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Un
fenómeno con impacto político: protesta en Estados Unidos
y la situación en la UE
Multitudinaria marcha en Nueva York para exigir la legalización
Asistieron entre 350.000 y 500.000 personas
Los manifestantes destacaron el papel que cumplen los indocumentados en
el desarrollo económico norteamericano
El encuentro convocó a latinos, indios, paquistaníes y chinos
NUEVA
YORK.- Cientos de miles de personas, en su mayoría latinoamericanos
que hicieron flamear banderas de sus países de origen, marcharon
ayer sobre el puente de Brooklyn e "invadieron" Manhattan con
sus reclamos de legalización de los millones de trabajadores inmigrantes
e indocumentados que viven en Estados Unidos.
Los
manifestantes, que habían sido convocados por sindicatos, parroquias
y centros comunitarios latinos, cruzaron el tradicional puente sobre el
East River al grito de consignas como "No nos vamos. Si nos echan,
nos regresamos" o "Bush, escucha: el pueblo está en lucha".
Los organizadores estimaron que entre 350.000 y 500.000 personas cruzaron
el puente. A su paso, taxistas indios y paquistaníes hacían
sonar sus bocinas en respaldo a la multitud, mientras que los agentes
de policía que vigilaban el acto -muchos de ellos latinos- enseñaban
a la gente las manos con el pulgar en alto, en señal de apoyo.
"En
Washington, los políticos nos quieren convertir en criminales,
pero no se dan cuenta de que somos el motor de la economía de este
país", afirmó a LA NACION Omar Estrada, de 25 años,
mexicano oriundo de Chiapas que vendía banderitas de su país
a 3 dólares y remeras con la frase "Hecho en México",
estampada en el frente. "Vinimos a este país sólo porque
hay más oportunidades económicas, pero no rechazamos de
donde venimos", destacó.
Mientras
la marea humana avanzaba por el puente hasta Federal Plaza, en el sur
de Manhattan, donde se encuentra el Departamento de Inmigración,
la música se fue apoderando del encuentro político para
volverlo casi una fiesta, con ritmos que iban desde el corrido (estilo
musical mexicano) hasta el tango, pasando por la salsa, el vallenato,
la bachata y el merengue. Había gente que vestía trajes
tradicionales aztecas y guatemaltecos, mujeres con ajustadas remeras con
la leyenda "Latina orgullosa" y hombres con gigantescos sombreros
mexicanos, máscaras de los presidentes George W. Bush y Vicente
Fox o con las camisetas de fútbol de la Argentina, Brasil y Colombia.
Las imágenes de Simón Bolívar, Emiliano Zapata y
el Che Guevara se repetían en carteles y remeras con la consigna:
"Seguimos teniendo el mismo sueño".
Aporte
básico
"Lo
único que pedimos es papeles para que nos dejen trabajar tranquilos.
Nuestro aporte es básico para que Estados Unidos sea el país
más rico del mundo", aseguró Susana Zárate,
una mendocina de 40 años que hace cinco emigró a Nueva Jersey
por necesidad y ahora se gana la vida cuidando niños. Agitando
la bandera celeste y blanca, caminaba junto a su marido, Sergio, empleado
de un negocio de electrónica en Newark, y sus dos hijos.
Ya
en Federal Plaza, muy cerca de Chinatown, miles de trabajadores chinos
indocumentados se sumaron a la protesta. Sobre el escenario, el propio
comisionado de Asuntos Migratorios de Nueva York, el dominicano Guillermo
Linares, fue el encargado de dar la bienvenida a la multitud. "Nueva
York tiene una tradición muy sólida de recibir a inmigrantes
de todo el planeta. Es esta diversidad la que nos hace fuertes y ricos;
el país debe reconocer su contribución y darles la residencia",
dijo a LA NACION. Un día antes, el alcalde de la ciudad, el republicano
Michael Bloomberg, había cortado filas con muchos políticos
de su partido al declarar: "No podemos deportar a 12 millones de
personas. Debemos parar con esta ficción y darles estatus permanente".
También
en el escenario se encontraba otro argentino, el sacerdote Carlos Mullins,
de la iglesia de Santo Domingo, en el Bronx. "Estamos frente a un
momento histórico en este país. Se ha despertado un gigante
que estaba dormido", resaltó.
Por
Alberto Armendáriz, La Nacion, Domingo 2 de abril de 2006
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Cientos de manifestantes cruzaron ayer
el puente de Brooklyn para marchar en Manhattan
Foto: Reuters |
Un
fenómeno con impacto político: con la mira en los comicios
de noviembre
La inmigración, un desafío para Bush
Mientras el Senado de EE.UU. debate una reforma al sistema vigente, marchas
masivas de hispanos presionan al gobierno
WASHINGTON.- Acostumbrados a pasar inadvertidos, más aún,
a esforzarse por no llamar la atención, los inmigrantes ilegales
rompieron sus propias reglas. Un millón de personas, latinos en
su mayoría, marcharon por Los Angeles, Denver, Chicago, Phoenix
y esta capital en los últimos ocho días. Esta vez quieren
ser escuchados.
El
Congreso debate la primera reforma integral al sistema inmigratorio en
décadas y surge un dilema: ¿debe blanquearse a los 12 millones
que no tienen documentos, o expulsarlos y sufrir el golpe en la economía?
Sintiéndose amenazados, los latinos e indocumentados salieron a
las calles para mostrar su fuerza. Ayer, cientos de miles lo hicieron
en Nueva York para hacer oír su reclamo.
"Nunca
antes ha habido este tipo de movilización de la comunidad de inmigrantes",
afirmó el director de la Coalición para los Derechos de
Inmigrantes y Refugiados, Joshua Hoyt. "Han pateado al gigante dormido
y esto es el comienzo de una pelea por los derechos civiles de los inmigrantes",
prometió.
Así,
cómo responder ante las olas de inmigrantes se convirtió
en uno de los ejes más sensibles de las elecciones legislativas
de noviembre, junto a la marcha de la economía, la lucha contra
el terrorismo y el futuro de Irak. El 52% de los norteamericanos cree
que los inmigrantes ilegales representan una "carga" porque
se quedan con empleos y viviendas. Son 13 puntos más que hace siete
meses, mientras que el 44% considera que "fortalecen" al país,
según una encuesta del reconocido Centro Hispánico Pew.
El
presidente George W. Bush defiende la segunda visión y se involucró
de lleno en el debate del Congreso. Con su popularidad en baja y las elecciones
más cerca, la senda que tomen los legisladores puede convertirlo
en un "pato rengo" o, por el contrario, que aún preserva
el poder que ganó en 2004. Bush respalda otorgar la condición
de trabajador legal temporal a los inmigrantes ilegales, con la posibilidad
de convertirse luego en residentes permanentes y luego ciudadanos, aunque
sin tener prioridad sobre los residentes legales que ya se encuentran
en ese proceso.
La
Cámara de Representantes aprobó en diciembre un proyecto
de ley muy drástico, que convertiría en delincuentes a los
inmigrantes ilegales. Ahora el tema está en estudio en el Senado.
Los
republicanos lideran las tres visiones en el debate: la más contemplativa,
basada en una propuesta conjunta del senador y candidato a presidente
John McCain y su par demócrata Edward Kennedy; la intermedia, planteada
por Bush y el senador Arlen Specter, y la más dura, con el senador
Bill Frist y el representante Tommy Tancredo. Frist y otros argumentan
que la lucha contra la inmigración es, en realidad, una arista
más de la lucha contra el terrorismo. Cerrar las fronteras, incluso
con un muro frente a México, es una forma de seguridad nacional,
explican. Para los latinos eso es falso. "¿Alguna vez vio
a un mexicano derribar las Torres Gemelas?", desafió David
González, uno de los manifestantes que marchó en Los Angeles.
"Al revés, ¿quién cree que construyó
las Torres?"
La
clave
Los
republicanos saben que el debate es "muy emocional", aunque
no creen que pueda restarles votos en noviembre. "Somos los que planteamos
el tema, mientras los demócratas miran para otro lado", dijo
a LA NACION la vocera del "equipo hispánico" del Comité
Nacional Republicano, Hessy Hernández. "La clave es hallar
una solución que arregle el sistema inmigratorio y que satisfaga
las necesidades de la economía", argumentó.
Pero
el proyecto de la Cámara de Representantes -que incluye penar con
prisión a los ilegales y a quienes les presten asistencia humanitaria-
es tan divisivo que provocó la oposición de la Iglesia Católica.
"Negarle la ayuda al prójimo viola la ley de una autoridad
más alta que el Congreso: Dios", esgrimió el cardenal
de Los Angeles, John Mahoney, al reclamarle al Senado que revise el proyecto.
Los demócratas optaron por el silencio, esperanzados con que la
controversia desgastará a los republicanos. Es la táctica
que siguieron el año pasado, cuando el fiscal Patrick Fitzgerald
investigó al vicepresidente Dick Cheney, a su jefe de gabinete,
Lewis Libby Jr, y al estratego de Bush, Karl Rove.
"Si
nos involucramos y se genera un ida y vuelta, la gente concluye de inmediato
que se trata de una polémica entre partidos. Si callamos, es sólo
un asunto de republicanos y el desgaste lo corren ellos", dijo un
asesor demócrata en el Congreso. Para Sean García, analista
senior del Latin American Working Group, que promueve leyes inmigratorias
más abiertas, "éste es un debate entre los republicanos,
absolutamente", según afirmó a LA NACION. "Son
ellos los que están más divididos", añadió.
Pero
los demócratas, aunque en silencio, también se muestran
fragmentados, al punto que 36 de ellos votaron a favor del controvertido
proyecto de la Cámara. Incluido un demócrata hispano de
Colorado, John Salazar. "El congresista Sensenbrenner [Jim, republicano]
también propuso una enmienda para reducir la pena máxima
prevista para la presencia ilegal, pero fue rechazada por los demócratas.
Votaron en contra 191 de ellos", abundó el vocero del Comité
Republicano en el Congreso, Alejandro Burgos.
El
debate incluso abre diferencias entre los grupos de inmigrantes -hispanos,
árabes y asiáticos-, y más aún entre los latinos
y los negros, que se disputan los empleos de bajos salarios y magros requerimientos
educativos, de entre 4 y 9 dólares la hora, según el Centro
Hispánico Pew. Pero si triunfa la línea dura en el Congreso,
otras reformas serían necesarias: aunque el país absorbe
500.000 inmigrantes ilegales cada año, sólo se conceden
5000 visas para trabajadores no calificados.
El
Centro para el Progreso (CAP) estima, además, que detener y extraditar
a los 12 millones de indocumentados podría insumir unos US$ 41.200
millones al año, algo más que todo el presupuesto del Departamento
de Seguridad Interior. "Si nuestra experiencia de los últimos
20 años nos enseña algo es que la mera aplicación
de la ley sin reforma está condenada a fracasar", argumentó
el director del Instituto Cato, Daniel Griswold. "Construir muros
o convertir obreros y porteros en criminales no resolverá las necesidades
ocultas de nuestra economía ni nos dará más seguridad
frente al terrorismo."
Por
Hugo Alconada Mon
Corresponsal en EE.UU. La Nacion, La Nacion, Domingo 2 de abril de 2006
Dichos
y hechos
Marchas
sin estudiantes. El ministro de Justicia norteamericano, Alberto Gonzales,
pidió anteayer a los estudiantes que permanezcan en las escuelas
en lugar de asistir a las que dijo son "contraproducentes" protestas
contra la reforma migratoria. "Los muchachos necesitan permanecer
en la escuela. Hay tiempo después de la escuela, en los fines de
semana", dijo en Las Vegas, mientras miles de estudiantes marchaban
por las calles. (AP)
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