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Humanístico
Propaganda
y Engaño
Por
Juan Alberto Yaría (*)
"El
consumidor compra un producto en razón del influjo proveniente
de la imagen constituida sobre ese producto, adquiere no ya un elemento
material sino un sueño, una ilusión". Eduardo Calcagno
- La Propaganda. 1992.
LA
PLATA, 19 MAR (Especial de AIBA). Muchos sucesos trágicos han
sucedido en los últimos meses relacionados con el consumo de
drogas y alcohol. Bastan como muestra Juan Castro, la esposa de Pipo
Cipolatti y las distintas situaciones de violación seguida
de muerte a menores en donde el consumo crónico de estupefacientes
es claro, como en lo sucedido con el "Nene" Sánchez
y Mariela.
Los
datos de la realidad clínica de la adicción a drogas
(incluyo al alcohol) tienen lamentablemente un final no abierto, sino
cerrado a cuatro o cinco lugares, tales como la muerte, el deterioro
de la personalidad unido al daño cerebral, situaciones delictivas
que pueden culminar en la prisión, la emergencia de enfermedades
asociadas: accidente cerebro-vascular, infarto cardíaco, el
síndrome de inmunodeficiencia adquirida (Sida), etcétera,
y también accidentes mortales o con consecuencias de discapacidad
física y mental. Además de la mayor probabilidad de
emergencia de enfermedades mentales y de trastornos de personalidad.
Hoy, por ejemplo, el consumo de marihuana se considera como un predictor
de riesgo en la adolescencia en la eclosión de enfermedades
mentales graves (esquizofrenia y trastornos del estado de ánimo).
En
la Argentina, como es común en situaciones de crisis de drogas
y como prueba del default humanístico en el cual vivimos, han
surgido rápidamente respuestas que tratan de minimizar estos
hechos. Concretamente desde distintos medios, especialmente televisivos,
se trata de mostrar que en realidad la ingesta de estupefacientes
sólo en un muy pequeño porcentaje de consumidores trae
consecuencias negativas. Son datos que surgieron en la Universidad
de Amsterdam, estudiando a través del método de entrevistas
en donde un adicto recomienda entrevistar a otro adicto a un investigador.
Se
genera un efecto "bola de nieve" (el método se llama
precisamente así, "bola de nieve") en donde desde
un consumidor se llega a miles a través de las redes que proporcionan
los propios adictos. Alrededor de un 20% tiene efectos graves y del
resto no se habla o se menciona que su vida transcurre normalmente.
El
estudio tiene tres errores: a) ¿quién recomendaría
consumir algo que desde el punto de vista epidemiológico genera
tan alto porcentaje de dañados efectivos?; b) del 80% restante
no se estudió su historia familiar (la violencia familiar,
el abuso, el deterioro de la relación con los hijos), los daños
físicos (el daño cerebral constatable por métodos
de neuroimagen es hoy una realidad), los daños en los distintos
sistemas orgánicos, las enfermedades asociadas como el Sida,
etcétera; y c) el objetivo de los investigadores (a quienes
entrevisté) era apoyar la política holandesa y tenían
claramente una posición tomada a priori que marcaba el tono
de sus investigaciones y por ende de sus conclusiones.
Mientras
tanto me llegan correos electrónicos de varios familiares de
consumidores de drogas que no saben qué hacer ante la realidad
que aqueja a alguno de los suyos. Como pasa en muchas situaciones
en nuestro país, las estrategias de minimización de
los riesgos del consumo chocan con la realidad de lo que sucede en
el interior de las familias. A todos les recomiendo una paciencia
activa, porque precisamente ellos deben participar en la rehabilitación
de su hijo aunque al principio éste no quiera. Es lógico
que no quiera, ya que la droga en muchos casos funciona como "una
auto-medicación" dañina pero es la que él
logró conseguir para ¿superar? sufrimientos y, a la
vez, multiplicarlos (aunque de esto no se dé cuenta, por lo
menos en el primer tramo).
Hay
distintas etapas por las cuales un paciente consumidor pasa hasta
considerarse un paciente: la precontemplación (el problema
no lo tiene él, lo tienen los demás); la contemplación
(hay algún atisbo de daño o de pérdida que ya
lo hace pensar y además puede empezar a escuchar alguna orientación);
la preparación (el paciente se alista para hacer algo por él
mismo); la actuación (ingresa a un programa terapéutico
y puede sostener la abstinencia); y, por último, el mantenimiento
de su mejoría.
Las
primeras etapas pueden durar un año hasta que el paciente se
decide a actuar. Mientras tanto, la familia, desde que se da cuenta
que el familiar consume, debe tener grupos de orientación.
Todo esto debería ser enseñado en los medios teniendo
en cuenta la epidemia que vivimos. Minimizar las consecuencias son
estrategias propagandísticas y al servicio del engaño.
(AIBA)
(*)
Director del Instituto de Prevención de la Drogadependencia
de la Universidad del Salvador. e-mail: uds-drog@salvador.edu.ar