Familia
de artistas era una especie de fantasía alrededor de la
familia de los Martinoli, que vivían cada uno en su
maravillosa utopía, por supuesto muy argentina. Kado y
Marilú Marini le llevaron la obra a Astor Piazzolla y él
quedó encantado con la perspectiva de crear ese mundo de
una Buenos Aires delirante. Me encontré con él en París, y
ya conocía el material. "Mañana vení a verme al hotel", me
dijo. Yo llegué acompañado por una periodista de Le Monde
que quería entrevistarlo. Astor le habló de Nadia
Boulanger y contó episodios de su niñez en Nueva York.
Cuando nos quedamos solos me dijo: "Ahora decime una
palabra por tema, una sola, y ya veo hacia dónde tengo que
ir". Era nuestro segundo encuentro, y esa condensación que
me proponía me pareció fantástica, halagadora, y a la vez
natural para él y para mí: bastaba una pequeña llave, una
palabra, para abrir la caja fuerte. Me mandó las
partituras. Años después, cuando Astor ya estaba en el
trance de su enfermedad, me escribió sobre una fotografía
una carta que está en lo que llamo la zona paréntesis. Ya
estaba más allá, en un claroscuro. |