[VOLVER A LA UNIDAD DIDÁCTICA LOS DESASTRES DE LA GUERRA]
" Trae a la Memoria los tiempos pasados;
Atiende a los años de todas las generaciones que te precedieron;
Pregunta a tu Padre, y te enseñará;
A tus Ancianos, y te dirán."
( Deuteronomio, XXXII, 7 ).
TEXTOS SOBRE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.-
1.- Sobre las penalidades sufridas por las tropas aliadas británicas del general Moore en su retirada invernal hacia la Coruña en Diciembre de 1808, y sobre los saqueos y desmanes cometidos por algunas unidades sobre la población civil española en las poblaciones entre Astorga y Lugo .-
El Historiador local Salcedo Ruiz en su " Astorga en la Guerra de la Independencia ", Astorga 1901, pags. 66 y 67, relata recogiendo testimonios de la tradición oral la presencia de las tropas aliadas británicas del general David Baird en Astorga en Noviembre y Diciembre de 1809.-
" los soldados, borrachos casi siempre, tomaban en las casas lo que se les antojaba, golpeaban a los dueños, galanteaban brutalmente a las mujeres en presencia de sus maridos, padres y hermanos, boxeaban entre sí, se quedaban durmiendo la interminable mona en plazas y calles, ofreciendo el más repugnante espectáculo, y entraban en la Catedral y demás iglesias con los morriones puestos, fumando y haciendo chacota de las imágenes
Con los soldados venían muchas mujeres y no pocos chiquillos, pues abundaban los casados en aquel ejército y era costumbre suya, a la sazón, que los soldados marchasen con sus familias; caminaban y alojábanse muchas de estas en carromatos, convenientemente preparados para que sirviesen a la vez de dormitorio y cocina toda la sociedad de astorga y sus vecinos campos aparecían sembrados de estas singulares habitaciones ambulantes "
Consejo de Guerra británico a un soldado inglés por haber robado en una Iglesia de Astorga.- Legajo nº 8 del Archivo Histórico Municipal de Astorga ( AHMA ).
" Cuartel General de Astorga, 29 de Nobienbre de 1808. Campamento de Combarros el soldado raso William Croft del Primer regimiento de Guardias a Pie ha sido encontrado culpable de haber profanado la Casa de Dios, el día 24 estando acuartelado en Astorga, sacando varios objetos: candelabros, una imagen y algunos adornos
le sentencian por lo tanto a recibir 800 latigazos en la espalda desnuda el uno de Diciembre. Teniente General Bradford Uld. "
" On the Road with Wellington ". Schauman, A. L. F., New York 1925.
" en Villafranca, la mayoría de las tropas amotinadas, amparadas en la masa, con el más salvaje estruendo y tumulto saqueaban literalmente los depósitos de suministros cada soldado tomaba lo que quería, todo era saqueado, robado y pisoteado; se rompieron los barriles de vino, y la mitad de su contenido derramado por el suelo, la rabia e indisciplina generales de estas hordas de hombres era tal que aquellos oficiales que intentaban mantener el orden tuvieron que huir precipitadamente de estas muchedumbres para salvar sus vidas. Al final los soldados luchaban incluso entre ellos matándose sobre los restos de los suministros incendiados esto era propio de un ejército en retirada frente al enemigo, cuando el soldado muestra su odio hacia sus jefes, la vergüenza y el abatimiento ninguna pluma puede describir los horrores que presencié
nunca olvidaré los descorazonadores gritos de algunas mujeres de soldados heridas tras romperse el carro que las llevaba y ser abandonadas en la orilla de la carretera. Estas pobres desgraciadas nos imploraban fervientemente que no las dejaramos en manos de las tropas francesas que pronto llegarían; pero toda la columna pasó de largo insensible a sus súplicas".
T.S. ( Anónimo ), "A soldier of the Seventy -First Higlanders ", London 1819. Pags. 47 y 48. Sobre la situación de las tropas británicas en retirada desde Sahagún hacia Astorga.
" nuestra penuria era tan grande que muchos de los hombres descuidaron sus deberes, perdieron su ánimo y se volvieron salvajes. La idea de huir, sin haber disparado un tiro, de un enemigo al que habíamos castigado tan fácilmente en Vimeiro, era demasiado para sus ánimos. Todos hablaban a su compañero, incluso en las conversaciones normales, con amargura, discutiendo a la menor ocasión de desacuerdo. Los pobres españoles poco podían esperar de hombres como éstos, que se avergonzaban de no luchar. Cada hombre al regresar a su casa sería tomado como un traidor a su país. - ¿ Por qué no están luchando todos los españoles ?. No es nuestra causa. ¿ Debemos ser los únicos que suframos ? - . Este era el lenguaje que se podía escuchar, y de estos sentimientos surgió el pillaje y el atropello ".
" A Cavalry Officer in the Corunna Campaing, 1808 1809. The Journal of Captain Gordon of the 15th Hussars ". Felling, Worley, 1990. First published 1913.
" Por la tarde atravesamos un pueblo maragato, de considerable tamaño, que había sido completamente calcinado por el fuego. Sus maltrechos habitantes estaban sentados entre los efectos que habían podido salvar de las llamas, contemplando las ruinas de sus casas en un silencio desesperado. Los cuerpos de muchos españoles muertos de hambre, por enfermedad, o por los rigores del clima, yacían desperdigados, y daban al conjunto un aspecto dantesco. El pueblo había sido incendiado por algún regimiento de nuestra infantería, y apenas pasaba una hora sin que presenciáramos la más absoluta miseria ocasionada por los excesos de nuestras tropas, algo imposible de prevenir.
Los soldados que continuamente se rezagaban en los pueblos cercanos a la carretera, tras dedicarse al pillaje, generalmente prendían fuego a las casas; y si descubrían los lugares donde se escondía el vino, bebían hasta no tenerse en pie, viéndose incapaces para alcanzar las columnas, o morían entre las llamas que ellos mismos habían provocado.
No sorprende que estas conductas excitaran los ánimos de los naturales a detestar a los británicos, llevándoles a pagarles a la menor oportunidad, asesinando o maltratando a los soldados rezagados y disperso "
Gordon continúa relatándonos que otra de las patrullas trajo a uno de los muchos soldados británicos que habían ido quedando rezagados y que habían confundido, al principio, con una desvalida alimaña oculta en la maleza. Las risas se trocaron en silencio, cuando le quitaron la camisa que llevaba enrollada a la cabeza, para protegerla de las heridas recibidas de los franceses:
presentaba el espectáculo más dantesco que jamás haya visto. Era imposible distinguir una sola facción. La carne de sus labios y mejillas le colgaba en jirones; su nariz estaba abierta y creo que le habían cortado las orejas. Aparte de las heridas de la cabeza, había recibido otras por todo el cuerpo; era sorprendente que hubiera sido capaz de escapar en el estado en que se encontraba y tras perder tanta sangre.
Este desgraciado era incapaz de tragar alimentos sólidos, así que le dimos algo de vino caliente, y cuando revivió un poco por el calor del fuego, le enviamos al hospital de Villafranca; pero imagino que tenía pocas esperanzas de recuperarse. Además de sus heridas, es probable que sufriera congelación en sus miembros, pues era sobrecogedor ver la forma en que se acurrucaba junto al fuego y acercaba hacia sí las brasas con sus dedos. Se hacía entender con dificultad, pero nos enteramos por él que los civiles habían sido peor tratados, todavía, por el enemigo."
OMAN, Ch. , " A History of the peninsular War " .Oxford 1902. Vol. I, pag. 557.
" las noticias de que iban a retirase una vez más sin luchar había sacado de quicio a los hombres. Muchos de ellos estaban perdidos por las calles de Astorga, entrando en las casas, maltratando a los habitantes y saqueando las tiendas el ron era, naturalmente, una gran atracción, y muchos hombres fueron dejados atrás borrachos como cubas los oficiales estaban tan descontentos como los hombres, y en muchos regimientos parecía no hacerse ningún esfuerzo por mantener el orden. Muchos batallones ya estaban comenzando a avanzar con una guardia avanzada de indeseables y una retaguardia de rezagados borrachos, símbolo del inminente desastre."
NEALE, A.; " Letters from Portugal and Spain ". London 1809. Pags 190-191.
" se estaba intentando todavía llevar a nuestros heridos y enfermos hacia delante. En la cima del Cebreiro las bestias que tiraban de ellos no pudieron más y fueron abandonadas en sus carromatos, para perecer entre la nieve. Al mirar a nuestro alrededor tras alcanzar la cumbre de estos escarpados precipicios, y observar la retaguardia del ejército arrastrándose a lo largo de la estrecha carretera, pudimos ver el camino señalado por nuestra maltrecha gente, que yacían muriendo de la fatiga y el frío, mientras sus uniformes salpicaban la blanca superficie de la tierra.
Ahora nuestros hombres se estaban volviendo locos de desesperación: la excesiva fatiga, la conciencia del desastre, y el estar retirándose, de esa manera, ante un enemigo al que despreciaban, excitaba sus ánimos casi hasta el motín. Todo lo que pedían era unas horas de descanso, una oportunidad de enfrentarse al enemigo y hacerles sufrir por todas las miserias que estaban pasando. No se les permitió luchar, sino que se les llevó por el camino de la perdición, dando lugar a la aparición de la vergüenza y la ira. Con demasiada frecuencia, sus gargantas moribundas rompían en imprecaciones contra el general que prefirió que murieran como bestias antes de darles su oportunidad en el campo de batalla. "
"The Recollections of Rifleman Harris, as told to Henry Curling ". Edited and introduced by Christopher Hibbert. Century Publishing, London, 1848.
" marchando constantemente en la retaguardia del cuerpo principal, las escenas de desastre y miseria eran horribles de contemplar, particularmente entre las mujeres y los niños que se retrasaban y caían detrás, mientras que sus maridos y padres caminaban al frente en el cuerpo principal
Al poco de reiniciar el camino desde el campo de nabos, llegó a mis oídos los gritos de un niño que desviaron mi atención hacia una de nuestras mujeres, la cual se afanaba en arrastrar a un niño de siete u ocho años de edad. El pobre niño parecía completamente exhausto, y sus piernas no le respondían. Su madre ocasionalmente le llevaba en brazos, siendo asistida por alguno de nuestros hombres que se turnaban en ayudarla con el pequeño compañero; pero ahora, cualquier súplica era en vano. Ningún hombre tenía más fuerzas que las necesarias para soportar su propio peso, y la mujer no podía aguantar mucho más con su hijo en brazos, como su andar vacilante demostraba a las claras. Continuó, sin embargo, todavía arrastrando al niño con ella. Era una visión dolorosa, y de alabanza maravillosa, los esfuerzos que la pobre mujer hizo para mantener al chico entre nosotros. Al final, el pequeño compañero, con la boca completamente abierta, ya no tenía fuerzas ni para llorar, continuaron tropezando y cayendo al suelo, hasta que ya no se levantaron más. La pobre mujer estuvo durante algún tiempo mirando la marcha de las tropas; y cuando las sombras de la noche cayeron, ya estaban muy lejos, entre la muerte o muriendo en el camino.
Esta no fue la única escena de este tipo que recuerdo sobre las mujeres y los niños durante esta retirada. ¡ Pobres criaturas !. Debían haberse arrepentido amargamente de no aceptar el ofrecimiento que les fue hecho para embarcar en Lisboa hacia Inglaterra, en lugar de acompañar a sus maridos a España. Sin embargo, las mujeres, como observé a menudo, son más perseverantes en estas situaciones, y no se las pudo persuadir de que su presencia es, a menudo, una fuente de preocupación para las tropas a las que seguían "
VAUGHAN, CH. R.; " Viaje por España". Madrid 1987.
( Sobre las brutalidades cometidas por las tropas francesas en Medina de Rioseco el 14 de julio de 1808 )
" una noche oscura y las malas carreteras nos obligaron a detenernos en el pueblo de Villafrechosa, habiendo viajado con nuestras mulas este día, solamente seis leguas y media.
Tuvimos la buena suerte de encontrar una posada bastante decente, frecuentada por arrieros, para cuyo acomodo hay en estas posadas rurales gran cantidad de establos y un gran espacio a la entrada, donde pueden alojarse para pasar la noche, tanto sus mercancías como ellos mismos. Nos prepararon, empero, dos pequeñas habitaciones; apenas hubimos tomado posesión de ellas, se amontonaron en torno a nosotros el alcalde del pueblo, el cura y la mitad de sus parroquianos, para manifestarnos sus sentimientos de gratitud para con los ingleses. Nos relataron algunas historias horrendas sobre las atrocidades cometidas por los franceses en su pueblo y en el distrito vecino tras la batalla de Rioseco. La multitud que había escuchado sin la más ligera emoción una larga historia de brutalidad y ultraje, incluso la violación de dos conventos, en cuanto escucharon al cura extenderse sobre la mutilación sacrílega de una imagen favorita de la Virgen, rompieron enseguida todos ellos, en los suspiros y gemidos más profundos
en cuanto los franceses se apoderaron de Rioseco, entregaron la ciudad al pillaje y a la violencia de toda clase. Doscientos veinte indefensos de sus habitantes cayeron en las calles de la ciudad bajo los sables del primer destacamento de caballería que entró en ella. Tres monjes en un convento y seis en otro que, por razones de edad y por hallarse enfermos no habían podido huir del enemigo con sus compañeros, fueron encontrados después degollados en sus celdas, y otros al pie mismo del altar
Su brutalidad no se limitó a las sombrías moradas de la superstición, ya que todas las familias particulares tenían su propia historia de horror y deshonra que contar. La conducta de los franceses después de la batalla de Rioseco es un impresionante ejemplo del modo cruel e imprudente de cómo pretendían asegurar la conquista de España, pudiendo señalarse, junto con la matanza de Madrid, la equivocada opinión que se habían formado del carácter nacional de los españoles. No parece que hubiesen previsto la resistencia que a la larga iban a provocar, al exasperar el carácter vengativo de los españoles con tantos ultrajes el cambio de sistema adoptado por los franceses al año siguiente, indica que la experiencia les había enseñado la conveniencia de adoptar medidas conciliadoras, en lugar de la violencia y ultraje que caracterizaron su primera entrada en el país."
Informe del Marqués de La Romana, Comandante en Jefe del Ejército Español de la Izquierda, a la Junta Suprema Central de Sevilla sobre los desmanes cometidos por las tropas aliadas británicas en su retirada hacia La Coruña.-
" los ingleses se han apoderado a la fuerza de las acémilas destinadas a nuestro ejército, de las mulas de tiro que arrastraban la artillería y municiones, de los bueyes que tiraban de los carros de equipajes, han robado todas las mulas de los labradores y vecinos de Benavente y pueblo de Campos, dejando multitud de carros abandonados en los caminos , han matado y consumido sin necesidad los bueyes de los carros, y no han pagado su importe. Nos han asesinado a tres alcaldes y otros vecinos; han derramado el vino de las bodegas, sin pagar el que han bebido; no han satisfecho los carros y caballerías que han empleado en transportar sus inmensos equipajes y sus mujeres. Los comisarios se han negado a dar en varios pueblos recibos de los víveres que les han suministrado las Justicias y, en una palabra, los franceses mismos no podían haber destinado agentes más poderosos para concitar el odio a los ingleses que el ejército del mando del general Moore estoy penetrado de que semejante conducta no es conforme a las intenciones de su gobierno, ni de la nación inglesa, así lo manifesté al general Sir John Moore en Astorga, pidiéndole que remediase los desórdenes de sus tropas; pero mis oficios han sido inútiles "
18 de enero de 1809, Orense.Recogido por Arteche y Moro, J.G.; Historia de la Guerra de Independencia. Vol IV, Pags. 98 y 99.
El Barón de Marbot, oficial agregado del Estado Mayor Imperial y del Mariscal Lannes, relata en sus "Memorias" la situación de las docenas de mujeres y niños británicos abandonados y enfermos que se encontraron los franceses a su entrada en Astorga en la madrugada del 31 de Diciembre de 1808.-
" las tropas inglesas son excelentes; pero como se reclutan por el sistema del enganche voluntario que es sumamente dificil en tiempo de guerra, no tienen más remedio que admitir en filas a los hombres casados, y permitirles que vayan a campaña seguidos de sus familias. Esto constituye un gravísimo inconveniente que hasta hoy no ha podido remediar la Gran Bretaña. En el momento en que el Emperador veía desfilar las tropas de Soult y Ney fuera de las murallas de Astorga, se advirtió que salían desesperados gritos de mujeres y niños de una casa de campo muy grande que había por aquellos contornos. Se hizo abrir la puerta, y cual no sería la sorpresa de los que entraron al encontrar alli de mil a mil doscientos niños y mujeres que no habiendo podido seguir al ejército del general Moore en su retirada, extenuados por las fatigosas marchas de los días anteriores, se habían refugiado en esta granja, y hacía cinquenta y ocho horas que se alimentaban con cebada sin cocer casi todos estos niños y casi todas estas mujeres eran de rostros hermosos, y así lo parecían a pesar de las manchas de barro que llevaban encima, y que a muchos cubrían la cara "
2.- Sobre el estado de las tropas españolas derrotadas del Marqués de La Romana en retirada y de sus heridos y enfermos a su paso por Astorga en Diciembre de 1808.
"Hamilton´s Campaign with Moore and Wellington". Hamilton, Sergeant Anthony. London 1847.
" todas las casas de Astorga estaban llenas de soldados españoles, y todas las carreteras estaban literalmente obstruídas con hombres, caballos, carros y todo el resto de elementos de un ejército hundido y destrozado por la marcha. Es dificil concebir algo en peor situación que el Ejército de La Romana: necesitados de ropas, armas, municiones, e incluso comida. Había brotado entre ellos una fiebre maligna de Tifus , y el número de enfermos aumentaba a cada hora los soldados aptos para luchar apenas igualaban a los enfermos y heridos trasnportados en carros y mulas; mientras pasaban lentamente, demacrados y debilitados por la enfermedad, la columna tenía más la apariencia de un hospital ambulante que el de una fuerza militar Se debe recordar, sin embargo, que esta valiente y abnegada muchedumbre aguantó sus innumerables privaciones con estoica paciencia; constantemente mostraban, incluso en lo más profundo de su adversidad, un coraje y devoción completos por su patria, por la que estaban dispuestos a derramar su sangre y al sufrimiento "
Sobre una muchacha gallega fallecida en el Hospital de San Juan en Agosto de 1809. Venía siguiendo a su esposo con el que estaba recién casada, un joven soldado español; enfermó de fiebres y murió sola en Astorga. Libro de Difuntos del Hospital de San Juan, Archivo Histórico Diocesano de Astorga.
" En 29 de Agosto, año de 1809, murió sacramentada en este Hospital Militar de Astorga, Josefa Cabero, Mujer que dijo ser de Jose Manuel soldado del Regimiento La Muerte; ignora su Compañía; era hija legítima de Antonio, difunto, y de María de Castro vecinos y naturales de Puente de Eume, Corregimiento de Santiago.
Fdo. Don José Nicolás Alvarez de Muelas."
Sobre un joven soldado español, herido y hospitalizado en el Hospital de San Juán, que incapaz de soportar sus padecimientos se quita la vida. Libro de Difuntos del Hospital de San Juan, Archivo Histórico Diocesano de Astorga .-
" El soldado Fernando Alvarez de la 2ª Compañía del Tercer batallón del Regimiento de Cataluña, murió en este Hospital Militar de Astorga sin Sacramentos por haverse arrojado en fuerza de su delirio por una ventana; día veinte de Agosto año de 1809.
Fdo. Don José Nicolás Alvarez de Muelas."
" A Narrative of the Retreat of the British Army under the command of the Sir John Moore in a Letter adresed to the honourable Lord Viscount Castlereagh ". Henry Milburne. London, 1809.
" encontrando imposible cumplir mi objetivo original de unirme a la Legión del Coronel Murphy, ofrecí mis servicios médicos a las autoridades españolas de Astorga, que los recibieron con el mayor agradecimiento. Encontré los hospitales, conventos y muchas casas particulares repletos de enfermos del Ejército español; muchos con enfermedades contagiosas, mal acomodados y carentes de casi todas necesidades médicas. Las habitaciones se hallaban repletas. Muchos de los enfermos morían de cangrena, ocasionada por el riguroso invierno y falta de aprovisionamientos; yacían por los suelos y escaleras, algunos bajo los soportales, y otros en los carromatos en que habían sido transportados, no habiendo habitaciones suficientes para alojarlos a todos. Esta situación de indecible dolor se agravaba por la falta de atención médica y quirúrgica; muchos de los heridos a quienes atendí habían permanecido durante muchos días en el mismo lamentable estado en que habían sido conducidos hasta Astorga."
La desdichada situación de estos desafortunados era verdaderamente penosa. Los que eran incapaces de caminar eran transportados en carros, mientras que otros, hambrientos, enfermos y agotados, apenas eran capaces de arrastrarse, y se veían obligados a realizar su camino a pie, casi desnudos, y generalmente, sin zapatos ni calcetines. Incluso en los hospitales españoles y lugares acondicionados para acoger a los enfermos y heridos, los desafortunados pacientes estaban carentes casi de toda asistencia necesaria para mantenerles con vida, por no hablar de las conveniencias y el confort necesario para su estado. Podemos hacernos una idea de sus penalidades por la situación de un pobre soldado, quien de acuerdo con el comentario de mi criado español, aseguraba que había estado 14 días sin otro sustento que un poco de vino malo, y alguna vez un poco de caldo de verduras y aceite: de hecho, su apariencia corroboraba por completo la veracidad de su relato
Encontré gran número de enfermos y heridos españoles en mi viaje desde La Coruña, particularmente entre Lugo y Villafranca, acompañados por hombres armados en no mucho mejor estado que aquellos a los que escoltaban. Los hombres y oficiales exhibían una apariencia de miseria y fatiga extrema similar; avanzaban un promedio de no más de una milla por hora. Algunos de estos hombres al preguntárseles que les ocurría, respondían :
- " Muy enfermos, tengo hambre, tengo mucha sed. "
Y al darles un pedazo de pan exclamaban:
- " Gracias, y que viva muchos años "
" Mémoires sur la Guerre D´Espagne". Naylies, M., Paris 1817.
" esa noche, en medio de la montaña de manzanal, en la carretera de León a la Coruña, encontramos un convoy atascado en la nieve de unos cincuenta carros llenos de soldados españoles heridos, sus conductores habían cortado los arneses y les habían abandonado. Pertenecían al Ejército del Marqués de La Romana, al que le mariscal Soult había derrotado a las puertas de León. Estos pobres diablos nos pedían que les matáramos como un favor; la mayor parte de ellos murieron de frío esa noche "
3.- Sobre los saqueos y brutalidades cometidos por las tropas francesas en la población civil de Astorga tras la ocupación de la ciudad el uno de Enero de 1809.
" Astorga en la Guerra de la Independencia ". Salcedo Ruiz, A. Astorga 1910.
" en Astorga en los últimos días del año 1808 fueron el Juicio Final "
Archivo Histórico Municipal de Astorga, Caja 2.363, " Instancias 1814-1840 ", Legajo nº 112: Informe al Ayuntamiento en 1816, del vecino Don Agustín Fernández Martínez, asentista de vinos de la ciudad.
" En primero de Enero de ochocientos nueve entro en esta misma Ciudad el formidable Exercito francés cuyas tropas ocuparon las casas de sus moradores mi casa fue acometida por infinidad de soldados enemigos por diferentes puntos, quienes rompieron varias puertas con achas, y entraron en ella; aunque fuera de mi, apenas senti los golpes descompasados, abrí un baul en el que tenía un taleguito de lienzo y en el la cantidad de siete mil doscientos treitan y cuatro reales con destino a cubrir el resto del tercio de diciembre ( un impuesto municipal ) y cojiendole le meti en el bolsillo de la chaqueta con el fin de llevarlo a las casas consistoriales y ponerlo a disposición del Ayuntamiento para que no fuese robado; cuyo intento se le fustró, porque al llegar al último pasal de la escalera, se vio rodeado de soldados armados, que asiéndole con furia, sintieron la moneda, y se la quitaron con el mismo talego, y enseguida dándole un fuerte puntapié le dejaron ir libre por la puerta trasera; y encaminándose hasta este Consistorio para dar parte de lo ocurrido, tubo tantos inconvenientes que ya paqsaba de las once de la mañana quando llego a el haviendo salido antes de la nueve, y no encontrando formalidad de Ayuntamiento, el Señor Manrique que regentaba la Xurisdicción Ordinaria, imponiendole pena de muerte, le retubo para que ayudase a los muchos trabajos que ocurrían, en medio del desorden, del terror y confusión, y que por consiguiente no volvió a dicha su casa hasta las once y media de la noche, hora en que encontró a su mujer en la calle, con un niño en brazos, otro por la mano, descalza, envueltos en lodo, y recibiendo la copiosa lluvia que caía, sin amparo, alimento ni albergue Veinte y un días duró el saqueo y la iniquidad, y al fin se marchó aquella tropa y le dio lugar a reconocer el estado de su casa, la que encontro robada absolutamente sin perdonar el rincón mas escondido del desban, de modo que no hallo una camisa para mudarse, ni cosa que comer "
5.- Sobre la situación de la pequeña Ciudad de Astorga tras cuatros años de guerra en primera línea de los contendientes, y después de su segundo asedio.
Documento nº 244, Legajo nº 9, AHMA. El Ayuntamiento de Astorga al Intendente francés en León ante una nueva orden de Contribución en especie y dinero para el mantenimiento de las tropas francesas de ocupación.
" la Ciudad lleva sufridos 64 días de Asedio, apenas cuenta con 700 almas de las 3.500 con las que empezó la guerra, ha perdido todos sus bueyes de labranza y caballerías sacrificados durante el ultimo asedio, ha perdido casi todo el Arrabal de Puerta de Rey y gran parte del de San Andrés incendiados en el último asedio Astorga apenas existe y ba a dexar de existir del todo muy brebemente si el Gobierno considerando, como es de esperar, sus perdidas y trabajos, no la dispensa una especial proteccion, y al Pais que la circuye "
Libro de Correspondencia del Ayuntamiento. Año de 1817. Memorial expedido a la Real Chancillería de Valladolid exponiendo los méritos y padecimientos de la Ciudad de Astorga durante el segundo asedio de 1812.
" En el año doce estando ocupada por el enemigo la cercaron nuevamente nuestras tropas, y fue tan grande la escasez y apuros, que llegaron hasta comer caballos, gatos, ratones, y sostenerse de yerbas y otras plantas poco gratas al paladar y nada a propósito para la salud; murieron muchos al cuchillo del hambre mas duro para Astorga que la soberbia y cortante espada francesa "
Un Testigo de aquellos días comentaría en los días finales de la Guerra de la Independencia:
" Lo que hemos visto en estos últimos años, no lo han visto, ni lo volverán a ver, tal vez, los siglos "
A. Capmany y Montpalau.
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