El
silencio es salud
por
José Enrique Velázquez
LA
PLATA, 15 ABR (Especial de AIBA). La enfermedad del presidente Kirchner
sobresaltó a los analistas y a la población, aunque
en ningún momento llegó a bordear el pánico ni
a provocar una exagerada preocupación. Y el sobresalto se debió
más que a la posible gravedad de la dolencia, al silencio que
sobre el tema hizo el gobierno nacional. Suele decirse, en algunas
circunstancias, que el silencio es salud. Pero ante un gobierno que
se ha destacado por ser sumamente mediático, el mutismo en
que se encerró desde el viernes posterior a la marcha convocada
por el padre de Axel Blumberg fue contraproducente, porque dejó
un vacío que se fue llenando de rumores y suspicacias. Que
se profundizaron cuando el país fue informado de la enfermedad
presidencial y de su inmediata internación en un hospital de
Río Gallegos. Y que tuvieron su cuota de comidilla cuando se
conoció el blooper comunicacional/sanitario que cometió
la esposa del Presidente –que motivó la consiguiente
rectificación médica- al recordar una presunta úlcera
sangrante que habría tenido Kirchner hace un par de décadas.
Que no existió sino que sólo fue un colon irritable,
según el médico presidencial.
Pero
la enfermedad y el silencio comunicacional –antes y durante
el proceso de la afección- sucedieron a una semana especial,
que tuvo puntos culminantes en el acto realizado en la ESMA, en el
Congreso Nacional del Justicialismo y en la marcha que organizó
el muy mediático Juan Carlos Blumberg. Simultáneamente
sobrevolaba el país, como una sombra ominosa, la complicada
situación de la seguridad ciudadana. Y la inocultable intención
de los funcionarios nacionales de limitar la cuestión a la
provincia de Buenos Aires, generando la sensación de que el
delito estuviera monopolizado por ella y el resto del país,
incluida la Capital Federal, fuera una suerte de paraíso que
no origina ninguna preocupación.
Pero
aquella semana de los tres hitos dejó su secuela. Algunos dirigentes
opositores, que no podían "hacer pie" mediático,
porque la desusadamente alta imagen presidencial los opacaba hasta
la inexistencia (López Murphy, Carrió), advirtieron
el quiebre y salieron a hacer sus reclamos y denuncias. Con poca repercusión,
es cierto. Pero la nota saliente fue dada por las columnas de los
analistas "estrellas" de los principales diarios nacionales,
que –con prudencia, claro- comenzaron a puntualizar algunos
errores que observan en aquella concepción del gobierno de
la Nación. Los columnistas pusieron el acento, especialmente,
al intento de trasladar toda la responsabilidad de la crisis de la
seguridad a Buenos Aires y particularmente al gobernador Felipe Solá.
Y alcanzaron el punto culminante en la columna de Morales Solá
en La Nación del 8 de abril, cuando dice "el Gobernador
desarticuló con una sola línea de declaración
pública una información falsa: Kirchner nunca lo llamó
para reclamarle cuanto antes al Secretario de Seguridad. Portavoces
de la Presidencia habían asegurado que el Presidente llamó
dos veces en menos de 48 horas a Solá para espolearlo con esa
decisión". Para agregar, sorprendentemente atrevido y
lapidario: "No es la primera vez que trascendidos de la Casa
de Gobierno son desmentidos por la realidad de los hechos...distorsiones
que han comprometido, incluso a líderes extranjeros. Ocultar
información es un acto grave de los gobernantes, pero mucho
más grave es cuando se dan por cierto hechos que nunca existieron".
En
parecida línea, las noticias de los últimos días
sobre el caso Blumberg –afortunadamente están detenidos
los autores del cobarde asesinato- están mostrando una conexión
"federal" cuando todo el peso mediático del gobierno
nacional estaba cargado sobre "la bonaerense". La realidad
de los hechos –al decir de Morales Solá- desmintió
tal hipótesis, que omitía cualquier otra posibilidad.
En el mismo sentido, el mapa del delito en el país, publicado
por La Nación el martes 13, es una suerte de mensaje hacia
el gobierno nacional, en el que sin juicios de valor queda claro que
la inseguridad es un problema nacional, que no puede circunscribirse
sólo a la provincia de Buenos Aires sin riesgo de cometer un
error de consecuencias imprevisibles.
Sin
entrar en el análisis de la duración de la luna de miel
Kirchner-pueblo (que, si se atiende a los porcentajes de adhesión,
sigue existiendo), lo cierto es que el Presidente "debutó"
en el sufrimiento de las críticas, cuando tal sensación
le era prácticamente desconocida.
Ese
cambio, que ocurre al mismo tiempo que se advierte una mudanza –aún
leve- en el clima popular, ha sido percibido como una agresión
en el entorno presidencial. Y debe haber afectado, seguramente, el
ego y la altísima autoestima del presidente Kirchner. Cuya
reacción evidente fue la de refugiarse en el silencio, el que
debió prolongar obligado por su salud lastimada. Aunque, valga
la paradoja, en esta situación puede decirse que el silencio
es salud. Porque el benévolo tratamiento que la prensa le ha
venido dispensando, ha cambiado. Y aquellas palabras que eran guiadas
básicamente por la emoción y el sentimiento, que hasta
hace muy poco eran bien recibidas por la mayoría del periodismo,
ahora –en muchos casos- van a ser diseccionadas críticamente.
Es
posible que este cambio se convierta en un llamado de atención
para quienes han hecho un eje de la imagen mediática y de la
opinión pública. Y comience una etapa de diálogos
y consensos, en la que se privilegie el país y la gobernabilidad.
Aunque, en casos, deba recurrirse al silencio. Que es salud. (AIBA)