AGONÍA,
JUSTICIA O IMPUNIDAD
La
profunda y sentida crisis que padecemos los argentinos, ha trastocado
las fronteras de la racionalidad y la violencia se ha adueñado
de nuestras conductas cotidianas.
Las
frustraciones, cada vez más graves, ponen en riesgo las bases de
la paz social y la unidad nacional.
La
delincuencia – cualesquiera sean sus formas de expresión
– arrasa con vidas inocentes, paralizando a la sociedad, con un
accionar y un grado de impunidad inusitadas.
La
"judicialización" del proceso político en sí
ha ido demasiado lejos, sea por omisión o comisión.
Una
dirigencia política que no dirige o no conduce los destinos del
país, asumiéndose como tal y un deslizamiento de sus competencias
constitucionales al judicial, ocasiona la inflexibilidad de la sociedad.
Como
dijimos muchas veces, los argentinos perdimos también nuestra capacidad
de asombro.
La
crisis no fue atendida desde sus comienzos y en su real magnitud.
Este
proceso de gravísimos efectos, dañan la convivencia, poniendo
en riesgo la vigencia misma del Estado de Derecho.
La
contracara de la justicia – último recurso, cuando peligran
los derechos de las personas y por ende, el mismísimo imperio de
la ley – es la impunidad.
La
indiferencia e injusticia social, la pobreza, la inseguridad o los hechos
delictivos que se cometen a diario, son cuestiones centrales de los poderes
político y legislativo, no del judicial.
No
es de extrañarse – oportunismo político – que
aparezcan voces reclamando variantes – como ya sucedieron y que
ningún aporte proporcionaron para la solución del problema.
Las
maniobras, complicidades y corruptelas deben ser abandonadas como prácticas
de la política nacional, porque alimentan la hoguera del odio,
la decadencia institucional y la barbarie.
Cuando
quienes nos gobiernan descuidan o no quieren asumir la responsabilidad
de construir un nuevo horizonte, el precio que se paga se cuantifica en
vidas humanas.
El
compromiso que debemos asumir es no permitir que ello siga sucediendo.
El
Poder Judicial, sobrecargado de causas y un esfuerzo personal de muchos
de sus integrantes, fue sometido a reformas apresuradas, sin cuantificar
las consecuencias futuras.
Esas
reformas y una falta de asignación adecuada de recursos, han impedido
dar respuesta a la credibilidad de la sociedad, que hoy más que
nunca necesita confiar en la Justicia.
Hugo
Sirio, 17 de junio de 2005
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