|
Los
beneficios de la innovación en una economía creciente
Cómo se gestó el "milagro" neozelandés
La nación del Pacífico quiere aumentar el intercambio
científico y tecnológico con América latina
AUCKLAND, WELLINGTON y CHRISTCHURCH, Nueva Zelanda.- En 1985, Wendy
Pye quedó cesante. Pero no perdió tiempo en lamentarse.
Pionera en el desarrollo de tecnologías para aprender a leer
-a través de la letra impresa, la TV, los CD e Internet-, ahora
es dueña de una compañía con 1800 títulos,
tiene oficinas en ocho países y un slogan: "Si no estás
en todas partes, no estás en ningún lado".
Pye
es, sin duda, un claro ejemplo del espíritu que reina en
Nueva Zelanda, un país insular cuyo vecino más cercano
-Australia- está a casi 2000 kilómetros de distancia,
y cuya extensión y población son diez veces menores
que las de la Argentina. Con menos de un 4% de desempleo, para los
propios neozelandeses la clave de la prosperidad debe buscarse en
el proceso que a comienzos de los noventa transformó drásticamente
su sistema científico-tecnológico.
Los
datos son impresionantes. Su producción de vinos, por ejemplo,
se mantuvo casi igual a lo largo de la historia, pero tras la reestructuración
"la industria vitivinícola se reorganizó, comenzó
a recibir personal más profesionalizado y los vinos neozelandeses
comenzaron a gozar de los mejores precios promedio del mercado anglosajón.
La exportación creció de menos de 10 millones de dólares
a 400 millones en algo más de una década", afirma
el doctor Glen Creasy, coordinador de la licenciatura en vitivinicultura
y enología de la Universidad Lincoln. |
|
La
Universidad Lincoln, que prepara expertos en vitivinicultura
Foto: Nora Bar |
Del
mismo modo, este país, donde el 86% de las empresas tienen
menos de cinco empleados, domina un tercio de las ventas mundiales
de lácteos, produce soluciones tecnológicas y está
atrayendo socios de riesgo para invertir en desarrollos tecnológicos
de punta.
Con
alrededor de 8000 investigadores y ocho universidades, el país
de Kiri Te Kanawa y los All Blacks invierte el 1,61% de su PBI en
investigación, pero quiere aumentar ese porcentaje para acercarse
a los del norte europeo. Mientras tanto, cultiva la ciencia decididamente
aplicada. Por ejemplo, la Universidad de Auckland creó en
2000 Uni Services, una agencia encargada de alumbrar nuevos emprendimientos.
"Más y más investigadores están mirando
hacia «afuera»", dice Peter Lee, su director ejecutivo.
Para estimular la innovación productiva se respeta la ley
de los tercios: un tercio de las ganancias de los desarrollos tecnológicos
son para el científico, otro para la universidad y otro para
la agencia.
El
Liggins Institute es un caso testigo. Inaugurado en 2002, y sin
subsidios de la universidad, mantiene un staff con sueldos de nivel
internacional, ya alcanzó los ocho millones de dólares
en ganancias y dedica el 25% de sus ingresos operativos a financiar
sus investigaciones. Uno de sus desarrollos es el "coolcap",
una gorra que mantiene la cabeza del bebe prematuro 3 o 4 grados
por debajo de la temperatura normal para prevenir la parálisis
cerebral. De sus laboratorios emergió la empresa Neuren.
Tiene dos drogas en pruebas clínicas; una, para evitar el
daño neuronal en caso de trauma cerebral.
|
|
Brown,
con un chip de nanotubos
Foto: Nora Bar |
Ideas
en movimiento
Industrial
Research, en Wellington, es un "vivero" de empresas: "El
propósito es formar compañías, desarrollarlas
y venderlas", explica, sin vueltas, Brian Langham. Con el lema
de "Ideas brillantes en movimiento", mantiene sociedades
de riesgo con Australia, Singapur y Japón en el campo de
las tecnologías robóticas, de sensores, de software
para el reconocimiento de la intención humana, de las energías
renovables. "Para esto hay tres claves -dice Langham-: entender
lo que el cliente quiere, aprovechar la oportunidad y cultivar la
innovación."
La
compañía HTS, nacida a la sombra de Industrial Research,
desarrolla cables cerámicos superconductores de alta temperatura
e imanes. "La demanda está creciendo y habrá
más y más aplicaciones", dice Donald Pooke, gerente
ejecutivo. Otro de los subproductos de Industrial Research es BioPharm,
que desarrolla toxinas para conjugados farmacológicos.
La
nanotecnología es otra de las prioridades de Nueva Zelanda.
Producto de los laboratorios de la Universidad de Canterbury, Nano
Cluster Devices desarrolló una tecnología para el
autoensamblaje de nanotubos. "Se podría explicar fácilmente
diciendo que hacemos valles y les lanzamos pelotas que se van juntando
solas en forma de cable -dice el físico Simon Brown, su creador-.
Claro que todo a escala infinitamente pequeña." Los
nanotubos podrían encontrar aplicación en el campo
de los sensores químicos, por ejemplo, "para detectar
virus de a uno", dice Brown. Y luego agrega: "Dentro de
15 años todo va a tener algo nano. Y? fíjense en Finlandia:
basta una tecnología madura para cambiar un país".
"Gran
parte de nuestras exportaciones están basadas en productos
primarios -dice Helen Anderson, titular del Ministerio de Investigación,
Ciencia y Tecnología-. Los Crown Research Institutes [institutos
de investigación creados en 1992] tratan de sumarles valor
agregado. Tienen muy buenas relaciones con el sector productivo,
tratan de entender cuáles son los desafíos del sector
y de atisbar el horizonte para advertir las oportunidades del futuro."
En
Nueva Zelanda, la inversión privada en investigación
aumentó un 50% en los últimos cuatro años,
y la oficial, un 50% en los últimos cinco. Aunque es difícil
de determinar, según los planificadores sólo la biotecnología
agrega 400 millones de dólares por año a la economía
neozelandesa.
Ahora,
a pesar de sus éxitos -o tal vez por eso-, Nueva Zelanda
quiere estrechar sus vínculos con la Argentina y otros países
latinoamericanos. Para Jon Tanner, director de Relaciones Internacionales
del Ministerio de Investigación, el sistema científico
neozelandés puede ofrecer masa crítica en ciertas
áreas. "Tenemos que intercambiar ideas", afirma.
"Somos
regiones suficientemente similares como para sentirnos cómodos
entre nosotros y suficientemente diferentes como para ser interesantes
para el otro" -explica, con acento porteño, Carl Worker,
ex embajador en la Argentina y actual director de la Sección
América del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nueva
Zelanda-. No hace mucho, estábamos igual que la Argentina,
pensábamos que la política era más importante
que el comercio exterior. Ahora, más de la mitad de nuestros
recursos están dedicados a promover el comercio exterior."
Y
concluye: "Somos un país bastante realista. Hemos tenido
que cambiar, pero cada día es un nuevo desafío. Y
esta actitud mental es uno de nuestros recursos más valiosos".
Por
Nora Bär, La Nacion, Domingo 9 de abril de 2006
|
|
|
Laboratorio
de Nano Cluster Foto: Nora Bar
Jon
Tanner y Helen Anderson Foto: Nora Bar
|
|
|
|