LA
INSEGURIDAD EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
EL
FRACASO DEL ESTADO EN LA COMPRENSIÓN DE LOS MODELOS SOCIALES
EMERGENTES DEL NEOCONSERVADORISMO.
En
las últimas décadas del siglo XX los bruscos cambios
en los modelos sociales y económicos, definieron el final de
una época y el comienzo de otra.
Dos
términos premodernos vuelven con fuerza, esta vez globalizados:
ALDEA y MERCADO.
En
la Aldea global, la economía del Mercado global viene a instalar
una visión hegemónica, sin reconocimiento de fronteras
o culturas.
El
cambio se acelera con la desaparición del mundo "bipolar",
luego de la caída del muro de Berlín y deviene instantáneo
y fluido con el auge de las comunicaciones y la informática.
En
la plenitud de la "revolución tecnológica"
los bloque económicos adquieren nuevas fisonomías, perdiendo
la antigua configuración en la que predominaban pocas y grandes
empresas, enclavadas en pocos y centrales países.
En
la dinámica económica del cruce de los siglos, la irrupción
de nuevos grupos económicos, en algunos casos de ascenso vertiginoso,
compone una constelación en la que prima la fugacidad y la
multipolaridad.
Es
así que en las economías más condicionadas por
causas estructurales que las ubican en la situación de postergación
y crisis, como es el caso de la Argentina, también aparecen
oportunidades en la aldea global. Se han modificado históricos
comportamientos y en el presente se verifica la desaparición
de formas consideradas clásicas y la irrupción de nuevos
grupos emergentes.
Es
en este mapa sociopolítico en el que se instaló en los
últimos 10 años del siglo el modelo neoconservador,
llevado hasta sus límites en la práctica política
que aplicara el ex presidente Menem.
En
su derrotero se perdieron millones puestos de trabajo, el cierre de
fábricas, la carencia de exportaciones con la eliminación
de grandes compradores de nuestros productos y el ingreso masivo de
bienes y servicios producto de la inusual apertura.
Claro
que, para que este diseño se concretara se perdieron (o relegaron)
áreas estratégicas para el sostenimiento de cualquier
proyecto de crecimiento y distribución de riquezas, como son
la educación y el sistema científico tecnológico,
la salud, la justicia y el apoyo estatal de las producciones regionales
y a las Pymes.
El
vertiginoso crecimiento de la deuda pública, la venta a precio
vil de los bienes de estado y la carencia de estrategias de desarrollo
fueron anudando un entramado cuyas consecuencias son socialmente lacerantes:
el aumento de lacras sociales como son el flagelo de la desocupación,
el descenso a índices de pobreza de grandes contingentes.
La
precaria "primavera" económica que se percibió
luego de la salida del "1 a 1", no logra transformar esta
acumulación hacia los sectores más desprotegidos, esto
es desocupados y pymes, que continúan soportando la saga del
modelo menemista.
Es
por ello que cualquier abordaje al tema de la seguridad debe incorporar
la visión compleja y multifacética que hoy se ofrece
al análisis en la sociedad que inicia el siglo XXI.
En
efecto, los nuevos comportamientos sociales no han logrado la suficiente
flexibilidad interpretativa y hoy conviven vetustas normas, inaplicables
en la práctica, regímenes judiciales, policiales y carcelarios
diseñados para otra tipología del delito, con un momento
de la civilización caracterizado por la pérdida de valores
y la falta de identificación de ejemplos a imitar.
Como
contracara abundan los contra-ejemplos, los llamativos crecimientos
patrimoniales de personajes, como Yabrán (en el mundo empresarial)
o María Julia Alsogaray (en la gestión de gobierno),
u otros más anónimos, pero notorios en el entorno del
barrio o del pueblo chico. Allí proliferan casos en los que
el rumor o el "boca a boca" son los usuales medios de difusión.
Como variantes hay muchas, solo nos concentramos en la figura del
traficante de drogas, el proxeneta, el comerciante aprovechador, el
prestamista, el policía, juez o político corrupto.
Estos
ejemplos tienden a derrumbar, en el imaginario social, acumulaciones
generacionales del comportamiento humano. La familia tipo donde el
padre trabajaba, los hijos estudiaban para luego trabajar, formalizó
símbolos que, durante años consolidaron las aspiraciones
y los deseos de los argentinos. Particularmente es la extendida clase
media la que más se apropió de esta configuración
del tipo familiar y la cultura reproduce en sus expresiones (cine,
TV, música) con fidelidad el estereotipo y abundan ejemplos
y personajes que lo expresan con claridad.
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"Es
en este mapa sociopolítico en el que se instaló
en los últimos 10 años del siglo el modelo neoconservador,
llevado hasta sus límites en la práctica política
que aplicara el ex presidente Menem."
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Con
la irrupción del menemismo y el descenso brusco de clases sociales
hacia la pobreza, conjuntamente con las variantes del dinero fácil
aparecen en escena social otros paradigmas culturales. Resulta sencillo
rastrear en las expresiones culturales el giro si comparamos, por
ejemplo las letras que van de un tango de Discépolo a los actuales
mensajes de la cumbia villera entonada por "pibes chorros".
Claro
está que en la Argentina post-menemista muchos padres no trabajan,
muchos hijos no estudian y la relación e identidad de la familia
se ha extraviado, por ruptura del propio núcleo o por desplazamiento
del lugar donde habían echado raíces. Su consecuencia
el desarraigo- para migrar a otros destinos provoca además
un extrañamiento de lugar y en el nuevo que lo aguarda son
escasas las chances y esperanzas. Al contrario, la hostilidad y la
carencia de oportunidades se proyectan sobre los individuos, particularmente
los más jóvenes, que conviven con un entorno que los
tensiona y expulsa.
Cabe
reflexionar sobre las consecuencias de proyectar sobre sectores desesperanzados
esta machacante figura de que "no hay salida". En la "era
del vacío" (al decir de Lipovetzky) no es la educación
ni el trabajo la llave hacia un futuro de dignidad, sino que los caminos
ofrecidos contienen otras variantes que, muchas veces rozan lo que
clásicamente se considera "ilegal".
Ya
nos referimos a la carencia de políticas estatales en acciones
de contención social, mediante herramientas idóneas
como el deporte y la cultura y además el relegamiento sin fin
al que se ha sometido a la educación pública. También
nos referimos a la morosidad en adecuar los dispositivos normativos
a los emergentes sociales, que son dinámicos y requieren comprensión
en los cambios.
Este
coctel se puede resumir, en términos sociales con el desapego
a valores que las civilizaciones mantuvieron por siglos: el respeto
a la vida, al diferente, al entorno, al ambiente, al patrimonio, al
barrio, a la ciudad. Con esta pérdida axiológica las
manifestaciones predominantes van en sentido contrario. En consecuencia
la vida (la propia y la del otro) no vale nada. Pero tampoco bienes
sociales históricamente compartidos como respetar lo ya manifestado
que se puede resumir como "el lugar en que se vive" ya sea
en lo físico (cuya síntesis es lo urbano), como en lo
normativo (cuya síntesis es el estado de derecho), como en
lo político-social (cuya síntesis es la convivencia
democrática).
Todos
estos valores hoy están en cuestionamiento y las manifestaciones
sobre el ejercicio de violencia sobre ellos, adquiere las múltiples
caras que hoy configuran la falta de seguridad en el país.
Resulta
claro que es imposible librar una lucha solo sobre las consecuencias,
sino se interpreta la complejidad del fenómeno y la multicausalidad
del mismo. Una apropiada política de estado se debe delinear
con la coexistencia de dos líneas de acción. Por un
lado la de coyuntura y por el otro la correctiva en el mediano y largo
plazo. En la primera de ellas no caben otras señales que las
institucionales; esto significa combatir el flagelo con todo el peso
del estado de derecho y la práctica sistemática de los
organismos del estado actuando en forma ordenada. En el camino que
va de la prevención a la represión, pasando por la detección
temprana del hecho delictivo, se deben articular un conjunto de acciones
entre las áreas de justicia, policial (incluyendo el sistema
carcelario), organismos de inteligencia y, como es un problema en
mutación y, en consecuencia dinámico, reclama el acomodamiento
normativo, jurídico, legislativo, que vaya ajustando el conjunto
de las leyes que atienden la seguridad pública y privada.
En
los programas de largo alcance, gran parte de la inteligencia debe
colocarse en acciones que propendan a modificar las conductas y posibilitar
una mejor convivencia social. Ya nos expresamos al principio de estas
líneas sobre los dilemas que impera en la actual condición
humana y sobre el modelo que se ha perpetrado.
Es
en este marco que se propone una contribución para prevenir
el delito y la violencia y se sintetiza en el proyecto de ley de Creación
del Consejo Nacional a tales fines. Sus objetivos están definidos
en sus artículos y fundamentos pero sólo se alcanzarán
resultados apropiados si desde el estado se efectúan acciones
planificadas y que no respondan como reacción a determinadas
presiones del momento. Si se continua actuando compulsivamente se
seguirá desordenando la arquitectura jurídica que atiende
al delito hoy, confusa hojarasca de difícil identificación
para el conjunto de actores intervinientes: jueces, autoridades, organismos
y ciudadanos comunes.
En
cambio, si se trabaja con objetivos estratégicos, con adecuadas
bases de datos, con mapas y tipificación del caso de violencia
o inseguridad, será posible efectuar acciones conjuntas y articuladas
para combatir el problema. En este concierto de acciones, en las que
el estado debe instalar al conjunto de áreas (en este caso
no hay organismos que se puedan descomprometer del tema, aunque a
priori se los vea distante de la cuestión). En este esquema
educación, salud, desarrollo social deben incorporarse con
programas transversales que interpreten el problema y propongan soluciones.
Tampoco
pueden estar ausentes en el delineamiento de políticas y en
la aplicación práctica de las mismas organismos no estatales
(la rica y extensa trama de ONGS) y una de las principales herramientas
que hoy disponen las sociedades para integrarse con armonía:
los medios de comunicación masiva.
Dip.
Nac. Arq. Hugo Storero
Vicepresidente Bloque UCR
Santa
Fe, 26 de agosto de 2004