La traición de "Pedro"

Aproximadamente a las doce de la noche, del 24 al 25 de febrero de 1949, un grupo guerrillero compuesto por Francisco Martínez López “Quico”, Alfonso Rodríguez López “Gallego”, Bernardo Alvarez Trabaja “Gasta”, Eduviges Orozco Palacín "Andaluz", Jefe de Estado Mayor de la Federación de Guerrillas León-Galicia (en realidad era extremeño, de Arroyo de la Luz, Cáceres), Silverio Yebra Granja “Atravesao”, Enrique Oviedo Blanco “Chapa”, su compañera Asunción Macías Fernández “Pandereta” y Antonio López Núñez “Objetivo”.

Se dirigían a Berlanga del Bierzo desde Ocero, cerca de Vega de Espinareda, por el camino cercano al alto de Perdeguera, que atraviesa a su vez el deshabitado pueblo de Castellanos, al encuentro de un enlace de Cabañas Raras llamado Liles García Mallo "Pedro", de Berlanga del Bierzo que les solicito un contacto urgente con el grupo.

Hacía mas de dos años que no habían vuelto a contactar con él, pero  fijaron una cita en un campo al lado de Cabañas Raras, donde acudieron ambos, como era tactica habitual en los contactos. Salieron a recibirle los guerrilleros Alfonso Rodríguez López “Gallego” y "Quico" para ver lo que quería tan urgentemente, pero su insistencia les forzó a aceptar una nueva cita con el resto de la guerrilla el 24 de febrero a media noche en un lugar entre Ocero y Berlanga; La Guardia Civil había ordenado a "Pedro" concertar la cita en aquel mismo lugar para eliminar  totalmente a toda el grupo guerrillero.

Parapetados y con una cantidad considerable de armas, ametralladoras, bombas y bengalas, los guardia civiles les estaban esperando en un lugar estratégico, que les cogía entre las ametralladoras por un lado del camino, y un zarzal enorme por el otro, que les impedía retirarse.

El dispositivo cerrado de ametralladoras y bengalas provocaba una claridad que parecía un mediodía de verano. Aquel dispositivo estaba lo suficientemente preparado como para eliminar allí a un regimiento entero. El combate fue desigual y terrible. Uno de los guerrilleros, Alfonso Rodríguez López “Gallego”, al verse gravemente herido, y sin posibilidad de escapar, se dio muerte.

Eduviges Orozco Palacín “Andaluz” se lanzó campo a través, haciendo de blanco al tiroteo de la Guardia Civil y, tras recibir varias ráfagas de los "naranjeros", murió en el acto, Enrique Oviedo Blanco “Chapa” recibió un raspón de bala en una pierna, que apenas le rozó la piel y el brazo de "Quico" fue atravesado por una bala que con suerte no le tocó el hueso.

Silverio Yebra Granja “Atravesado” y Bernardo Alvarez Trabajo “Pájaro”, durante la refriega, se pudieron retirar hacia Toreno del Sil y "Quico" volvió por el mismo camino por el que habían llegado después de recuperar a cien metros del tiroteo a Chapa y a Antonio López Núñez “Objetivo”. Tras el suceso, se refugiaron en Cabañas Raras. Pero El Bierzo estaba siendo peinado por las fuerzas de la Guardia Civil y la Policía, y ante esa situación los guerrilleros decidieron esperar a que la situación se normalizase, para poder escapar del cerco, lo que consiguieron milagrosamente.

El tal "Pedro", los había delatado a la Guardia Civil que tuvo tiempo suficiente para prepararles una emboscada definitiva, con el Teniente Villalaín al frente y más de una docena de guardias parapetados y bien armados, con metralletas y pistolas de bengalas; Una cita siniestra a la que asistirían involuntariamente los más significativos guerrilleros, y que desembocaria en un trágico combate de más de 14 horas, con magros resultados para la guardia Civil..

Francisco Martínez López,"Quico", uno de los supervivientes de aquella emboscada, nos lo cuenta de esta forma en sus Memorias:

«El encuentro con aquel enlace de Berlanga nos iba a deparar una fatalidad imprevista, ya que el tal "Pedro" estaba vendido a la Guardia Civil. El comandante Arricivita  montó tranquilamente una operación que, de haber sido más audaz, nos hubiera liquidado fácilmente a todos los guerrilleros que íbamos en el grupo.

La cantidad de ametralladoras emplazadas para dispararnos a bocajarro y todo un dispositivo de bengalas para iluminar el terreno como si fuesen las tres de la tarde, en un lugar que nos cogía prisioneros entre las ametralladoras y un enorme zarzal al otro lado del camino, todo aquello era apropiado para liquidar allí a todo ser viviente”