Los
riesgos de la misión
argentina de paz en Haití
Por
Carlos Raimundi (*)
LA
PLATA, 24 MAY (AIBA). Los EE.UU. estuvieron siempre involucrados en
el destino de Haití. Desde la ocupación de 1915 hasta
su apoyo a la dictadura de "papa-doc" Francois Duvalier
y sus siniestros milicianos, los "tontons-macouttes". Desde
su apelación a la ONU para reponer a Jean Bertrand Aristide
en 1993, hasta su participación en el golpe que lo derrocó
en febrero de este año. Es decir, la situación de 8
millones de haitianos es inescindible de la estrategia que los EE.UU.
tienen preparada para ellos.
A
lo largo de tal devenir, Haití se convirtió en un país
en el que el 75 % de los niños sufre anemia y el 50 % de ellos
no está matriculado en la escuela primaria, según el
informe preparado por Koffi Annan, Secretario General de la ONU.
Ese
mismo informe dice que el 40 % de los ingresos del país proviene
de remesas de haitianos que residen en Florida, lo que implica que,
actualmente, la principal preocupación de los EE.UU. respecto
de Haití pasa por el control de la inmigración.
La
globalización implica transferencia de informaciones, capitales
y mercancías a costos más bajos. El único factor
productivo que ha sido expresamente inhabilitado por el poder para
circular con mayor rapidez en base a la oferta de más bajos
costos es la fuerza del trabajo. Teniendo en cuenta las reglas del
libre mercado, esto no debiera ser así.
Esta
contradicción flagrante de la modernidad se presenta en 4/5
partes del planeta, entre ellas en América Central y el Caribe,
y se simboliza en estos momentos en Haití. Los EE.UU., tan
involucrados en la región, no presentan ninguna alternativa
de desarrollo. Eso sí, cuando los pobladores pretenden escapar
al subdesarrollo, los devuelven a su país de origen o los confinan
en Guantánamo.
Desde
el punto de vista de su formalidad legal, el envío de cascos
azules no presenta objeciones: deriva de la resolución 1529/04
y se sujeta a los límites del Cap. 7 de la Carta de la ONU,
responde a la necesidad de ayuda humanitaria y se realiza en conjunto
con otros países de la región.
Pero
desde el punto de vista político, este envío fue solicitado
por los EE.UU. y tiene como efecto relevar las tropas de su país.
El problema se presenta ante la pregunta: ¿a qué intereses
sirve y cuáles son los objetivos de esta estrategia?
Mi
respuesta es: el desquicio al que la administración Bush ha
llevado a la Humanidad, demanda de América Latina una política
exterior basada, de una vez por todas, en valores y principios. Y
desde esa mirada, la Argentina no debe tener ningún punto de
contacto con la estrategia Bush.
La
intervención humanitaria en Haití debe —imperativamente,
si procura ser coherente con el propósito enunciado—
advertir que no se trata de liberar marines de Haití para que
vayan a invadir otros países, matar inocentes y aplicar torturas.
Y todo en nombre de la democracia y la seguridad mundial, y basado
en informes falsos de la CIA.
Si
en simultáneo con el envío de la misión de paz,
nuestro gobierno no genera con América Latina y con países
como Francia, España, Sudáfrica y otros que compartan
esta visión, un polo alternativo a las tropelías del
gobierno estadounidense, no sólo no resolverá la crisis
en Centroamérica, sino que corre el riesgo de ser funcional,
una vez más, a la ruina material y moral, en que el poder de
los EE.UU. está sumiendo al planeta. (AIBA)
(*)
Presidente del ARI Provincia de Buenos Aires y responsable de Política
Exterior del mismo partido.