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Reflexiones
sobre la
coalición Gobierno - Piqueteros
Se
asiste en la Argentina a una peligrosa decadencia de su institucionalidad,
y lo que es más grave, profundizada por el propio gobierno, que
alienta desde todas las direcciones un informalismo que lamentablemente
se quiere imponer como una “moda”.
Es
necesario remarcar que ya no importa si el particular estilo presidencial
es o no una mera estrategia de imagen, como dicen algunos, o si representa
el intento de corregir efectivamente el rumbo de la crisis argentina,
como ya casi nadie sostiene.
Para
abonar esta afirmación, sólo basta analizar la política
del gobierno K con respecto al fenómeno “piquetero”.
En los últimos días, muchos argentinos pudimos ver con preocupación
como un grupo de funcionarios de primer orden asistió a una asamblea
“piquetera” del sector llamado “dialoguista”.
Sin dudas fue el broche de oro de un largo camino de “coqueteos”
que se inició hace más de un año cuando asumió
el actual gobierno.-
Y así como alguna vez los argentinos aprendimos a convivir con
el IVA, “un impuesto de emergencia que sería rápidamente
eliminado cuando se superara la situación que llevaba a su implantación”,
o el impuesto a los combustibles, deberemos, de ahora en más, aprender
a convivir con la “interna piquetera” y todas sus derivaciones,
que la ineficiencia de un gobierno supo institucionalizar definitivamente.
En
efecto, ¿con qué legitimidad un gobierno que pacta con el
sector piquetero y le entrega planes sociales por cifras millonarias frena
los saqueos que se vendrán? Esta la derivación más
importante de no haber solucionado el tema de raíz, sin eufemismos
y con políticas claras. Si un gobierno avaló indirectamente
los cortes de ruta o la destrucción de la propiedad privada (ambos
delitos penados en el Código Penal), ¿cómo pretende
ahora que se aplique la ley con los saqueos a empresas privadas?. El gobierno
ha perdido legitimidad en su accionar.
Esto
es así por cuanto los piqueteros tienen, se quiera o no, derechos
adquiridos a la luz de la ineficiencia del gobierno en encarar la cuestión.
Y se sigue equivocando: fomenta el sector piquetero llamado “dialoguista”
contra el sector llamado duro. Pero en rigor de verdad: ¿continúa
siendo piquetero el sector llamado “dialoguista”?. ¿Qué
se necesita para volver dialoguista el sector piquetero llamado “duro”?
¿Más planes sociales, mayor entrega de prebendas?
Mientras
tanto, la gente común que pretenda trabajar, estudiar, los desocupados
que quieran buscar trabajo, o las empresas que vengan a invertir a nuestro
país deberán seguir lidiando cotidianamente con cortes de
ruta, saqueos, desorden, violencia, intromisión en la vida privada,
etc. Los desocupados que quieran acceder a un empleo deberán seguir
acreditando ante su futuro empleador que viven del mismo lado de la Ciudad
como se exige en la actualidad en muchos casos.
Esto
así, por cuanto en la Argentina del absurdo, se privilegia los
derechos humanos de quienes eligen la informalidad por sobre los derechos
humanos de los que respetan la ley. Se reforman los códigos, amparando
una y otra vez a quienes no tienen la intención de cumplirlos,
por sobre quienes eligen respetarlos. Se termina favoreciendo, en definitiva,
a quienes no cumplen la ley e impeliendo a los que lo hacen a quebrantarla.
Es
el propio gobierno quien entra a jugar en las internas políticas
de grupos de presión informales; se sienta a negociar con ellos
y hasta les otorga fondos sin ningún tipo de control (se habla
de partidas presupuestarias cercanas a los 3.600 millones de pesos para
piqueteros en el gran Buenos Aires), generando de esta manera una competencia
desleal con quienes pagan impuestos, registran a sus empleados, pagan
peajes, en definitiva de quienes eligen la economía formal.
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Piqueteros
ocupando un local de McDonalds |
Un
gobierno, cualquiera sea el signo político o su tendencia, debe
comprender y aceptar que existen temas sobre los cuales no puede haber
dobles interpretaciones, tales como el respeto por el Estado de Derecho,
los Derechos Humanos, la legalidad y el orden jurídico, bases mismas
del Estado y de su buen funcionamiento y armonía. Estos “contenidos
pétreos” sobre los cuales no se negocia con nadie, constituyen
la esencia misma del Estado. A ningún representante serio de un
país civilizado se le ocurriría avalar, directa o indirectamente,
el corte de una ruta nacional por más importante que sea la reivindicación,
ni permitir el saqueo de una empresa que va a invertir a su país
generando capitales, puestos de trabajo e imagen país.
Sin
dudas, esta estrategia del gobierno le es provechosa en términos
políticos. En efecto, resulta más fácil echarle la
culpa de todo lo que ocurre a los “molinos de viento” que
delinear una política económica y social que permita el
desarrollo sustentable. Es más fácil negociar con los secuestradores,
que idear una política de seguridad moderna y efectiva. Es, sin
lugar a dudas, mucho más cómodo dejar a los piqueteros presionar
por cualquier medio para obtener sus demandas de grupo, que tener una
política social seria que, terminando con el clientelismo político,
baje a la vez los índices de pobreza. Es también más
redituable políticamente otorgar planes sociales en la Provincia
de Buenos Aires, donde muchas veces se descomprimen intestinas internas
políticas, que hacerlo en el norte de nuestro país, que
representa en conjunto menos del 10% del padrón electoral de la
Nación.
El
gobierno cae, en definitiva, en la política del “corto plazo”.
Pero este camino no está exento de riesgos. En efecto, quien genera
esta estrategia se ata al “resultadismo”, puesto que mientras
más simple se visualiza la realidad, menos se valoran los esfuerzos
y más rápido se exigen resultados de todo tipo, corriendo
el riesgo de convertirse en presa de su propio juego político.
Por
esta razón es necesario terminar con la demagogia y ponerse los
pantalones largos. No se debe temer aplicar la ley a quienes resultan
sus violadores puesto que su vigencia constituye la base misma del Estado
de Derecho y de la confianza en el sistema democrático. Si permitimos
que alguien que realiza reivindicaciones sociales saquee una empresa o
un edificio, o bien corte una ruta ¿cómo impediremos que
alguien que perdió un familiar víctima de la inseguridad
no salga con un arma a matar?
En
el Estado de Derecho, los Derechos Humanos y la legalidad son una sola
cosa, no hay prelaciones para grupos determinados, por la misma razón
que la justicia es ciega por definición. Por ello, es necesario
comenzar a defender lo único que nos posibilitará crecer
verdaderamente: la institucionalidad y la defensa de la legalidad, cualquiera
sea la ideología que profesemos o el signo político al cual
adhiramos.
Dr.
Emilio Bertolini
Mendoza, 22 de junio de 2004
Investigador Asociado de la Fundación Atlas
- gock@atlas.org.ar
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