Serás
como Dios
Por
Juan Alberto Yaría
"La
deificación del hombre como idea general de vida se formuló
desde el Renacimiento y permitió durante varios siglos una
floración de personalidades de apariencia triunfal". Héctor
Murena- La Cárcel de la Mente.
LA
PLATA, 26 MAR (AIBA). El gran ensayista argentino Murena nos enseña
que el hombre se ha convertido en Dios; él recoge el pensamiento
de muchos pensadores (filósofos, escritores, poetas) que estudian
cómo se perdió la dimensión y la estatura humana.
Más adelante nos dice: "ahí en la búsqueda
del ideal de deificación comienza la aniquilación del
hombre".
Me
interesa hoy analizar al argentino tipo que vive al límite
que es el que no acepta, precisamente, el límite de la propia
estatura humana. El que se dice vive "a mil", o sea el que
no acepta que la velocidad sólo puede ser marcada por la paciencia:
"para el hombre de hoy es tan difícil practicar la paciencia
como la concentración; todo nuestro sistema está basado
en la rapidez, el hombre moderno piensa que pierde tiempo cuando no
se actúa con rapidez" (J. Barylko) y E. Fromm nos enseña
que para amar la vida hace falta paciencia ya que con resultados rápidos
no aprendemos ningún arte. A un paciente para que se cure le
pedimos que sea paciente, o sea que tenga paciencia.
Las
drogas alimentan este ideal de rapidez, de impaciencia, que es en
el fondo el de la omnipotencia. Me interesa estudiar historias argentinas
de jóvenes que se sentían dioses y que para aparecer
de esta manera necesitaban de ese tónico mágico y venenoso
que son los estupefacientes en su variedad de estimulantes como la
cocaína. Desde Walter Olmos, que jugando a la ruleta rusa perdió
su vida luego de consumir altas dosis de cocaína. O la mujer
de Pipo Cipolatti (Flavia Muñoz). O Juan Castro con sus letales
y finales 20 grs. También Rodrigo, en cuyo examen de autopsia
se descubrieron altas dosis de alcohol. También nuestros futbolistas,
que en los últimos dopings dieron positivos. Además
tenemos uno de los índices más altos en el mundo de
dopings positivos en fútbol (lo cual habla también de
los buenos equipos médicos que dirigen el control). Futbolistas,
deportistas en general y artistas del espectáculo son junto
a los políticos los nuevos dioses (en una sociedad que se ha
quedado sin creencias) de la sociedad post-moderna.
Esta
sociedad post-moderna instaló la idea que para existir hay
que aparecer en los medios. Para existir hay que ser percibido…en
la televisión. Pero aparecer en la televisión tiene
sus riesgos: exhibirse, someterse al rating, quedar cautivo de la
imagen de lo que otros quieren de nosotros (productores, avisadores,
compromisos políticos e ideológicos). Por eso el filósofo
Pierre Bordieu ha llegado a decir: "la pantalla televisiva se
ha transformado en una especie de espejo de Narciso". El espejo
se tragó a Narciso, como traga a todo hombre que sólo
cuida su imagen, su apariencia y descuida su ser más íntimo.
Esto también le puede pasar al deportista que debe rendir para
estar en el podio y, si es futbolista, llegar a Europa. Le puede pasar
a un político que se desvanece cuando no lo llaman de un medio
radiofónico o televisivo porque entonces no existe. Nos puede
pasar a todos. Es que descuidamos nuestro ser más íntimo:
el sí mismo, y nos perdemos en la apariencia o sea en el Ego.
Hay una escisión cada vez mayor entre nuestro ego y nuestro
sí mismo en la sociedad actual. Entre el hombre exterior (el
de los supuestos rendimientos y éxitos) y el hombre interior
(que es el verdadero, el auténtico, el que sufre y siente pero
el que ama y espera).
Sacrificamos
en el altar del Ego a nuestro hombre interior. Ahí las drogas
cumplen un papel central. Son el ¿tónico? de la omnipotencia
del Ego. Nos aseguran que el día tiene más de 24 horas,
que el cuerpo es de goma y que no hay sistemas orgánicos (no
hay un corazón que sufre por los excesos o un hígado
que excreta demasiada glucosa para mantener un metabolismo inhumano).
Caemos presos del llamado stress que no es más que la omnipotencia
del Ego: vivir al límite, que es no aceptar los límites
de nuestra estatura humana. Salud mental es hoy aceptación
de nuestros límites. Es luchar contra el espejo de Narciso
que nos propone la sociedad de la hiperexigencia que culmina en la
compulsión adictiva, búsqueda de la perfección
absoluta que culmina tempranamente en el cementerio. Muertes tempranas
por no respetar los límites de nuestra propia naturaleza. (no
somos dioses).
Este
hombre post-moderno que somos: público, centrado en el Ego,
desconocedor de nuestro sí-mismo más profundo, apasionado
por el rendimiento, el rating, el éxito, hiperkinético
e impaciente, tiene un primer gran déficit: no escuchar las
señales del cuerpo y las anímicas de que algo anda mal.
Cuando estamos con todos nuestros sentidos puestos en el exterior
no escuchamos los datos de nuestro interior que son los vigías
de nuestra salud y que nos lo mandan los distintos sistemas orgánicos:
mareos, dolores de cabeza tensionales, hiperkinesia, rabias, fatiga
exagerada, taquicardia, respiración agitada como señal
de angustia y ansiedad, reducción de la sexualidad, contracturas,
dolores, palidez en nuestras facies, envejecimiento precoz, gastritis,
baja en las defensas que nos lleva a gripes, resfríos, infecciones
a repetición, contracción vascular con hipertensión
arterial. O sea, no escuchamos al hombre interior. Sólo nos
preocupa llegar más lejos, trepar, ganar.
Como
el Fausto de Goethe hemos hecho el pacto con el diablo representado
por Mefistófeles. Este le promete ser todo pero debe vender
su alma (o sea su sí mismo) al diablo. Dominio. Poder. El vendedor
de drogas es el primero que se dio cuenta que el hombre de hoy es
como Fausto y, como Mefistófeles, le vende el ¿tónico?
del Poder. He aquí su tumba. (AIBA)
(*)
Director del Instituto de Prevención de la Drogadependencia
de la Universidad del Salvador. e-mail: uds-drog@salvador.edu.ar