Thanatos

 

 

 

Anómimo

Sé por qué me quieren juzgar, por lo que soy, porque soy todo y nada. 

Naces, te desarrollan, te reproduces como quieren y mueres sin saber muy bien por qué coño viviste. Durante un tiempo no sabes que es eso que se encuentra agazapado en tu interior, no puedes ponerle nombre, te asusta, pero piensas que es pasajero. El hombre de bata te dice que es culpa tuya, que te reprimes o que no te reprimes, que no sabes ser feliz o que quieres ser más feliz de lo posible. Pero no hay cura, te has enfermado con una duda que crece día a día, empiezas a moverte por distintos entornos, la religión no es objetiva, las drogas te apartan pero huido su efecto vuelve la vacilación...

La incomprensión comienza a convertirse en entendimiento, la certeza de que las cosas no funcionan o que no marchan  para  ti, que podrían ser distintas pero los partidos no te representan, en las manifestaciones te sientes una oveja que bala para que unos pocos puedan sonreír en la tele, te vas radicalizando.

Curiosa palabra ésta, radical, extremista, tajante, intransigente..., referente a la raíz, la matriz donde todo empieza, la sustancia en su estado más puro. La pureza de ese sentimiento que va creciendo dentro de ti, la incredulidad, la certeza y por último el descanso, descanso de saber que vas a hacer.

Así me sentía cuando desperté el día que decidí ponerme un pañuelo en la cara para salir a la calle y reventar un banco. Por primera vez me sentía vivo, vivo de verdad, la violencia convertía todos esos pedacitos de odio en júbilo salvaje. Ese rencor que había estado creciendo en mi interior toda mi vida, toda la rabia que los opresores de mi espíritu habían cultivado y lo habían echo con saña. Rabia contra el poder que me reprime, la injusticia, el poder, el dinero y la miseria serán mis jinetes del apocalipsis. Junto a mis compañeros, la violencia se desataba contra la fachada de aquel banco, éramos sombras que atacaban la brillantez de sus cristales, que insultaban la miseria de nuestras vidas, la suciedad con la que nos habían empañado.

De este modo encontré la cura, la embalsamadora tranquilidad que me da la lucha, la acción, el saber que apedreo vuestras metas, vuestros estúpidos y vacíos sueños fruto de la frivolidad. Vuestro mundo se sostiene sobre la más dolorosa de las dictaduras, la mentira; vuestro mundo será quemado y empezaremos por vuestras certezas.

Tras mi pasamontañas se esconde el rostro del pobre, la mujer violada, el niño incomprendido, el indio que murió defendiendo al hermano viento, el desencantado, la rata de laboratorio, el que está solo,  el anciano, el toro en la plaza, el olvidado, el punki, el estudiante, el homosexual, la abuela, el okupa, la inmigrante obligada a prostituirse, el amigo imaginario, el indígena, el vagabundo, el toxicómano, el preso, el campesino, la vaca, el que se ha perdido en alguna barra de bar, el amazonas, el hippie, el activista desengañado, la poeta, el que trabaja en un cubículo enchufado a una pantalla, el desesperado,  todos los muertos de  cualquier imperio, el que llora, la barbie gorda, el que sufre, el utilizado, el niño de estómago hinchado, la naturaleza manchada y sucia,  el adolescente rebelde, el explotado, la estafada, el engañado, la amenazada, el torturado, l@s domesticad@s... tengo miles de rostros, soy todos pero no existo no ocupo ningún cargo, en cambio vosotros estáis ahí, en la tele, en la cima, sois fáciles de encontrar.

¿Cuál será mi castigo? ¿La muerte? Hace mucho que morí, lo hice el día que comprendí, lo hice en Génova, lo hice junto a todos los inocentes, morí con todos y cada uno, esos que ni siquiera tienen derecho a un nombre, que lo han hecho por un bien mayor, por un error inevitable o por un  accidente de los que nos defienden (si ellos nos defienden ¿quién nos defiende de ellos?).

Bueno señores supongo tendrán asustos importantes que discutir, no les molesto más, yo también tengo cosas que hacer.