La
mentira no es la única verdad
por
Armando García Rey
LA
PLATA, 6 JUL (Especial de AIBA). Vivimos navegando casi al borde del
naufragio. Entre opiniones, críticas y declaraciones feroces.
Convencidos de ser propietarios de la verdad. Recitando antiguos lugares
comunes. Repitiendo agotadoras frases hechas. Alimentando disputas
sin sentido. Fabricando enemigos. Sembrando embustes. Prometiendo
hacer lo que jamás se hará.
El
país se hunde pero se multiplican las opiniones, las críticas,
las declaraciones feroces. Y aumenta la confusión. Se revuelven
las viejas heridas que, por eso, no restañan. Unitarios y federales;
izquierda y derecha; réprobos y elegidos; blanco y negro; bueno
y malo. Siempre así. En el juego de las oposiciones que a veces
deja de ser juego para convertirse en combate. Encima, la crisis nos
cegó todavía más. Y nos impide ver lo que, curiosamente,
está a la vista.
Seguimos
insistiendo en agitar banderas nunca enarboladas. Como la del federalismo
que figura en los papeles y no existe en los hechos. Al fin, ya se
sabe, se gobierna desde el Puerto –el de la Capital Federal—,
un curioso puerto sin agua. Por lo menos para las grandes embarcaciones.
Y el Gobierno suele ser unitario. Tanto que no resigna nada o casi
nada a su libre albedrío. Hasta sus dineros administra. Los
de las provincias se entiende. Empezando por los impuestos. Incluidos
los de la meneada coparticipación.
Lo
cierto es, aunque nadie se anime a manifestarlo terminantemente, que
la provincia de Buenos Aires está en su justo derecho al reclamar
un porcentaje acorde con su contribución al Fondo, a la caja.
Sin embargo, marche preso. La protesta es en vano porque no hay voto
calificado; todos los votos valen igual aunque no sean iguales sus
aportes al conjunto.
El
debate, así, se prolonga, sin definirse. Pero queda claro que
por Buenos Aires sólo votará Buenos Aires. Porque diez
millones, para cualquier otra provincia son un fortuna y para Buenos
Aires apenas un gota en el desierto. En síntesis: a Buenos
Aires no le darán nunca la parte que lo corresponde sabiendo
que le corresponde. Hipócritamente, por razones políticas
o para evitar que aumente la ferocidad del combate, las partes ocultarán
sus intenciones finales invocando al federalismo que si está
no se ve.
Eramos
pocos y procreó la yegua. Fue con la pública difusión
del nombre y apellido de un proveedor de información de la
línea " off de record" que según el denunciante
–el canciller Rafael Bielsa— fue un secretario de estado
de la Madre Patria de unos cuántos, Roger Noriega.
Era
una reunión en la que el proveedor dijo lo que quería
que trascendiera en los medios pero ocultando nombre y apellido. Dos
de los seis periodistas invitados a la charla reservada, publicaron
al día siguiente en sus medios críticas declaraciones
vinculadas con la violencias piqueteras, efectuadas por una alta fuente
del gobierno de los Estados Unidos. El comentario mereció una
encendida respuesta del canciller apuntando al señor Roger
Noriega.
Los
periodistas no violaron el pacto moral de hacerse cargo de la declaración
sin mencionar al autor. Aunque alguno de los seis le contó
en privado a un tercero que a su vez le contó a Bielsa, quien
le cayó duro a Noriega.
Por
supuesto, los asistentes al off negaron haber delatado al informante
en grave violación a un contrato moral. El propio Noriega dijo
"ni ", cuando lo consultaron. El también habló
de un off y todo volvió al principio. Aquí no ha pasado
nada. Pero vaya si pasó. Al negar, callar o gambetear confirmaron
todos que los dichos de la armada gubernamental de USA eran reales.
Un aviso, un llamado de atención. Uno más, nunca el
último.
El
diputado piquetero Luis D’Elía que se metió de
una comisaría de La Boca y que acusó, con palabras imprecisas,
al ex presidente Eduardo Duhalde de la muerte de un compañero
suyo, y que por televisión, mirando a los ojos a un imaginario
Duhalde le disparó un amenazante «a vos te digo».
Volvió sobre sus pasos y retiró la amenaza en nombre
de las ondas de amor y paz y nos dejó pensando que cualquiera
que tenga un puñado de amigos, familiares o adherentes puede
accionar, impúnemente, la justicia por mano propia donde se
le ocurra. Contando con la inacción de una policía acusada
de todo pero no culpable de todo.
Encima,
cómo para confiar en el cambiante legislador que fue memista,
duhaldista y ahora se pasó a la K. No sin antes haberle escrito
una carta de admirada adhesión a Domingo Cavallo, cuando aquel
era poderoso y D’Elía y tantos otros que deberían
haberse ido antes de entrar, pugnaban por ingresar.
Estamos
navegando casi al borde del naufragio. Y no nos damos cuenta o nos
hacemos los distraídos. Y, duele decirlo, hay quienes se empeñan
en revolver antiguas antinomias nunca superadas. (AIBA)