Tecnocracia

 

·        Autor: John Fillis



La Sibila de Cumae, cuyas famosas Hojas de Sibilina perecieron en un fuego en la Antigua Roma, se dice que obtuvo sus poderes de Apolo. El dios Sol, ofreció otorgarle cualquier deseo a cambio de que ella pasase la noche con él. Ella aceptó su oferta, pidiéndole vivir tantos años como granos de arena fuese capaz de retener en su mano.



Apolo concedió, y la Sibila, fuera de sí al haber logrado su deseo, rechazó los avances de Apolo. Entonces, su deseo se convirtió en una maldición; una larga vida, pero no una larga juventud. Tras muchos, muchos años, su cuerpo anciano se encogió tanto, que pudo caber dentro de un jarrón.

 

Al no necesitar comida ni bebida, ya que no podía morir ni de hambre ni de sed, el jarrón fue colgado de un árbol. En ocasiones, pronunciaba nuevas profecías mientras l@s niñ@s observaban el jarrón y hacían burla de ella, "Sibila, Sibila, q deseas?". En un apagado suspiro, ella respondía "deseo morir".

 

La historia de la Sibila de Cumae podría bien ser una parábola de la Medicina Moderna, con sus equipos de respiración artificial y de cuidados intensivos. En un aspecto más amplio, da a entender la naturaleza de la tecnología en sí misma, su realidad bis a bis con sus promesas. Si retrocediésemos en el tiempo mil años, y contamos a la primera persona q encontremos a cerca de las maravillas de nuestra era?; sobre coches y aviones, teléfonos y ordenadores, frutas en invierno y hielo en verano?; nuestro interlocutor sin duda imaginaría un mundo donde la magia reina, un mundo donde los humanos se han convertido en semidioses. Aún un@s poc@s de nosotr@s q vivimos en el presente encontramos nuestra era mágica, o mejor dicho lo contrario. De la misma forma, la mayoría de nosotr@s no encuentra la sociedad moderna particularmente motivante o enriquecedora tanto como vacía y carente de encanto.

 

El momento más significante para mí en el cine es el principio de la pesadilla distópica de George Lucas "THX-1138". La película comienza con escenas de series de Buck Roger de los años 30, mientras un excitado narrador anuncia "Buck Roger en el siglo 25!" Y en ese momento, la pantalla funde a negro cuando cambia la música, volviéndose desolada y siniestra. El mundo de las pistolas de rayos y las mochilas autopropulsadas se deja atrás y nosotr@s, l@s expectador@s, sabemos, sin q se nos muestre nada, la irrealidad de ese tipo de inocentes fantasías frente a los horrores q el futuro puede deparar.

 

La propia película es en sí misma la más acertada visión de una tecnocracia producida hasta el momento. En concreto: la sociedad trasladada a lo subterráneo; policía robotizada y trabajadores humanos q parecen androides, mantenidos gracias a drogas de comportamiento; la completa desaparición del individual, con incluso nombres substituidos por números; la conquista total de la Naturaleza, por un paisaje artificial árido y sin vida; puede q varíe de lo q esperamos (de hecho, casi seguro q varía de nuestro presagios a cerca de un desolado futuro), excepto el concepto de una sociedad casi totalmente modelada por las demandas q la tecnología precisa.

 

El concepto de tecnocracia es malinterpretado, incluso por muchas personas q son conscientes de las facetas sociales de la tecnología. Mucha de la literatura sobre tecnología en relación con la libertad humana tiene q ver en sí misma con los poderes del Estado; tanto si la tecnología tiene el poder para emancipar al individuo de la coerción gubernamental; o a la inversa, si la tecnología aumenta el poder del Estado. Ejemplos notables pueden ser citados por ambas partes; decir, programas informáticos criptografiados para el primero, satélites espías para el segundo. El tema es fascinante, pero limitado. La tecnología toca nuestras vidas en muchas más formas de las q pueden comprobar o ser comprobadas por el Estado. Afecta nuestro trabajo, nuestra cultura, nuestras relaciones sociales, incluso nuestros deseos. Reconocer la amplitud de la tecnología es un prerrequisito para alcanzar cualquier conclusión en sus efectos últimos.


La tecnocracia está definida como: la dirección de la sociedad por expertos técnicos. (Webster 1971). Más fundamentalmente, es la sociedad la q hace posible y, hasta cierto punto, el avanzar hasta un nivel dado de desarrollo tecnológico, un tema de central importancia. Debe indicarse q, en un siglo, es más como q "expertos técnicos", significará "sistemas de inteligencia artificial".

 

 Todas las civilizaciones han sido, hasta cierto punto, tecnocracias. Si nuestra civilización sobrepasa al resto en términos de eficiencia técnica, tan sólo se permite el vislumbrar lo q se avecina. El autor de Ciencia-Ficción Vernor Vinge acuñó el término "singularmente" para describir el momento futuro en el cual el desarrollo tecnológico se aceleraría tan rápidamente q nada más allá de ese punto podría ser previsto con seguridad. Y la innovación q dará el impulso necesario a una futura nanotecnología post-singular se encuentra a tan sólo unas cuantas décadas de su desarrollo completo.

 

 

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