EL
TABLÓN: El artículo de hoy
Cena de
Navidad
Frei Betto
Alai-amlatina
Se dio por celebrada la Misa del
Gallo en la madrugada del 25 de diciembre. El padre Alfonso se
dejó contagiar por la aflicción de los fieles, ansiosos por
regresar a sus casas y disfrutar de la cena antes de que se
acostaran los niños. Abrevió la homilía, se saltó algunas
oraciones, deseó a todos una Feliz Navidad y les dio la bendición
final. Una decena de feligreses se juntó en la sacristía para
darle a él también las felicitaciones. Los regalos se fueron
juntando en un rincón: camisas, calcetines, libros… esas cosas
apropiadas para un hombre de Dios.
Despojado de los ornamentos, el padre Alfonso se vio solo.
Miserablemente solo, en plena noche de Navidad. El celibato es un
don y él creía haberlo recibido. A lo largo de veinte años de
sacerdocio le sobrevinieron muchas tentaciones. Sin embargo no era
el atractivo de las mujeres lo que le llevaba a dudar de su
consagración. Las admiraba, se sentía gratificado de encontrarlas
bellas y atractivas. Señal de que había en él un macho, lo que
íntimamente le envanecía. Le perturbaba la conciencia del padre
que nunca fue. Muchas veces sentía la nostalgia de los hijos que
no tenía.
Le atormentaba verse solo en la mesa del comedor. Comer es
comunión, compartir, mezclar el yantar con el diálogo ameno y
alegre. El alimento le caía insulso, y con frecuencia se
sorprendía soñando con los ojos abiertos en una mesa rodeada por
su familia imaginaria.
En aquella noche la soledad le golpeó fuerte. Una soledad con una
punta de amargura adherida a una expectativa frustrada. La sentía
en la boca del alma. Ninguno de los feligreses había tenido la
gentileza de convidarle a cenar.
El padre Alfonso revisó los paquetes de colores brillantes y
encontró lo que deseaba: un pastel y una garrafa de vino. Los
metió en la bolsa donde llevaba los sacramentos a los enfermos y
se dirigió a la zona bohemia.
Shirley tenía los ojos hinchados, el pecho sofocado, el corazón
encogido. Desde la caída de la tarde había llorado copiosamente al
recordar las navidades de su infancia. Se acordó de la familia que
la repudió, del marido que la abandonó, del hijo que se
avergonzaba de ella. Sintió odio contra la vida, contra el
infortunio a que se vio condenada. Confundida, tuvo miedo y deseo
de sentir odio también contra Dios.
Si pudiera no trabajaría aquella noche, pero no le quedaba
alternativa. Las deudas la obligaban a salir a la calle y esperar
el dinero ocasional que llegaba escondido tras la fantasiosa
excitación de su fortuita clientela.
Miró al hombre con la bolsa en la mano, camisa sin corbata,
zapatos oscuros. Quizás viniera del trabajo. Lo encuadró en la
tipología adquirida en tantos años de callejear: tenía el aspecto
ingenuo de los que sólo buscan aliviarse y, a la hora del pago,
prefieren ser generosos antes que enfrentar a una prostituta
enojada dispuesta al escándalo.
Intercambiaron miradas y ella se esforzó por esbozar una sonrisa
seductora. El se paró y le preguntó; ella señaló el hotel de paso
de la esquina. Caminaron juntos en silencio, ella sobreponiendo su
profesionalismo a los sentimientos rotos, él aprensivo ante el
recelo de poder ser reconocido. Subieron las escaleras escasamente
iluminadas, en cuyos peldaños las cucarachas se desviaban ariscas.
Al desabrocharse el primer botón ella intentó decir algo, pero él
se le adelantó; le explicó que no estaba allí en busca de sexo
sino de compañía. Pero que le pagaría lo acordado. Le habló de su
sacerdocio y de su soledad, y le preguntó si ella estaría
dispuesta a orar con él y a compartir la cena.
Shirley se sentó en la cama, metió la cara entre las manos y
estalló en llanto. Pero ahora era un lloro de alivio, de gratitud
por algo que no sabía definir, casi de alegría. Luego habló de sus
navidades en el campo, del pesebre de tamaño natural que su padre
armaba en un rincón de la casucha, del pavo engordado durante
meses para la ocasión, del local bendito cedido por una vecina a
falta de iglesia y de sacerdote en aquellas lejanías.
El padre Alfonso propuso hacer una oración. Ella se arrodilló y él
la tomó de la mano e hizo que se sentara de nuevo. Él ocupó la
única silla que había en el cuarto. Abrió el evangelio de Lucas y
leyó pausadamente el relato del nacimiento de Jesús. Después le
preguntó si le gustaría recibirla eucaristía. Shirley pareció
sentirse golpeada. ¿Cómo ella, una puta, podría recibir la hostia
sin haberse confesado siquiera? El sacerdote leyó el texto de
Mateo 21,28: “Las prostitutas les precederán en el reino de Dios”.
Y pensó que debiera ser él, y esa sociedad cínica, injusta y
desigual los que debieran confesarse con ella y pedirle perdón por
haberla obligado a una vida tan degradante.
Después de la comunión el padre Alfonso sacó dos vasos de la
bolsa, los llenó de vino y partió el pastel. Amanecía ya cuando
los dos seguían conversando animadamente acerca de sus vidas.
- Frei Betto es escritor, autor de “Tipos típicos. Perfiles
literarios”, Premio Jabuti 2005, entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet |
Nota de/para los amigos que me escriben:
De: @DIN
Agencia Digital Independiente
de Noticias
Asunto: En las relaciones entre Uruguay y Argentina hubo épocas
peores
Por Alfredo López Peries
Con motivo de la crisis producida por la instalación de la empresa
Botnia en Fray Bentos, se afirma que las relaciones entre Uruguay
y Argentina atraviesan por el peor momento de la historia
contemporánea. Sin embargo, hubo épocas y circunstancias más
graves y tirantes que las actuales, algunas registradas hace
muchos años y otras en épocas recientes.
En 1932 fracasó en la Argentina un alzamiento contra el gobierno
del general José Félix Uriburu que, dos años antes, había
derrocado al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen.
Según se recuerdan los historiadores, los hermanos Pomar y Kennedy
(complotados contra Uriburu) organizaron desde Salto actividades
sediciosas en el litoral argentino.
El 7 de julio de 1932 buscó refugio en el crucero de guerra
oriental Uruguay, atracado en el puerto de Buenos Aires con motivo
de los festejos patrios por el nuevo aniversario de la
independencia argentina, el general Tornazo, uno de los líderes
del movimiento contra el régimen de facto.
Las autoridades argentinas inspeccionaron el navío y de inmediato
la cancillería uruguaya anunció, en Montevideo, por ese atropello
el rompimiento de relaciones diplomáticas.
Aclaradas las cosas, los presidentes Uriburu y Gabriel Terra
decidieron restablecer en poco tiempo los vínculos diplomáticos.
Junio de 1955
Mucho más dramáticos fueron los sucesos producidos en Buenos Aires
cuando aviones de la marina de guerra y de la aeronáutica militar
bombardearon Plaza de Mayo y otras zonas de la capital argentina
en procura de matar al presidente Juan Domingo Perón.
A 52 años de los bombardeos, donde 28 aviones de la Armada
arrojaron 13.800 kilogramos de explosivos, no se sabe con
exactitud los daños producidos a la población. En la mayoría de
los aparatos figuraba la leyenda “Cristo vence”.
Perón había sido excomulgado por el Vaticano a raíz de la
expulsión de la Argentina de dos sacerdotes. Entonces no sólo la
jerarquía de la Iglesia Católica apoyó el bombardeo sino que
destacados políticos, como el socialista Américo Ghioldi, el
radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, el conservador Adolfo Vicchi,
Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo, participaron de la
conjura y obtuvieron sus réditos tras el derrocamiento de Perón,
en septiembre de 1955 o en otros gobiernos de facto.
Unas fuentes señalan que por los bombardeos hubo 300 muertos y mil
heridos; el empresario Jorge Antonio, amigo de Perón, calculó que
se registraron entre 2.800 y 3.000 víctimas fatales.
Luego de los bombardeos, el presidente del colegiado Luis Batlle
Berres autorizó el aterrizaje de los aviones militares argentinos
en Colonia del Sacramento, Carrasco y la base militar Boiso Lanza.
Conforme relata Daniel Cichero en su libro Bombas sobre Buenos
Aires, los tripulantes de las aeronaves (un centenar de oficiales)
fueron recibidos en Uruguay como héroes, se les brindó asilo y, de
acuerdo con ese escritor, se los proveyó de documentación y ropa
de primera calidad comprada en una sastrería de la montevideada
avenida 18 de Julio.
Cichero puntualiza que Batlle Berres le dijo a uno de los
asilados: “No se imagina lo que he rogado para que saliera bien
(la revuelta) y mataran al atorrante ese (por Perón), que nos
tiene a Uruguay bajo el zapato”.
Pero casi veinte años después, en 1973, Perón impulsó durante su
breve tercera presidencia (falleció en 1974 , el Tratado del Río
de la Plata que firmaron los cancilleres Juan Carlos Blanco
(Uruguay) y Alberto Vignes (Argentina). José María Bordaberry era
el jefe del Estado uruguayo.
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Otro punto de tensión en las relaciones binacionales se registró
cuando el presidente Jorge Battle afirmó, frente a las cámaras de la
CNN, que “los argentinos son todos una manga de ladrones” y
pronosticó el triunfo, en las elecciones de 2003, de su amigo Carlos
Saúl Menem.
Como colorario: la actual situación de los vínculos oficiales
uruguayo-argentinos no es la peor de la historia aunque nadie
descarta que si la cuerda se sigue tensando es posible que haya una
ruptura de relaciones diplomáticas. Quienes más perderán, como
sucede ahora, son las comunidades de las dos orillas del río
Uruguay.
Los puentes sobre tres puentes sobre el río Uruguay fueron
construidos para facilitar la comunicación entre ambos pueblos. Por
eso no se explica que las autoridades argentinas permitan la acción
de los piqueteros que provocan que aquellas monumentales inversiones
hoy sirvan para muy poco.
Del Blog "Uruguayólogo entre dos ríos"
De:
Emilio del Barco,
Agüimes, Gran Canaria
Asunto: Artículo "Vida privada"
Quienes se dedican a entrometerse en la vida privada de los
demás, para explotar económicamente la información conseguida, es
que carecen, ellos mismos, de vida interior. Están vacíos, muertos,
y, sólo vampirizando la vida de otros, pueden seguir. La noticia que
no se cuenta, no existe. Valorar como mercancía la vida privada de
la gente es, no sólo erróneo, sino destructivo en sí. La envidia
tiene también bastante que ver con estos investigadores de miserias
ajenas. Supongo que deben sentir esa satisfacción insana de quien,
careciendo de felicidad propia, experimenta placer, destruyendo la
armonía de otros. Si, espiar el ir y venir de la vecina del tercero,
o del vecino del quinto, se convierte en nuestro eje vital, más vale
que nos muramos. Físicamente, porque anímicamente lo estábamos ya.
Se ha difundido la noticia sobre la mujer norteamericana que ha
perdido su puesto de trabajo por fumar en su casa. Los empleadores
se lo habían prohibido. Las guerras contra los herejes, durante la
Edad Moderna, no son hechos muy distintos, ni distantes en su
génesis. La aplicación de la intolerancia. Tales hechos se basan en
querer forzar reglas propias en vidas ajenas. El origen de los
problemas es tan importante, o más, que su trama, desarrollo y
solución. Las pretendidas nuevas leyes contra el terrorismo, pueden
aparentar ser inocuas para el ciudadano de buena fe, pero encierran
una bomba de relojería, cuyo punto de activación queda en manos de
los gobernantes. Bastaría que transcurriesen unos años y que un
gobierno autoritario, que siempre surgen en tiempos de crisis,
quisiera usarlas con carácter más amplio: Las puertas de todos los
ciudadanos estarían abiertas para lo que quisieran mandar los
regidores. No olvidemos la utilización nefasta que, durante tantos
años, se hizo en España de la derogada, en tiempos de Felipe
González, Ley de Vagos y Maleantes franquista. A la que, durante el
Gobierno de Adolfo Suárez, apenas se le maquilló el nombre, para
convertirla en la Ley de Peligrosidad Social. Aplicada, con criterio
de chicle, durante la dictadura franquista, hasta bien entrada la
democracia.
De ser una ley concebida para reprimir la pequeña delincuencia,
durante la Segunda República, se transformó, con algunos retoques,
en una maquiavélica norma represora. En ella cabían todos los que
pudieran resultar molestos al poder: gitanos, homosexuales,
pordioseros, prostitutas, escritores y políticos no afectos. El
papel inquisidor lo cumplían con largueza, y fidelidad
inquebrantable al Caudillo, los inefables Jueces de Vagos y
Maleantes, que Dios tenga en su gloria.
Emilio del Barco |
Mensajes
desde Cuba:
De: M.
Arencibia
Asunto: La sociedad como discurso, lo individual como interés:
Otra forma de simulación contra el socialismo
Nuestra sociedad
está urgida de remodelar la administración de la vida económica
con la participación efectiva de su fuerza de trabajo y de la
vida social y política con la inclusión terminante de sus
ciudadanos en la toma de decisiones y en discusión de sus
destinos.
Maximiliano
Trujillo Lemes (Para Kaos en la Red)
Tomar el pulso a la movilidad de la ideología entre cubanos, es
otro de los entuertos que nos deja la experiencia de la
escritura compartida. ¡Bien diferente de lo que nos descubre la
interacción sistemática con los hombres y las mujeres de a pie!
Esta última experiencia suele develar menos simulaciones.
Se atempera la expresión de ideas, diluida entre la masa amorfa
de la cotidianidad, tendiéndola a ser mucho más sincera, porque
no se oculta de ningún poder visible, ni defiende intereses
infinitesimales o tangibles apócrifos, como suelen hacer los
trasnochados defensores de sí mismos y sus espurios intereses,
ante la revelación pública de parte de los conflictos que duelen
a esta isla.
Que empequeñecidas vergüenzas tienen los que aducen armas
pueriles para acallar el sentido de la responsabilidad social,
cuanta grandeza en los que discrepan desde la palabra aguerrida
y comprometida con los destinos de la patria. ¡Vengan de donde
vengan los criterios y muévanse en las tendencias en que se
muevan! Solo es imprescindible para que sean honestos, que no
trabajen para poderes extranjeros o defiendan intereses; es
diferente defender principios que intereses. Los intereses
siempre están vinculados al egoísmo de lo propio frente al
destino de todos.
Fueron hijos de dueños de grandes latifundios los que
encabezaron el esfuerzo heroico de procurar una patria nueva sin
latifundios hace ya casi medio siglo, en el único lugar de
América donde la lógica presuponía no se podría romper jamás con
la dependencia al vecino poderoso de arriba.
Solo que además de la solución al problema impostergable de la
tierra y otros esenciales, se requería construir poder desde
abajo para evitar las manipulaciones de los burócratas, y las
cíclicas represiones de los gendarmes del interés privado contra
el espíritu de libertad funcional que anunció y estimuló la
alborada del 59, hecho que solo ha quedado en lo fundamental en
intento. Y eso no basta!
Construir poder desde abajo implicaba convertir a la propiedad
real en propiedad social y a la superestructura estatal, en
proceso tendiente a su extinción y no en fuerza alienante
controlada por una burocracia irredenta de todo control popular.
Así lo pensó Marx, y desde mi ignorancia, única fuente desde
donde se llega a la sabiduría si hay responsabilidad con el
conocimiento, tengo la certeza que lo pensó como espiral de un
proceso que debía tender a esa tierra hoy fértil por inalcanzada
y que es el comunismo, pero que debía empezarse a edificar en su
etapa iniciática, a la que desde la vieja tradición europea de
liberación, se ha conceptuado como socialismo.
Afirmaba el sabio alemán: “Sí en la lucha contra la burguesía el
proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si
mediante la revolución se convierte en clase dominante, suprime
por la fuerza las viejas relaciones, suprime, al mismo tiempo,
que estas relaciones de producción, las condiciones para la
existencia del antagonismo de clase y de las clases en general,
y, por tanto, su propia dominación como clase”[1] Para entonces
y desde entonces empezar a crear una sociedad donde se garantice
el libre desenvolvimiento de cada uno, como garantía del
desenvolvimiento de todos, asunto que de postergarse
indefinidamente convertiría al hipotético socialismo en su
propia negación.
No obstante, no es el destino, las virtudes o los presuntos
defectos de un individuo o de dos o de muchos, los que cuentan
en la batalla por repensar la dialéctica de la sociedad cubana
actual, sino el destino de todos y cada unos de sus ciudadanos,
de esos ciudadanos que ven en Cuba su fin, y no pretexto para
lucrar desde su limitado o gran infortunio.
Los que se adscriben a la vergüenza del látigo como respuesta,
como intención o de soslayo, simplemente están autoproclamándose
fuera de juego. Han desestimado el sentir de los millones que no
quieren un retorno a los maniqueos status del modelo de
capitalismo dependiente que ya otros sufrieron, pero tampoco
quieren seguir en el futuro, esperando por otro futuro que se
posterga en las veleidades de discursos muchas veces enajenados
ya de las exigencias y aspiraciones de vida de un individuo que
luego del sacrificio vivido no quiere la inutilidad de un
sacrificio perpetuo.
Nuestra sociedad está urgida de remodelar la administración de
la vida económica con la participación efectiva de su fuerza de
trabajo y de la vida social y política con la inclusión
terminante de sus ciudadanos en la toma de decisiones y en
discusión de sus destinos.
Esperemos que el llamamiento de Raúl Castro, para discutir con
“libertad y sinceridad” los más acuciantes problemas de nuestra
cotidianeidad, no se convierta en un nuevo handicad de solución
baldía a nuevas y viejas frustraciones de más del 85 % de
nuestros conciudadanos.
Los que desde una sabiduría mesiánica e incontrastable, nos
hablan de perfección y no de perfectibilidad, son un ejército de
bandidos de la manipulación, que hacen de sus intereses
personales las presuntas virtudes de la nación y el único camino
posible que se debería andar.
Cómo les molesta que pensemos que el camino también se hace al
andar, castran el bien más importante que tienen los pueblos: su
derecho a decidir por si mismos cómo construir la sociedad de la
que todos somos deudores, porque ella y desde ella se
alimentarán los estómagos y las vergüenzas de nuestros hijos.
[1] C Marx y F: Engels: El
Manifiesto del Partido Comunista, Obras Escogidas en tres tomos,
Tomo 1, Editorial Progreso, Moscú, 1986. 1 Pág. 130
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De: M. Arencibia
Asunto: La Rosa Roja del Siglo XX
Fue la rosa roja del socialismo del siglo XX y voló -como bien
lo dijera V. I. Lenin- alto como las águilas
Narciso Isa Conde (Para Kaos en la Red)
Rosa Luxemburgo (1876-1919), venciendo los impedimentos de
su condición de mujer y los límites de su época, se convirtió en
una de las principales dirigentes del socialismo alemán y
mundial.
Fue la rosa roja del socialismo del siglo XX y voló -como bien
lo dijera V.I. Lenin- alto como las águilas.
Teorizó con profundidad y certeza, combatió, construyó fuerza
revolucionaria y dirigió la insurrección de los trabajadores
alemanes en 1918 y 1919.
Su vista de águila le permitió hablar de la primera guerra
mundial, como si lo estuviera haciendo de las guerras
imperialistas del presente. Veamos:
“El socialismo es el primer movimiento popular del mundo que se
ha impuesto una meta y ha puesto en la vida social del hombre un
pensamiento consciente, un plan elaborado, la libre voluntad de
la humanidad. Por eso Federico Engels llama a la victoria final
del proletariado socialista el salto de la humanidad del reino
animal al reino de la libertad. Este paso también está ligado
por leyes históricas inalterables a los miles de peldaños de la
escalera del pasado, con su avance lento y tortuoso. Pero jamás
se logrará si la chispa de la voluntad consciente de las masas
no surge de las circunstancias materiales que son fruto del
desarrollo anterior. El socialismo no caerá como maná del cielo.
Sólo se lo ganará en una larga cadena de poderosas luchas en las
que el proletariado, dirigido por la socialdemocracia, aprenderá
a manejar el timón de la sociedad para convertirse de víctima
impotente de la historia en su guía consciente.”
“Federico Engels dijo una vez: “La sociedad capitalista se halla
ante un dilema: avance al socialismo o regresión a la barbarie”.
¿Qué significa “regresión a la barbarie” en la etapa actual de
la civilización europea? Hemos leído y citado estas palabras con
ligereza, sin poder concebir su terrible significado. En este
momento basta mirar a nuestro alrededor para comprender qué
significa la regresión a la barbarie en la sociedad capitalista.
Esta guerra mundial es una regresión a la barbarie. El triunfo
del imperialismo conduce a la destrucción de la cultura,
esporádicamente si se trata de una guerra moderna, para siempre
si el periodo de guerras mundiales que se acaba de iniciar puede
seguir su maldito curso hasta las últimas consecuencias. Así nos
encontramos, hoy tal como lo profetizó Engels hace una
generación, ante la terrible opción: o triunfa el imperialismo y
provoca la destrucción de toda cultura y, como en la antigua
Roma, la despoblación, desolación, degeneración, un inmenso
cementerio; o triunfa el socialismo, es decir, la lucha
consciente del proletariado internacional contra el
imperialismo, sus métodos, sus guerras. Tal es el dilema de la
historia universal, su alternativa de hierro, su balanza
temblando en el punto de equilibrio, aguardando la decisión del
proletariado. De ella depende el futuro de la cultura y la
humanidad. En esta guerra ha triunfado el imperialismo. Su
espada brutal y asesina ha precipitado la balanza, con
sobrecogedora brutalidad, a las profundidades del abismo de la
vergüenza y la miseria. Si el proletariado aprende a partir de
esta guerra y en esta guerra a esforzarse, a sacudir el yugo de
las clases dominantes, a convertirse en dueño de su destino, la
vergüenza y la miseria no habrán sido en vano.”
A la luz de lo que pasa en Irak y Afganitan, a la luz de la
doctrina Bush sobre las guerras preventivas, de las amenaza
contra Irán, de la guerra contra el pueblo palestino y del
diseño de guerra global por las elites estadounidenses, estas
palabras de Rosa Luxemburgo retumban con renovada fuerza y
trascendente certeza.
Pero su grandeza no se quedó ahí, sino que abarcó otras esferas
del pensamiento y la práctica socialista. Su espíritu critico,
siempre apegado a una profunda lealtad a la revolución y el
socialismo, junto a su enorme capacidad teórica, le permitió
contradecir el propio Lenin en otros temas trascendentes, en los
cuales la vida terminó dándole lamentablemente la razón:
“... libertad- afirmó la Luxemburgo- sólo para los partidarios
del gobierno, sólo para los miembros de un partido -por muy
numerosos que ellos puedan ser- no es libertad en absoluto.
Libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa
diferentemente... Lenin y Trotsky han establecido los soviets
como la única representación verdadera de las masas
trabajadoras. Pero con la represión de la vida política en el
conjunto del país, la vida en los soviets debe de llegar a estar
también cada vez más mutilada. Sin elecciones generales, sin
irrestricta libertad de prensa y reunión, sin un libre
enfrentamiento de opiniones, la vida se extingue en cada
institución pública, llega a ser una mera apariencia de vida, en
la que sólo la burocracia permanece como el elemento activo.”
(R. Luxemburgo. La Revolución Rusa contenida en la compilación
“Habla Rosa Luxemburgo”; Pathfinder Press, New York, 1970, pág.
391).
Cuantas verdades contienen estos párrafos y cuan necesario es
tenerlo bien presentes ahora que en nuestra América ha tomado
actualidad el debate sobre el nuevo socialismo y el tipo de
democracia en el tránsito hacia él.
No tenemos dudas: el pensamiento socialista del Siglo XXI deberá
nutrirse también de esta hermosa rosa roja “siglovente”, con
mirada y vuelo de águila.
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