¿Primero
la patria?
Por
José Enrique Velázquez
LA
PLATA, 4 JUN (Especial de AIBA). En una de las máximas que
Juan Perón legó para el Justicialismo, sentenciaba:
"Primero la Patria, luego el Movimiento, finalmente los hombres".
Aforismo con el que nadie en el PJ ha discrepado jamás, y que
tampoco ha merecido reproches desde afuera del Movimiento. Aunque
en diversas circunstancias ha sido utilizado irónica o reprobadoramente
por los críticos del peronismo, dándole exactamente
el ordenamiento inverso.
La
situación actual del país –aún en crisis—
muestra un importante crecimiento de la economía y una evidente
mejoría en la fundamental cuestión del empleo debido,
básicamente, a que el actual gobierno nacional logró
concitar la expectativa positiva de la mayoría de la población.
Lo que está en línea con el postulado de Perón.
En el que también se enmarcó un hecho determinante para
recuperar la confianza popular, como fue el cumplimiento de la palabra
empeñada por Duhalde quien, ante la desconfianza de muchos,
llamó a elecciones en la fecha comprometida y entregó
el mando en el día fijado.
Sin
embargo, algunas actitudes del Gobierno no parecen ir en línea
con la máxima justicialista, porque da la sensación
de que en ciertas situaciones privilegia cuestiones partidarias o
de internas políticas, subordinando a ellas el interés
del país.
En
tales circunstancias no aparece en primer término "la
Patria", aunque en las palabras se insista en ponerla siempre
en el pináculo de la intención. El caso típico,
que se ha tornado en un problema de difícil resolución
es el de la controversia provincia de Buenos Aires-Nación,
en la fundamental discusión de una nueva Ley de Coparticipación
Federal de Impuestos. Porque si bien otras provincias también
discrepan con el proyecto que el Gobierno Nacional aspira a plasmar
en una Ley-acuerdo (Córdoba, Santa Fe, Neuquen), es Buenos
Aires con el gobernador Felipe Solá a la cabeza, la que ha
tomado la cuestión como una bandera reivindicativa, instalándose
firmemente en el centro del debate. Es que el proyecto nacional perjudica
claramente a la principal provincia argentina.
Las
cuestiones con las provincias mencionadas, financieramente son menores
y fáciles de superar porque la cuestión de fondo, es
decir de los recursos coparticipables, no las perjudica -ni de lejos-
como afecta a Buenos Aires. Sin embargo, las tres provincias coinciden
con Buenos Aires, aunque en sus casos fundamentalmente por razones
de posicionamiento político, en rechazar el proyecto nacional.
Aunque ha sido el gobierno provincial el que ha quedado en el eje
del escenario mediático, defendiendo a ultranza su postura
como no lo hiciera en su momento el ex gobernador Armendáriz,
que cedió ante su jefe, Raúl Alfonsín, gran parte
de la coparticipación que Buenos Aires tenía asignada,
hipotecando en rigor el futuro de la Provincia y de sus habitantes.
Y condicionando, sin duda alguna, a los gobiernos que lo sucedieron.
Aunque luego y siempre con algún "supremo interés
nacional" (leáse convertibilidad, déficit previsional,
deuda externa, megacanje, blindaje, etc.) como excusa, con Caballo
primero, Fernández y Machinea despiés, se le siguió
detrayendo recursos a las provincias, impactando sobre todo en Buenos
Aires.
El
perjuicio que sufre la Provincia, desde aquel manotón de Alfonsín,
ante la pasividad de Armendáriz, ha sido planteado siempre
–y casi con exclusividad- por los ministros de Economía
de la provincia que se sucedieron desde la gestión de Antonio
Cafiero en adelante. Solo en el desierto, Jorge Remes Lenicov, repetía
como una letanía –avalado por cifras incontrastables-
que Buenos Aires era discriminada. Pero eran muy pocos los bonaerenses
que se hacían eco de este reclamo solitario. Eduardo Duhalde,
a la sazón Vicepresidente de la República, sólo
aceptó ser candidato a Gobernador cuando Carlos Menem se comprometió
a cederle 10% del impuesto a las Ganancias para destinarlo a la reconstrucción
del muy empobrecido Conurbano bonaerense.
Aún
así, con ese aporte, Buenos Aires llegó al 25% de coparticipación,
cuando 10 años antes había superado el 30% El paliativo
–así lo denominaba Remes Lenicov- no evitó que
el ministro provincial reiterara permanentemente su demanda, porque
consideraba que aún así los recursos que recibía
Buenos Aires no podían satisfacer la demanda de los habitantes
de la provincia argentina más poblada. Lo sucedió en
el cargo y en reclamo –como también en la soledad- Jorge
Sarghini. Pero muy pocos, sea por precaución personal o por
egoísmo político, se sumaron a la cruzada del ministro
de la Provincia.
Ahora
la demanda se ha instalado con celebrable potencia. La necesidad de
contar con una nueva Ley de Coparticipación –demandada
por el FMI— determinó que el gobierno nacional pergeñara
un acuerdo con las provincias, pero este proyecto no sólo congela
la situación anterior sino que acentúa el centralismo
fiscal, perjudicando –aún más— a la provincia
de Buenos Aires. El gobernador Solá y su ministro Gerardo Otero
–no sufre en este tema la tremenda soledad de sus antecesores,
Remes y Sarghini- hicieron público su desacuerdo con el proyecto
que perpetuaba el perjuicio a Buenos Aires, y lograron no sólo
el apoyo del gabinete provincial, si no también el de legisladores,
empresarios, gremialistas e –incluso- buena parte del periodismo
bonaerense.
Sin
embargo, desde el gobierno nacional, "los Fernández"
contestan al reclamo de Solá con chicanas, ironías y
cifras usadas sesgadamente. Cuando en privado cualquier funcionario
nacional reconoce que aquello que prometía Kirchner en la campaña,
esto es "devolver a Buenos Aires 8 puntos de coparticipación,
con recursos nacionales" (ver la página web de la campaña
"Kirchner Presidente"), es totalmente justo. Pero las respuestas
son más acordes a algún propósito político
no confesado, que a razones de equidad.
La
cuestión es central para Buenos Aires, pero también
incide sobre el país, por la importancia intrínseca
que tiene la Provincia. El conflicto con los empleados públicos,
consecuencia del aumento salarial otorgado por la Nación a
los suyos, es un dato que no debe desdeñarse a la hora de privilegiar
decisiones nacionales.
Salvo
que ahora no se tome en cuenta el apotegma de Perón. (AIBA)