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De: M. Arencibia
Asunto: No olvidar las enseñanzas de la Historia
Es preciso volver a estudiar a los fundadores
Leonel González y Carlos C. Díaz (Para Kaos en la Red) [06.07.2008]
“No se puede ignorar que las experiencias revolucionarias del siglo pasado resultaron en definitiva
frustradas, pues incluso cuando llegaron a expropiar a los capitalistas, resultaron incapaces de ir más allá del capital. Esto impone una tarea
adicional: para pensar sin fantasmas el socialismo del Siglo XXI, hay que establecer qué ocurrió durante el siglo anterior con aquel socialismo que no
fue”. Aldo A. Casas. (1)
El análisis sobre las causas esenciales de la caída del campo socialista es terreno de lucha entre la
burguesía y los trabajadores, entre los revolucionarios y los burócratas, entre revolucionarios de diferentes tendencias y concepciones, entre “idealistas y
realistas”, entre los que creen que la revolución debe ser dada en dádiva al pueblo y los que creen que son los trabajadores quienes tienen que liberarse a
sí mismos,
Es claro que existe una “conspiración” a varias manos para evitar aceptar que fracasaron las tendencias
“socialistas” que se desviaron del contenido socializante y democrático.
Partir de que el Socialismo es una utopía y un fracaso anunciado es como rendirse sin combatir,
admitir la derrota de antemano, y aceptar que no hay alternativas al capitalismo, sistema inhumano, mercantilizado, depredador del hombre y la
naturaleza, que es lo menos malo que encontraremos; tal, es coincidir con la argumentación básica del enemigo.
Apostar por administrar mejor el capitalismo en espera de tiempos mejores no parece ser formula
adecuada para los trabajadores, que al final sólo reciben migajas constantemente en peligro de extinción, ante cualquier pequeña crisis y presión
del capital internacional.
Creer que el problema fue una personalidad, un déspota no ilustrado, es desconocer no solo el marxismo
sino toda la historia. El problema de las personalidades es importante pero no único, los valores y principios no hubieran podido ser violentados en la forma
en que lo fueron, si el excedente y la propiedad hubieran estado más socializados, y compartidos entre las distintas formas de los colectivos de
trabajadores y la comunidad y si no se hubiera endiosado a los líderes y esquematizado las ideas.
Es duro decirlo, pero si el sistema hubiera permanecido igual y no hubiera sido Stalin, si no otro,
que fuera más/menos ilustrado no hubiera cambiado la ecuación final, aunque
menos habrían sido los sufrimientos, tal vez.
Creer que la acción del imperialismo, sus servicios clandestinos, su propaganda de “sociedad de
consumo”, o los errores de Gorbachov, fueron las causantes principales que provocaron el desastre del Socialismo, es considerar como falsa las tesis
esenciales marxistas sobre la sociedad y el hombre, sería como estimar a los trabajadores ignorantes y “débiles” seres, incapaces de alcanzar la madurez, la
conciencia de su papel y haber admitido demasiada ingenuidad e insuficiencia en los órganos de poder revolucionario a pesar de haber demostrado su disposición
al sacrifico durante más de 70 años. Sería dejarlo todo al campo de la subjetividad.
La “conspiración” para ocultar que fracasaron las tendencias que se desviaron de su contenido
socializante y democrático, está muy extendida y responde a muchos factores objetivos e intereses clasistas. A ella han contribuido la incultura, el
desconocimiento de textos importantes de los clásicos, intereses de la coyuntura, el oportunismo de las burocracias políticas y las tergiversaciones
que el enemigo ha promovido en las teorías emancipatorias.
Desde Marx y Engels hasta recientes e importante reflexiones, se vienen abordando los antídotos
democráticos para evitar la tragedia de la usurpación del poder de los trabajadores.
Sabemos que Marx y Engels, ironizaban sobre modelos imaginarios acerca lo que podrían ser
socialismo y comunismo, y se preocuparon poco por "definirlos": su atención estaba enfocada en el análisis y también la negación del capitalismo, y en el
proceso que transformarían radicalmente la sociedad; pero no dejaron de exponer sus rasgos distintivos esenciales como algunos han querido ocultar.
“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a
la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se
desprenden de las premisas actualmente existentes.” También escribió Engels: “La llamada sociedad socialista según creo yo, no es una cosa hecha
de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla como todos los demás regimenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación.”
(2)
Marx planteó importantes consideraciones de carácter general para la sociedad socialista que
pueden resumirse en: no apropiación del trabajo ajeno, utilización del plus producto en bien de la mayoría, participación de los implicados en las
decisiones que le afectaban, especialmente en la redistribución de ese plus producto, desarrollo pleno de cada miembro de la sociedad (no alienación).
De acuerdo con su concepción, el paso del socialismo al comunismo —fase superior de la nueva
sociedad— se daría a partir de una transformación de la forma de distribución de acuerdo al aporte, a una distribución según las necesidades de cada cual, pero
abandonando la explotación asalariada. Otros dilemas y problemas teóricos están aún por resolver.
También afirmaron,
“… No tenemos ninguna intención de cambiar la libertad por la igualdad, estamos convencidos que ningún orden social podrá asegurar la libertad personal tanto,
como una sociedad basada en la propiedad comunal.”
En La Guerra Civil en Francia, Marx escribe: “... si las sociedades cooperativas unidas han de
regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas,
consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, más que el comunismo, comunismo “realizable”?...
En el Manifiesto inaugural de la Asociación internacional de los trabajadores, redactado por él,
afirmo: “… la experiencia del período comprendido entre 1848 y 1864 ha probado hasta la evidencia que, por excelente que sea en principio, por útil que
se muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos accidentales y particulares de los obreros, no podrá detener jamás el
crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias. …
Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por
consecuencia, ser fomentada por medios nacionales. … La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera. …”
Engels, en la Introducción de 1891 a la Guerra Civil en Francia, de C. Marx reafirma“…el
decreto mas importante de cuantos dictó la Comuna, dispuso una organización…que no se basaba solo en la asociación de los obreros dentro dé cada fábrica, sino
que debía también unificar a todas esas asociaciones en una gran unión…que, como Marx dice muy bien en la guerra civil, forzosamente, habría conducido, en ultima
instancia, al comunismo.”
Es importante recordar las disputas de Marx con Lasalle, el ideólogo mayor del llamado socialismo de
estado quien se imaginaba la llegada del socialismo desde el estado burgués apoyando el desarrollo cooperativo, a lo que Marx oponía: “pero en lo que
concierne a las actuales cooperativas solo tienen valor en la medida que son creaciones de los trabajadores y no protegidas por el estado o la burguesía”.
También le llamó en su cara “bonapartista” y señaló: “Su actitud es la del futuro dictador de los obreros.”
Marx estaba contra este tipo de dictadura estatal, no sólo porque fuera más-menos despótica, sino
porque no concebía la revolución de los Mesías en nombre del pueblo, pero sin el pueblo.
No obstante, luego de Marx y Engels se difundió la denominación de "socialismo" muy ligada al estado
y al período que iría desde el derrocamiento político de la burguesía y su estado hasta el comunismo. Pero la realidad crearía dilemas más peligrosos y el
conflicto entre comunistas libertarios y estatistas, de diversos grados, se acrecentó hasta dividir el movimiento obrero.
El ideal de Lenin como lo fue el de Marx era una sociedad libre del dominio de clase y de la autoridad
estatal, pero, de modo inmediato, trataba de fundar un nuevo Estado -la dictadura del proletariado-en condiciones diferentes a las previstas por aquel y
aprovechando la coyuntura de la Guerra Mundial, insistía en que, a diferencia de los demás Estados, en la dictadura del proletariado no sería necesaria una
burocracia que «se separe del pueblo, se eleve por encima de él y se oponga a él».
En su obra EL estado y la revolución, que escribió en vísperas de la toma del poder, describió la
dictadura del proletariado como un Estado que se disolvería paulatinamente en la sociedad y que prepararía su propia extinción.
Durante los casi 6 años que Lenin estuvo al frente de la construcción del socialismo, la máquina
administrativa que se iba formando se separaba peligrosamente del modelo ideal que había soñado. La realidad imponía su lógica: el predominio de
comunistas estatistas en el control de la Revolución y de profesionales revolucionarios no provenientes de las luchas obreras junto al desconocimiento
de la concepción cooperativista del socialismo de Marx, terminaron por imponer su sello al estado en ciernes: un ejército independiente poderoso, unos órganos
de seguridad hipertrofiados, los fundadores del partido sacralizados, un sistema del de correas de transmisión que poco tenían que ver con la verdadera
democracia revolucionaria desarrollada en los soviet que terminaron bajo el control del partido único y del pueblo y los trabajadores como habían empezado.
Desgraciadamente se confirmaron los presagios y las criticas de Rosa Luxemburgo (3):
“…si se impide la vida política en todo el país, la parálisis llegara inevitablemente a los
soviets. Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y de reunión ilimitada, sin una confrontación de opinión libre, la vida se marchita en todas
las instituciones públicas y la burocracia queda…Algunas decenas de elementos del partido, aunque animados de una energía indomable y por un idealismo sin
fronteras, dirigen y gobiernan, el poder real se encuentra en manos de una docena de individuos dotados de una eminente inteligencia, y la elite obrera
solo es invitada de vez en cuando a asistir a reuniones para aplaudir los discursos de los dirigentes y para votar por unanimidad las resoluciones que se
les proponen. Esto es, en el fondo, un gobierno de camarillas, la dictadura de un grupo de políticos, la dictadura en el sentido burgués, en el sentido del
dominio jacobino, pero no la dictadura del proletariado”
Lenin no podía ser inconsciente de esto. Pero, durante algunos años, tuvo o pareció tener la
conciencia tranquila, indudablemente porque se había retirado de su posición bajo la presión abrumadora de las circunstancias. Nos dice un compañero.
Con el caos de la Guerra Mundial y posteriormente la civil La Rusia revolucionaria, se creía se
no podría sobrevivir sin un Estado fuerte y centralizado. No parecía posible superar la devastación, y la desintegración social resultante con los -todavía
por experimentar- métodos de una democracia de los trabajadores. La clase obrera estaba agotada y desmoralizada. El pueblo revolucionario, rodeado de pequeña
burguesía y campesinado atrasado no podía regenerarse por sí mismo, Parecía evidente que era necesario un poder fuerte para guiarlo desde arriba, a lo largo
de lenta de transición.
De repente, Lenin pareció darse cuenta de que algo andaba mal y comprendió que la nueva maquinaria
de poder se estaba convirtiendo en una burla de sus principios.... En un Congreso del Partido, en abril de 1922, el último al que asistió, expresó. «Poderosas
fuerzas han alejado al Estado soviético de su «camino propio». Lenin advertía en ese último congreso del 1922, que Rusia escasamente podía ser
llamada socialista: “No, aún no hemos puesto los fundamentos socialistas... La esencia del problema consiste en saber separar de manera firme, clara y
serena lo que constituye el merito histórico de la revolución rusa, de lo que hacemos muy mal, de lo que aún no está creado y de lo que habrá que rehacer
muchas veces todavía “
comentó…”Ahora en conciencia debemos decir… que denominamos nuestro a un aparato que nos es
fundamentalmente extraño…Tenemos un Estado obrero con deformaciones burocrática… un aparato que adolece de muchísimos defectos, que es dos veces mas abultado de
lo necesario, que muy a menudo trabaja no para nosotros, sino, contra nosotros…”. "el vehículo no marcha en la dirección que supone quien está sentado
al volante, y muy a menudo [lo hace] en otra completamente diferente"
Confiaba en que podían mejorarlo, entonces sugirió "fortalecer un intercambio basado en la cooperación,
en el cual deben participar en forma efectiva las auténticas masas de la población"
En 1923, en su trabajo Sobre el cooperativismo ya precisa con toda definición: "nos vemos obligados
a reconocer que se ha producido un cambio radical en todos nuestros puntos de vista sobre el socialismo… (…) .Ahora bien, el régimen de cooperativitas
cultos, cuando existe la propiedad social sobre los medios de producción, y cuando el proletariado ha triunfado como clase sobre la burguesía, es El
socialismo”
En su lecho de enfermo, mientras luchaba con su parálisis, Lenin decidió hablar y denunciar…. Pero Lenin
no se exoneró a sí mismo de su responsabilidad; era presa del remordimiento...
El 30 de diciembre de 1922, engañando a sus médicos y enfermeras, empezó a dictar notas sobre la
política soviética hacia las pequeñas nacionalidades, notas que pretendían ser un mensaje al próximo Congreso del Partido. «Soy, al parecer, fuertemente
culpable ante los trabajadores de Rusia»; tales fueron sus palabras iniciales. Unas palabras que difícilmente pronunciarían un gobernante... Lenin
se sentía culpable ante la clase obrera de su país porque —decía— “no había actuado con suficiente decisión y lo bastante pronto contra Stalin”,...
Ahora veía en qué «pantano» de opresión había ido a parar el Partido Bolchevique. Los bolcheviques «solamente habían dado un disfraz soviético», y
“nuevamente las minorías nacionales quedaban expuestas.“
Este mensaje tuvo que ser ocultado al pueblo soviético durante treinta y tres años. Pero en estas
palabras: «Soy, al parecer, fuertemente culpable ante los trabajadores de Rusia» —en su capacidad para pronunciar estas palabras—, reside una parte esencial de
la grandeza moral de Lenin.
Ya todos conocemos la historia posterior: a su fallecimiento, Stalin ignoró al Marx antiestatista,
ocultó el testamento de Lenin, desconoció sus últimos aportes sobre el cooperativismo y el control obreros, eliminó a Bujarin y a Trosky, las otras dos
figuras emblemáticas del Partido y a otros líderes bolcheviques, hizo del modelo de Socialismo de Estado el “único verdaderamente revolucionario”.
El ascenso de Stalin al poder fue posible a partir de la derrota de la revolución europea, sobre la cual
los bolcheviques fundaban sus esperanzas. La guerra civil había liquidado la actividad política y el protagonismo de las masas, contenidos esenciales de una
revolución y una democracia verdadera, el partido jamás fue el mismo después de esta contienda civil: la burocratización y militarización del partido, el
aislamiento, el agotamiento de la clase obrera, las divisiones entre revolucionarios, la aparición de grupos privilegiados, fueron los elementos que
dieron la base a esa posibilidad, y su consolidación tuvo lugar mediante la imposición de la coacción y hasta el terror sistemático sobre el conjunto de la
sociedad, incluyendo a los mejores bolcheviques y la misma burocracia.
Todos los intentos posteriores de los revolucionarios por enrutar el camino, desde el XX Congreso
hasta la Perestroika, llegaron demasiado tarde, enfrentaron una burocracia inamovible, carecieron de la profundidad, integralidad, y estrategia adecuadas,
además de enormes ingenuidades respecto al enemigo externo e interno.
La complejidad fue total, pero cualesquiera que fueran las causas, insuficiencias filosóficas o
materiales de origen, soledad, presión del enemigo, lentitud y errores respecto al desarrollo científico-técnico, errores en el internacionalismo, ceguera y
sordera de poder, o simplemente, corrupciones y traiciones, no se supo luchar contra tendencias que condujeron la revolución a la derrota y el pueblo
concluyó que el costo era demasiado.
¿Por que no triunfaron los revolucionarios?
Porque iniciaron los cambios demasiado tarde y el capitalismo se afincó en el seno social; porque no
fueron suficientemente consecuentes con los principios y dudaron en romper decididamente con el predominio del trabajo asalariado; porque permitieron que
la burocracia estatal devorara a la burocracia del partido; porque el pueblo fue defraudado muchas veces con promesas que jamás se cumplieron, porque se
dejaron robar banderas revolucionarias -como los derechos humanos- por el enemigo; porque quedaron entrampados entre los capitalistas y los burócratas;
porque el pueblo perdió el poder con la bolchevización de los soviets y porque miles de revolucionarios fueron represaliados, desde el plan piyama hasta la
prisión y la muerte; resultado general: la conciencia social quebró.
No triunfaron porque confiaron en promesas del imperio, porque subestimaron su presión ideológica y
cultural, porque la combinación de Socialismo de cuartel y enajenación cultural y social, despolitizó a la juventud y muy especialmente porque olvidaron el
Marxismo para “tiempos mejores”. Las elites que se formaron en el estatismo, no estaban dispuestas a entregar el poder a los trabajadores y prefirieron
entregárselo al nuevo aliado de clases: su viejo enemigo, que en definitiva les permitió ser una nueva aristocracia, ya sin la careta de socialistas y “justos”.
La existencia de un único empleador -el estado- que tomaba decisiones desde arriba sobre cargos y
responsabilidades y hasta la supervivencia de las personas, fue más decisivo incluso que la coacción o represión abierta para enajenar a quienes tuvieron que
soportar el experimento. Ese estado hipertrofiado fue tan poderoso, que su burocracia y sus sectores tecnocráticos devoraron a la dirección partidista y
colaboraron en fortalecer la burocracia militar e ideológica, las que convirtieron en sus aliadas.
Cabe recordar aquí que en 1884, a solo un año de la muerte de Marx, ya Marti en La futura esclavitud
reflexionaba sobre los peligros de un Socialismo burocratizado: “Mal va un pueblo de oficinista”, escribió y comentó: Todo el poder que iría
adquiriendo la casta de funcionarios,… lo iría perdiendo el pueblo... Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían
los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio.”
En realidad, la concentración de la propiedad en manos del Estado-Partido, procreó un enorme
aparato burocrático para su control que se adueño de esos medios de producción y actuó en consecuencia. El papel de muchos de esos “funcionarios
revolucionarios”, fue el de impedir-incluso a su pesar- la socialización de la propiedad y los necesarios cambios de todo tipo en la sociedad, por lo que se
convirtieron en mecanismos, “retrancas” de los más profundos ideales revolucionarios.
Aquel mal llamado "socialismo" puso en evidencia que el conflicto que lo desgarraba tenía su raíz
en la subsistencia y acrecentamiento de muchos valores de la civilización del capital y de la jerarquizada división social del trabajo heredada de las
sociedades de clase.
En el “socialismo de estado”, las relaciones de poder económico existentes no están determinadas por
derechos de propiedad privada, individual, o colectiva, sino que se derivan de la prerrogativa absoluta de la dirección para distribuir a su buen saber todo el
producto nacional y disponer a su consideración de todos los bienes “de la nación”.
El centro de gravedad de este poder distributivo lo constituye el reparto de los bienes más
importantes, los cargos, dentro del mismo aparato jerarquizado y semi-militarizado de distribución.
Ese “partido” de funcionarios, encargado de hacer cumplir las orientaciones decididas
centralmente, fue “sobornado” en un modelo de déficit en que el ingreso no era esencial sino los cargos que permitían prebendas extras, mejores bienes y
status. Fue además, un proceso paulatino, inestable, complejo que demandó de esos funcionarios cuotas altas de sacrificio también y que no permitió a muchos
honestos y verdaderos revolucionarios darse cuenta a tiempo del peligro.
El centro de la contradicción pues, está en el antagonismo entre el derecho de las personas o
colectividades a disponer libremente del producto de su trabajo -con las limitaciones debidas a la solidaridad ciudadana y a la defensa común- y el no
reconocimiento del mismo por la elite distribuidora. En el momento que los trabajadores hagan valer sus derechos dejaran de ser personas a cargo del
estado para convertirse en productores desenajenados.
Si ello es así en el aspecto económico, en el ideológico-político el problema incluye impedir los mecanismos que permitan a toda persona o institución considerarse
monopolizadora del saber, de las necesidades del pueblo y de los ideales progresistas, monopolizadora de la soberanía y legitimadora del dogmatismo y de
cualquier mecanismo castrador del pensamiento crítico.
Aquel “socialismo” cuando dejó claramente establecido que no se rebasaría la lógica del capital en
la economía y que en política siempre predominaría el abismo entre la palabra y los hechos, hizo que los trabajadores perdieran la fe y consecuentemente se
volvieron indiferentes a su suerte.
La Habana, 6 de julio de 2008
1-Aldo A. Casa. “El socialismo que no fue”.
2-F.Engels. Prólogo a la Guerra Civil de 1881.
3-Rosa Luxemburgo. “La Revolución Rusa”.
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