SEGURIDAD : BARRERA AL COMERCIO ELECTRÓNICO
Recientemente ha aparecido publicada una encuesta sobre las barreras al
comercio electrónico, llevada a cabo por ITAA (Information Technology
Association of America) y la consultora Ernst & Young.
Es un hecho que el comercio electrónico no ha experimentado todavia el
crecimiento ni la aceptación que el entusiasmo inicial pronosticaba para
el futuro inmediato.
La encuesta tenía por cometido el analizar cuáles eran los mayores
factores que actúan de freno a la expansión de la actividad comercial en
Internet y de acuerdo con los resultados obtenidos, la barrera más
importante es, obviamente, la falta de confianza (señalada por el 62% de
los encuestados).
Esta desconfianza hacia las nuevas tecnologías se articula en torno a
tres temores fundamentales:
1)- La privacidad (60%), que los usuarios finales sienten amenazada en la
medida en que desconocen hasta qué punto los datos personales que
suministran a un servidor de comercio electrónico serán tratados de forma
confidencial. ¿Quién le asegura al comprador que sus datos no se
almacenarán a la ligera, siendo accesibles fácilmente por un hacker o un
empleado desleal? ¿Cómo saber que no se revenden a terceros?
2)- La autenticación (56%), que inquieta a los usuarios, quienes dudan si
la persona con la que se comunican es verdaderamente quien dice ser. Sin
embargo, dada la relativa facilidad de falsificar una página web e
incluso un sitio web completo, ¿cómo asegurarse de que se está comprando
en una tienda virtual o en una imitación fiel?
3)- La seguridad global (56%), que preocupa a los usuarios, pues temen
que la tecnología no sea suficientemente robusta para protegerlos frente
a ataques y apropiaciones indebidas de información confidencial,
especialmente en lo que respecta a los medios de pago.
Es interesante el hecho de que de toda la actividad de compra, lo que más
sigue preocupando es la operación de pago, es decir, el momento en el que
el comprador se enfrenta a la ventana donde han introducido su número de
tarjeta de crédito y duda a la hora de pulsar el botón de
"Enviar". "¿Me robarán?, ¿seré víctima de un
fraude?", se pregunta el usuario en el último momento.
Estos temores, qué duda cabe, tienen su fundamento real y su solución no
resulta trivial. En el primer caso, la tecnología, y en concreto la
criptografía, ofrecen las herramientas necesarias para la protección
férrea de la información almacenada en las bases de datos corporativas,
información como listas de clientes, sus datos personales y de pago,
listas de pedidos, etc. Existen muchas técnicas de control de acceso que
hábilmente implantadas garantizan el acceso a la información confidencial
exclusivamente a aquellos usuarios autorizados para ello. Ahora bien, se
han producido incidentes de servidores de comercio que almacenaron esta
clase de información sensible ¡en archivos accesibles vía web por
cualquier navegante! Por lo tanto, aunque la criptografía provee de medios
aptos, depende en última instancia de la empresa el nivel de compromiso
que adopte respecto a la seguridad de los datos que conserva en sus
ficheros y su política de control de acceso. Así pues, éste es un temor
bien presente y sin fácil respuesta. La tecnología nada tiene que decir
si un comerciante decide vender su información a terceros. La delgada
línea que protege la privacidad del usuario está constituida en este caso
por la integridad moral de la empresa.
En el segundo caso, la solución inmediata que ofrece la criptografía
viene de la mano de los certificados digitales. La tecnología de
certificación está suficientemente madura como para autenticar
adecuadamente a las partes involucradas en una transacción. La más
comúnmente utilizada es SSL y a pesar de la tan vapuleada limitación
criptográfica fuera de Norteamérica de claves débiles de 40 bits, lo
cierto es que a la hora de autenticar a las partes, principalmente al
servidor, SSL funciona satisfactoriamente. Otro asunto es si asegura o no
la confidencialidad, cuestión más que dudosa, si se tiene en cuenta que
una clave de 40 bits se rompe en cuestión de horas, con lo que los datos
por ella protegidos quedan al descubierto rápidamente. Otras tecnologías
emergentes, ofrecen mucha mayor confianza en este campo y, de paso, dan
solución al primer problema de la privacidad, ya que permite autenticar a
las partes involucradas en la transacción de manera completamente segura,
sin restricciones criptográficas debidas a absurdas leyes de exportación.
Su mecanismo de firma dual garantiza además que el comerciante no
conocerá los datos de pago (número de tarjeta de crédito), eliminando así
la posibilidad de fraude por su parte. Esto garantiza así que el
comerciante cobra por la venta y que el comprador no es estafado por el
comerciante ni por hackers.
En cuanto al tercer temor, nuevamente la criptografía y los productos de
seguridad proporcionan las soluciones a los problemas.
Otra cuestión es: ¿incorporan los servidores de comercio todas las
medidas necesarias para asegurar las transacciones con el usuario?. Las
herramientas ofrecen solución tecnológica a los retos que se le presentan
a la seguridad en el comercio electrónico, pero ¿se usa correctamente?
¿Se usa en absoluto?
Por lo que parece, las verdaderas barreras al comercio electrónico no son
tanto tecnológicas como humanas. Una vez más, el eslabón más débil de la
cadena es de índole personal, no tecnológico.
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