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Sobre la población de América en la época de
Colón (V)
Como los indios no alcanzaban para las necesidades de la colonia, se empezaron a
traer indios caribes, los temidos antropófagos de las Lucayas y de Tierra Firme,
que la legislación autorizaba a capturar y vender como esclavos, y aun indios
pacíficos de las islas no colonizadas todavía. Pero las cantidades fueron sin
duda reducidas (20). En 1509, al llegar Diego Colón con su nueva corte de
favoritos, se hicieron otros repartos de los indios de la Española. Entonces
comenzó en favor de los indios la violenta campaña de los dominicos, que culminó
con el apostolado vehemente y fanático de Las Casas (21).
Fray Antonio de Montesinos dio carácter público a la protesta dominica. En 1511
predicó en una iglesia de Santo Domingo, con violenta elocuencia, contra los
abusos de los colonos y contra la encomienda como atentado a la naturaleza libre
del indio (22). Diego Colón le acusó ante los superiores de su Orden, que se
solidarizaron con el predicador. Se desencadenó una violenta hostilidad entre
dominicos y el poder temporal. Los franciscanos se pronunciaron contra la orden
rival. Los dominicos llegaron a negar los sacramentos s los que tenían indios
encomendados. La lucha se enconó. El provincial dominico de España reprendió a
sus hermanos de la Española y les anunció que en la corte se había pensado
expulsarlos de la isla. Fray Antonio fué a España y se presentó ante Fernando el
Católico. El rey convocó una Junta de letrados, que promulgó, el 27 de diciembre
de 1512, las famosas Leyes de Burgos, el primer código que reglamenta la
situación del indio. Las Leyes proclamaron la libertad del indio, pero
sancionaron la encomienda como forma obligatoria, aunque paternal, de trabajo
asalariado (23) Entonces se produjo en la Española el repartimiento de
Alburquerque.
El repartimiento de los indios hecho por Rodrigo de Alburquerque en 1514 muestra
el proceso de la extinción indígena en una fase aguda. El dinamismo demográfico
de la Española estaba ya roto. Hay repartimientos de 40 y 50 indios en que
consta expresamente que no hay ni un solo niño; sobre un total de 22.336 hombres
y mujeres de servicios, no había con seguridad más de 3.000 niños, a juzgar por
los datos parciales (hemos contado 1515, pero no siempre consta el número). Hay
aún otro factor de desequilibrio: había más hombres que mujeres, contra lo que
se podía esperar después de un período de guerra (en la Concepción, por ejemplo,
contamos 1.072 hombres por 880 mujeres). Consta que 60 encomenderos estaban
casados con cacicas. ¿ Y el resto de los varios miles de españoles que poblaban
la isla? Se sabe que muchos de ellos vivían con mujeres indígenas, y de la época
de Roldán y de Bobadilla hay testimonios de que muchos hasta tenían un harén de
indias. La escasez de niños está relacionada indudablemente con la escasez de
mujeres, y los cronistas dicen que el indio ponía además trabas a la
procreación. Es indudable que en 15141a población indígena de la Española -unas
30.000 almas- estaba a un paso de la extinción. Pocos años después casi no
quedaban indios, y casi tampoco quedaban colonos, ahuyentados por la miseria.
El repartimiento Alburquerque, con su cohorte de favoritismos, injusticias y
venalidades, desencadenó la lucha entre dominicos y el poder temporal. Las Casas
había llegado a la Española en 1502. En 1511 había acompañado a Velázquez en la
Conquista de Cuba mientras fray Antonio predicaba contra las encomiendas en
Santo Domingo. Luego, en 1514, se siente iluminado, vende sus tierras, pone en
libertad a los indios que tenía en encomienda y se entrega, durante cincuenta
años, incansable, heroico, fanático, manejando el ruego o el anatema,
arrastrando burlas, amenazas y persecuciones, acusado de delirante, loco,
bellaco, desvergonzado, revoltoso y sedicioso, y a pesar de fracasos, derrotas y
humillaciones, a la lucha contra "la codicia insaciable" y 'la innata ambición"
de "los tiranos que comen la carne y beben la sangre de sus ovejas" ya su
fervoroso apostolado: la defensa del indio, que para él era manso, dócil, débil,
fiel, humilde, paciente, delicado, pacífico, tierno, sufrido, sin maldad ni
doblez, sin rencor ni odio, sin soberbia ni ambición ni codicia. El P. Las Casas
quería la conquista pacífica y una especie de república india bajo la tutela de
los dominicos.
La campaña de Las Casas, proseguida ante el rey y ante el cardenal Cisneros,
determinó el envío, en 1516, de tres Padres Jerónimos para que pusieran paz en
la isla. Las instrucciones que llevaban habían sido redactadas por el mismo Las
Casas, con modificaciones del Cardenal y de su Consejo. Los Padres Jerónimos
llegaron en diciembre de 1516; según algunos creían, para asegurar la libertad
de los indios. Encontraron a los nativos "derramados por toda la isla e tan
pocos en cada asiento, por estar todos divididos por las mismas e estancias de
los castellanos, que no era posible ni convertirlos en buenos cristianos ni
asegurar su procreación". Decidieron entonces reunirlos en pueblos de 400 ó 500,
manteniendo las encomiendas. Las Casas, de nuevo inquieto, volvió a España con
el propósito de mudar "el tiránico gobierno" de la encomienda por otra manera
"razonable y humana" de regir los indios.
El poder temporal, que no podía renunciar al indio -la principal, casi la única
riqueza- , puso todos sus esfuerzos en conservar y aumentar la población
indígena. Entonces, para relevar al indio del trabajo exterminador de las minas,
y ante las demandas insistentes de los colonos, apoyados por los Jerónimos y por
Las Casas, se intensificó el comercio negrero, practicado ya intermitentemente
desde 1511, pero suspendido por temores políticos (24). El negro, más fuerte,
más resistente, con mayor capacidad de adaptación a las formas europeas de
trabajo, desplazó al indio. Los colonos preferían un negro a cinco indios. Para
el cultivo de la yuca un indio fuerte podía hacer 12 montones diarios; un negro
podía hacer 140 (25). Hacia 1520 escribía Fernández de Oviedo (Historia, 1,
141): ''Ya hay tantos en esta isla, a causa destos ingenios de azúcar, que
paresce esta tierra una efigie o imagen de la misma Ethiopía". En 1545 -cuenta
Benzoni- muchos españoles de Tierra Firme estaban seguros de que los negros se
iban a apoderar de la isla. En 1560, cuando apenas quedaban unos centenares de
indios, había ya unos 20.000 negros. (26)
El negro agravó la situación del indio aun desde otro punto de vista: las
epidemias. A las enfermedades introducidas por el blanco, para las que el indio
carecía de inmunidad (epidemias exterminadoras de sarampión o de viruelas),
vinieron a agregarse las enfermedades africanas. Se ha dicho que la caballería
invisible de los microbios ha hecho en toda conquista más víctimas que las
armas. El antropólogo alemán Waitz ha llegado a atribuir a las viruelas el
exterminio de la mitad de la población indígena de América. En diciembre de
1518, cuando los indios de la Española iban a abandonar las minas para ira sus
pueblos, los treinta pueblos en donde los Padres Jerónimos esperaban que se
harían buenos cristianos y podrían procrear, "ha placido a Nuestro Señor -dicen
los Padres de dar una pestilencia de viruelas que no cesa, e en la que se han
muerto e mueren hasta el presente (10 de enero de 1519) casi la tercera parte de
los dichos indios". Los oficiales y oidores reales, en carta al rey, calculaban
el20 de mayo de 1519 que de esa pestilencia había muerto más de la mitad de los
indios.
Las viruelas, el sarampión, el romadizo y cualquier enfermedad infecciosa cobran
especial virulencia cuando son el sello de la conquista de una población
desnutrida. La gran mortalidad de las epidemias en la Española es un síntoma de
que la población indígena estaba derrotada. Frente a la extraordinaria
receptividad para el germen, y ante los estragos de la enfermedad, el indio no
tenía más defensa que los recursos de su magia.
Los esfuerzos para salvar al indio fueron infructuosos. Irremediablemente, entró
en franca extinción. Su vida espiritual (sentimientos, creencias, jerarquías)
estaba aniquilada, su sistema de vida desintegrado, sus clases dirigentes
destruidas. Tuvo la sensación de su impotencia, de su inferioridad, de su
esterilidad. La anarquía se adueñó de su mundo moral y psíquico. Lo que pasaba a
su alrededor era superior a su capacidad intelectual. De su familia poligámica,
de su desnudez, de sus placeres primitivos, se le quería llevar a la monogamia
rígida, al trabajo forzado, a vestirse, a un Dios único. Se sintió abandonado
por sus "zemíes" protectores. Su "perversidad" llegó entonces hasta el punto de
negarse "a los deberes de la reproducción" o Él usar hierbas para practicar el
aborto. Para "sustraerse al trabajo" se suicidaba (con zumo de yuca brava,
ahorcándose, despeñándose de las rocas o comiendo tierra), y lo hacían las
familias enteras, grupos de 50 indios, y aún pueblos íntegros que "se convidaban
a ello"; su crueldad llegaba hasta el punto de hacerlo "por pasatiempo" (27).
Sin embargo, todavía fué capaz de una insurrección cruenta y larga: desde 1519
hasta 1533, Enriquillo, un indio educado por los franciscanos, con 4.000 indios
según unos, con 50 según otros, dirigía la resistencia. Hubo que llevar 200
hombres de la Península y movilizar más soldados que los que acompañaron a
Cortés en la conquista de Méjico. En 1542, cuando se dictaron las Leyes Nuevas,
con disposiciones de favor para el indio antillano (28) -era el triunfo de Las
Casas-, sólo quedaban para poner en libertad, porque los colonos alegaban que
sus indios no eran los autóctonos, sino comprados en el continente y en otras
islas.
El proceso de la Española se repitió, con variantes, en Cuba y Puerto Rico.
En las Antillas Menores, pobladas por indios belicosos, los caribes o caníbales,
el proceso fué más violento: la legislación permitió capturarlos, marcarlos a
fuego en la frente, venderlos y hasta mandarlos a España. En último término, el
mismo proceso de las Antillas españolas se cumplió luego en las francesas,
inglesas, holandesas y danesas. ¿Era el indio antillano tan débil que su
existencia constituía -como se ha dicho- "un milagro fisiológico"? Su historia
prueba evidentemente que no. Además, la desaparición fué más lenta de lo que se
cree. En Cuba quedaban indios casi en nuestros días, y también en Santo Domingo.
Los últimos indios antillanos se diluyeron en la mezcla con el blanco y el
negro.
¿Por qué se ha extinguido entonces en las Antillas mientras se conserva hasta
nuestros días, con bastante vitalidad, el indio continental? Sin duda por su
carácter de indio insular. El mismo proceso de extinción se ha cumplido como
hemos visto- en grandes regiones del continente, desde el descubrimiento hasta
nuestros días. En los Estados Unidos, en la Argentina, en todos los países, el
indio ha sido arrojado hacia zonas del interior, hacia las tierras de renta más
baja. El indio se ha visto obligado a replegarse hacia lo que hemos llamado zona
nuclear. En las Antillas, prescindiendo de los indios que huyeron de isla en
isla hasta el continente, en proporciones difíciles de determinar (29), en el
cual, por otra parte, se conservan restos densos del indio antillano, ese
proceso tenía poco margen. La zona de extinción debía abrazar pronto todo el
ámbito de las islas.
Se explica así que mientras la población indígena del continente ha aumentado,
al parecer, en sus cifras de conjunto, desde 1492 hasta la actualidad, en las
islas del Mar Caribe no hayan quedado más que familias aisladas en las que el
ojo experto puede reconocer, a través del mestizaje con el blanco y con el
negro, un resto de la antigua población antillana.
El proceso antillano no se puede generalizare a toda América, sino a la que
hemos llamado zona periférica. De todos modos, el primer contacto entre el
blanco y el indio fué fatal para el indio en toda la amplitud del continente. Lo
fué en las regiones donde el contacto se produjo en forma pacífica, pero aún más
en >Méjico y el Perú, donde adquirió caracteres de gran violencia. La primera
época fué sombría. La historia se detiene en los hechos que más impresionan: la
persecución del indio con perros de caza, la venta de indios esclavos, marcados
con hierro en la frente, ¿No se les llegó a negar el carácter <le seres
racionales, y no fué necesario que el Papa Paulo 111 afirmara, en su bula del 2
de junio de 1537, que los indios eran verdaderamente hombres, capaces de adoptar
la fe de Cristo? Aun un espíritu bastante mesurado como el P. Toribio de
Benavente o Motolina, que era contrario aque se imprimieran las obras del P. Las
Casas y escribía a Carlos V que "los indios desta Nueva España están bien
tratados tienen menos pecho y tributo que los labradores de la vieja España,
cada uno en su manera", analiza diez causas de la despoblación de la Nueva
España, "diez plagas con que Dios hirió las tierras y los habitantes de Méjico";
Las epidemias, las guerras con los españoles, el hambre, los tributos y
servicios de los indios, el trabajo de las minas, la esclavitud, et. Un
dominico, Fr. Domingo de Betanzos, profetizó la extinción de la raza indígena si
continuaban los desastres. (30)
Los testimonios son coincidentes en toda la extensión de América, y a veces se
apoyan en cifras para presentar más gráfica y elocuente mente la destrucción de
las Indias. Fuera de los círculos afectos al P. Las Casas, un cronista de Su
Majestad, Francisco López de Gómara, dice que en las guerras civiles entre
Pizarras y Almagros murió un millón y medio de indios. nada se presta más para
las cifras hiperbólicas que los cálculos de la mortalidad bélica. y, sin
embargo, no hay que olvidar que las huestes españolas nunca pasaron de varios
centenares de hombres, y muchas veces no llegaron al centenar. En 1580 el padre
jesuíta Luis López, en lima, dice que la guerra de Vilcabamba, en que se apresó
a Túpac maru, y la guerra contra los chiriguanos se han hecho "con injusticia y
mucha costa de indios y españoles y muertes, y particularmente la de los
chiriguanes", A lo cual contestaba el Virrey Toledo: "solos murieron cuatro en entrambas guerras, y de indios no entiendo que
murieron veinte: los ocho u diez mataron los indios de guerra, y los demás se
murieron de sus enfermedades" (31). Más verosímiles son las cifras de la
'mortandad producida por las epidemias: en la mayoría de las provincias de
Méjico -dice Motolina- murió la mitad de la gente de las viruelas introducidas
en 1520 por el negro de Narváez; según Torquemada murieron 800.000 indios en la
epidemia de 1545 y dos millones en la de 1576. Pero son siempre sospechosas las
cifras inspiradas en el terror.
Con todo, por más discutibles que sean los números, parece evidente que el
contacto violento o pacífico, las epidemias, las guerras, la migración de
pueblos a consecuencia de la conquista, el nuevo régimen de trabajo y de vida, y
aun las arbitrariedades y abusos de autoridades y encomenderos, repercutieron
desfavorablemente en el desarrollo de la población indígena en el siglo XVI.
Pero ya hemos visto que ese contacto no fué simultáneo en todas partes, y hemos
visto también, a través de cuatro siglos de historia indígena, que aun en las
condiciones más desfavorables una población concentrada en núcleos densos,
manteniendo casi intactas su cultura, su familia, su organización social, puede
rehacerse después de la hecatombe inicial. George Kubler; que ha estudiado
detenidamente el movimiento de la población mejicana en el siglo XVI, cree que
ha habido un gran descenso de 1520 a 1545, un aumento apreciable de 1546 a 1575
y un período estacionario de 1577 a 1600 (32). Los hechos luctuosos no
constituyen toda la historia. La acción indianófila de fuertes núcleos
misioneros, que ganaron muchas veces para su causa a las autoridades y a la
corona, el apostolado tan discutido del P. Las Casas y el apostolado indiscutido
de Vasco Quiroga, la actitud generosa de una parte de los nuevos pobladores, las
reformas administrativas y judiciales, la legislación protectora, y aun el
matrimonio legal entre españoles e indias, junto a la necesidad de mantener el
desarrollo de la población indígena. Sin dejamos llevar por la tentación de una
leyenda negra o de una leyenda áurea -a ninguna de las dos se ajusta la historia
del hombre. y menos la del hombre hispano, hemos llegado a calcular una
disminución de unos dos millones y medio de indios de 1492 a 1570, y una
población americana de unos trece millones y medio en 1492.
CONCLUSIONES GENERALES
Hemos seguido hasta ahora un camino inverso al de toda investigación histórica:
desde la actualidad nos hemos remontado paulatinamente hacia el pasado.
Desandemos ahora el camino recorrido. El desarrollo de la población indígena y
el proceso demográfico de América desde la llegada del blanco se expresa en las
siguientes cifras:
Dentro de su valor relativo e hipotético, estos números constituyen un índice de
la historia de América. La población indígena, sometida a un proceso continua de
extinción por el juego de diversos factores (epidemias de origen europeo,
guerras de conquista, régimen de trabajo, sistema colonizador, alcoholismo,
despojos y arbitrariedades, nuevas condiciones de vida, derrota material y
moral, mestizaje), llega hasta nuestros días, acrecida en número, pero muy
mermada en su integridad racial. Pueblos enteros, hasta una cultura floreciente
como la chibcha, han desaparecido casi sin dejar rastros. En la mayor parte del
continente no quedan hoy ni las huellas del indio. Pero las cifras muestran al
mismo tiempo un proceso acelerado de reestructura étnica y cultural. Más que de
una extinción del indio hay que hablar de una absorción del indio.
Hace cuarenta siglos que un conjunto de pueblos, portadores de la lengua y de la
cultura, penetraron en Europa. Por todos los procedimientos, desde la conquista
pacífica hasta el exterminio, se superpusieron a los pueblos primitivos del
continente, creando lo que llamamos hoy civilización occidental. La historia
moderna de América no es más que una fase de ese mismo proceso. En cuatro siglos
de expansión indoeuropea, el continente americano se ha incorporado al mundo
occidental. Aun los grandes núcleos de la América india (Méjico, Perú) o de la
América negra (Haití viven, en su vida histórica, dentro de los moldes
culturales, políticos y económicos de Europa: Desde luego, se han incorporado a
la vida americana muchos elementos de la cultura material y espiritual del
indio, en amplias zonas se conservan poblaciones indígenas casi intactas y en
zonas aun más amplias el indio sobrevive en el mestizo ("el neo-indio"). Pero en
su conjunto, culturalmente, aun más que étnicamente, el continente está ganado
para la raza blanca.
¿Cabe esperar -como hoy tiende a afirmarse- un renacimiento de la cultura
autóctona? Después de cuatro siglos de desintegración étnica, política, cultural
y lingüística, parece evidente que no. Pero el indio no ha muerto. Si la cultura
propiamente indígena quedó paralizada en su desarrollo desde el momento de la
conquista, el indio se fue incorporando a la vida social y cultural de América,
y su aportación fué fecunda desde la primera generación americana. Una figura
del siglo XVI puede simbolizar esa fusión del alma americana con la cultura
europea: el Inca Garcilaso de la Vega, hijo de conquistador y de princesa
indígena, criado en el Cuzco hasta los veinte años entre duros conquistadores
españoles y los restos de la destronada monarquía incaica, y que supo, en la más
pura y armoniosa lengua de Castilla, traducir los Diálogos de amor de León
Hebreo, historiar dramáticamente la conquista de la Florida y reconstruir el
pasado incaico y la conquista del Perú en sus magníficos Comentarios Reales,
según Menéndez y Pelayo- , quizá el único en que verdaderamente ha quedado un
reflejo del alma de las razas vencidas".
Parece que el porvenir está decidido, y que el pasado americano podrá, cuanto
más, sobrevivir como matiz, como estilo, en la gran obra colectiva y universal
de nuestra cultura.
-o0o-
(20) Los dominicos protestaron contra ese
traslado de indios. Los dominicanos de la Española escribían en 1519 que se
despoblaron más de 40 islas de Lucayos y tres de Gigantes, tomando en total 50, 60 ó 70.000 indios; aun
admitiendo -dicen- que no se introdujeran más de 20.000, no quedaban vivos ni
800. Fray Pedro de Córdoba, basándose en el testimonio del P. Las Casas, decía
que se llevaron a la Española más de 30 ó 40. 000 indios de las Islas de Lucayos
y Gigantes y no quedan 5.000 (citado por SIL VIO ZA VALA, Los trabajadores
antillanos,47, que cree que esas cifras eran .elementos de protesta).
También se enviaron a las islas muchos indios esclavos de Pánuco en la época de
Nuño de Guzmán, hasta que lo prohibió la segunda Audiencia de México, en 1530.
(Ibíd., 50).
(21) Véase SERRANO y SANZ, op. cit., Y SIL VIO A. ZAVALA, La encomienda indiana,
Madrid, 1935, págs. 1-39.
(22) Damos a continuación un fragmento del sermón que hizo temblar al almirante
Diego Colón y a los funcionarios y encomenderos de la Española: "Soy voz de
Cristo, en el desierto desta isla ... Esta voz es que todos estáis en pecado
mortal, yen él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas
inocentes gentes. Decid: ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel
y horrible servidumbre aquestos indios? ¿ Con qué autoridad habéis hecho tan
detestables guerras a estas gentes que estaban
. en sus tierras, mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y
estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿ Cómo los tenéis tan opresos y
fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los
excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y, por mejor decir, los
matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿ Y qué cuidado tenéis de quién los
doctrine y conozca a su Dios y Criador, sean baptizados, oigan misa, guarden
lasfiestas y domingos? ¿Estos no son hombres?, ¿no tienen ánimas racionales? ¿No
sois obligados a amalfos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no
sentís? ¿Cómo estais en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened
por cierto que en el estado que estáis no os podéis más salvar que los moros o
turcos, que carecen y no quieren la fe de Cristo' (El texto del sermón lo ha
reconstruí do el P. Las Casas en su Historia de las Indias, libro 11I, cap. IV;
con algunas variantes figura en las Obras de Manuel José Quintana, ed.
Rivadeneyra, tomo XIX, págs. 504-505). El P. Las Casas describe la honda
repercusión de las palabras del P. Montesinos.
(23) El texto, descubierto recientemente, ha sido publicado por varios autores:
ROLAND D. HUSSEY, Text of the Laws of Burgos: 1512-1513, conceming the
treatement of the Indians, en la hispanic American Historical Review, 1932;
LESLEY BIRD SIMPSON, Studies of the administration of the Indians in New Spain,
Berkeley, 1934, Ibero-Americana, n 7; RAFAEL AL TAMIRA,EI texto de las Leyes de
Burgos de 1512, en la Revista de Historia de América, nº 4, diciembre de
1938,5-77.
Para estos comienzos de la legislación indiana y para la época posterior véanse
además los siguientes trabajos: OIEGO LUIS MOLlNARI, Las encomiendas y la
esclavitud en Indias, 1501-1516, Introducción a la reproducción en facsímil de
las Leyes y ordenanzas nuevamente hechas, Instituto de Investigaciones
Históricas, Biblioteca Argentina de Libros Raros Americanos, tomo 1/, Buenos
Aires, 1923; Id., Introducción a la edición de las Confirmaciones Reales (Ibíd.,
tomo f); ROMULO CARBIA, Los orígenes de Chascomús, 1752-1825. Con una
introducción sobre el problema del indígena en América durante los siglos XVI a
XV/II, La Plata, República Argentina, 1930; RAFAEL AL TAMIRA, La legislación
indiana como elemento de la historia de las ideas coloniales españolas, en
Revista de Historia de América, México, marzo de 1938, págs. 1-24; GENARO
VAZQUEZ, Legislación para los indios (Recopilación de las Leyes de Indias,
estudio repartido en el Congreso Indigenista america'no); LUIS AZNAR,
Legislación sobre indios en la América hispano-colonial, en Humanidades, La
Plata, xxv, 233-274; SIL VIO ZA VALA, Los trabajadores antillanos en el siglo
XVI, en la Revista de Historia de América, nº 2, junio de 1938, 31-37; n!1 3,
septiembre de 1938, 60-88; nº 4, diciembre de 1938,211-216; etc. Véase también
sobre la encomienda y mita la bibliografía que damos en las notas de las páginas
61 Y 62.
(24) Negros penetraron en América desde las primeras expediciones, como esclavos
de los navegantes. Pero el tráfico es más tardío. Un Real Decreto de 1502
permitió introducir negros esclavos en Santo Domingo, pero los Reyes Católicos
prohibieron la introducción en 1503, para evitar la propagación de la idolatría.
los primeros negros no llegaron hasta 1508. Las reales cédulas del 22 de enero y
15 de febrero de 1510, de Fernando el Católico, inauguran la trata. Una cédula
del22 de julio de 1513, impone la licencia. En 1516 el Cardenal Cisneros dió
permiso para llevar negros esclavos a las Indias. En 1517, muerto el Cardenal,
Carlos V dió otras licencias, y después de algunos trá,nrtes concedió al
gobernador de Brescia una licencia por
4.000 esclavos, el cual la vendió a los genoveses.En 1518 concedió también unas
licencias menores (400, 50, 10,20). En 1523 se concedió permiso para llevar a
1.500 negros a la Española, 300 a Cuba, 500 a Puerto Rico, 300 a Jamaica y 500 a
Castilla del Oro. Luego hubo un abuso de licencias, sin contar el tráfico
clandestino. Véanse ILDEFONSO PEREDA VALDES, Negros esclavos y negros libres,
Montevideo, 1941; ALBERTO ARREDONDO, Elnegro en Cuba, La Habana, 1939; DIEGO
LUIS MOLlNARI, La trata de negros. Datos para su estudio en el Río de la Plata,
Prólogo al tomo VII de los Documentos para la historia Argentina, publicados por
la Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1916,97 págs.; AGUSnN ALCALA y
HENKE, La esclavitud de los negros en la América española, Madrid, 1919; ARTHUR
RAMOS, Las culturas negras en el Nuevo Mundo, Méjico, 1943 (comentado por Román
Be/trán en Cuadernos Americanos, Méjico, marzo-abril de 1944, págs. 149-154;
Actas capitulares del Ayuntamiento de la Habana, con un estudio de Emilio Roig
de Leuchsenring, 1, Habana, 1937, págs. 113-119.
El tráfico existía, pues, antes de la intervención del P. Las Casas. Los
Jerónimos, el 22 de junio de 1517, aconsejaron al Cardenal Cisneros la
introducción de "negros bozalezn en las Antillas. Abundan en esa época los
clamores sobre la falta de indios y su capacidad para el trabajo, y las demandas
a favor de la introducción de negros. De esos clamores se hace eco el P. Las
Casas: 'Y porque algunos de los españoles desta isla dijeron al clérigo Casas,
viendo lo que pretendía y que los religiosos de Santo Domingo no querían
absolver una docena de negros esclavos, abrirían mano de los indios; acordándose
desto el clérigo, dijo en sus memoriales que le hiciese merced a los españa/es
vecinos dellas de dar/es licencia para traer de España una docena, más o menos,
de esclavos negros, porque con ellos se sustentarían en la tierra y dejarían
libres los indiosn Este aviso de que se diese licencia para traer negros a estas
tierras
.' odió el primero el clérigo Casas, no advirtiendo la injusticia con que los
portugueses los toman y hacen esclavos; el cual, después de que cayó en ello, no
lo diera por cuanto había en el mundo, porque siempre los tuvo por injusta y
tiránicamente hechos esclavos, porque la misma razón es dellos que de los indios
n (LAS CASAS, Historia de las Indias, libro 1J1, cap. CII).
(25) CARLOS PEREYRA, Historia de la América Española, vol. V; Cap. 11.
(26) El licenciado Echagoyan escribe a Su Majestad en 1561 que en la Española
había más de 30 ingenios de azúcar; dos de esos ingenios tenían más de 900
negros, y los demás a 200, 300, 100 Y 150; sólo el mayordomo y algunos maestros
eran españoles; calculaba que en las estancias e ingenios y en la ciudad había
20.000 negros (citado por SIL VIO ZA VALA, en Revista de Historia de América, nº
4, diciembre
de 1938, 214). .
(27) J. WISSE, Selbestmord und Todesfurcht bei den naturv6lkern, Zutphen, 1933,
págs. 207-220(el suicidio en las Antillas). El supuesto suicidio comiendo tierra
podría ser un síntoma de anquilostomiasis, enfermedad introducida por los
negros, o bien una manifestación de geofagia, bastante frecuente entre los
indios de América (véase Tierra firme, /1, 1936,259-266).
Dice Fernández de Oviedo: "Muchos dellos, por su passatiempo, se mataron con
ponr;oña para no trabajar, y otros se ahorcaron con sus manos propias, ya otros
se les recrescieron tales dolencias ... que en breve tiempo los indios se
acabaron" (Historia,
Parte 1, libro 11I, cap. VI, pág. 71). .
El suicidio colectivo, que se practica entre numeroso pueblos, pudo tener valor
de una venganza de orden mágico contra el conquistador.
(28) Dicen expresamente: "Es nuestra voluntad y mandamos que los indios que al
presente son vivos en las islas de San Juan y Cuba y la Española, por agora y el
tiempo que fuere nuestra voluntad, no sean molestados con tributos ni otros
servicios reales ni personales ni mixtos más de como lo son los españoles que en
las dichas islas residen, y se dexen holgar para que mejor puedan multiplicar y
ser instruídos en las cosas de nuestra santa fe católica, para lo cual se les
den personas religiosas cuales convengan para tal efecton (Leyes y ordenanzas
nuevamente hechas para la gobernación de las Indias, ed. 1603, pág. 9,
reproducción en facsímil, Buenos Aires, 1923).
Yen cuanto a los indios de toda América las Nuevas Leyes disponen: "Ordenamos
... y mandamos que de aquí adelante por ninguna causa de guerra ni por otra
alguna, aunque sea a título de rebelión, ni por rescate ni de otra manera, que
no se pueda hazer esclavo indio alguno, y queremos que sean tratados como
vasallos nuestros de la Corona de Castilla, pues lo sonn (Ibíd., pág. 12)
Ya se sabe que estas Leyes produjeron la revuelta de Gonzalo Pizarra y la guerra
civil en el Perú. En la Nueva España el virrey D. Antonio de Mendoza suspendió
su aplicación, y lo mismo Díez de Almendáriz en la Nueva Granada.
(29) DU TERRE, op. cit., //,363, dice (2~ ed.) que por informes de M. de I'Olive,
sieur de la Ramé y de los habitantes ,más viejos de "nuestas islas~ había dicho
en la 1!J edición que los habitantes de las Antillas francesas eran restos de
las matanzas de los españoles en cuba, la Española y P. rico; por ahora dice que
ello no está lejos de lo verosímil como cree el sieur de Rochefort. HUMBOLDT,
Ensayo político sobre la isla de cuba, 1, 136, dice que si es cierta la
afirmación de Gómara de que en 154-1564 ya no existía ningún indio, "es
absolutamente preciso convenir que los que se escaparon a la Florida en su
piraguas eran restos muy considerables de aquella población, creyendot ?egún
antiguas tradiciones, volver al país de sus antepasados'. ABBAD, op. cit., 122,
'dice que los indios de P. Rico desampararon la isla (hacia 1530), pasándose
alas circunvecinas de Mona, Monico, Vieques y otras de la costa, donde se
alimentaban con la pesca y algunas cortas sementeras. El informe del capitán
Melgarejo dice que, al conquistarse la isla, una porción de los indígenas se
pasó a otras islas con los caribes (Brau, P.Rico y su hist., 313). IGNACIO J. DE
URRUTlA y MONTO YA, Teatro histórico, jurídico y político-militar dela Isla
Fernandina de Cuba, en Los tres primeros hist. de la isla de Cuba, //, Habana,
1876, 109-110, habla de muchos indios que de la Española se retiraron a la isla
de Cuba, entre ellos el cacique Hatuey. En nuestro Apéndice 11I hemos
mencionad.o ya la s4erte de los caribes de Dominica y S. Vicente transportados a
la América Central.
(30) FRA Y TORIBIO DE BENA VENTE, Historia de los indios de la Nueva España, ed.
de Méjico, 1941, págs. 15-22; AGUSTIN DAVILA PADILLA, Historia de la fundación
de la provincia de Santiago, México, 2' ed., Madrid, 1625, pág. 100 (apud KUBLER,
obra cit., 606).
(31) Véase PIETSCHMANN, Geschichte des Inkareiches, Berlín, 1906, pág. LXXI,
nota 3.
32) GEORGE KUBLER, Population movements in mexico 1520-1600, en The Hispanic
American Historical Review, noviembre de 1942, págs. 606-643.
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