Utopías
Presos
de la inseguridad
Por
Armando García Rey
LA
PLATA, 15 JUN (Especial para AIBA). Hace años que se viene
meneando el tema: el de la inseguridad, desde antes de aquella impresionante
irrupción publicitaria del ahora jefe de Gobierno de la Ciudad
(la de Buenos Aires se entiende) en la que Aníbal Ibarra aparecía
como un comandante civil al frente de su tropa. Pero, claro, era solo
un juego propagandístico. O simplemente un político
en campaña, advirtiendo que iba a hacer lo que, ni loco, se
le ocurriría hacer. Con lo que le calzó a la perfección
el sayo que le cayó también a otros que, como él,
son más mentirosos que político en campaña.
Precisamente
esos políticos, a pesar de que rasgan sus vestiduras, nos siguen
"tomando el pelo". Aseguran que hacen, lo que no hicieron.
Apuestan a empedrar no sólo de buenas intenciones el camino
del infierno. Y si alguien pone en duda sus escogidas palabras que
el viento siempre se lleva, reflotan encuestas reveladoras de admirables
gestiones nada dignas de imitar.
Ibarra-
no es el único- se atreve en estos sobresaltados días
de junio de dos mil cuatro, a afirmar, sin siquiera sonrojarse, que
los delitos no aumentaron, como aumentó la carne, las frutas,
las verduras, el cine, los medicamentos, los servicios y siguen aumentos.
Están estacionados, dice Ibarra. Pero mal estacionados. En
infracción.
Porque
los delitos, está claro, siguen mejorando sus precios como
carne, frutas, verduras, servicios y algunas cosas más. No
hacen falta encuestas para comprobarlo. Alcanza y sobra con la sensación
térmica. Y la sensación térmica revela que los
delitos crecen y se desparraman por todos los rincones de una ciudad
de apenas 192 kilómetros cuadrados, mucho más fáciles
de recorrer y controlar que, los 307 mil kilómetros cuadrados
de la provincia de Buenos Aires.
Uno,
que padece los rigores de la sensación térmica, sale
de su casa con miedo, esperando que desde algún lado venga
la puñalada trapera. Sabe que es cierto eso de que ya no hay
códigos. No importa cuanto lleva uno en el bolso si es que
lleva algo. Los "chorros" no pierden tiempo en averiguar.
Manotean lo que venga.
Y
mejor que no consulte a algún taxista sobre la ola de asaltos.
Que va y viene, no se detiene y tampoco la detienen los encargados
de hacerlo: los agentes de la ley, que están pero no se sabe
dónde. A veces, demasiadas veces, parece que está pintada.
Como la Policía. Que no está. No se ve. Y si está
no actúa. Espera órdenes. Que aparecen cuando ya pasó
lo que no debía pasar, al menos habiendo presencia policial.
Lo
cierto es que pese a tantas promesas cambiantes de funcionarios como
el Jefe Ibarra sobre la duplicación o triplicación de
la presencia policial, al principio sacando a la calle al personal
que cubre tareas administrativas, nada de eso sucede. Cambia algo
para que no cambie nada, para que siga todo igual, a veces peor.
Lo
cierto es que para Ibarra -para muestra basta un botón- hay
menos delitos o permanecen estacionados, o mejor estacionarios. Falso.
No es lo que revela la sensación térmica. Todas las
variedades delictivas se dan en la Gran Ciudad. En público,
en privado, de noche, de mañana, al mediodía, lejos
de la policía, al lado de la comisaría, con chorros
maduros, adolescentes o infantiles.
Hace
tiempo que van a arreglar, al menos un poco, tanta inseguridad. Pero
no arreglan, no quieren, no les conviene, no saben, no se puede. Y
la inseguridad avanza sin problemas. Aunque siempre aparece un mentiroso
hablando de cambios que no se hacen, con encuestas que dan la temperatura
pero ignoran la sensación térmica.
En
tanto, en la Gran Ciudad y otros pueblos y ciudades de la Provincia
uno vive preso de la inseguridad, que es parte relevante de la Crisis
que nos envuelve Y no precisamente con un manto de olvido. (AIBA)