EL
TABLÓN: El artículo de hoy
Ponencia de Francois Houtart
al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana
No es el fin de las
utopías
François Houtart
Señor Rector, Señora Embajadora de
Bélgica, estimados y estimadas colegas, queridos amigos y amigas,
Gracias por este honor académico que también es un testimonio de solidaridad en
la lucha social, espiritual y política y una expresión de amistad.
En 1953 subí por primera vez la escalinata de esta Universidad, que fue testigo
de tantas luchas estudiantiles y políticas, y en los 55 años que han
transcurrido nunca pensé que un día yo regresaría para recibir un doctorado de
esta gran institución. De verdad, la Universidad de La Habana ha sido un lugar
privilegiado de la tradición intelectual y cultural de la nación cubana. No
podemos olvidar que aquí descansa Félix Varela, que el pensamiento de José Martí
siempre ha sido promovido, aún en los peores días de la vida política del país y
que grandes nombres de la literatura y de la política fueron asociados a su
dinámica, para citar solamente los que he conocido personalmente Alejo
Carpentier, Cintio Vitier, Roberto Fernández Retamar y Abel Prieto en la
literatura; Aurelio Alonso y Fernando Martínez Heredia en la filosofía; Eduardo
Torres-Cuevas en la historia; Osvaldo Martínez y Carlos Tablada en la economía;
o Ricardo Alarcón y Felipe Pérez Roque y el propio Comandante Fidel Castro en
los campos político e intelectual.
El tema que he elegido para esta ponencia es la relación entre Revolución y
Religión en Cuba. Le haré en tanto que sociólogo de la religión, fiel así a mis
colegas de esta Universidad que me habían invitado hace algunos años a dar mi
punto de vista sobre la disciplina y al equipo del Departamento de estudios
sociorreligiosos del CIPS a los cuales debo muchas de las informaciones
concretas. Me perdonarán si hablando desde el exterior, se me escapan ciertos
hechos o perspectivas.
Empezaré por definir el marco
específico del análisis y después trataré de construir una cronología del tema.
I. El marco del análisis
Para el análisis de las relaciones entre Revolución y religión en Cuba,
utilizaré un guión de lectura (una hipótesis) que formulo de la manera
siguiente: El tiempo de las incertidumbres no significa el fin de las utopías,
ni la muerte de la esperanza. En otras palabras, las certidumbres que
caracterizaban ambas partes, creando un estado de conflictos, puede
transformarse, con el reconocimiento de la incertidumbre, en una dinámica de
búsqueda común de la utopía y en una fuente de esperanza. Se trata de un enfoque
que permite ir más allá de la mera descripción o de la historiografía.
De verdad, vivimos tiempos de incertidumbre, no solamente en el pensamiento
científico o en las ciencias humanas, sino en la situación existencial de los
pueblos. Las numerosas crisis, financieras, alimentarias, energéticas,
climáticas están creando condiciones particularmente graves, fruto de la lógica
de un modelo de desarrollo destructor de la naturaleza y de los seres humanos,
resultado de una inversión de valores, que hizo de la acumulación del capital el
motor de la civilización.
Quiero recordar que la filosofía contemporánea de las ciencias nos lleva a
considerar el azar como un factor clave de la historia física y biológica del
universo. Por su parte, el análisis de las sociedades no permite más una visión
determinista lineal de la realidad y nos ayuda a redescubrir su dimensión
dialéctica.
Uno podría preguntarse qué tiene eso que ver con las relaciones entre Revolución
y religión en Cuba. De verdad mucho. Hubo el tiempo de las certidumbres, la
Revolución que tendía a transformar la utopía en dogmas y las religiones, en
particular las iglesias cristianas, institucionalmente mayoritarias en el
panorama religioso del país, que identificaban formas coyunturales e históricas
con el absoluto de su meta. Para la iglesia católica aún no había ocurrido el
Concilio Vaticano II, que ocasionó una transformación profunda.
El fracaso, relativo pero profundo de las sociedades socialistas europeas, las
graves desviaciones de ciertas revoluciones buscando alternativas al
capitalismo, las orientaciones contemporáneas de poderes socialistas promoviendo
una “economía social de mercado”, introducen un factor importante de
incertidumbre en la búsqueda del poscapitalismo. Cambios culturales, nuevos
conocimientos, movimientos migratorios, han tenido un impacto sobre la
conceptualización de las creencias religiosas y sobre la pluralidad religiosa de
las sociedades e introdujeron elementos de incertidumbre dentro del campo
religioso.
De manera positiva, el tiempo de las incertidumbres ayuda a desarrollar una
modestia intelectual y una tolerancia mutual, sin necesariamente caer en el
cinismo cultural, en la ausencia de valores inspiradores del actuar humano, o en
el rechazo de todo compromiso, es decir, sin abandonar la búsqueda de las
utopías.
En este sentido, las ciencias sociales y la sociología en particular, han jugado
un papel importante. Todas las instituciones de las certidumbres han sido
alérgicas a la sociología. Las sociedades socialistas suprimieron la sociología
porque con el marxismo tenían todas las respuestas y en Europa del Este, los
primeros pasos de su restablecimiento fueron orientados por el funcionalismo
norteamericano: cómo hacer funcionar mejor el sistema, sin analizar las nuevas
relaciones sociales que se habían construido ni las propias contradicciones
internas.
El enfoque histórico, sociológico y sicológico en el análisis de las religiones,
revelaba el carácter construido de las creencias e instituciones religiosas, lo
que ponía en peligro varias dudosas certidumbres y también ciertos parámetros
del sistema de autoridad. Eso provocó también resistencias por parte de las
instituciones religiosas.
Por estas razones, se debe tomar en cuenta el contexto social de las relaciones
entre Revolución y religión en Cuba, sabiendo también que en ambos elementos
hubo tensiones internas, y que la realidad es siempre dialéctica y compleja, con
actores en interacción. Lo que se propone es establecer una cronología dentro de
un cuadro general de interpretación, utilizando las excelentes investigaciones
del Departamento de estudios sociorreligiosos del CIPS, los trabajos de
sociólogos de esta Universidad y de centros de investigación antropológicos,
como el Centro Fernando Ortiz y la Casa del Caribe, y finalmente algunas
observaciones personales.
II. Las etapas de las relaciones entre Revolución y religión en Cuba
Antes de proponer una cronología de las relaciones, es bueno recordar en breves
palabras algunos aspectos del panorama religioso y político existente antes de
la Revolución. En el campo religioso, había tres elementos principales: el
catolicismo, las varias formas de protestantismo y las religiones afrocubanas.
La iglesia católica era la institución religiosa principal. Ella había
recuperado en los años 50 un lugar importante en la sociedad, después de haber
sufrido su carácter de brazo cultural de la colonización española que, entre
otro, había impedido el desarrollo de un clero local. En la víspera de la
Revolución, este último era todavía un tercio extranjero, en su mayoría español.
En el año 1953, vine a Cuba por un congreso centroamericano y caribeño de la
Juventud Obrera Católica (JOC). Aproveché de la oportunidad para completar un
estudio comparativo sobre las estructuras pastorales de la iglesia católica en
las grandes ciudades de Europa, América del Norte y América del Sur. Este tipo
de investigaciones era muy revelador del tipo de inserción social del
catolicismo. En La Habana, ciudad de un millón de habitantes en ese tiempo,
había 16 parroquias con 32 sacerdotes. Al mismo tiempo, más de 200 sacerdotes
estaban dedicados a la enseñanza en escuelas secundarias y superiores. Cuando
uno recuerda la función social de una gran parte de esas escuelas privadas, se
puede concluir que eso significaba, deliberadamente o no, una real opción de
clase.
De verdad no podemos ser demasiado simplistas. La JOC actuaba en los medios
obreros, con una visión de crítica social inspirada por la fe Cristiana y por
otra parte, los Jesuitas del colegio elitista de Belén pueden enorgullecerse de
haber contribuido a la formación del líder máximo de la Revolución, Fidel
Castro. Sin embargo, como institución, la iglesia católica no era identificada
con los medios populares que eran culturalmente influidos por una religiosidad
de múltiple origen. Al contrario estaba más cercana culturalmente y socialmente
de las clases altas y medio-altas, participando en su reproducción social.
Las iglesias de la Reforma estaban todavía muy vinculadas con sus orígenes,
generalmente norteamericanos y, con pocas excepciones, actuaban en las clases
medias urbanas, también con instituciones educacionales. Los cultos afrocubanos
eran marginalizados o folclorizados tanto por las iglesias cristianas, como por
la sociedad blanca, sea política, cultural o académica.
Al mismo tiempo, los medios sociales nacionalistas y las organizaciones de
izquierda, de donde nació la Revolución, se caracterizaban por un laicismo a
menudo agresivo y generalmente anticlerical. Todo el mundo tenía sus
certidumbres y eso a pesar de la altura de pensamiento de grandes figuras que
habían marcado la historia cubana, como el filósofo padre Félix Varela o el
pensador político y finalmente Héroe Nacional de la Independencia, José Martí.
1.El momento revolucionario
Es en este contexto que nace y triunfa el proceso revolucionario. Se trata en
una primera etapa de la conquista de espacios para consolidar una real
independencia política, un poder de decisión económica, la justicia social con
educación, salud y cultura para todos. Se reducen así varios espacios ocupados
antes por entes religiosos.
El éxodo de las clases altas y medio-altas después del triunfo de la Revolución,
reduce la base social de las iglesias cristianas. Una parte de los que se quedan
se inscriben en el espacio religioso, en tanto que refugio político sino
antirrevolucionario. La mayoría del clero de origen español interpreta los
eventos como la repetición de la Guerra civil española y muchos son expulsados.
Miembros de la JOC, que habían apoyado la Revolución se retiran del proceso o
son excluidos. Entran en oposición o se exilian, cuando la Revolución se define
como socialista de inspiración marxista. La tensión es fuerte y la imagen mutual
se transforma en estereotipos de verdad no siempre sin base: las iglesias,
fuerzas contrarrevolucionarias y la Revolución fuente de ateísmo militante.
Las iglesias protestantes, sin embargo, siendo minoritarias, no son tan
afectadas por esta dicotomía y se adaptan más fácilmente a la nueva situación.
Los cultos afrocubanos se quedan en su lugar de siempre, es decir, casi
clandestinos, frente al gran movimiento de emancipación social y cultural de las
clases subalternas promovida por la Revolución.
En esta situación difícil y tensa, algunas personalidades que he tenido el
privilegio de conocer de cerca, jugaron un papel importante y pacificador a
largo plazo. El primero fue Felipe Carneado, este intelectual, miembro del
Partido comunista desde antes de la Revolución y encargado de los asuntos
religiosos en el Comité Central del Partido. Su personalidad conciliadora, sus
relaciones personales muy atentas con muchos de los líderes religiosos, le
merecieron el título (como broma amistosa) de Obispo laico. Recuerdo una
celebración de su cumpleaños, cuando el pastel de aniversario le fue entregado y
después compartido, por la conferencia episcopal católica en su conjunto.
Otro actor importante fue monseñor Zacchi, el encargado de negocios de la
nunciatura apostólica, que guardaba el contacto con las autoridades de la
revolución aún en momentos de alta tensión. Se dice que, como buen italiano, era
experto en espaguetis, lo que Fidel apreciaba particularmente.
Finalmente quiero mencionar dos figuras que me impresionaron mucho, monseñor
Adolfo Rodríguez, el obispo de Camagüey y el pastor Raúl Suárez. El primero, que
fue también presidente de la Conferencia Episcopal Católica, mantuvo siempre una
actitud pastoral de apertura y de diálogo. El segundo, a pesar de haber sufrido
de la Revolución, nunca perdió su esperanza en el futuro y su celo evangélico y
fundó el Centro Martin Luther King, un lugar privilegiado de compromiso social y
aun fue miembro de la Asamblea Nacional Popular.
2. El período del mimetismo soviético
Por razones políticas obvias, durante la Guerra Fría, Cuba ha tenido de apoyarse
en la Unión Soviética. La contribución política y económica muy real ha tenido
también un precio ideológico, que se tradujo en varias aéreas, que incluyen la
cultura y también la religión. En la URSS, el ateísmo se había transformado en
religión de estado. Me acuerdo haber visitado el Instituto del Ateísmo
Científico, y también en Leningrado el museo del ateísmo, localizado en la
catedral de la misma ciudad. De hecho, una lucha coyuntural y necesaria contra
instituciones religiosas vinculadas con el orden social feudal, se había
transformado en un dogma. Ya Carlos Marx había contestado a los discípulos de
Feuerbach que pretendían que para ser socialista uno tenía que ser ateo, que
tenían un discurso teológico al revés.
Eso tuvo también su impacto en Cuba. Me acuerdo una visita en este tiempo en una
escuela primaria de los alrededores de Matanzas. Los manuales escolares eran
traducidos del ruso y contenían ataques frontales a las religiones, lo que
provocaba reacciones muy comprensibles entre los creyentes. Sin embargo, aún
durante este período, hubo también otros acontecimientos. Después de la muerte
del Papa Juan XXIII, el gobierno cubano decretó tres días de luto, y tuve la
oportunidad de participar en el servicio celebrado en la catedral de La Habana
en su memoria, por monseñor Zacchi, ya citado, en presencia de autoridades
políticas. También reuniones de personalidades religiosas de varias
denominaciones y naciones fueron organizadas por el Consejo Mundial de la Paz.
Una de ellas tuvo lugar en el seminario protestante de Matanzas. El fin era
movilizar fuerzas morales en favor de la paz, durante la Guerra Fría. El
resultado fue también un poco de aire fresco en una atmósfera a veces pesante.
3. El período de rectificación
A partir de la mitad de los 80, Cuba recuperó progresivamente una relativa
autonomía política e ideológica. Cuatro años después se produjo la implosión de
la Unión Soviética. Este período también tuvo un efecto sobre las relaciones
entre la Revolución y las religiones.
El primer hecho, lo más visible, fue la larga entrevista de Frei Betto, el
dominico brasileño, a Fidel y que fue publicada en un libro: Fidel y la
religión. La obra fue traducida en decenas de lenguas, hasta el vietnamita. La
edición francesa se equivocó de portada, con una foto de Ramón el hermano mayor
de Fidel en vez de este último. Me acuerdo también las filas frente a las
librerías de Cuba para comprarlo: un millón dos cientos mil personas lo
compraron. Este éxito fue tal vez en parte debido al hecho de que por primera
vez Fidel hablaba de su niñez y de su juventud, pero de todas maneras el
discurso de Fidel sobre la religión se distanciaba de los estereotipos del
pasado, expresando admiración como también críticas, pero sobre todo respeto.
Desde varios años, teólogos de la liberación habían sido invitados por Cuba,
tales como Leonardo Boff, el brasileño. Muchos cubanos, y entre ellos
intelectuales, tenían contactos con cristianos comprometidos en los movimientos
revolucionarios de América Central, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. En este
país, la Revolución Sandinista tenía un componente cristiano muy importante.
Sacerdotes como Ernesto y Fernando Cardenal y Miguel D’ Escoto jugaban un papel
de peso y las Comunidades eclesiales de base habían constituido una de las bases
sociales de la Revolución. ¿Cómo seguir con la certidumbre que la religión era
solamente el opio del pueblo?
Es también en 1986, que a la iniciativa de intelectuales marxistas, se organizó
en la escuela de Diplomacia del MINREX, un curso intensivo de Sociología de la
Religión que mi colega Geneviève Lemercinier y yo, impartimos durante 15 días.
Una treintena de profesores de Filosofía, de colaboradores del Comité Central y
aun un coronel en uniforme siguieron el curso. El punto de partida era que un
enfoque marxista de la religión no podía ser el fruto de un dogma, sino de un
análisis de sus funciones sociales. Así se estudiaron, en la historia y para
diversas religiones, los hechos. La conclusión fue que de verdad las religiones
pueden ser un opio para la emancipación de los pueblos, pero también fuente de
inspiración para un compromiso social, aún revolucionario. El consenso fue
unánime y el contenido del curso fue publicado con un prefacio de Fernando
Martínez. Varias ediciones se realizaron en México, Nicaragua, Colombia y Brasil
y siguen todavía, gracias a Ruth Casa editorial y a los esfuerzos de Carlos
Tablada, en Cuba de nuevo, en Venezuela y en otros países latinoamericanos.
El catolicismo cubano, por su parte, realizó en 1986 una reflexión importante
sobre su propia realidad y su función en la sociedad. Después de varios meses de
preparación del Encuentro Nacional (ENEC) de la Iglesia Católica, produjo un
documento que daba una orientación nueva.
Evidentemente las interpretaciones ulteriores fueron diversas, en función de la
diversidad interna del catolicismo mismo y de variaciones en la relaciones entre
la iglesia y el estado. El Consejo ecuménico de las iglesias, por su parte
contribuyó también a una reflexión teológica renovada, especialmente vía su
revista difundida en varios medios de la sociedad cubana. El Centro Martin
Luther King, nacido en la misma época, contribuyó por sus obras y trabajos de
reflexión a la creación de un otro clima, sin hablar del trabajo de base de
varios grupos de cristianos para las víctimas del sida, por ejemplo.
La actitud oficial cambió durante este período. El Congreso del Partido
Comunista de Cuba suprimió las disposiciones que impedían a un creyente ser
miembro del Partido. También nació en el seno de la Academia de las Ciencias el
Departamento de Estudios sociorreligiosos. El promotor y su alma fue Jorge
Calzadilla que realizó con su equipo un admirable trabajo de investigaciones
sobre las religión en Cuba, el catolicismo, las diferentes ramas del
protestantismo, la iglesia ortodoxa, las varias religiones afrocubanas, tales
como la Santería o la Regla de Ochá, la tradición espiritista de Alan Kardec, el
budismo, el Islam. He tenido la suerte de ser asociado a este trabajo,
prácticamente desde el inicio y quiero rendir un homenaje muy especial al
fundador del Centro por su contribución a un mejor conocimiento del campo
religioso de Cuba. Las reuniones internacionales que Calzadilla organizó sobre
el tema, ayudaron a extender la red de contactos y a manifestar la presencia
cubana en este sector del conocimiento científico.
El aporte del conjunto de estos trabajos ayudó a clausurar la era de las
certidumbres. Por una parte se salió de la imagen de las religiones como
factores de retroceso social sin, por tanto, abandonar una posición crítica y
por otra parte, la referencia clara al marxismo como metodología de
interrogación de lo real, impidió caer en un posmodernismo reductor de la
realidad. Pero también se manifestó así el hecho de la pluralidad religiosa y la
necesidad de la tolerancia y del diálogo, no solamente ecuménico, sino
interreligioso. Así se comprueba que el enfoque científico también tiene
funciones sociales que no podemos ignorar y una sociología de la sociología nos
lo enseña.
Evidentemente, el peso del tiempo hace que las etapas no se desarrollan como
procesos claramente definidos. Conflictos, tensiones internas, regresiones han
tenido lugar. Las certidumbres no se eliminan por decreto.
4. El período especial
Al principio de los años 90, la combinación de la caída de la Unión Soviética
junto con un bloqueo acentuado de parte de los EE.UU., llevó al país a una
situación dramática. El PIB, como sabemos, cayó en más del 30 %. Eso ha tenido
su impacto sobre el panorama religioso. Un estudio del Departamento de Estudios
sociorreligiosos del CIPS lo demuestra claramente.
La “demanda religiosa” aumentó y favoreció a todos los grupos religiosos. El
número de bautismos creció, nuevos movimientos religiosos, en particular
pentecostales, se multiplicaron, las religiones de origen africano salieron de
su semiclandestinidad histórica, las devociones populares (San Lázaro) tomaron
una nueva dimensión. Todo eso confirma la tesis del sociólogo Max Weber sobre el
vínculo entre situaciones sociales y pertenencia religiosa. Sin embargo, se debe
evitar dar una interpretación exclusivamente funcionalista del fenómeno. Otros
elementos jugaron también un papel, como la búsqueda de un nuevo sentido global
de la existencia por parte de militantes políticos y una actitud de mayor
apertura y diálogo por parte del gobierno y del Partido.
Es durante este período que se realizó la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba.
Su resultado positivo, el reconocimiento mutuo de los dos líderes, fueron el
fruto de la evolución empezada desde la década de los 80. La actitud leal, aun a
veces crítica, de varios intelectuales cristianos como Cintio Vitier, el teólogo
protestante Adolfo Ham, o el padre Carlos Manuel de Céspedes, entre otros, había
contribuido a construir poco a poco un clima general diferente. Acciones
exteriores de solidaridad con Cuba, como la de los Pastores por la Paz en los
EE.UU., fueron también factores de evolución por una mejor apreciación mutua.
Una señal muy importante fue la reacción de todos los grupos religiosos al
momento de la enfermedad de Fidel. La Conferencia Episcopal católica publicó una
carta pastoral, pidiendo oraciones por la salud de Fidel, por el nuevo gobierno
encabezado por Raúl, afirmando además que ninguna intervención extranjera sería
tolerable. Un acto de oración se organizó en la catedral anglicana, con varios
grupos cristianos, protestantes y ortodoxos y los tambores de los cultos
afrocubanos se hicieron escuchar en testimonio de preocupación y de solidaridad.
5. La incertidumbre asumida
En los dos lados, de la Revolución y de la religión se inició un período de
incertidumbre asumida. Ciertamente, las circunstancias históricas ayudaron a
crear esta nueva situación. Por una parte, la Revolución tiene que innovar para
seguir. El socialismo se construye y no se decreta. Asumir las incertidumbres
requiere un gran rigor intelectual y una ética a todos los niveles de
responsabilidad. Por otra parte, ninguna religión es hegemónica en la sociedad,
ni capaz de imponer certidumbres. La pluralidad religiosa es un hecho en Cuba,
como en el conjunto del continente. La fe es una apuesta y no una evidencia.
Aceptar la incertidumbre es condición de su existencia.
Sin embargo, asumir las incertidumbres no significa la ausencia de parámetros. A
la base de todo se inscribe la continuidad de la vida en todas sus dimensiones,
física, biológica y cultural, personal y colectiva. Frente a la crisis de
civilización, este parámetro se traduce en cuatro orientaciones de base.
Primero, una relación de respeto de la naturaleza frente a una catástrofe
ecológica que nos prepara su explotación como puro instrumento de lucro y que
conduce a la desaparición de muchas especies vivas y a la muerte de millones de
seres humanos. La madre Tierra, fuente de vida, fruto de una obra creativa,
cualquier sea su representación, no puede ser solamente un recurso, porque los
seres humanos viven en simbiosis con ella.
Un segundo aspecto es una economía que responda a las necesidades de todos los
seres humanos, en un mundo donde más de 800 millones de personas sufren de
hambre o de malnutrición. Significa pasar de una economía que privilegia el
valor de cambio a la valorización del valor de uso, lo que contradice la lógica
del capitalismo. En tercer lugar, la traducción práctica del parámetro central
de la continuidad de la vida exige una democracia generalizada de todas las
relaciones humanas. Y finalmente se trata de asegurar la multiculturalidad,
permitiendo a todas las tradiciones de pensamiento, todos los saberes, todas las
religiones contribuir a esta tarea común. De verdad, estas últimas, de una
manera u otra, aluden al sentido de la totalidad, es decir, la armonía entre el
cosmos y el género humano y a la importancia de la subjetividad, lo que puede
contribuir a la construcción concreta del parámetro.
Y de hecho responder a esta exigencia es construir el socialismo. Es la tarea de
todos. Se trata de la utopía necesaria que tiene de inspirar las nuevas
generaciones. El 19 de julio pasado estuve en Nicaragua para la celebración del
aniversario de la Revolución Sandinista. Había más de 100 mil personas en la
plaza. Hugo Chávez estaba presente y me dijo: “Mire esta plaza, que antes se
llamaba plaza de la Revolución y ahora plaza de la Fe. De hecho es la misma
cosa.” De verdad la contrarrevolución que precedió el nuevo poder sandinista,
había cambiado el nombre, en el marco de una lucha semántica. Pero Chávez tenía
razón, no que el contenido de los dos conceptos sea lo mismo, sino el enfoque.
Una revolución que no construye las bases de la vida, incluida su ética, pierde
su sentido. Una fe que no inspira el compromiso por la vida de la humanidad,
cultiva la ilusión.
El tiempo de las incertidumbres no es el fin de las utopías; ni la muerte de la
esperanza. Quiero afirmar como convicción, en tanto que sociólogo de la
religión, pero también en tanto que creyente y comprometido con la Revolución.
La Habana, 30 de septiembre de 2008
|
Nota de/para los amigos que me escriben:
De:
Manuel López
Asunto: DECLARACIÓN
de los miembros de la Asociación de cubanos residentes en Ucrania, reunidos
en asamblea en la embajada de la República de Cuba en Ucrania, el 11 de enero de
2008
Desde hace diez años los ciudadanos cubanos Gerardo Hernández, René González,
Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, permanecen injustamente
encarcelados en los Estados Unidos.
Sobre ellos pesan extensas condenas que suman 4 cadenas perpetuas más 77 años de
privación de libertad, resultado de un juicio parcializado e injusto, celebrado
en la ciudad de Miami. Los Cinco ayudaban a monitorear planes terroristas
organizados contra Cuba desde la Florida por grupos de ultraderecha de la
emigración cubana radicados en Miami.
El Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Detenciones Arbitrarias, basado en
los hechos y las circunstancias bajo las cuales se llevó a cabo el juicio, la
naturaleza de los cargos y la severidad de las sentencias, declaró arbitraria su
detención e instó al gobierno de Estados Unidos a tomar las medidas necesarias
para rectificar esa arbitrariedad.
En el 2005 el Panel encargado de examinar el caso por la Corte de Apelaciones de
Atlanta, acordó por unanimidad revocar sus condenas al considerar que estos
cinco hombres no tuvieron un juicio justo en Miami.
Desde el 2001 su caso se mantiene en apelación. Los Cinco han permanecido en 5
diferentes prisiones de Estados Unidos, bajo crueles condiciones de reclusión,
en violación de sus derechos humanos y de las propias leyes estadounidenses.
Todos estos 10 años a Gerardo y René se les ha privado del derecho a recibir
visitas de sus esposas Olga Salanueva y Adriana Pérez, incorporándose así un
castigo adicional a sus injustas condenas.
Sumamos nuestras voces a todas las que en el mundo reclaman el cese inmediato de
esta enorme injusticia.
Seguiremos exigiendo su libertad hasta que la verdad se abra paso y estos Cinco
hombres dignos sean puestos en libertad y retornen al seno de sus familias en
Cuba.
|
Un tema y diversas visiones
10 preguntas sobre la crisis
MICHEL COLLON
1. ¿Subprimes? El punto de partida es una verdadera estafa ya que los bancos
occidentales han ganado una enorme cantidad de dinero a costa de los hogares
estadounidenses, diciéndose que si no eran capaces de pagar, les quitarían sus
casas por cuatro monedas.
2. ¿Es sólo una crisis bancaria? No, en absoluto. Se trata de una verdadera
crisis económica que ha comenzado en el sector bancario, pero cuyas causas son
mucho más profundas. En realidad, toda la economía de los Estados Unidos vive a
crédito desde hace 30 años. Las empresas se endeudan por encima de sus
posibilidades, el Estado se endeuda también por encima de sus posibilidades
(para hacer la guerra) y se ha impulsado sistemáticamente a los ciudadanos a
endeudarse, la única manera de mantener, artificialmente, un crecimiento
económico.
3. ¿La verdadera causa? Por supuesto, los medios de comunicación
tradicionales no nos dicen nada. Y sin embargo, las subprimes no son más que la
punta del iceberg, la manifestación más espectacular de una crisis de
superproducción que golpea a los Estados Unidos, pero también a los países
occidentales. Si el objetivo final de una multinacional consiste en despedir a
trabajadores en masa para hacer el mismo trabajo con menos personas, si además
se bajan los salarios por todos los medios y con la ayuda de los gobiernos
cómplices, ¿A quién van a venderles los capitalistas sus mercancías? ¡No han
parado de empobrecer a sus clientes!
4 ¿Es sólo una crisis de la que sobreponerse? La historia demuestra que el
capitalismo ha ido siempre de una crisis a otra con, de vez en cuando, una buena
guerra para salir de ella (eliminando a sus rivales, empresas, infraestructuras,
lo que permite un buen reimpulso económico). En realidad, las crisis son también
un periodo que aprovechan los grandes para eliminar o absorber a los más
débiles. Es lo que ocurre ahora en el sector bancario estadounidense, o en el
caso de BNP que se traga a Fortis (y todo esto no ha hecho más que empezar).
Pero, si la crisis refuerza la concentración de capital en manos de un número
aún más pequeño de multinacionales, ¿cuál será la consecuencia? Estos super-grupos
tendrán aún más medios de eliminar o empobrecer la mano de obra y así
convertirse en una competencia aún más fuerte. Estamos otra vez en la casilla de
salida.
5. ¿Un capitalismo sobre bases éticas? Hace ciento cincuenta años que nos lo
prometen. Hasta Bush y Sarkozy lo han hecho. Pero en realidad, es tan imposible
como un tigre vegetariano. Y es que el capitalismo se apoya en tres principios:
1. La propiedad privada de los grandes medios de producción y de financiación.
No es la gente la que decide, sino los multinacionales. 2. La competitividad:
ganar la guerra económica, es decir, eliminar a la competencia. 3. El máximo
beneficio: para ganar esta batalla no basta con tener unos beneficios normales o
razonables, sino una tasa de beneficios que permita distanciar a las empresas de
la competencia. El capitalismo no es sino la ley de la selva, como ya escribía
Karl Marx: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un
beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario.
Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún
crimen."
6. ¿Salvar a los bancos? Por supuesto, hay que proteger a los clientes de
los bancos. Pero en realidad, lo que el Estado está haciendo es proteger a los
ricos y nacionalizar las pérdidas. Por ejemplo, el estado Belga no tenía 100
millones de euros para ayudar a la gente a mantener su poder adquisitivo, pero
para salvar a los bancos, ha encontrado 5.000 millones en dos horas. Miles de
millones que nosotros tendremos que rembolsar. Lo irónico es que Dexia era un
Banco Público y que Fortis se ha tragado un banco público que funcionaba muy
bien. Gracias a ello, sus dirigentes han hecho negocios durante veinte años. Y
ahora que la cosa no funciona, ¿se le pide a estos dirigentes que paguen los
platos rotos con el dinero que han estado ganando y que se han guardado? No, se
nos pide que paguemos nosotros.
7. ¿Los medios de comunicación? Lejos de explicarnos todo esto, fijan su
atención en asuntos secundarios. Nos dicen que habrá que buscar los errores, a
los responsables, combatir los excesos y bla, bla, bla. Sin embargo, no se trata
de tal o tal error, sino del sistema. Esta crisis era inevitable. Las empresas
que se están derrumbando, son las más débiles o las que peor suerte han tenido.
Las que sobrevivan, tendrán aún más poder sobre la economía y sobre nuestras
vidas.
8. ¿El neoliberalismo? La crisis no ha sido provocada sino acelerada por la
moda neoliberal de los últimos veinte años. Los países ricos han intentado
imponer este neoliberalismo en todo el tercer mundo. En América Latina, como
acabo de estudiar durante la preparación de mi libro Los 7 pecados de Hugo
Chávez, el neoliberalismo ha sumido a millones de personas en la miseria. Pero
al hombre que ha lanzado la señal de la resistencia, el hombre que ha demostrado
que se podía resistir al Banco Mundial, al FMI y a las multinacionales, el
hombre que ha enseñado que había que darle la espalda al neoliberalismo para
reducir la pobreza, este hombre, Hugo Chávez, no deja de ser diabolizado a golpe
de mentira mediática y de difamación infundada. ¿Por qué?
9. ¿El tercer mundo? Sólo se nos habla de las consecuencias de la crisis en
el Norte. En realidad, todo el tercer mundo sufrirá gravemente a causa de la
recesión económica y de la bajada de precios de las materias primas que
provocará la crisis.
10. ¿La alternativa? En 1989, un famoso autor estadounidense, Francis
Fukuyama, nos anunciaba el Fin de la Historia : el capitalismo había triunfado
para siempre, nos decía. No ha hecho falta mucho tiempo para que los vencedores
se estrellen. La humanidad necesita verdaderamente otro tipo de sociedad. El
sistema actual fabrica miles de millones de pobres, hunde en la angustia a
aquellos que tienen (provisionalmente) la suerte de trabajar, multiplica las
guerras y arruina los recursos del planeta. Pretender que la humanidad está
condenada a vivir bajo la ley de la selva, es tomar a la gente por imbéciles.
¿Cómo debería ser una sociedad más humana, que ofrezca un porvenir digno para
todos? Este es el debate que tenemos todos la obligación de lanzar. Sin tabúes.
De: Pedro Campos |Para Kaos en
la Red
Asunto: Las crisis del capital y sus ¿salidas?
La clase obrera norteamericana aprovecharía mejor esta crisis si tuviéramos
hoy un socialismo triunfante que hubiera realizado una verdadera socialización.
“Cuanto hice hasta hoy, y
haré, es para eso.
José Martí
La actual crisis financiera que
ahora se manifiesta acusadamente en EE.UU. en el área inmobiliaria es
consecuencia de la crisis general del sistema capitalista que ya, hace décadas,
parece más permanente que cíclica y que tiene expresiones sistémicas y
constantes en distintas regiones, en las guerras de rapiña, en los altos precios
del petróleo, las materias primas y los alimentos, en sus efectos
medioambientales y otros.
Las características específicas de sus manifestaciones visibles actuales han
sido tratadas por varios especialistas, consistentes –fundamentalmente- en una
cadena de impagos que se originó en la concesión de millones de pequeños
créditos para aumentar el consumo, particularmente en el área de la construcción
de viviendas, finalmente hipotecadas, obligaciones que fueron compradas y
aseguradas por bancos y aseguradoras que ahora no pueden honrar sus deudas,
porque nunca los consumidores originarios de los créditos pudieron pagarlos.
Salida momentánea: dinero para cubrir esas deudas y mantener a salvo la cadena.
El capitalismo, sistema económico-social sustentado en el trabajo asalariado
para la obtención de plusvalía, no puede subsistir si no es a base de nuevas
inversiones para obtener más ganancias, con las cuales invertir más, para seguir
obteniendo otras ganancias, pero cuando esas inversiones no producen los
dividendos esperados vienen las pérdidas y con ellas la retracción de la
inversión: la recesión. Es lo que ocurrió al invertir miles de millones en
hipotecas que nada producen, simple acción especulativa del capital.
Por mucho que esta realidad no quiera o no pueda ser reconocida por los
defensores del sistema que, más que creer ciegamente en la filosofía de la libre
explotación de la fuerza de trabajo en forma asalariada, la necesitan para
mantener y ampliar sus dividendos, la misma termina por convertir en cero la
cuota de ganancia, debido a la ley de su tendencia decreciente, ampliamente
explicada en el siglo XIX por Carlos Marx (1), puesto que el ineludible aumento
del costo del capital constante (medios de producción), asfixia inevitablemente
la inversión en capital variable (fuerza de trabajo), provocando la disminución
sistémica y permanente de ganancias debido a que la única mercancía que la crea,
es la fuerza de trabajo. En este caso especulativo, el colmo fue que la
inversión en fuerza de trabajo fue cero.
Muchos hablan de las “causas” de la crisis, cuando en verdad están explicando
las manifestaciones del fenómeno: hipotecas no pagadas, la ausencia de garantías
en los préstamos, desconfianza entre instituciones financieras y otras por el
estilo. Mírese como quiera verse, la causa esencial de la crisis está en que se
invirtió dinero sin respaldo productivo, para más consumo, en actividades donde
no aparece por ningún lado la inversión en la reproducción y mantenimiento de la
fuerza de trabajo, el más importante de todos los recursos productivos, el único
capaz de crear nuevos valores. Lo que los capitalistas post-modernistas llaman
“capital humano”, puesto que para ellos todo es “capital” explotable.
El capitalismo creyó poder controlar la ley de la tendencia decreciente de la
cuota de ganancia expandiendo el crédito artificialmente, en el área de la
circulación monetaria, lo cual generó un proceso inflacionario indirecto, en las
llamadas burbujas, que al no poder recuperar ni reciclar el capital invertido,
han dado por resultado esta crisis que se expandirá del sector inmobiliario a
otros. Paliativos encontrará el sistema, como siempre a costa del trabajo,
cerrará más fabricas, despedirá más obreros, rebajará salarios, ampliará la
jornada laboral, recortará los fondos de la seguridad social, emitirá más
dinero; pero no resolverán los problemas sistémicos que solo encontrarán
solución verdadera en un cambio en las relaciones de producción.
Como corresponde al gobierno del gran capital, se dedican 700 mil millones de
dólares a salvar de la quiebra a los más ricos, estatizando importantes
“empresas financieras” e inyectando dinero a los bancos para que puedan
enfrentar sus operaciones, acciones que algunos han tildado de “medidas
socialistas” por la simple intervención del estado, esos que olvidan que el
capitalismo es un sistema de producción, que acude a la estatización o la
privatización según convenga a sus intereses. Los defensores del estatismo en
todas sus variantes creerán ver allí y ahora la demostración palpable de la
importancia de la participación del estado en la economía. En verdad, malabares
y muecas de la economía sustentada en el trabajo asalariado en sus reajustes
estructurales para tratar de sobrevivir.
Sí habría que considerar a estas medidas como del tipo keynesiano, no
neoliberales, lo que vendría a demostrar la capacidad dialéctica del gran
capital para moverse de una a otra de sus tendencias y olvidarse de hipotéticos
fundamentalismos escolásticos, cuando el agua les viene al cuello. Son por tanto
una demostración del fracaso, en las condiciones actuales, del neoliberalismo en
su propia meca. Los teóricos del sistema capitalistas que siempre abogaron por
más control estatal sobre la inversión, la emisión de moneda y el crédito, por
una mayor acción reguladora gubernamental, se sentirán ahora vencedores, cuando
ayer eran vapuleados por la “ineficiencia” de sus programas y medidas. Pero no
confundir, son iguales de capitalistas.
Esta crisis, por profunda y abarcadora que se presenta, y por darse en el más
importante consumidor mundial, razón por la cual tendrá repercusiones en muchos
países, no parece significar el fin del sistema, sino el testimonio de su
incapacidad para sostener los niveles de gastos y crecimientos que experimentaba
la economía estadounidense a costa de insuflar más y más dinero a inversiones no
productivas y a expensas de otros países.
Las propuestas del “Plan de rescate” presentado por el gobierno norteamericano
al Congreso y aprobado por este, son esencialmente más de lo mismo, trataría de
inyectar más dinero del Banco de la Reserva Federal para salvar los bancos y
aseguradoras. A la corta se lograría evitar el pánico y la caída libre de las
bolsas, pero a la larga será más dinero sin respaldo productivo tirado al ruedo
circulatorio, cuyas consecuencias no tardarán en manifestarse en otros sectores
y así, todos tendrán que ir pasando por una fase crítica, dada la interconexión
del sistema, hasta que el “reajuste” pueda equilibrarlo o empiece a “hacer agua
por otra bodega”.
No obstante el paquete contempla, además de los 700 mil millones de dólares,
medidas que merecen un análisis particular que no debe escapar a ningún
economista marxista. Al margen de que el plan tiene como propósito fundamental,
salvar al gran capital, obsérvense estos otros objetivos del paquete de medidas,
al parecer impuestas por el Congreso: Se pretende: estimular el uso de la
energía alternativa; incentivar a empresas renovadoras, así como a pequeños
negocios; posibilitar a los contribuyentes acceder a acciones de las empresas
beneficiadas por el paquete; y limitar los “paracaídas dorados”, es decir los
grandes beneficios a los directivos de las firmas en quiebra.
Estos elementos sugieren claramente que el gran capital ha tenido que hacer
concesiones –aunque ligeras- en la negociación del paquete, a otros intereses de
la sociedad norteamericana y aceptar, a su pesar, una cierta socialización de
las ganancias, en detrimento de su absoluta concentración, desde luego todavía
dentro del capitalismo y preservando los intereses, por encima de todo, de los
grandes negocios, principales beneficiados.
Se trata de la natural e inevitable tendencia de la sociedad capitalista a la
socialización de la apropiación, después del proceso de maduración del capital,
reivindicada por Marx (2) al valorar precisamente el papel del crédito en la
sociedad por acciones; lo que no quiere decir que el capitalismo vaya a realizar
la plena socialización de la propiedad y el excedente por generación espontánea,
ni se caiga por su propio peso; habrá que tumbarlo, pues el gran capital hará
siempre lo imposible por evitarla.
Pero esto es una muestra de cómo cualquier variante de solución, aún parcial e
ineficaz, a las crisis del capitalismo, necesariamente se relaciona con lo que
Marx y Engels definieron como la contradicción principal del sistema, la
existente entre la producción cada vez más social y la apropiación cada vez más
privada, a lo que corresponde como solución inexcusable, hacer la apropiación
más social, la cual solo puede lograrse por medio de la revolución en las
relaciones de producción.
La clase obrera internacional, los trabajadores todos, especialmente los
norteamericanos hubieran podido estar en mejores condiciones para aprovechar
mucho más esta crisis, imponer sus intereses como clase y presionar por una
verdadera socialización, si en lugar de un socialismo fracasado como está en el
recuerdo de todos, tuviéramos hoy en el mundo un socialismo triunfante que
hubiera realizado una efectiva socialización de la propiedad y la apropiación y
sirviera de ejemplo y atracción en las circunstancias actuales.
Ésta, como las subsiguientes crisis del capitalismo, solo tendrá salida efectiva
con el socialismo, pero no con cualquier “socialismo” que siga sujeto al trabajo
asalariado, sino con otro, que asuma nuevas relaciones socialistas de producción
sustitutivas de aquel, capaces de echar abajo los puntales rotos del
capitalismo, sus “armas melladas” y de modificar, en su desarrollo, todas las
leyes y categorías de esa economía y avance hacia una auténtica socialización.
La clase mundial de los asalariados modernos no ha logrado todavía estructurar
un nuevo paradigma socialista que sea mayoritariamente aceptado, no hemos sido
aún capaces de salir de la crisis ideológica que nos dejó el “socialismo real”.
Los comunistas, los revolucionarios, los trabajadores de todo el mundo tenemos
que ocuparnos en esta dirección, acabar de unir nuestros esfuerzos y olvidarnos
de nuestras viejas rencillas entre todos esos ismos que tanto nos han dañado y
dividido, para conformar sin prejuicios, ni especiales protagonismo, el nuevo
proyecto de socialismo en este siglo XXI.
La práctica ha demostrado que lo cualquier elaboración, necesariamente tendrá
que ser participativa, democrática, humanista, autogestionaria, inclusiva,
libertaria, integracionista, ecologista y orientada a la sustitución del
intercambio mercantil por el de equivalencias. Muchos comunistas, socialistas y
revolucionarios del mundo entero han venido trabajando en su conformación,
basándose en los principios de los clásicos del marxismo y la experiencia
socialista fracasada del siglo XX. No es necesario mencionar nombres, lo
importante es que cada vez más se incorporen nuevas organizaciones y figuras de
la política, la economía, la filosofía, las Ciencias y las Artes en este nuevo
empeño.
Las ideas de un Socialismo Participativo y Democrático, que estamos defendiendo
en Cuba, abarcadoras de esas propiedades tendrían la oportunidad de mostrar sus
posibilidades en el proyecto revolucionario del ALBA, que comprende a varios
países, si todos sus gobernantes y sus respetivos partidos y organizaciones
políticas las debatieran públicamente en cada uno de sus países.
El Che, aunque no está de cuerpo presente, con su legado está participando en
este esfuerzo.
La Habana, 8 de Octubre de 2008, en homenaje al Che, a 41 años de su caída.
perucho1949@yahoo.es
Notas:
1- C. Marx. El Capital. T-III, Sección Tercera. Ley de la tendencia
decreciente de la cuota de ganancia. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana,
1973.
2-Carlos Marx. El Capital. Tomo III (Capítulo XXVII “El Papel del Crédito en la
Producción Capitalista). Editorial de Ciencias Sociales. La Habana 1973.
Se recomienda la lectura del ensayo del autor: “El socialismo de estado es
inviable económica y socialmente”, donde de analizan las causas sistémicas de
las crisis capitalistas.
Artículos y ensayos relacionados:
http://www.kaosenlared.net/rss/kaos_colaboradores_195.xml
http://analitica.com/va/internacionales/opinion/8777149.asp.
http://www.oocities.org/es/amigos_pedroc/index.html
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+ Crisis económica y justicia social
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