Un tema y diversas visiones
En Cuba no se puede democratizar lo que se acabó
Debate con Carlos Tena
J. M. Martín Medem | Revista Pueblos
Raúl no puede perfeccionar el
socialismo porque en la isla no lo hay: el autoritarismo de Fidel impidió el
establecimiento de un socialismo cubano. Además Raúl ha demostrado que no quiere
recuperar el proyecto de democratización del socialismo porque mantiene en la
marginación a los sectores del Partido Comunista que desde hace quince años
proponen la descentralización, la democratización y la participación popular
para un socialismo de verdad.
Lo que parece que quiere y puede hacer con la vieja guardia de la Revolución y
sus generales, es garantizar la soberanía nacional para un país económicamente
sostenible en una auténtica integración de América Latina que se prepare para la
apertura política que administrarían los dirigentes de la nueva generación
designados por el raulismo.
En tres o cuatro años el Gobierno de Cuba habrá renunciado definitivamente al
socialismo para intentar defender por lo menos lo que Fidel consiguió: convertir
una isla en una nación. El interés de Estados Unidos por el petróleo cubano del
Golfo de México puede desmontar el bloqueo sin condiciones pero Cuba se
enfrentará con la peor amenaza, no sólo para cualquier recuperación del
socialismo sino para su derecho a ser una nación independiente. Los poderes que
han inventado el cambio de Barack Obama para reconducir el dominio de Estados
Unidos en la crisis del siglo XXI preparan el escarmiento más eficaz contra la
Revolución cubana: sacarla del aislamiento para envenenarla con la contaminación
económica y cultural.
Raúl sin Castro
Raúl Castro anunció una reforma agraria que convierte a la alimentación en la
base de la seguridad nacional. Y una reforma económica que recupere la dignidad
del salario como autodeterminación personal entre la planificación del Estado y
la distribución del mercado.
Aplazó la formación de su primer gobierno (y la reforma de la Administración del
Estado) hasta después de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Recompone las relaciones internacionales hacia China y Brasil por si Hugo Chávez
se cae o lo tiran. Ha convocado el Congreso del Partido Comunista en función de
lo que los poderes le obliguen a hacer al próximo presidente estadounidense. Y
ha anunciado su primer viaje como presidente de Cuba en diciembre a Brasil. En
la Asamblea Nacional del Poder Popular aseguró que consultaría todo lo
importante con Fidel pero también advirtió que haría todo lo necesario aunque
tenga que recurrir a la voluntad popular mediante un referendum nacional.
Desde hace dos años el Comandante se desvanece y, si es cierto que está de
acuerdo con todo lo que Raúl decide, entonces ha perdido definitivamente la
cabeza. Y si no está de acuerdo, se confirma que ha perdido definitivamente el
poder. El homenaje del 26 de julio con el discurso más fidelista de Raúl no es
una buena señal para el avance de las reformas aunque puede ser sólo el
penúltimo recuerdo para quien se merece todo el respeto en su sufrimiento de
enfermo y anciano. Mientras Raúl anunciaba malas noticias como consecuencia de
la repercusión en Cuba de la crisis mundial, Fidel se dedicaba a celebrar la
gloriosa amistad de la Revolución cubana con esa supuesta experiencia del
socialismo que enloquece a Corea del Norte.
No es socialismo pero puede ser Cuba
No se puede perfeccionar lo que no se ha conseguido y la advertencia que Fidel
hizo sobre la posibilidad del desmerengamiento del socialismo en Cuba debería
referirse precisamente a lo que ahora debe hacerse para corregir las
barbaridades del Comandante. Ha sido el protagonista más importante de la
historia de Cuba y una referencia también histórica para América Latina y el
Tercer Mundo, pero no hay una cabeza que aguante cincuenta años de poder
absoluto.
Raúl no puede perfeccionar el socialismo porque no hay socialismo en Cuba. No es
socialismo el gobierno de una voluntad personal por muy extraordinaria que
parezca. No es socialismo la paralización del Partido Comunista durante once
años sin la realización de su correspondiente Congreso. No es socialismo la
dependencia del Estado para controlar a quienes se ha enseñado a pensar pero
pretendiendo que piensen sólo como se les orienta. No es socialismo la libreta
de racionamiento cuando provoca desigualdades aunque para el 40 por ciento de
los cubanos resulte imprescindible. No es socialismo el de un Partido Comunista
controlado por unas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que ni fueron ni son
socialistas. No era socialismo la dolarización como tampoco lo es al contrario.
No es socialismo lo que se considera irrevocable por imposición del Comandante.
No es socialismo el sistema que convierte la información en mala propaganda y la
cultura en capricho de la burocracia. No es socialismo el poder económico de las
FAR. No es socialismo lo que representa Machadito para las necesidades de Cuba
en el siglo XXI.
Cuando nombraron primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Gobierno a
José Ramón Machado Ventura, los servicios de inteligencia habían filtrado a los
gobiernos más interesados que el poder de la Vieja Guardia no era para impedir
las reformas sino precisamente para facilitarlas porque sólo a los dinosaurios y
a los generales no les podían acusar de traicionar a la Revolución y al Abuelo.
Como me dijo uno de los colaboradores de Raúl,"es mejor tener a Machadito
comprometido con las reformas en el Consejo de Estado que jodiendo desde el
Partido Comunista con una dificultad ideológica para cada cambio".
En cinco años, el petróleo, el níquel, el turismo, de nuevo el azúcar, la
biotecnología, las remesas y la agricultura pueden convertir a Cuba en otro
país, combinando la planificación, el mercado y la iniciativa personal en una
economía vinculada con la integración de América Latina y conservando la
protección social de los más vulnerables. La Unión Europea sabe que si no
rectifica su posición común tendrá que correr detrás de Estados Unidos cuando
Washington desmonte el bloqueo como corrió para endurecerlo con la política de
Aznar. Raúl tiene poco tiempo. Sólo hasta el segundo semestre del año que viene,
cuando se reúna el Congreso del Partido Comunista con un nuevo presidente en
Estados Unidos. Raúl no puede democratizar el socialismo porque no queda
socialismo en la isla: Fidel, Raúl y los machaditos lo acabaron. Pero puede
democratizar a Cuba, empezando por la economía, para garantizar definitivamente
su soberanía nacional. No sería poco.
LA HORA DE LOS MAMEYES
Todo lo que está haciendo Raúl Castro lo proponía hace ocho años Luis Suárez
Salazar en su libro El Siglo XXI: posibilidades y desafíos para la Revolución
Cubana, publicado por la Editorial de Ciencias Sociales en La Habana (2000): •
La disposición para negociar con Estados Unidos. Suárez recomendaba "una
permanente disposición del gobierno cubano para negociar todos los asuntos
pendientes en la agenda bilateral sobre la base del respeto mutuo". • El
fortalecimiento de la institucionalidad. Proponía Suárez "la construcción de una
fuerte institucionalidad popular, democrática, representativa y participativa,
acatada y respetada por todos". • La reforma agraria. Suárez denunciaba que no
se utilizaba la mitad de las mejores tierras y advertía sobre la necesidad de
"garantizar la seguridad alimentaria". Señalaba "la ineficacia de los mecanismos
estatales de acopio y comercialización" y proponía "descentralización y
socialización", desarrollando "otras formas de propiedad autogestionarias,
comunitarias y cooperativas". • La recuperación de la dignidad del salario.
Destacaba Suárez que "sólo la mitad de la población cubana puede satisfacer sus
consumos básicos por vías vinculadas de manera directa o indirecta al trabajo" y
proponía "favorecer el autoempleo y el trabajo familiar hacia el desprovisto
mercado interno", realizando "reformas económicas que no cuestionen la
continuidad del sistema y del liderazgo político".
Luis Suárez dirigió el Centro de Estudios sobre América, colectivo de
pensamiento dependiente del Comité Central del PCC que condensó el mejor
esfuerzo intelectual para la democratización del socialismo cubano. Los
descojonaron en 1996 por las presiones (¡Machadito,claro!) de la burocracia de
los dinosaurios y Raúl Castro les acusó entonces de ser "servidores de Estados
Unidos en su política de fomentar el quintacolumnismo". El nuevo presidente de
Cuba les debe por lo menos una disculpa y su reconocimiento a los compañeros del
CEA, representantes de lo que significa la auténtica izquierda del PCC.
En su libro (nunca prohibido pero siempre escondido), Luis Suárez propone además
lo que no hará el Congreso del PCC anunciado para el segundo semestre del año
que viene: "Edificar una democracia popular, representativa y sobre todo
participativa, mediante transformaciones radicales con un gran aliento
libertario". Democratizar lo poco que queda del socialismo cubano sería la mejor
defensa contra la política de contaminación de Obama. La isla está en la hora de
los mameyes, que en cubano significa el momento crucial, la hora de la verdad.
USTED ES CULPABLE
Raúl ha dicho que el socialismo es igualdad de oportunidades pero no de
salarios: ha recordado que cada uno debe recibir lo que merezca por la cantidad
y calidad de su trabajo. Ha orientado repartir tierras a campesinos y
cooperativas porque la mitad está sin cultivar y lo estatal no produce los
alimentos necesarios que se están comprando en Estados Unidos. Ha anunciado que
se modificará el sistema de abastecimiento por la libreta porque provoca
desigualdades, pero garantizando que todos tendrán lo imprescindible. Ha
mejorado el transporte en La Habana y se ha puesto pa la vivienda. Está
cambiando el sistema de protección de la salud hasta ahora basado en el médico
de la familia y les ha ofrecido a los maestros jubilados añadir un salario a sus
pensiones para que ayuden a los emergentes inexpertos. Y ha convocado por fin el
Congreso del PCC (con seis años de retraso) mientras refresca a los cubanos sin
batalla de ideas ni marchas del pueblo combatiente ni patria o muerte.
¿Recuerdan ustedes quien mandaba hasta hace dos años? ¿No es suya la
responsabilidad del socialismo de pacotilla, la desviación de recursos del
Estado como consecuencia de que ellos hacen como que nos pagan y nosotros como
que trabajamos, el autoritarismo que descojonó a la Revolución y al PCC, la
necesidad de importar el 80 por ciento de los alimentos porque no hemos hecho la
Revolución para que los guajiros se enriquezcan vendiendo mangos, que le
corresponda lo mismo por la libreta a Chucho Valdés y a la abuela con una
pensión de cien pesos y que sean peores la educación y la sanidad como
consecuencia de las improvisaciones del Comandante? Los funcionarios del Centro
de Prensa Internacional les piden a los corresponsales en La Habana que no jodan
a Fidel ahora que está viejo y enfermo. Me parece bien. Vamos a respetarlo.¡Se
lo merece! Pero que se calle.
SIN OPOSICIÓN
La oposición interna en Cuba (que en su mayoría depende del marcapasos político
y económico de la Administración Bush) permanece dividida, desacreditada y
penetrada por la Seguridad del Estado. Sólo podrían alcanzar una considerable
credibilidad el Arco Progresista (que agrupa a la disidencia socialdemócrata) y
Cambio Cubano (el grupo de Eloy Gutiérrez Menoyo) que se oponen al bloqueo del
Gobierno estadounidense. Los respetan pero los controlan: pueden ser la
oposición imprescindible para la apertura o aliados sin remedio del socialismo
reformista.
La Administración Bush está paralizada frente al nuevo escenario en la isla y
para Cuba lo importante ahora es el resultado de las próximas elecciones
presidenciales en Estados Unidos. La presión de Washington no consiguió impedir
que la UE aceptara la iniciativa del Gobierno español para cancelar las
sanciones diplomáticas de 2003 que estaban suspendidas desde 2005. En las
encuestas realizadas en EE UU (incluyendo las de Miami), la mayoría prefiere
normalizar las relaciones con Cuba. Las de noviembre pueden ser las elecciones
que acaben con la influencia de la mafia anticastrista.
En América Latina, sólo los Gobiernos de Colombia, Costa Rica, El Salvador y
Perú secundan la política revanchista de la Administración Bush (¡’el
escarmiento’!) contra Cuba. Raúl ha añadido las buenas relaciones con Brasil a
la alianza de Fidel con Venezuela y México establece una nueva cordialidad con
La Habana. La integración latinoamericana es por primera vez para la isla una
plataforma de seguridad regional.
*J. M. Martín Medem es periodista, autor de ¿Por qué no me enseñaste cómo se
vive sin ti? / Diario de un corresponsal de TVE en Cuba (El Viejo Topo, 2005) y
Cuba: la hora de los mameyes (Los Libros de la Catarata, 2008). Este artículo ha
sido publicado originalmente en la versión impresa de la
Revista Pueblos
número 34, Septiembre de 2008
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Cuba:
Soluciones desde la inopia
Sigo ensimismado, percibiendo una impresionante sensación de serenidad a mi
alrededor, incluso en los momentos durísimos que se viven tras el embate de los
dos últimos ciclones...
Carlos Tena en Rebelión | Para Kaos en la Red
Bien sabido es, incluso por
los menos perspicaces, que cuando pronunciamos la palabra “Cuba”, a casi nadie
se le cruza por las meninges otra imagen, que la de la única nación del globo
que ha retado al imperio más poderoso, en dinero y armamento, durante más de 50
años, teniéndole físicamente a menos de 150 kilómetros de distancia, no sin
haber sido vilipendiada dañada, maltratada y bloqueada ese medio siglo, que pesa
de manera contundente sobre la frágil economía de la isla, cuyos dirigentes
dedican desde 1959 miles de horas a estudiar la forma en la que todos sus
habitantes puedan, al menos, ingerir diariamente alimentos suficientes para su
desarrollo físico e intelectual.
Bien es conocido, incluso por los menos expertos, que superar ese asedio
constante, en el que además se utilizaron a miles de cubanos como caballitos de
Troya, poco dados a creer en la ética y practicar el noble arte de la
solidaridad, ha sido y está siendo todo un ejercicio de imaginación al cubo, de
mesura, de análisis e información constante, de sacrificio entre sonrisas,
demostrando al mundo “civilizado”, que el petulante sistema capitalista, ése que
ahora cae por su peso ante el cúmulo de miseria que ya no puede ocultar, no es
el mejor para que los seres humanos puedan aspirar a serlo. Sin embargo, un
gobierno socialista hasta la médula, como el cubano, es capaz, bajo el lastre de
la propaganda falsa, la manipulación mediática y la agresión permanente, de
sobrevivir en paz, generando una sociedad claramente necesitada de determinados
bienes, que siguen bloqueados desde la vecindad (incluyendo algunos
medicamentos), pero encaramada en los primeros puestos de organismos
internacionales, como la UNESCO, la UNICEF o la FAO, demostrando que el pueblo
cubano disfruta de más salud, más educación, más esperanza de vida, más
derechos, que millones de españoles, norteamericanos, hondureños, jamaicanos,
paraguayos, salvadoreños o colombianos, a pesar de todos los embargos. Un pueblo
donde se puede saborear el optimismo, la confianza, la ternura y la serenidad.
Una sociedad que participa en bloque cuando hay que encontrar soluciones a sus
problemas.
Es curioso que personas que se tildan de izquierda, en lugar de ejercer la
crítica honesta y rigurosa, dediquen su tiempo a dejarse abducir, bajo el
disfraz del nuevo socialismo (no me refiero a Venezuela) o del eurocomunismo (el
mayor fiasco político que jamás de presenció el viejo continente), para
descalificar el sistema político de Cuba. Y lo más lamentable es que esas
personas, que incluso han pasado algunos años en la mayor de las Antillas, sean
incapaces de otra cosa que vilipendiar de forma estentórea esta Revolución,
asegurando que el socialismo que la preside no es tal. Que yo sepa, Cuba es el
único país del globo que, precisamente, ha socializado hasta el agua, ese mismo
líquido (más fundamental que el petróleo) que hoy se privatiza, como la salud o
la electricidad, en naciones con presidentes neo socialistas como Zapatero,
desde donde hoy clama el periodista José Manuel Martín Médem, ex corresponsal de
RTVE en La Habana, amigo y compañero del PCE en la lucha contra el franquismo,
militante del otrora sindicato más combativo de la España fascista (como era
CCOO), así como excelente comensal y buen contertulio, de inteligencia notoria,
aunque con escaso sentido del humor, al que desde estas páginas llamo a la
cordura y al análisis riguroso, o sea, a lo contrario que suele desarrollar
habitualmente en panfletos como El País, su colega y amigo Mauricio Vicent, para
que medite sobre el pregón que publicó hace unos días en la web
http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1258,
asegurando que aquí ocurre lo que a él le da la gana y no lo que en verdad
sucede, menospreciando con infantiles diminutivos a destacados militantes del
PCC, sacándose de la manga porcentajes inventados, o dibujando un panorama que
no es ni mucho menos el que yo percibo a diario. Como opinión, pudiera hasta
respetarla, pero no comparto en absoluto ni el tono, ni el contenido.
Llevo algo más de cinco años viviendo en una Cuba que mi colega, al parecer, no
conoce. Más de un lustro trabajando con y para los cubanos, recibiendo un
salario en peso cubano, conversando diariamente con decenas de cubanos, yendo a
almorzar viandas cubanas, pagando en peso cubano, en guagua cubana o taxi
colectivo, dando botella o solucionando un problemilla por la izquierda, que
como sabe Medem es una de las artimañas que, en este país, asediado y amenazado,
sirve para resolver el día, esa jornada que él jamás ha conocido, que nunca ha
saboreado en todo su esplendor y belleza. Desde aquí le invito, por favor, a que
relea el excelente ensayo “Cuba: La Ilustración y el Socialismo”, de Carlos
Fernández-Liria y Santiago Alba, para comprender lo que no calibra. Dos
filósofos, dos pensadores que han sabido ver el bosque a pesar de los árboles,
que han mirado al firmamento y no al dedo que lo señala, que saben leer entre
las miradas, que saben comprender el por qué de una sonrisa cubana. Dos jóvenes
profesores que saben que este socialismo tal vez pudiera ser más perfecto, más
eficaz, más útil, de no existir un enemigo a 150 kilómetros con las armas y los
terroristas preparados para asesinar hasta las mínimas ilusiones y realidades de
las que hoy se disfrutan en Cuba.
Sigo aquí, admirando la capacidad de la Revolución para su supervivencia,
escandalizado ante el hecho de que los únicos presos políticos que existan en la
isla, se hallen encerrados, a ración de tortura diaria, en la ilegal base yanqui
de Guantánamo, sin que ningún Zapatero, Sarkozy o Papa Benedicto XVI haya
protestado por ello. Continúo con la boca abierta cuando paseando por La Habana,
constato que los policías aquí no sirven para pegarle de hostias a un pacífico
ciudadano. Sigo ensimismado, percibiendo una impresionante sensación de
serenidad a mi alrededor, incluso en los momentos durísimos que se viven tras el
embate de los dos últimos ciclones. O embelesado ante la alegría de mis
compañeros de trabajo, cuando nos reunimos en el centro, un día festivo, para
trabajar unas horas de forma voluntaria y sin percibir dinero extra. Me pasmo
ante la firmeza y tesón de millones de personas limpiando avenidas, calles,
patios y campos; y me maravillo cuando veo a los niños en el centro donde
trabajo, que tras salir de la escuela y en lugar de irse a jugar, que es lo más
habitual, se vienen a aprender cómo se versifica, como se compone una décima o
espinela. Estas son cosas que sólo se disfrutan cuando se trabaja para Cuba.
Que yo sepa, los primeros meses en que tuve el placer de discutir con Medem
sobre mil y un temas diferentes, de compartir viandas y tragos, o incluso de
perder al dominó (ganar es una utopía para mí) teniéndole como rival o
compañero, no advertí esa sañuda opinión sobre el socialismo en esta Cuba en la
que espero morir (ya tengo plaza gratuita en un cementerio), en una una sociedad
cuya benevolencia y generosidad me han desarmado por completo; un pueblo al que
amigos como Luis Eduardo Aute quieren pertenecer, aunque sea de forma virtual:
“Pido que alguien generoso me conceda la nacionalidad cubana”, afirmó el autor
de joyas como La Belleza, durante el homenaje que se le hizo hace unos meses en
el Teatro capitalino Kart Marx. once millones de habitantes que saben dar
lecciones de cariño y afecto, porque han crecido en su seno.
Creo honestamente que mi colega, y que me disculpe si lo digo, no ha vivido en
Cuba. Ha vivido con ella, pero no la ha comprendido. Le ocurre a muchas parejas.
Ese libro de su autoría, titulado bajo el guiño bolerístico “Por qué no me
enseñaste cómo se vive sin ti”, no deja se ser, además de un difuminado retrato
de sus experiencias cubanas, una variopinta mezcolanza de sentimientos
antagónicos, exacta a la que se advierte en ese pregón titulado “En Cuba no se
puede democratizar lo que se acabó”, repleto de afirmaciones gratuitas, que yo
mismo, sorprendido en verdad (gracias a mi tocayo Carlos Martínez), reenvié por
e-mail a otros amigos, diciendo que era un texto durísimo, pero que daba que
pensar que el autor fuera comunista; solo que un comunista que describe de forma
tan superficial lo que hoy ocurre en Cuba (en la que una vez más Fidel dio otro
rotundo ejemplo de generosidad y eficacia política cuando supo dejar el puesto
de mando a Raúl), que llama a las masas a consagrar a Gutiérrez Menoyo, o a Luis
Suárez, como salvadores de la Patria en peligro, sólo puede pertenecer a un
partido que, efectivamente, existe en España de puro milagro y sin fiesta anual.
Tal vez, por eso y otros motivos se ha merecido párrafos, firmados por cubanos
como Camilo Ruiz Espinar, jubilado en la actualidad, quien tras haber leído una
reciente entrevista con Martín Medem en Rebelión, escribe con toda razón: “La desfachatez, sí, el intolerable ánimo colonialista con que las dos viejas
metrópolis se permiten hablar de lo que quieren para un país soberano e
independiente, está también presente en el tratamiento informativo que
Televisión Española hace de la Cuba de hoy. Proclamarse, como hace Medem,
solidario con Cuba y a la vez complacer asalariadamente la agenda que ese
proyecto impone, es una contradicción insalvable. Si no es capaz de verlo,
debería al menos reconocer que la libre y objetiva prensa para la que trabaja
puede “especular” hoy sobre lo que sucederá tras la desaparición de Fidel porque
éste y su pueblo derrotaron cientos de planes de magnicidio, además de 45 años
de subversión y bloqueo, incluyendo la resistencia y recuperación del proyecto
revolucionario tras la caída de la URSS mientras la misma prensa que ignora
todos estos datos contaba entusiastamente las horas para el fin de la Revolución
cubana”
Puede que el PCE, que fuera el mío, se haya “ido pa’ la pinga”, como dice mi
compadre Luisito, (y no me extraña, porque Carrillo lo ató y maniató, hasta que
mi admirado Julio Anguita comenzó a liberarlo y por eso defenestraron al
cordobés), pero a Cuba no le hacen falta las subliminales medidas o soluciones
que se intuyen al leer el citado pregón, precisamente por ese mismo tufo
eurocomunista que desprende. A este paso voy a tener que dar crédito a mi
admirado Hugo Rafael Chávez cuando dice: “Voy a acabar con los comunistas de
Venezuela” (deben actuar como hizo Santiago Carrillo), porque un verdadero
socialista debe ejercer la crítica, sin perder un detalle sobre las
circunstancias que rodean a una nación en lucha por su independencia. Y menos
aún pontificar, como hace Medem, creyendo que aporta otra cosa que
conatos-de-amago-de-proyectos para Cuba, o sea, dando soluciones desde la inopia
con el más casposo estilo de colonialista en paro.
Las reformas que acomete la Revolución podrán tener mil defectos (y se subsanan
con las oportunas medidas), pero todas ellas tienen un objetivo: el mayor
bienestar de la población, asunto que es justo al revés que en ese primer mundo
en el que mi colega combatió tantos años, ese orbe de oropel y garambainas donde
la alienación se basa en hacer creer al ciudadano, a través de millones de
anuncios de radio, prensa y televisión, que lo superfluo es imprescindible para
vivir, pero lo absolutamente necesario es utópico. Entre las reformas que Raúl
Castro emprendió en el momento en que asumió la máxima responsabilidad del
gobierno, estuvo la de complacer (a pesar de las voces que se alzaron en contra)
a miles de cubanos que anhelaban terminar con la absurda prohibición de alojarse
en hoteles para turistas, comprar aparatos reservados a empresas, o liberalizar
la adquisición de otros tipos de bienes. Cuando se hizo, no faltaron los
hipócritas de siempre que aseguraban “Eso no sirve para nada”, pero resulta que
fueron ellos mismos quienes se habían pasado media Revolución protestando por
esas, insisto, absurdas prohibiciones.
Lo que es diáfano y claro es que hay amigos de Cuba que creen tener todas las
soluciones, incluso los que habiendo vivido unos años en ella, pero sin entender
lo más importante, lanzan pregones en los que aseveran que el progreso va a
llegar, por ejemplo, con el aludido Gutiérrez Menoyo, del que Medem dice “está
contra del bloqueo”, como si ello fuera ya razón para otorgarle un asiento en la
Asamblea Nacional del Poder Popular, porque a ella se llega democráticamente y
no a dedo, como los diputados del PP o PSOE, sentados en los escaños por
decisión no de los votantes, sino de las familias mafiosas de los respectivos
partidos, como es costumbre en esa engañosa y falaz democracia representativa
que trajo la maldita transición, que no ha regalado a España sino más dictadura,
y una Justicia que ha tratado de lavar la conciencia de Garzones, Marlaskas, Del
Olmo y otros, en las palanganas y orinales de Pinochet y Videla, para 75 años
más tarde, presumir de eficacia profesional, consintiendo en abrir la tierra
donde se ocultaron los cadáveres de miles de demócratas que dieron su vida por
la República, en tanto que los asesinos iban desapareciendo en los mausoleos,
bajo el dulce manto de la pax borbónica, ataviados con sus uniformes, sus
medallas, sus camisas azules, sus himnos nazis y sus funerales presididos por
Obispos, arzobispos o cardenales, príncipes, infantas, reinas y reyes.
Cuba se ha visto obligada a seguir durante unos años utilizando la llamada doble
moneda, y que yo sepa no veo a mi alrededor que la gente enferme de los nervios
por ello. Es una forma sencilla de apartar el dinero que proviene del turismo,
de los tratados comerciales y culturales, de las exportaciones, mientras el
propio se cuantifica en moneda nacional. En Londres, en Birmingham, en Glasgow,
también gozan de una doble moneda: el euro y la libra esterlina, y nadie se
escandaliza por ello. En Colombia circula el dólar en la calle, en cientos de
comercios, y nadie se rasga las vestiduras. En Venezuela se compran euros y
dólares en las esquinas, e incluso se abona en las tiendas con ellos, y los
bolívares, fuertes o débiles, conviven con ambos billetes sin graves problemas.
En España todo el mundo maneja el euro, pero se añora la peseta. En cinco años,
la vida se encareció un 43%.
En el siglo XXI lo que si está claro, es que el capitalismo no sabe cómo
librarse de sí mismo sin salir lesionado gravemente, mientras que el socialismo,
al menos el cubano, avanza firme, a pesar de los lógicos errores, hacia una
sociedad mucho más justa que la que se quiere imponer por asedio, bloqueo,
embargo, hambre y fuego desde Miami y la Casa Blanca. Porque no se debe olvidar
que esta es una Re-Evolución en constante movimiento, algo que muchos no han
calibrado en su justa medida. Medem daba lecciones de periodismo televisual con
aquellas añoradas crónicas para RTVE, modelo de imparcialidad y objetividad
profesionales. Hoy le preocupa la doble moneda. A mi me sigue preocupando la
doble moral.
Sobre “Cuba, la Ilustración y el socialismo”:
http://www3.rebelion.org/docs/7097.pdf
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Carlos,
ayúdame a entender
El autor solicita a su fraterno Carlos Tena que le explique determinadas
cuestiones sobre el proceso cubano.
José Manuel Martín Medem (Codo a Codo) | Para Kaos en la Red
Te agradezco, Carlos, que me
regañes cariñosamente porque por lo menos tu airada diatriba (SOLUCIONES DESDE
LA INOPIA/Carlos Tena/REBELIÓN/24 de octubre) contribuye a lo que me interesa:
hacer posible un debate sobre la democratización del socialismo cubano.
Aseguras que no he entendido lo más importante sobre la Revolución Cubana. Te
pido, como amigo, que me ayudes a entenderlo. Ya me has regañado bastante. Ahora
dame argumentos.
Me gustaría entender por qué hay que considerar como socialismo:
· el paternalismo autoritario de quien sigue elogiando a Corea del Norte,
· la convocatoria con ¡siete años de retraso! del Congreso del Partido Comunista
de Cuba,
· la imposición de unos medios de comunicación que manejan como propietarios
cuando deberían ser un servicio público bajo el control social,
· el poder político, económico y social de las FAR,
· las prohibiciones para entrar y salir de la isla,
· la consideración constitucional de 'irrevocable' para un sistema cuya
recuperación hacia el socialismo se reclama desde el propio PCC,
· la 'proclividad delictiva' como arbitrariedad para la penalización,
· el gasto de recursos comprando alimentos en EEUU en vez de haberlos invertido
en la producción nacional
· y, sobre todo, que se convoque a un debate nacional que los medios no reflejan
y que no se admite ni en la Asamblea Nacional ni en el bloqueado Congreso del
PCC.
No voy a repetir lo que tantas veces he dicho y he escrito sobre las agresiones
terroristas de EEUU contra Cuba. Pero me gustaría que el valor del pueblo cubano
y la solidaridad que merece no fueran incompatibles con una auténtica democracia
(¡no como la de EEUU y la UE!) sin la que el SOCIALISMO no lo es.
24 de octubre de 2008
http://www.codoacodourge.blogspot.com
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