Despacio
Sancho...
Por
José Enrique Velázquez
LA
PLATA, 7 JUL (Especial de AIBA). "Despacio Sancho, que estoy
apurado", le hace decir el gran Miguel de Cervantes Saavedra
a don Quijote de La Mancha (el protagonista de su novela, la más
importante escrita en castellano), para dirigirse a su inefable escudero
Sancho Panza, en una amalgama de recomendación y crítica
hacia quienes intentan realizar las cosas con exagerado apuro.
El
"manco de Lepanto" sabía qué escribía.
Porque aquello que se hace con desmedida urgencia puede transformarse
en un fracaso, cuando si se hiciera "en su medida y armoniosamente"
(como solía decir otro grande, Juan Perón), se tendrían
mayores posibilidades de alcanzar el objetivo deseado.
En
tal sentido, la sensación que se está generando en gran
parte del justicialismo, en especial el bonaerense –que es el
que está directamente involucrado en la sorda pulseada entre
el duhaldismo y el kirchnerismo—, es que en el entorno presidencial
existe apresuramiento para lograr definiciones, lo cual puede originar
dificultades. Cuando, si se avanzara sin prisa –pero sin pausa—,
las chances se amplificarían rotundamente.
Incluso
en muchos círculos del PJ se considera que el Gobierno no hace
una correcta lectura del propio justicialismo y por eso procura acelerar
los tiempos, con el propósito de predominar sobre Duhalde,
cuando nadie ignora que es tradición del peronismo subordinarse
rápida y masivamente a quien ha alcanzado el gobierno o el
poder, que no siempre son la misma cosa.
Asimismo
se evalúa como un grave error político haber avalado
al diputado provincial Luis D´Elía, uno de los máximos
dirigentes piqueteros, autoerigido portavoz del gobierno, sin que
surgiera ninguna voz oficial para desmentirlo. Pero más grave
aún fue el silencio gubernamental –suele decirse que
el que calla otorga— ante la aventurada y peligrosa denuncia
del mismo D´Elía, por la que involucró a Eduardo
Duhalde en el asesinato del dirigente piquetero Martín Cisneros.
Lo que generó –ante la sorpresa y el disgusto del Presidente—
el casi obligado desagravio del Senado nacional hacia el actual funcionario
del Mercosur.
En
ambos casos –que tienen algún grado de relación,
porque en los dos subyace el forcejeo Kirchner-Duhalde— se advierten
errores de apreciación. En el primero, por lo explicado: sólo
con gobernar y darle tiempo al tiempo, el Presidente se erigirá
–tarde o temprano— en el caudillo del Justicialismo; acelerar
en demasía una pulseada con un dirigente cuya prevalencia territorial
es evidente puede, cuando menos, generar un quiebre en el PJ o una
derrota de los operadores presidenciales, lo que se interpretaría
como un cuestionamiento al liderazgo de Kirchner.
En
el segundo caso no se reparó en que D´Elía no
es la figura más adecuada para representar al Gobierno y –mucho
menos— atacar a Duhalde. Porque son muy bajos –en todas
las encuestas— sus índices de buena imagen pública,
lo cual está ratificando el resultado de las elecciones del
año 2003, en las que el diputado-piquetero se postuló
para Gobernador bonaerense con una magrísima cosecha de votos,
ya que en una Provincia con 15 millones de habitantes sólo
obtuvo 30.000 sufragios.
Al
respecto, se ha publicado que el propio Duhalde habría señalado
que el Gobierno confunde la caracterización de figuras como
D´Elía o Raúl Castells, afirmando que no son piqueteros,
sino típicos dirigentes políticos.
Cierto
es que la estrategia gubernamental de no reprimir ante las manifestaciones
piqueteras y a la vez dividir a sus diversas agrupaciones le ha dado
resultado, porque no se le escapa a nadie que se ha reducido en mucho
la cantidad de cortes de calles y rutas –u otras demostraciones
de protesta—, como también ha disminuido abruptamente
el número de adherentes a las marchas que realizan. Pero también
es cierto que ha aumentado la virulencia de la actividad piquetera.
La ecuación está a la vista: a menor número de
marchas o adherentes, mayor violencia y cambios de metodología
en la manifestación.
Es
muy posible que la estrategia del Gobierno sea la correcta. Porque
la opinión pública parece agotarse e impacientarse ante
la irrupción de los piqueteros en las calles y no mira con
simpatía la agotadora presencia de sus dirigentes –en
especial D´Elía y Castells— en cuanto medio de
comunicación les permita exhibirse. Lo cual debería
terminar influyendo sobre los propios adherentes, porque sentirán
–tarde o temprano— el fastidio popular, lo cual debería
generar un vacío muy difícil de superar. Con el consiguiente
desaliento y posible deserción, lo que le daría la razón
al Gobierno, que sustenta esta teoría. Aunque no se le escapa
que la mejor herramienta para superar al fenómeno piquetero
es el crecimiento sostenido de la economía, con aumento de
las fuentes de trabajo y la consecuente reducción del desempleo.
En
este punto se advierte una evidente paradoja. Porque el Gobierno adoptó
la estrategia del tiempo y la paciencia (despacio Sancho...) para
afrontar la cuestión piquetera, pero –totalmente a la
inversa— se impacienta y acelera los tiempos en la pulseada
con Duhalde; que, hay mayoritaria coincidencia, que no parece haber
sido iniciada por el ex Presidente. Que tampoco demuestra tener interés
en profundizarla, porque –según dicen quienes tienen
diálogo con él- está convencido de que el éxito
de Kirchner es imprescindible para el país y para el PJ, en
tanto que un fracaso, que nadie quiere, lo arrastraría también
a él y a gran parte del Justicialismo. O a todo.
Claro
que –seguramente— no debe aceptar que lo tiren por la
ventana, como parecen pretenderlo algunos de los que se apresuran
y olvidan los consejos del "hidalgo Quijote de La Mancha".
Se
transita una etapa en la que la mancha de la crisis extendida por
todo el país no se ha disipado. A pesar del elogiable crecimiento,
el mapa de la desocupación sigue siendo importante y grave.
Los problemas siguen siendo serios. La población tiene preocupaciones
alejadas de las internas partidarias. Por lo tanto no cuenta con muchos
adherentes la estrategia de apurar los tiempos políticos. Incluso
algunos creen que puede tener un efecto contrario al deseado.
Producir
hechos políticos es legítimo, como es considerado necesario
por la mayoría que debe producirse el recambio de dirigentes.
Y también es legítimo posicionarse hacia el futuro.
Lo cual no implica que "los representantes de la vieja dirigencia",
pasen a ser puros ipso facto por el mero hecho de pasarse velozmente
al oficialismo. San Juan Bautista en las aguas del Jordán no
se ha trasladado a la Argentina de hoy.
Por
lo tanto, no sería desdeñable seguir la recomendación
del hombre de La Mancha. (AIBA)