Necrofilia
Por Juan Alberto Yaría (*)
"
En el hombre hay una tendencia a la biofilia (tendencia a la vida)
y a la necrofilia (tendencia a la ruptura y disgregación de
las unidades)". E. Fromm.
LA
PLATA, 8 MAY (Especial de AIBA). En los últimos años
de mi tarea como terapeuta de adictos no deja de asombrarme la pasión
por destruirse o destruir de muchos pacientes que, incluso en la negación
omnipotente de lo que realizan, no se consideran pacientes. Esto se
denomina necrofilia: pasión por la destrucción.
Acá
englobamos distintas gamas de conductas; por ejemplo, tuve que supervisar
la acción de un grupo de médicos de emergencias psiquiátricas
en discos y boliches del circuito metropolitano en relación
al uso de "lanzaperfumes" y de otras drogas de uso veterinario
como la ketamina (opiáceo usado para caballos y animales en
general). El "lanzaperfumes" se usa desparramando el líquido
sobre una prenda de vestir, se aspira, y ese solvente actúa
sobre el sistema nervioso central y genera un efecto de emborrachamiento
y descontrol; al mismo tiempo actúa sobre el sistema frontal
del cerebro generando lesiones que en el futuro sellarán como
definitivo el descontrol de impulsos y la tendencia a la violencia.
La
lógica del instante determina el uso de este solvente. El ya
(valor clave en la post-modernidad actual) es el tiempo privilegiado.
Importa sólo lo que siento ahora. Mi cuerpo no existe o es
de goma; no tengo sistemas orgánicos. La omnipotencia del instante
(tiempo del ya) hace creer que con nuestro cuerpo y nuestra mente
podemos hacer cualquier cosa; de esta manera atentamos contra nosotros
mismos, o sea son microsuicidios en medio de la música tecno
y en un clima de jolgorio y exaltación.. Es la necrofilia.
"Son miles Dr.", me decían los especialistas en emergentología
psiquiátrica. T
uve
oportunidad de entrevistarme con uno de los afectados; pudo preguntarse
por un temor por la posibilidad de daños en su sistema nervioso;
ya a los 20 años se olvidaba de cosa próximas, no tenía
atención, vivía en estado de excitación y nerviosismo
permanente. Mi intervención fue preventiva, lo orienté
para que hiciera algo por él a través de estudios clínicos
y psicológicos y una dirección terapéutica. Creo
que pudo escuchar.
El
gran tema de hoy es escuchar, y esto adquiere mayor vigencia en los
llamados Idolos o los famosos porque pareciera que en la cultura mediática
y del espectáculo la sociedad se divide en dos: la gente común
y los famosos que son elevados a la categoría de la Idolatría.
El
Idolo es Dios o una Diosa; por lo tanto ¿cómo Dios va
a escuchar? La lógica de la salud mental nos enseña
que el límite máximo que nos hace crecer como personas
es la escucha: escuchar los registros de nuestro cuerpo (dolores,
deficiencias), escuchar los registros de angustia que salen de mi
yo (temores, pánicos, tendencia a la omnipotencia) y escuchar
a los demás. Cuando no se escucha, la ley misma es la muerte.
La primer ley me la marca mi propia capacidad de autocrítica.
La segunda ley me la marca el otro (un padre, madre, allegado, amigo)
y cuando no escucho a nadie aparece la "parca", como ya
lo contaban los mitos griegos y romanos que es la encarnación
de la muerte.
Esto
puede adquirir mayores proporciones cuando esta sociedad del espectáculo
y mediática coloca a alguien en posición ídolo
y lo transforma en una estatua, o sea hay una idolatría. Hay
una diferencia sutil entre Idolo e Idolatría. En la Idolatría
el ídolo se transforma en una figura de piedra y deja de ser
persona. La estatua es una creación de los demás.
El
Idolo surge como derivación de la figura del héroe.
Los griegos decían que el héroe era un intermediario
entre los hombres comunes y los dioses. Homero, en La Ilíada
y La Odisea, narra las epopeyas de los héroes. El héroes
se define por una hazaña o por sus hazañas. Pero hay
una diferencia entre la polis griega, en donde en un núcleo
pequeño de ciudadanos y esclavos se narraban proezas y en la
sociedad actual mediática, del espectáculo y consumista,
en donde el héroe adquiere características de ídolo
ya que sostiene rating, marcas, logos y esto alimenta transformarlo
en un objeto a Idolatrar. Ya deja de ser persona. Es una estatua.
Es Dios mismo.
El
lugar del Idolo está alimentado por triple vía: en primer
lugar nos identificamos con él porque es el embajador de nuestras
emociones más profundas de desamparo; el hombre común,
especialmente si ha nacido en lugares críticos y/o miserables,
ansía poder y gloria, y así nos identificamos con aquel
embajador de nuestras pasiones. En segundo lugar, es una construcción
social que genera renta en la sociedad de la venta y compra de objetos
y, en tercer lugar, creerse el mensaje social y seguir al pie de la
letra los designios de lo que depositan sobre mí. En realidad
no es sobre mí, sino lo que yo represento para los demás
(pero esto ya sería la salida de la trampa mágica y
delirante en que me meten).
La
necrofilia (pasión por destruirse y destruir) es hoy un síntoma
masivo y que arranca de situaciones muy complejas de tipo social.
Pero si no escuchamos el mensaje de la vida, nos debemos preguntar
si hablamos lo suficiente del cuidado de la vida en las escuelas,
en los medios de comunicación, en las familias, en los barrios.
Si muchos no escuchan ¿cuántos hablan? O es que no se
escucha porque no se habla, o sea no se educa en "el saber vivir".
(*)
Director del Instituto de Prevención de la Drogadependencia
Universidad del Salvador e-mail: uds-drog@salvador.edu.ar