión de conocer a sus fundadores. Hoy, desaparecidos los inolvidables Ángel Leaño Álvarez del Castillo y Carlos Cuesta Gallardo, me alegra poder saludar al rector Antonio Leaño Álvarez del Castillo, caballero excepcional que no sólo participó con los mencionados en los orígenes, sino que sigue llevando hasta hoy las riendas de la institución. Con su no menos excepcional familia. Para quien como yo es sensible a la continuidad familiar, resulta emocionante comprobar la pervivencia de las estirpes a través de las generaciones, en un empeño que acaba de alcanzar casi tres cuartos de siglo.
El pasado año, con motivo de cumplirse el quinto centenario de la muerte de mi antepasada la Reina Isabel de Castilla, la Católica, en el brillante simposio organizado por la Universidad Autónoma de Guadalajara, y que tuve el honor de inaugurar, sentí una gran emoción al encontrar a los hijos de Antonio y Ángel Leaño, así como a su hermano Juan José y sus familias. Precisamente Antonio y Juan José, hijos, están realizando, respectivamente al frente del vicerrectorado financiero y de la oficina de proyectos especiales, una labor admirable de apertura, desde el respeto de las raíces, de la Universidad. Permítanme, pues, asociarme con entusiasmo a la celebración. Al tiempo que hago votos porque la institución continúe, como hasta ahora, dando frutos abundantes de Cristiandad e Hispanidad.
Sixto Enrique de Borbón
San Felipe y Santiago de Montevideo y 3 de marzo de 2005