Cartoneros
Por
Armando García Rey
LA
PLATA, 3 MAY (Especial de AIBA). Cómo decirles, pedirles, reclamarles,
exigirles o sugerirles, en nombre de la higiene y la calidad de vida,
que no destrocen las bolsas de residuos domiciliarias desparramando
por veredas y calles contenidos a veces nauseabundos.
Cómo
decirlo para que entiendan, comprendan, acepten o interpreten tamaña
solicitud. Sería inútil hacerlo.
Ellos
también podrían pedir, reclamar, exigir, sugerir para
que los entendamos, comprendamos, aceptemos o interpretemos precisamente
a ellos¸ a los cartoneros, una versión libre de los antiguos
botelleros, que vuelven a recrearse en calles y avenidas.
Los
cartoneros se han incorporado al sobresaltado mercado laboral con
un oficio todavía sin reglamentar aunque en vías de
hacerlo.
Lo
cierto es que las rutas, las de mejor acopio de papel, envases de
hojalata, vidrio, plástico o electrodomésticos en desuso,
ya han sido asignadas o distribuidas a los operadores originales o
a grupos familiares organizados.
La
actividad de estos modernos botelleros con carrito de supermercado
a disposición -se pueden adquirir en el mercado negro a doce
o quince pesos, según el modelo- está escalones arriba
de los antiguos botelleros. Es que muchos de ellos pertenecen, o mejor,
pertenecían a una clase que se vino en caída libre hacia
la clase que ocupa los últimos peldaños de la escala
social.
No
eligieron ser cartoneros. Pero debieron adaptarse a las nuevas, aunque
no buenas, circunstancias sociales precipitadas por la impiadosa crisis
que acabó con propósitos tan saludables como el de igualar
para arriba. Ahora, está claro, se iguala hacia abajo. En la
pobreza y, porque no, en la indignidad.
Son
laburantes comunes caídos en desgracia. Se quedaron sin trabajo
y no encontraron otro hasta que descubrieron éste que es duro
difícil y encontraron en la calle.
En
sus rutas, los cartoneros recogen papel, hojalata, bronce, envases
de perfumes famosos e importantes, ropa, comida, lo que venga, lo
que sea. Con la mayoría de esas cosas u objetos los que hacen
negocios son los grupos de explotadores de quienes los cartoneros
resultan ser inevitables explotados.
Están
obligados a mantener buenas relaciones con los encargados de edificios,
quienes les separarán los objetos para canjear o para vender.
Los más astutos sumarán, con el buen trato, a vecinos
que se ocuparán de tenerlos en cuenta cada vez que haya algo
que les sirva.
El
de los cartoneros no es un oficio tradicional o querido. Pero la mayoría
de ellos lo emprende dignamente entre tanta indignidad. (AIBA)